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Especial: Tíbet y la cuestión nacional en China
VVAA (OPCh, Casa Asia / Igadi, 01/03/2009)

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  Protestas por un Tíbet libre en Katmandú; clic para aumentar
Las movilizaciones se centran en Tíbet, fundamentalmente, aunque tienen otras ramificaciones. [Manifestación por un Tíbet libre, en Katmandú, Nepal, el 28 de marzo de 2009].
 
Las tensiones nacionalistas regresan a la vida política en China. Las movilizaciones se centran en Tíbet, fundamentalmente, aunque tienen otras ramificaciones. El esfuerzo desplegado por el gobierno central para explicar las bondades de su política encuentran importantes barreras, tanto internas como externas, mientras el diálogo abierto con los representantes del Dalai Lama no experimenta avance alguno.

1. ¿Considera que la política del gobierno chino en materia de nacionalidades debería evolucionar en el sentido de admitir una mayor descentralización?

2. ¿A qué atribuye la aparente inflexibilidad con los nacionalismos minoritarios mientras se flexibilizan las respuestas para resolver otros problemas político-territoriales como Hong Kong, Macao o Taiwán?

3. ¿Estima que estos problemas pueden cronificarse y hasta agravarse si el gobierno chino no despliega una mayor capacidad de iniciativa en el orden político para construir otro modelo de lealtad en la diversidad o, por el contrario, una ligera apertura podría ser desestabilizadora y conducir a la desintegración?

Han colaborado en este Especial: Jorge E. Malena (Universidad del Salvador, Buenos Aires, Argentina); Gustavo Cardozo (Centro Argentino de Estudios Internacionales); Francisco Javier Haro Navejas (UAM IZTAPALAPA); Augusto Soto (consultor y profesor en ESADE); Julio A. Díaz Vázquez (profesor titular del Centro de Investigaciones de Economía Internacional, Universidad de La Habana).


OPCh: ¿Considera que la política del gobierno chino en materia de nacionalidades debería evolucionar en el sentido de admitir una mayor descentralización?

Jorge E. Malena: Desde el punto de vista del Gobierno Central de China, el grado de descentralización en materia administrativa -lo cual incluye libertades de índole cultural, religiosa y económica- que se ha otorgado a las Regiones Administrativas Especiales no sólo es considerable, sino que también ello es la causa del despegue del punto de vida material y espiritual de la población.

Por otra parte, para el observador occidental, la política del Gobierno Central vis-a-vis las nacionalidades puede resultar insuficiente, a la luz de que la autonomía política dada a (algunos) territorios habitados por minorías étnicas en nuestro hemisferio, poco tiene que ver con lo que sucede en China.

Una vez más, tenemos ante nosotros el dilema de sopesar la situación política vigente en China tomando como modelo el sistema político occidental (que -a su vez- cambia según hablemos de un país u otro), o analizar aquello que tiene lugar en China sobre la base de su cultura política y la evolución que (al menos) ha tenido lugar desde 1978.

OPCh: ¿A qué atribuye la aparente inflexibilidad con los nacionalismos minoritarios mientras se flexibilizan las respuestas para resolver otros problemas político-territoriales como Hong Kong, Macao o Taiwán?

Jorge E. Malena: Creo que el quid de la cuestión de la inflexibilidad se encuentra en los objetivos que -según Pekín- han abrazado los grupos afines a una mayor autonomía. Cuando al final del camino se percibe la secesión, como ocurriría en Tíbet o Xinjiang, el Gobierno Central sabe que el otorgamiento de una autonomía más real desencadenaría en la búsqueda de la separación, circunstancia que un país conformado por 56 grupos étnicos no puede enfrentar (la experiencia de la otrora Unión Soviética está presente en Zhongnanhai).

En los casos de Hong Kong y Macao, las respectivas dirigencias locales no resguardan anhelos secesionistas, sólo se aspira a alcanzar una menor injerencia de Pekín en materia de designación de autoridades y manejo de la cosa pública; mientras que en Taiwán las señales brindadas por Ma Yingjiu han dejado atrás los temores que levantaba la dirigencia del DPP.

OPCh: ¿Estima que estos problemas pueden cronificarse y hasta agravarse si el gobierno chino no despliega una mayor capacidad de iniciativa en el orden político para construir otro modelo de lealtad en la diversidad o, por el contrario, una ligera apertura podría ser desestabilizadora y conducir a la desintegración?

