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La vuelta de Carlos Menem
Por Alberto Arce (Canal Mundo, 25/03/2003)
 
 

Carlos Menem se sitúa con posibilidades cada vez más firmes de ser elegido nuevamente Presidente de Argentina en las elecciones que se celebrarán en poco más de un mes. Es uno de los cuatro candidatos en virtual empate técnico en torno al 20% de la intención de voto. Nadie duda que las sucesivas estrategias de Eduardo Duhalde por alejarle de la competencia electoral fracasan y algunas medidas de carácter dolarizador, impuestas por la justicia, ayudan a que cada vez mayor número de argentinos comienzan a asumir su victoria en una suerte de “derrotismo no tan amargo”. Por otra parte, el “modelo” dolarizador, neoliberal, de mano dura, pro-norteamericano y “neo-peronista” que propone, es denominado “pro-mercado” y estable por algunos de los más prestigiosos analistas políticos argentinos (los mismos que se reúnen con las delegaciones del FMI que visitan el país).

El candidato Carlos Menem, no sólo provoca la opinión favorable de los analistas políticos sino que siempre ha gozado del apoyo electoral de los sectores con menos recursos. El voto de estos sectores expresa un continuismo difícilmente comprensible a los ojos de un observador externo si no se entiende el esencial componente populista del discurso menemista en cuanto heredero de la tradición inaugurada por el General Perón. Durante la década 1989-1999, las clases populares en Argentina perdieron trabajo, ingresos, educación y salud, entre otras magnitudes menos cuantificables. Los argentinos perdieron Estado dentro de una lógica neoliberal en la que el país fue rediseñado de manera global. Casi cuatro años después de su abandono del poder y tras el colapso de la economía que ha situado al país en las peores condiciones económicas de su historia reciente, el tan denostado “modelo” que Menem diseñó e implementó durante su mandato puede estar más cerca que nunca de volver a triunfar.

El comportamiento electoral de determinados sectores de la población es independiente de una valoración sobre las condiciones en las cuales se encuentran ellos mismos y el país. Es un secreto a voces que las fervorosas muestras de adhesión que Menem provoca en sus actos multitudinarios y los estadios de fútbol llenos, se deben más a su capacidad de movilización caudillista que a la adhesión real de la población. Los miles de personas que llenan los recintos han recibido algo a cambio de asistir y aplaudir. La situación de necesidad de gran parte de la población es tan crítica que sus adhesiones políticas ya no tienen el precio de una aprobación de decisiones o programas. Se venden a cambio de la comida de un día, de la promesa de trabajo por unos días o simplemente del viaje y el vaso de vino desde el infierno de la “villa de emergencia” a cualquier lugar del exterior. Esto se organiza y controla a través de la movilización de los “punteros”, militantes peronistas que ejercen de canal de comunicación entre la diligencia del partido y la masa de futuros votantes. Y la elección presidencial, decantada a favor del peronismo de antemano mediante este tipo de organización, dependerá de que sector del partido logre movilizar a mayor número de punteros mediante la concesión o simple promesa de futuras prebendas. El intendente (alcalde) o diputado nacional que consiga movilizar al mayor número de estos “punteros” para su candidato, conseguirá mayor número de subsidios, mejores contratos para sus cooperativas o directamente mayor cantidad de dinero del futuro ganador. El candidato que triunfe en la cooptación de estos apoyos será el próximo Presidente del país. Y este comportamiento, mezcla de actitudes mafiosas y caracteres feudales es la especialidad del ámbito menemista. La política argentina funciona a través del “cara a cara” y Menem no puede resultar indiferente en esta distancia. Reunirá el voto vergonzante y ganará las elecciones o estará a punto de hacerlo y perderá por un escaso margen frente a candidatos sin su empuje, recursos electorales y lugar en la memoria histórica del país.

Siempre se ha asegurado que Eduardo Duhalde “controlaba” al peronismo de la Provincia de Buenos Aires, auténtico eje electoral del país. De ser así, su apuesta por un candidato de bajo perfil en este ámbito territorial, el Gobernador patagónico, Néstor Kirchner, le ha perjudicado. No debe olvidarse que Duhalde fue el Vicepresidente de Carlos Menem y eso causa que se intercambien percepciones sobre el pasado que ahora deben ser separadas para poder capitalizar el voto. Las tensiones y los movimientos internos entre las diversas facciones del peronismo en el nivel más cercano a los votantes son insondables desde fuera del propio movimiento. Los analistas no pueden entrar a valorar que clase de realineamientos, ofertas y movilizaciones pueden estar llevándose a cabo por parte de Menem y Duhalde y menos aún de cuál de los dos triunfará. La auténtica respuesta a la incertidumbre electoral se encuentra más cerca del resultado de este choque de poderes interno que de los resultados de las encuestas electorales. Los votantes que conformen la mayoría electoral procederán de este conjunto de clases populares tendentes a la capitalización por parte del peronismo y sus facciones así como de sectores ubicados en el sector superior de ingresos que añoran los tiempos de la estabilidad cambiaria y económica de tiempos menemistas. Se entiende que el apoyo recibido por el gobierno de la Alianza, lo fue en parte por cuanto garantizaba la continuidad del modelo menemista y su caída fue provocada por la incapacidad manifiesta de realizarlo. Puede ser desde esta actitud “añorante” de determinados sectores del electorado así como de la movilización de los recursos de las bases peronistas, desde la que se produzca la vuelta de Menem al poder.

El debate programático brilla por su ausencia y se mantiene en un nivel bajo. Las propuestas de los candidatos se definen de manera muy laxa. ALCA frente a MERCOSUR. Brasil o Estados Unidos, productivismo y exportación o captación de inversores extranjeros y mayor apertura de la economía. Ataque integral a las causas de la protesta social o mano dura y ejército para reprimir a los piqueteros, buena relación y compromisos con el FMI o plante en los pagos de la deuda externa. Las cuestiones estructurales sobre el futuro del país están en la agenda de los candidatos pero no se ha producido aún un debate ideológico de fondo ni se espera que esto suceda. La manifiesta falta de adhesión de la población hacia sus líderes políticos, la creciente tendencia hacia el abstencionismo, los continuos escándalos políticos (la suspensión de las elecciones en Catamarca no es más que uno de tantos ejemplos) no hacen más que poner en peligro la temblorosa y continuamente amenazada estabilidad del país. Así mismo, la reproducción de movimientos populistas, la feudalización de la política y la judicialización y paralización de importantes normas aprobadas por el poder ejecutivo (redolarización de depósitos, aumentos tarifarios de los servicios públicos) dificultan cualquier salida pactada de la crisis, gane quien gane las elecciones.

Las elecciones presidenciales se celebrarán el 27 de abril, pero el presidente electo deberá gobernar desde el 25 de mayo hasta diciembre sin el apoyo seguro del poder legislativo, fraccionado incluso en lo que se refiere al partido del gobierno. El gobierno saliente está adoptando la estrategia del “endoso”, es decir, trasladar la solución de cuestiones clave para el futuro del país al nuevo Presidente, que estará maniatado en sus apoyos legislativos y apretado por el horizonte temporal de la necesidad de realizar profundos cambios en el país. Determinadas cuestiones empiezan a ser de urgente resolución, por lo que los meses que restan hasta final de año serán decisivos.

 
 

Alberto Arce é colaborador do IGADI.

 
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Fernando Pol