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El viacrucis checheno
Por Roberto Mansilla (AIS, 11/03/2005)
 
 

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Los tentáculos de la insurgencia son variados, por lo que ahora el principal beneficiado de la muerte de Masjadov es Shamil Basayev (en la foto), a quien las autoridades rusas y la opinión pública mundial vinculan estrechamente con la red Al Qaeda y los muyahiddin que pelearon contra los soviéticos en el Afganistán de los ochenta. El líder islamista checheno niega recibir apoyo directo de Osama ben Laden, aunque tampoco ha ocultado su interés en recibirlo. Su posición es tan radical que con él, reiniciar las negociaciones es algo aparentemente imposible, debido a su firme oposición a la coexistencia pacífica con Rusia.
 
El asesinato, aún no completamente aclarado, del ex presidente checheno y uno de los líderes de la insurgencia, Aslan Masjadov, en una localidad cercana a Grozny, deja ahora un escenario aún más inquietante en esta república autónoma rusa. Sin la presencia del interlocutor checheno más moderado y legítimo desde el punto de vista electoral, la acción realizada por los servicios secretos rusos, si bien constituye un duro golpe para la insurgencia chechena, podría desviar el péndulo a favor de los radicales, comandados por el islamista Shamil Basayev.

Una aproximación al escenario actual revela que el asesinato no arregla nada en términos de solución del conflicto. La posición política de Masjadov venía debilitándose desde hace varios años, principalmente tras la orden del ex presidente ruso Boris Yeltsin de invadir nuevamente Chechenia en agosto de 1999, siendo entonces primer ministro Vladímir Putin. Desde ese día, Moscú inició un progresivo esfuerzo político y militar por desconocer la legitimidad de Masjadov, aislándolo y acosándolo.

Hoy, la muerte de Masjadov viene a completar un trío de líderes chechenos ajusticiados por el Kremlin. Primero fue su antecesor, el ex oficial soviético Dhozar Dudayev, líder de la rebelión en la república caucásica en 1994. Luego vino Zelimjan Yandarbíyev, sucesor inmediato de Dudayev, asesinado en su exilio en Qatar poco después de que Masjadov ganara las elecciones.

Tras la paz suscrita entre Yeltsin y Masjadov en 1996, éste se convirtió un año después en el primer presidente electo popularmente en la historia de la república autónoma chechena, en unas elecciones reconocidas por Moscú y la comunidad internacional, lo que le señaló como el principal líder nacionalista checheno. Sin embargo, a Masjadov siempre se le achacó su incapacidad política para conciliar las diversas facciones existentes dentro de los insurgentes chechenos que derrotaron al Ejército ruso en 1996, lo que derivó en una situación de inestabilidad y anarquía permanente.

La invasión rusa de 1999 convenció a Masjadov de la necesidad de aliarse con las milicias radicales islámicas de corte wahabbita, comandadas por Basayev y financiadas desde el Golfo Pérsico. Desde ese momento, Masjadov y Basáyev personifican las dos caras de la insurgencia chechena: el primero sostiene el ala nacionalista mientras el segundo propugna la versión islamista radical. Dos visiones absolutamente distintas.


La guerra es entre Putin y Basayev

Para el gobierno de Vladímir Putin, el bálsamo propagandístico que supone la eliminación física de Masjadov tendrá consecuencias desiguales en el inmediato futuro, aunque el panorama luzca favorable en estos momentos. El Kremlin se apresura en vender la muerte de Masjadov como un “triunfo contra el terrorismo”, cuando Masjadov siempre apostó más por la negociación y había aceptado, a principios de febrero, establecer una tregua y el eventual reinicio de negociaciones, incluso aceptando las condiciones rusas.

Sin embargo, los tentáculos de la insurgencia son variados, por lo que ahora el principal beneficiado de la muerte de Masjadov es Shamil Basayev, a quien las autoridades rusas y la opinión pública mundial vinculan estrechamente con la red Al Qaeda y los muyahiddin que pelearon contra los soviéticos en el Afganistán de los ochenta. El líder islamista checheno niega recibir apoyo directo de Osama ben Laden, aunque tampoco ha ocultado su interés en recibirlo. Su posición es tan radical que con él, reiniciar las negociaciones es algo aparentemente imposible, debido a su firme oposición a la coexistencia pacífica con Rusia.

A diferencia de Masjadov, quien ha mantenido una posición un tanto ambigüa con Moscú y no poseía el total apoyo de los insurgentes, Basayev mantiene un férreo control y ya ha demostrado su capacidad para golpear en el corazón del poder ruso. Normalmente, ha reivindicado sus acciones. Uno de sus comandos asaltó el teatro Dubrovka de Moscú, en octubre de 2002, con un saldo de 129 muertos. En mayo de 2004, logró su más importante objetivo político: asesinar al presidente prorruso de Chechenia, Ahmed Kadírov, hoy sustituido por su hijo Ramzan tras un irregular proceso electoral. En agosto, un atentado aéreo contra aviones rusos dejó 100 muertos. En septiembre pasado, Basayev volvió a golpear en la vecina república rusa de Osetia del Norte, en el trágico desenlace del colegio en Beslán, donde fallecieron más de 350 niños.

Con Basayev constantemente en la mira de los servicios de seguridad rusos, las diferentes milicias chechenas pueden mantener ahora una posición cada vez más radical, aunque no por ello exactamente fortalecida. Para Moscú, se hace cada vez más imperativo reforzar al gobierno del hijo de Kadírov, quien sólo se mantiene en el poder por la garantía de la presencia militar rusa. Desde esta perspectiva, Basayev podría atraer ahora a chechenos simpatizantes de Masjadov, irritados por el asesinato de su líder.


La “chechenización” del Cáucaso

En cuanto a las repercusiones regionales del conflicto, Basayev y sus milicianos han logrado expandir su marco de acción en el norte del Cáucaso, principalmente en Daguestán, Ingushetia, Osetia del Norte y Kabardino Balkaria, donde las tensiones sociales están agudizándose. Es necesario resaltar también las repercusiones, en cuanto a refugiados e intromisión de insurgentes, en las regiones separatistas de Georgia, especialmente Abkhazia, donde Basáyev y sus seguidores ya había realizado una incursión en 1996.

Sin embargo, el movimiento “yihadista” checheno contra Rusia sufre también debilidades internas. A principios de 2004, los servicios secretos rusos ya lograron desarticular la red de financiamiento que recibía Basayev desde el Golfo Pérsico, con el asesinato de los hermanos Khattab, Abu al-Walid and Abu Dzeit. Desde la tragedia de Beslán, las fuerzas de Basayev no han podido hasta ahora alejar la presencia militar rusa en la mayor parte del territorio checheno y el número de ataques ha disminuido en los últimos meses.

Hoy Basayev se encuentra aparentemente solo, pero con la necesidad de realizar una rápida respuesta al asesinato de Masjadov, en forma de nuevos atentados terroristas contra objetivos rusos. De este modo, ni en el Kremlin ni en la insurgencia chechena creen en la solución al conflicto por medios políticos. Se impone una espiral de la violencia que aleja las vías de negociación.

 
 

Roberto Mansilla Blanco é analista do IGADI.

 
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