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Entrevista a Xulio Ríos
“China: La reforma está en un momento delicado”

Por Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI, 07/02/2007)
 
 

  Xulio Ríos; clic para aumentar
Xulio Ríos: “El campesino sigue siendo el principal problema de China. Y está sin resolver. Nos dejamos llevar con frecuencia por la imagen de modernidad que transmiten los medios, pero lo cierto es que es engañosa. China no es Pudong. Aún existen muchas bolsas de atraso y miseria en el país y, sobre todo, en el campo. La situación ha empeorado en los últimos lustros. En 1984, la diferencia de ingresos entre campo y ciudad era de 1,7 veces; en 2005, de 3,2, y en 2006, de 3,8. A ello se unen los abusos de las autoridades y las carencias generales de todo tipo de servicios”.
 
Entrevista a Xulio Ríos, miembro del Comité Honorífico del CAEI y director del IGADI (Instituto Galego de Análise e Documentación Internaciona) y del Observatorio de Políticas Chinas (OPCh).


CAEI: En la actualidad, algunos analistas internacionales mencionan que China debe afrontar una serie de retos internos, ¿comparte usted esta opinión?, y a su entender ¿qué hechos configurarían esta realidad?

Xulio Ríos: Sin duda alguna, eso es cierto. La reforma se encuentra en un momento delicado. El éxito en términos de crecimiento no puede opacar la persistencia e incluso el agravamiento de las desigualdades y los desequilibrios que amenazan la estabilidad interna. El mensaje que transmiten las autoridades consiste en recuperar la armonía, pero para ello debe realizarse un considerable esfuerzo que permita la construcción de una red asistencial y de servicios que hoy no existe, comprometiendo a autoridades, sectores emergentes e incluso inversores internacionales en la configuración de unas nuevas relaciones sociales que acompañen el proceso de modernización que se ha registrado en otros ámbitos. Pero esa exigencia, lógica e inevitable, genera muchas resistencias y tensiones que hoy cristalizan en múltiples conflictos, por el momento aislados.

CAEI: Siguiendo la línea de las preguntas anteriores, ¿es la reforma integral del campo una sintonía importante dentro de la línea política e incluso del modelo económico chino?

Xulio Ríos: El campesino sigue siendo el principal problema de China. Y está sin resolver. Nos dejamos llevar con frecuencia por la imagen de modernidad que transmiten los medios, pero lo cierto es que es engañosa. China no es Pudong. Aún existen muchas bolsas de atraso y miseria en el país y, sobre todo, en el campo. La situación ha empeorado en los últimos lustros. En 1984, la diferencia de ingresos entre campo y ciudad era de 1,7 veces; en 2005, de 3,2, y en 2006, de 3,8. A ello se unen los abusos de las autoridades y las carencias generales de todo tipo de servicios. La propuesta de un “nuevo campo socialista” que aprobó el Parlamento en la sesión de marzo de 2006 trata de afrontar ese problema, multiplicando las inversiones, pero el futuro del campo chino no está claro del todo y las propuestas de su liquidación a través de un proceso de urbanización galopante son poco tranquilizadoras. Pero el modelo económico chino es mucho más ambicioso y pone cada vez más énfasis en el desarrollo tecnológico, por ejemplo, una asignatura clave para confirmar su emergencia.

CAEI: A su entender, ¿debe observar la nueva generación de lideres del PCCh los estantes ideológicos como lo hicieron Mao o Deng en el pasado? y ¿considera que el factor rural es un elemento decisivo en esto?