Jorge E. Malena: La legitimidad en los últimos 30 años de la República Popular se ha construido, esencialmente, vía la satisfacción de las necesidades materiales de la población (y en menor medida aquellas espirituales). Ello se observa tanto en aquellos territorios donde impera la etnia Han como en aquellos habitados primordialmente por etnias no Han. Al amparo de la reforma económica, la población también ha accedido a una serie de libertades civiles (no necesariamente políticas), lo cual ha reforzado esa "legitimidad de ejercicio". Ante el actual contexto de crisis económica internacional, el Gobierno Central seguramente estará más abocado a atenuar los efectos de la crisis vía medidas económicas que redundan en beneficios sociales, en vez de considerar aperturas que puedan afectar la estabilidad política.


OPCh: Considera que la política del gobierno chino en materia de nacionalidades debería evolucionar en el sentido de admitir una mayor descentralización?

Gustavo Cardozo: Asumiendo los procesos actuales de crisis financiera internacional, demandas sociales internas y desafíos medio ambientales, la descentralización con las regiones autónomas de China no se percibe actualmente. El PCCh deberá enfrentar estos aspectos aplicando una política de coordinación que requiere el máximo control nacional en pos de solventar medidas para aliviar estos elementos. La descentralización puede acarrear una coyuntura crítica para China en el mediano plazo, no creo que esto signifique una problemática amplia, pero si necesariamente Beijing debe mantener el control sobre sus dependencias políticas, económicas y sociales hasta que el actual “tsunami financiero” se establice. Sería más bien un intento para mantener la “sociedad armónica” dentro de la caótica situación adquirida a nivel internacional.

OPCh: A que atribuye la aparente inflexibilidad con los nacionalismos minoritarios mientras se flexibilizan las respuestas para resolver otros problemas político-territoriales como Hong Kong, Macao o Taiwán?

Gustavo Cardozo: La realidad demuestra que la política de Beijing sobre estas regiones ha sido más flexible, principalmente por la importancia de las mismas en términos económicos, financieros y comerciales, como así el rol que han ejercido los intereses foráneos. Hong Kong, Macao o Taiwán son regiones desarrolladas, con alto PIB, a diferencia de otras provincias autónomas. Por otro lado, el aporte de las mismas al comercio denominado “intra-sino” (China + Hong Kong, Macao o Taiwán) es muy amplio; los efectos colaterales de una política rígida puede provocar mayor vulnerabilidad que otras zonas de China. Por otro lado, se percibe un “mayor” proceso de separatismo étnico en las zonas del norte, como Tíbet y Xiangjang, producto de un desarrollo socio económico más lento que en las zonas costeras y la falta de políticas estatales para paliar las necesidades básicas de sus poblaciones étnicamente diversas y con fuertes rasgos de identificación cultural. China, por su tamaño debe ser asumida como un continente, sus desafíos también responden a esta realidad.

OPCh: Estima que estos problemas pueden cronificarse y hasta agravarse si el gobierno chino no despliega una mayor capacidad de iniciativa en el orden político para construir otro modelo de lealtad en la diversidad o, por el contrario, una ligera apertura podría ser desestabilizadora y conducir a la desintegración?

Gustavo Cardozo: Necesariamente China debe reconfigurar su proceso de Orden Político hacia el interior de aquellas regiones que se percibe mayor conflictividad. La “lealtad” se irá consolidando en tanto el PCCh puede afrontar los desafíos internos y externos que puedan provocar estallidos sociales o revueltas con medidas efectivas que cubran están necesidades. La apertura deberá consolidarse en la medida que el gobierno pueda entablar una política de Estado que supere estos desafíos en el mediano y largo plazo. China no puede actuar apresuradamente dado que ello generaría potencialmente un marco desestabilizador conflictivo.


OPCh: Considera que la política del gobierno chino en materia de nacionalidades debería evolucionar en el sentido de admitir una mayor descentralización?

