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El nuevo escenario de Portugal
Por Xulio Ríos (Noticias Obreras, segunda quincena de marzo/2005)
 
 

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A partir del anuncio de la convocatoria electoral, el Partido Socialista se vio a si mismo como seguro ganador de los comicios. Todas las encuestas le eran ampliamente favorables. Únicamente estaba en discusión la posibilidad o no de obtener la mayoría absoluta. La victoria de Sócrates en las primarias, ubicado en el centroderecha de la familia socialista, facilitaba las cosas para asumir las responsabilidades de gobierno, aunque las dificultaba para propiciar acuerdos a su izquierda, con los comunistas de la CDU o de la “izquierda caviar” del Bloco de Esquerda.
 
Con la contundente victoria en las elecciones legislativas del domingo 20 de febrero, el socialista José Sócrates no solo ha conseguido la mayoría absoluta y, por lo tanto, un histórico triunfo para su partido, sino también cerrar parcialmente una etapa de inestabilidad en la política portuguesa, que condujo a la formación de cuatro gobiernos en apenas tres años, y que tuvo su clímax con la renuncia del actual presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, y la controvertida gestión de su sucesor, Pedro Santana Lopes.

Cuando el presidente de la República portuguesa, Jorge Sampaio, rechazó la hipótesis de un adelanto electoral, incluso en las filas de su propio Partido numerosas voces advertían de la inconsistencia política de la sustitución de Durao Barroso por Santana Lopes. Pero Sampaio insistió entonces en que la continuidad se podía garantizar y que la consolidación de la recuperación económica del país exigía estabilidad e incluso que esta podía verse seriamente afectada si el país se sometía a una tensión electoral que podía ofrecer resultados poco diferentes a los entonces existentes. Lo prioritario era evitar la interrupción del curso político y contar con un gobierno que pueda preparar y gestionar los presupuestos del Estado. Después de que a finales de noviembre de 2004, el primer ministro calificara de mero ajuste una remodelación que emergía como la punta de un iceberg de una crisis política mucho más profunda, quedó al descubierto el encaje de bolillos de su gabinete, absolutamente desbordado con la dimisión de Henrique Chaves, el ministro de Juventud y Deporte. No tendría tiempo ni ocasión de elaborar el presupuesto de 2005.

Santana Lopes duró apenas cuatro meses. La combinación de demagogia e inconsistencia, con la afirmación progresiva de estrategias diferenciadas entre las formaciones que conformaban la alianza de las derechas portuguesas, hacía previsible la convocatoria de elecciones anticipadas, una vez constatada la incapacidad del sucesor de Durao Barroso para mantener una mayoría parlamentaria estable. Santana defendió hasta el último momento ante Sampaio la continuidad de las políticas de Durao Barroso en las áreas de finanzas, defensa, política exterior y justicia que el Presidente de la República deseaba ver aseguradas a toda costa, pero su capacidad para gobernar estaba en entredicho. La posibilidad de nuevas crisis, desaconsejaban la continuidad de Santana.

A partir del anuncio de la convocatoria electoral, el Partido Socialista se vio a si mismo como seguro ganador de los comicios. Todas las encuestas le eran ampliamente favorables. Únicamente estaba en discusión la posibilidad o no de obtener la mayoría absoluta. La victoria de Sócrates en las primarias, ubicado en el centroderecha de la familia socialista, facilitaba las cosas para asumir las responsabilidades de gobierno, aunque las dificultaba para propiciar acuerdos a su izquierda, con los comunistas de la CDU o de la “izquierda caviar” del Bloco de Esquerda. Por su parte, el CDS-PP de Paulo Portas, y el PSD, afrontarían unos comicios en condiciones poco propicias. El fiasco Santana, que lideraría la campaña del PSD, empujaba a la baja y con enormes dificultades de remontar su escasa credibilidad ante la opinión pública.

La CDU también enfrentaba los comicios con muchos miedos a seguir perdiendo espacio electoral. El PCP, optaba por la elección de Jerónimo de Sousa, un clásico, como sustituto de Carlos Carvalhas, desde hace años ligeramente distanciado de la ortodoxia que aún comanda Álvaro Cunhal, convertido en una especie de Deng portugués con sus más de noventa años de edad, pero con una autoridad moral e influencia política que pocos discuten.


Tres victorias

La victoria del Partido Socialista sorprendió por su rotundidad. José Sócrates alcanzó una victoria histórica, obteniendo la primera mayoría absoluta para su formación en unas elecciones legislativas. La magnitud de la victoria del PS fue proporcional a la intensidad de la derrota del Partido Socialdemócrata (PSD), de Santana Lopes. Un 45,04% frente al 28,7%, nivel de respaldo suficiente para calibrar las posibilidades de subsistencia política del ex alcalde de Lisboa, obligado a convocar un congreso extraordinario que se celebrará en los próximos meses. Lo que cuenta ya no es su nivel de apoyo, bien escaso, sino el nivel de rechazo que suscita su figura y su rancio populismo. Luís Marques Mendes apunta como rival.