Xulio Ríos: La economía determina la ideología. Creo que en este segundo aspecto asistimos también a una profunda transición, aunque más lenta porque los temores son mucho mayores. A finales de 2005, la contribución de la economía no pública al PIB fue del 55%. A mediados de los años noventa del siglo pasado, la economía colectiva representaba el 30% del PIB. Entonces se negaba cualquier intención de llevar a cabo un proceso de privatización salvaje tal como se puso en práctica en los países del socialismo real. Hoy, la propiedad colectiva proporciona ocupación a poco más de siete millones de trabajadores. La mayor parte de estas empresas han pasado a ser propiedad de sus gerentes, lo que explica la presencia en el PCCh de un significado colectivo empresarial (el 33% de los empresarios chinos, según fuentes oficiales). Toda esta inmensa transformación ha tenido ya una repercusión teórica, la llamada “triple representatividad”, promovida por Jiang Zemin, que podría significar el inicio de una socialdemocratización de facto del PCCh. Y puede haber, en un futuro no muy lejano, nuevas innovaciones. Pero no cabe esperar, incluso en generaciones tecnocráticas como la actual, deserciones o rupturas abruptas con el pasado. Hace unos días, el Renmin Ribao recordaba la lucha de Mao contra la corrupción. El PCCh no puede renunciar a sus orígenes y trayectoria sin poner en cuestión su legitimidad ni el modelo político que le asegura la supremacía exclusiva. El mundo rural les preocupa por lo que supone de peligro para la estabilidad (aún viven en él casi 800 millones de personas) y las nuevas clases emergentes por lo que entraña de rivalidad. Por eso el PCCh, a través del Estado, insistirá durante un tiempo en atar en corto sectores estratégicos clave que le proporcionen suficiente capacidad de intervención y bloqueo. Cuando pierda ese poder, podemos estar ante el inicio del fin del modelo.

CAEI: En el plano de las Relaciones Exteriores, ¿cuáles son los cambios más importantes que usted percibe en la diplomacia china sobre el Tercer Mundo?

Xulio Ríos: Creo que, en su conjunto, la diplomacia china está experimentando un rápido proceso de adaptación a las nuevas coordenadas mundiales. Ello viene condicionado por los cambios experimentados en la economía internacional, por las exigencias del propio desarrollo chino, y por la imposibilidad de sustraerse a determinados compromisos en la gobernabilidad global. China es cada vez más fuerte y muchos países en desarrollo la observan con una mezcla de esperanza y temor. Hasta hace poco, China poco más que discurso ideológico y limitada ayuda podía ofrecer a muchos de estos países. El reto, ahora que dispone de amplias posibilidades de inversión, por ejemplo, consiste en desarrollar un marco de relaciones futuro que no derive en un nuevo colonialismo, similar al tantas veces aplicado por las potencias occidentales. El colonialismo se ha caracterizado por dos elementos: obstaculizar el desarrollo y laminar la soberanía nacional. China niega ambos objetivos, y aún es pronto para determinar si también aquí existe el mismo nivel de sinceridad que cuando sus dirigentes negaban el impulso privatizador que antes mencioné al referirme a la propiedad colectiva.

CAEI: ¿Puede Beijing transformarse en un factor estabilizador para regiones distantes como África y América Latina, frente a la ausencia o falta de respuesta por parte de los EEUU?

Xulio Ríos: Creo que las soluciones deben venir desde dentro y los actores externos deben ser respetuosos con dichos procesos. América Latina (África en menor medida) está viviendo una gran transformación y China puede contribuir a su desarrollo de forma muy efectiva. Pero la situación de partida en ambos casos es muy diferente, ya hablemos del sistema político o de la realidad económica. En cualquier caso, el peso de China en África irá en aumento y también en América Latina. El diálogo estratégico con EEUU a propósito de América Latina y cierto entendimiento con Francia en relación a África le confirma como un actor a tener en cuenta más allá del espacio estrictamente regional y muestra los contornos de lo que bien pudiera ser una nueva bipolaridad.

CAEI: Por último, ¿cómo ve los vínculos entre España y China en el inicio del siglo XXI?

Xulio Ríos: Han mejorado en los últimos años, pero aún son débiles. España tiene mucha más potencialidad para estar presente en China (es la octava potencia económica del mundo con la mitad de población de la provincia de Jiangsu), pero a pesar de los esfuerzos de diferentes Administraciones, el empresariado es muy cauteloso. En otros órdenes, como el cultural o académico, social, etc, los intercambios avanzan con idéntica lentitud. Creo que la importancia del problema exigiría una actitud más comprometida y ambiciosa de todos los actores, pero, a mi modesto entender, está lejos de producirse.


Beijing, 7 de febrero de 2007.

 
 

Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI).

 
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Fernando Pol


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