Francisco Javier Haro Navejas: Desde una perspectiva conceptual, muy importante en el pensamiento político chino dominante, los cambios definitivamente no son previsibles. De forma simplista: tanto respecto al pasado como al presente, es constatable un la idea de que ha existido un big-bang social, de acuerdo al cual una nacionalidad, la de los Han, es la que guía a las demás hacia el progreso gracias a sus logros maravillosos culturales, desde tiempos inmemoriales; o debido a sus éxitos económicos, desde por lo menos 1978. El resto de las nacionalidades, 55, son trascendentes por lo folclórico: son observables a partir de su capacidad para bailar-cantar, e inclusive por su sexualidad, pero no más. Pueden ser temidas y temibles, en algún momento pueden atacar físicamente a los Han, al menos de acuerdo a mitos más o mensos urbanos. En suma, las nacionalidades minoritarias necesitan un liderazgo que las lleve hacia el progreso. La categorías socioétnica Han y la sociopolítica Partido Comunista aparecen entrelazadas, donde etnicidad y lealtad política se confunden. En términos prácticos, la evolución dependerá de las políticas para atacar la pobreza o abordar la distribución del poder. A final de cuentas, lo más importante será la manera en la cual evolucionan los procesos de negociación entre elites locales y entre éstas y las nacionales. Además, será importante la relación de todas las elites con la población, el cómo ésta responda será crucial.

OPCh: A qué atribuye la aparente inflexibilidad con los nacionalismos minoritarios mientras se flexibilizan las respuestas para resolver otros problemas político-territoriales como Hong Kong, Macao o Taiwán?

Francisco Javier Haro Navejas: La inflexibilidad es bastante clara, al menos en términos relativos. Es decir, desde mi perspectiva, no es que el gobierno central esté dispuesto a perder soberanía en determinado lugar y no en otro. El punto es la capacidad de las elites locales para atraer y ganar a cantidades considerables de la población a sus planteamientos, lo que históricamente no han podido lograr en lugares como el Tíbet. Además, es preciso tomar en cuenta por lo menos otros dos factores: la habilidad de negociación de las elites locales y su capacidad de cabildeo con el “mundo exterior”.

OPCh: Estima que estos problemas pueden cronificarse y hasta agravarse si el gobierno chino no despliega una mayor capacidad de iniciativa en el orden político para construir otro modelo de lealtad en la diversidad o, por el contrario, una ligera apertura podría ser desestabilizadora y conducir a la desintegración?

Francisco Javier Haro Navejas: Si para el turista la Gran Muralla es inherente a China, para el historiador el milenario y casi permanente amalgamamiento-enfrentamiento entre fuerzas centrifugas y centrípetas es un elemento esencial a estudiar: familias-dinastías que buscan el poder, eunucos peleando contra eunucos, bárbaros frente a civilizados por lograr el control del Estado, campesinos luchando en contra de los letrados por comida, fuerzas mágicas contra el orden establecido, China contra “occidente”…. En fin, la desintegración es parte de la historia de China, pero también lo es la integración; ambas, combinadas, son siempre mutuamente inherentes, son parte de China. En pocas palabras, ¿debemos considerar, al menos hipotéticamente, la desintegración? Modestamente, no creo que valga la pena considerarla. Tendríamos que estudiar cómo se relacionan las elites locales con “sus” poblaciones, cuáles son las diferentes propuestas de las diversas elites, cuáles son sus relaciones con el gobierno central y cuáles son sus políticas; además, por supuesto, entender a qué y cómo responde cada uno de los actores involucrados. Las tensiones actuales no conducen necesariamente a la desintegración. En todo caso, la misma depende de muchas variables. ¿Conduce el resfriado a la muerte? Supongo que si una mariposa brasileña provoca un tsunami, un resfriado puede resultar más devastador y desintegrar a algo más que China, que es pequeña en el universo.


OPCh: Considera que la política del gobierno chino en materia de nacionalidades debería evolucionar en el sentido de admitir una mayor descentralización?

Augusto Soto: a) Probablemente. Pero la descentralización debiera circunscribirse a aquellas nacionalidades titulares de una unidad administrativa propia o en los espacios en donde se hayan producido tensiones interétnicas evidentes. Y obviamente destacan dos: Xinjiang y Tíbet.

b) En verdad una pregunta muy específica que hay que hacer es qué ha hecho el Estado chino en el último año en el Tíbet para prevenir tensiones futuras y qué medidas ha adoptado o prevé adoptar sobre descentralización.

c) Con todo, concebir un Estado descentralizado es una parte del asunto. La otra es la creciente predominancia de las etnias chinas en Lhasa y en el Xinjiang. Y así la siguiente pregunta es descentralizar a favor de quién.

