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¿Amigos de Siria?
Roberto Mansilla Blanco (Magazine Español, Venezuela, 09/04/2012)

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Estambul celebró el pasado 2 de abril la cumbre de “Amigos de Siria” en la que 50 países y 10 organizaciones internacionales buscaron una iniciativa política de presión al presidente sirio Bashar al Asad, para aparentemente acabar con el asedio de las milicias rebeldes en el interior del país árabe. A esta cumbre no asistieron la ONU, la UE, Rusia, China e Irán.

Auspiciada por la “troika” conformada por EUA, Gran Bretaña y Francia, junto a una Liga Árabe dominada por aliados pro-occidentales como Arabia Saudita y Qatar, esta cumbre le otorgó a Turquía un papel clave como interlocutor principal, no sól por su ascendente peso geopolítico regional a tenor de la Primavera árabe sino tomando en cuenta que en la extensa frontera turca con Siria se ha convertido en el hogar receptor de decenas de miles de refugiados que huyen de la violencia en el país árabe.

Pero el contexto actual complica igualmente la vigencia (ya prácticamente descartada) de diversas variables que hasta ahora la diplomacia turca jugaba en Siria. Hasta la irrupción de la violencia en Siria en febrero de 2011, el gobierno islamista turco de Erdogan mantenía equilibradas relaciones con su homólogo Bashar al Asad, incluso manejando desde 2004 una secreta iniciativa diplomática para propiciar un proceso de paz entre Siria e Israel, el cual supondría para Turquía un importante triunfo geopolítico que trastocaría sensiblemente las fuerzas de poder en Oriente Próximo.

Un escenario distinto

Por ello, el escenario 2012 es radicalmente distinto. Rusia, China e Irán, los aliados externos más visibles del régimen de Bashar junto al gobierno venezolano de Hugo Chávez, no están dispuestos a permitir la repetición en Siria del polémico proceso de transición en Libia, sobretodo Moscú, que mantiene una estratégica base naval en el puerto sirio mediterráneo de Tartus.

Tras la cumbre de Estambul, donde los “Amigos de Siria” otorgaron el aval político necesario para legitimar al enigmático Consejo Nacional Sirio como “único interlocutor legítimo del pueblo sirio”, Moscú inmediatamente ordenó el envío de un buque militar apostado en Crimea hacia las aguas del Estrecho del Bósforo y los Dardanelos, muy cerca de la base de Tartus.

Observada de cerca, esta cumbre de Estambul supuso una reproducción fidedigna de la cumbre de París para la reconstrucción en Libia, celebrada en septiembre de 2011, poco antes de la caída y asesinato de Gadafi. Por ello, Washington y sus aliados esperan vehicular esta cumbre como paso en concreto para propiciar el derrumbe definitivo del régimen de Bashar.

Pero el contexto actual en Siria parece tomar un inesperado rumbo mucho más complicado que en el caso libio. A pesar de la presión y del aislamiento internacional, tras más de un año de protestas y 9.000 muertos por el conflicto, el régimen de Bashar sigue en pie, contando con el casi irrestricto apoyo de las Fuerzas Armadas, de una fuerte institucionalidad burocrática y del gobernante Partido Ba´ath, todo ello bajo el control de la minoritaria comunidad aleví a la que pertenece el clan Asad en el poder. A diferencia, el régimen de Gadafi parecía más vulnerable y maleable.

El complejo mosaico religioso y étnico sirio, así como la desconfianza hacia una oposición variopinta, dividida y desorganizada, similar a la del polémico Consejo Nacional Libio de Transición, suponen una preocupación constante para Occidente, sus aliados árabes e incluso Israel, para quien el régimen de Bashar, a pesar de su enemistad, constituye tangencialmente un factor de estabilidad en su frontera. Aunque Tel Aviv no vería tampoco con malos ojos la caída de Bashar, su temor es que el eventual caos sirio post-Bashar derive en la asunción de un gobierno reivindicativo o incluso fundamentalista contra Israel.

¿Un Plan B en marcha?

La cumbre de Estambul consolidó el compromiso de diversos actores externos capitaneados por EUA para aislar aún más a Bashar. Pero el contexto actual en el que el régimen sirio parece estar recuperando sus posiciones contra los rebeldes en el interior del país, así como la escasa fortaleza y coordinación de unas tropas rebeldes ayudadas militar y logísticamente por mercenarios de Arabia Saudita, Qatar, Turquía, EE.UU, Gran Bretaña, contando con el tácito apoyo israelí, son factores que evidencian la complejidad del conflicto sirio.

Puede que incluso un Plan B abra la posibilidad de negociaciones secretas con Bashar, contando con el aval de la ONU a través de las gestiones de su ex secretario general Kofi Annan, contando con un hipotético apoyo ruso, para evitar un escenario de fragmentación que complicaría el ya de por sí atribulado mapa de Oriente Próximo.

Tras la cumbre de Estambul, Bashar aceptó la oferta de Annan, con fecha límite el próximo 10 de abril, de cesar las hostilidades y abrir canales de negociación. Puede que con ello el régimen sirio intente ganar tiempo, pero su principal baza sigue concentrada, inevitablemente, en la capacidad de Rusia (con tácito apoyo chino), para evitar reproducir en Siria la caótica transición libia.


 
 

Roberto Mansilla Blanco,
analista do Igadi.

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