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El espacio rehabilita a China en el mundo de la exploración
Xulio Ríos (Anuario Planeta 2008)
 
 

  Misión Shenzhou VII: paseo espacial de Zhai Zhigang
Misión Shenzhou VII: microsatélite adosado BX-1
La misión Shenzhou VII tenía por principal objetivo el paseo espacial (foto superior), pero ha permitido también el pilotaje desde tierra de un pequeño artilugio de unos 30 kilos de peso, llamado BX-1 (foto inferior), circulando a pequeña distancia (entre 4 y 8 km) del módulo orbital. Su idoneidad para incorporar una plataforma de ataque anti-satélites ha desatado algunas alarmas.
 
Con la realización el 27 de septiembre de la primera caminata espacial, la tercera misión tripulada de China dio un significativo salto adelante en su conquista del espacio, contribuyendo así también a reforzar la imagen de prestigio del país en todo el mundo. Arrancando en 1992, cuarenta años más tarde que Estados Unidos y Rusia, el proyecto de vuelo espacial tripulado le ha permitido sumarse en 2003 al selecto club de países que han enviado hombres al espacio, convirtiéndose así no solo en una potencia económica, financiera, diplomática, incluso deportiva, sino también científica y tecnológica. Más segura de sí misma, se acerca de este modo al objetivo de recuperar la grandeza perdida con un ejercicio permanente de celosa autonomía que en esta misión se ha concretado en aportaciones como el módulo de compuerta de aire o en el traje espacial, ambos hechos en China.

El programa tiene tres dimensiones principales: científico-tecnológica, política y militar. El primer aspecto es fundamental, pues China es bien consciente de su nivel de atraso y precisa superarlo a marchas forzadas para acelerar la transformación de su modelo de desarrollo y dejar de ser “el taller del mundo”. En lo político, se trata de acceder a todos los atributos de una gran potencia y reforzar su proyección internacional, aumentar su prestigio y activar el sentimiento patriótico de sus ciudadanos. Con el programa espacial, China vuelve a la gran historia de las exploraciones, cerrando el ciclo histórico de inhibición voluntaria, abierto en el siglo XV al cesar abruptamente las expediciones marítimas del almirante Zheng He. En tal sentido, es otra forma de poner coto a su declive histórico y de rehabilitar a la nación china en el seno de las civilizaciones más avanzadas, cercenando el dominio exclusivo de aquel Occidente que impulsó la modernidad a raíz de los grandes descubrimientos marítimos.

La misión Shenzhou VII tenía por principal objetivo el paseo espacial, pero ha permitido también el pilotaje desde tierra de un pequeño artilugio de unos 30 kilos de peso, llamado BX-1, circulando a pequeña distancia (entre 4 y 8 km) del módulo orbital. Su idoneidad para incorporar una plataforma de ataque anti-satélites ha desatado algunas alarmas. Las autoridades chinas insisten en la bondad de su proyecto, orientado en exclusiva, dicen, a recoger información de uso civil. El frecuente carácter dual de esta tecnología permite disfrazar investigaciones y proyectos más sensibles y sofisticados, y solo una actitud de cooperación puede disipar las desconfianzas y alejar el espectro de la rivalidad. La modernización de la defensa en China no puede dejar de lado el espacio.

Los progresos de China inquietan al Pentágono, especialmente por los avances que sugieren en la capacidad militar anti-satélites. Hoy día, el apoyo satelital es vital para el buen desarrollo de la economía y de la defensa y el como prevenir ataques de países enemigos se ha convertido en una preocupación seria. El 11 de enero de 2007, Beijing destruyó un viejo satélite meteorológico disparando un misil. En 2008, el Congreso estadounidense ha retomado la investigación en este campo, contemplando la entrada en vigor de un nuevo sistema de protección en 2011. Por otra parte, EEUU no ve con buenos ojos los intentos de China (y de Rusia) de condicionar el unilateralismo de su política espacial cuyo objetivo principal consiste en gozar de toda la discrecionalidad posible.

La finalidad del programa chino incluye la puesta en órbita y explotación de una estación espacial. Pero su discurso resulta a veces contradictorio, por lo que algunos entienden que trata de disimular sus intenciones reales. Quizás por ello, desde que presentó su Libro blanco sobre las actividades espaciales (2000) ha multiplicado los gestos de transparencia en todo tipo de publicaciones científicas y foros internacionales.

 

Xulio Ríos, director del Igadi y del Observatorio de la Política China (Casa Asia-Igadi).

 
 
 
16/01/2009 (c) Igadi, Instituto Galego de Análise e Documentación Internacional, www.igadi.org
http://www.igadi.org/china/2009/xr_el_espacio_rehabilita_a_china_mundo_exploracion.htm