d) Luego surge la siguiente pregunta ¿Y qué hay más allá de la descentralización? Obviamente apunta a más autogestión de la periferia. En el caso específico del Xinjiang inevitablemente implica tomar en cuenta los acontecimientos políticos que han estado ocurriendo en los últimos años al otro lado de las montañas Tianshan. Uno es el ejemplo del Kazajstán independiente para los kazajos chinos. Hecho que es más relevante aún para los uigures chinos (que no han alcanzado la soberanía ni la autoestima de los kazajos en Kazajstán, ni la de los kirguises en Kirguistán, ni de los tadzhicos en Tadzhikistán). Es cierto que no se deben magnificar estas referencias en la realidad. Pero a esto le teme Pekín cuando se habla de descentralización en la periferia en una época de marea de nacionalismos (y religiones euroasiáticas) que tras la fragmentación de la URSS aún no ha concluido.

e) Y por cierto, ¿descentralización para qué? Si es en los términos que entiende el Estado chino, descentralización es un concepto para más modernización. Y en lugar muy visible destaca el impulso de sus infraestructuras siempre inherentes. En este caso tanto a nivel interno como externo.

e1) En lo interno. Como se sabe, en 2006 se inauguró la línea férrea que une a Goldmud con la capital Tíbetana. En 2011 se inaugurará el cuarto aeropuerto en Tíbet. Por otra parte, se acaba de anunciar un plan para Lhasa 2020, que oficialmente pretende acotar las dimensiones de la capital y modernizar coherentemente su infraestructura. Por supuesto que queda por ver cómo se implementará el plan. Esto se une a los más conocidos proyectos de presas hidroeléctricas y de prospección energética.

e2) En lo externo la creación de infraestructuras es más ambiciosa aún porque se propone integrar al Tíbet y al Xinjiang en un mapa geoestratégico mayor. Es la idea cada vez más factible que pretende vincularlas por tierra con el puerto pakistaní de Gwadar (punto de llegada de las materias primas del Golfo Pérsico y de África). Para cerrar el círculo, la modernización que lleva a las infraestructuras conduce inevitablemente a un refuerzo de la seguridad y a un sostenido control militar de ambas regiones.

f) Si en Pekín y en las principales urbes de etnia china se ha activado una modernización de alcance mucho mayor que en los todavía menos transformados Tíbet y Xinjiang (repitiéndose y ampliándose los errores de desarrollo de Occidente), pocas esperanzas tienen las Regiones Autónomas más allá de una descentralización inherentemente ligada a más modernización.

OPCh: A qué atribuye la aparente inflexibilidad con los nacionalismos minoritarios mientras se flexibilizan las respuestas para resolver otros problemas político-territoriales como Hong Kong, Macao o Taiwán?

Augusto Soto: a) Pekín tiene la percepción de que con la integración multiétnica a la República Popular China se ha hecho una contribución importante para todas las etnias (han sido “liberadas” de sociedades antiguas). Y luego se les ha integrado en las modernizaciones. Por otro lado es evidente que a la luz del criterio de pertenencia étnica y a una dilatada historia en común Pekín entiende menos a las sociedades fronterizas (que por serlo son consideradas como más atrasadas) que a las sociedades eminentemente chinas de Hong Kong, Macao y Taiwán.

b) El grado de flexibilidad depende de la situación material de cada territorio. Las etnias minoritarias del interior dependen económicamente de la planificación de Pekín. Hong Kong y Macao están en una órbita de amplia autonomía, y Taiwán se sitúa a nivel independiente. Al contrario, como es sabido, Hong Kong y Taiwán han sido y son fuente de inversión y know how en China continental.

c) Añadidamente, la mayor inflexibilidad mostrada hacia el interior se debe a la evidente asimetría de poder político ante Pekín. Añadidamente, la capital les ha abierto el mundo. Al contrario, Hong Kong, Macao y Taiwán han co-ayudado a abrirle el mundo a China.

d) Por otro lado, a nivel burocrático, como sujetos de unidades administrativas de la República Popular China durante décadas, las minorías del interior del país han tenido en suerte tener como autoridades a un personal más anclado en un pasado apenas post-maoísta. En tanto, los burócratas costeros son más pragmáticos y menos ideológicos. De allí el interés que reviste saber con precisión la recomposición o no de ese personal fronterizo en el último tiempo, especialmente en el último año.

OPCh: Estima que estos problemas pueden cronificarse y hasta agravarse si el gobierno chino no despliega una mayor capacidad de iniciativa en el orden político para construir otro modelo de lealtad en la diversidad o, por el contrario, una ligera apertura podría ser desestabilizadora y conducir a la desintegración?