La onda expansiva de esa catarsis en el epicentro de la vida política portuguesa tuvo otras manifestaciones destacables. En primero lugar, el CDS-PP, de la mano de Paulo Portas, ministro de defensa, non pudo evitar que la corriente de retroceso también le arrastrara, perdiendo dos diputados y forzando la dimisión de su figura más representativa. Paulo Portas llevaba siete años liderando esta formación, en tiempos testimonial, y había conseguido transformarla en una opción de gobierno. En esta ocasión, aspiraba a saltar la barrera de los dos dígitos pero se quedó en el 7,26%.Tuvo, a pesar de todo, el coraje y la decencia de excluir su continuidad, en un ejemplo de coherencia, por cierto, tan ausente en la política española. A fin de cuentas, solo habían retrocedido dos diputados.

En segundo lugar, la confirmación y ascenso de la CDU. Jerónimo de Sousa, quien desarrolló una campaña tan agotadora que en el último debate televisivo se quedó sin voz ante la audiencia, evitó el desastre de la formación que lidera el Partido Comunista, beneficiado por la elevada participación, del 65% y superior a las expectativas, recogiendo buena parte del voto de castigo de la derecha y asegurándose una tercera posición muy honrosa, seguido muy de cerca por el Bloco de Esquerda (BE) de Francisco Louçá, que competía por esa misma posición. Jerónimo superó con creces las debilidades de su antecesor en el cargo, Carlos Carvalhas e inyectó ánimo, tan necesario, en las filas comunistas. En tercer lugar, cabe destacar precisamente el fuerte aumento del Bloco, que pasa de 3 a 8 escaños, con un 6,38 % del voto emitido (7,57 % para la CDU). El BE cumplió a la perfección con las previsiones e incluso puede decirse que las superó cabalmente; falló, no obstante, en el objetivo de impedir la mayoría absoluta del PS, que le resta capacidad de influencia. Por último, en cuarto lugar, cabe destacar, en su conjunto, el giro a la izquierda de la política portuguesa, muy pronunciado, abriendo un nuevo ciclo político que deja al centroderecha en condiciones muy ruinosas y una izquierda en la que los signos de renovación apuntan tiempos de cambio.

El PS podrá gobernar con toda tranquilidad pero la situación de Portugal no permite alegrías y las voces que reclaman cambios estructurales en la economía portuguesa para poner fin a los dilatados tiempos de incertidumbre, son poderosas e influyentes. ¿Como reducir el déficit público y hacer de la sanidad y la educación servicios eficientes? ¿Como hacer más liviano el estado y aumentar el empleo? El ciclo de recesión arranca de 2002 y revertir la situación no le será fácil.

Los retos del nuevo gobierno no admiten duda. Un 94% de los portugueses estima que su economía va por mal camino, dato imprescindible para comprender el actual pulso anímico nacional. El desempleo se encuentra en el 7,2% de la población económicamente activa, y el déficit fiscal asciende al 5%, demasiado elevado para los índices exigidos por Bruxelas. Sócrates deberá combinar la profunda necesidad de reforma estructural de la economía y la administración pública con las demandas de protección del sistema de seguridad social, conjugando a un tiempo la necesidad de una mayor productividad con la recuperación de la confianza nacional y europea. El reto es diseñar un nuevo modelo socio-económico, profundizando en los logros sociales anteriores.

Sócrates ha conseguido lo que nunca pudo lograr ni Mario Soares ni Antonio Guterres, su mentor. Todo un éxito, mayor del esperado. Su carrera ha sido diferente a la de todos ellos, debiendo superar las primeras primarias del PS que cerraron la crisis abierta por la dimisión de Antonio Guterres, como consecuencia de la derrota sufrida en las elecciones municipales de 2002. Social demócrata de centro izquierda de inspiración nórdica, nadie sabe si buscará y dará encontrado un modelo escandinavo para Portugal. El insiste en ubicarse en la línea de lo que denomina el progresismo democrático, destacando las convergencias con las otras izquierdas, si bien rechazando un hipotético entendimiento con el PCP por su inmovilismo ideológico, y reivindicando la fidelidad a la historia del PS. Sus rivales en las primarias socialistas, Manuel Alegre y Joao Soares, le acusaban de practicar un discurso neutro. Muchos de los militantes que le auparon al liderazgo del Partido reconocían haberle apoyado con el corazón partido. Antonio Campos, ex eurodiputado socialista y uno de los fundadores del PS resumía la situación de la siguiente forma: “si el PS fuera un club de amigos, apoyaría a Joao Soares; si fuera un sector de pensamiento, a Manuel Alegre; pero voto por Sócrates por ser una persona decidida a ganar”.

Pues ya lo ha conseguido. “Que Deus o ajude”, como rezaba el editorial del Diario de Noticias el lunes siguiente a la jornada electoral.

 
 

Xulio Ríos é director do IGADI.

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ÚLTIMA REVISIÓN: 13/03/2005
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