Augusto Soto: a) A inicios de marzo Pekín ha publicado su más reciente Libro Blanco sobre el Tíbet. Si nos permite la licencia, el mensaje es: ”Mirad qué bien lo hemos hecho en la Región Autónoma. Y lo hemos hecho por vosotros los Tíbetanos”.

b) No se trata de generar mayor o menor lealtad a un proyecto. Si no de analizar si la modernidad que ven las minorías es su modernidad, su forma de vida o algo de cuño propio o relativamente propio. O apropiable. O sea, que en esa senda que se muestre, los Tíbetanos, o los uigures (los mongoles están más avanzados en la integración) vean que tienen oportunidades. Al parecer sólo un segmento de la población Tíbetana de Lhasa nota eso (los que han podido prosperar en el orden chino).

c) Quizás una clave añadida para el Estado consista en dejar más laxitud en el ámbito religioso y cultural propios del budismo Tíbetano. Hasta donde se sabe, en Zhongnanhai y en altas instancias del Partido Comunista se habla del Tíbet de una forma más compleja y más allá de los propagados conceptos de liberación, modernización y armonía interétnica.

Al fin y al cabo en el último tiempo el Partido Comunista ha sostenido reuniones internas donde se ha hablado de religiones (de las universales y de las creencias sincréticas propiamente chinas). Se ha enfocado su papel como posible co-ayudador de explicación, consuelo y, lo más importante para el Partido, como apoyo en el mantenimiento de la estabilidad en una época de marcado declive ideológico. Y en el contexto de unas últimas dos décadas de gran crecimiento económico y desarraigo del orden tradicional. Probablemente también se discuta este papel en la actual época de crisis (mera hipótesis ésta última).

Sin embargo, hasta donde también se sabe, no ocurriría igual con el budismo Tíbetano al que se tiene más asociado con la teocracia responsable del sistema de esclavitud en el Tíbet antes de 1949. Así, los budistas Tíbetanos aparecen más ligados a fuerzas atrasadas. Esto pese a la evidente fascinación con el Tíbet y con la cultura Tíbetana por parte de las élites de la juventud urbana (incluidos hijos de miembros del PC chino).

d) Probablemente cabría que Pekín se replantease la consideración del budismo Tíbetano, considerándolo menos como la fuerza del mal que se propone combatir. Ciertamente, también se le asocia demasiado con el Dalai Lama, quien, por otra parte, goza de un prestigio inigualado entre los Tíbetanos y en el mundo. Con todo, cabe pensar que la teocracia que se fue no volverá. En las últimas décadas los habitantes del altiplano han estado expuestos a un extenso proceso de secularización.

e) Considerar lo anterior es tanto o más importante que este último punto (e). En este punto se sitúa la iniciativa china de desarrollar una diplomacia silenciosa y persistente para obtener una baza, más pronto que tarde, en la designación del Dalai Lama. Se sabe que será la designación más conflictiva, política e internacional de la historia. El caso del ciberespionaje del entorno del Dalai Lama en Dharamsala, que probablemente sólo se dilucidará a medias, podría ser un buen ejemplo de ese celo (si lo que se sabe en el último día de marzo es realmente todo lo que se sabe y todo lo real). Quién será el Dalai Lama es importante, pero mucho más es el tipo de lealtad en la diversidad que se promueva.


OPCh: Considera que la política del gobierno chino en materia de nacionalidades debería evolucionar en el sentido de admitir una mayor descentralización?

Julio A. Díaz Vázquez: Al observar, muy someramente, la diversidad de las 56 minorías étnicas en la República Popular China (RPCh), son ciertas las marcadas diferencias entre ellas, en dos rubros: población y extensión territorial. Estos factores no pueden ser ignorados, por su peso fundamental, en lo político-económico-social, al intentar valorar la política desarrollada por la RPCh en el ámbito de las nacionalidades, aplicándole calificativos de más o menos centralizadas. En su conjunto, el 64% de la superficie territorial – más de 6,1 millones de kilómetros cuadrados – con una población de unos 110 millones de habitantes lo ocupan las nacionalidades (año 2000); mientras que 44 étnias de las que cohabitan en el país disponen de un mayor o menor espacio autónomo. Por el área geográfica que disponen, sobresalen tres regiones: Mongolia Interior, Tíbet y Xinjiang; las que reúnen más del 65% del área habitada por minorías.

En tanto, es verdad de “Perogrullo” que, las autonomías Tíbetana y, en menor medida, la uigur, estuvo desde el pasado año, en la mira de una parte de la prensa mundial que no dejó de difundir situaciones verdaderas o distorsionadas, para presentar a la RPCh como la encarnación de un régimen oscuro y violador de elementales derechos humanos. Por otro lado, el 50 aniversario (1959), de la plena reincorporación del Tíbet al territorio nacional, está sirviendo para agitar, escenificar disturbios y campañas que amplifican la llamada “cuestión Tíbetana” por parte de las grandes cadenas noticiosas internacionales. En especial, magnifican las posturas “moderadas” y pacíficas” del tildado “líder espiritual” del Tíbet, el Dalai Lama.

Tampoco pueden desecharse las tendencias “geopolíticas” que signan el actual curso de las relaciones internacionales que buscan reafirmar la hegemonía de una superpotencia mundial que, avizora en la RPCh, uno de los posibles líderes desafiantes. Entonces, es comprensible que todo aquello que pueda entorpecer el “desarrollo pacífico” de China, entre en el arsenal del “forcejeo” para mantener la supremacía en disputa. A la vez, junto con los factores apuntados, cualquier observador objetivo reconocerá que la sociedad china, desde hace 30 años, está sumida en hondas transformaciones que tocan las estructuras político-económico-sociales del país. Por ello, es factible que, en la medida que evolucione dichos cambios, en particular, con el desarrollo económico, encuentren reflejo en la política a seguir en las cuestiones de las nacionalidades.

OPCh: A qué atribuye la aparente inflexibilidad con los nacionalismos minoritarios mientras se flexibilizan las respuestas para resolver otros problemas político-territoriales como Hong Kong, Macao o Taiwán?

Julio A. Díaz Vázquez: Evidentemente, en la problemática que envuelven las cuestiones de las nacionalidades minoritarias y las soluciones ensayadas que llevaron al restablecimiento de la soberanía de la RPCh en los territorios de Hong Kong y Macao, por una parte, y lograr solución negociada para el caso de Taiwán, por otra, es posible señalar tendencias contrapuestas. Es claro que, en un caso se trató, y aún permanece el legítimo reclamo, de preservar y reconstruir la unidad e integralidad territorial de la nación. En el otro, en lo tocante a las minorías étnicas hay sutiles posturas – en concreto, en la llevada y traída cuestión del Tíbet – que dan plena vigencia al principio: “en política lo real es lo que no ve”.

Es fundada la reiterada posición del Gobierno de RPCh con respecto al mantenimiento de la unidad territorial, así como la importancia que le concede a la estabilidad interna del país. Así, cuando se intenta hacer valoraciones de las políticas seguidas para las nacionalidades en China, en especial, tratándose del Tíbet, es difícil “separar la cizaña del trigo”. Deslindar lo justo en los reclamos internos para encarar las disparidades e injusticias que pueden existir para los Tíbetanos – inseparables de las mutaciones que vive el país -, se mezclan con eventos externos sujetos a “cabildeos políticos” que, dan razón para ser interpretados de pura injerencia, en asuntos que solo conciernen a China. Resumiendo, la alegada falta de flexibilidad para encarar el llamado “nacionalismo Tíbetano” es un suceso con raíces de signo contrario con relación a la maleable política aplicada para la restitución territorial de Hong Kong, Macao y Taiwán.

OPCh: Estima que estos problemas pueden cronificarse y hasta agravarse si el gobierno chino no despliega una mayor capacidad de iniciativa en el orden político para construir otro modelo de lealtad en la diversidad o, por el contrario, una ligera apertura podría ser desestabilizadora y conducir a la desintegración?

Julio A. Díaz Vázquez: Existe la posibilidad real que las tensiones sociales en China, ya sea por fenómenos asociados a las disparidades regionales, deterioro del medio ambiente, diferencias entre los ingresos urbanos y rurales, incremento del desempleo, corrupción, etc., se mezclen con reclamos que afloren bajo el manto de “nacionalismos étnicos o religiosos ”. Tampoco, en este escenario, pueden descartarse las maniobras impulsadas desde el exterior, como las que emprende el Dalai Lama. Por otra parte, es reconocido que China encara la crisis económica que planea sobre la economía mundial con un serio programa, al que todos los observadores aseguran éxitos para mantener las direcciones básicas del desarrollo del país. Además, hace importantes contribuciones para lograr que el funcionamiento de la economía mundial recobre estabilidad para beneficio de todos.

Sin embargo, esta contribución esta enmarcada en los ritmos y aires ajustados a los intereses nacionales, al desarrollo de las fuerzas productivas, la elevación del bienestar de la nación, a la superación de los desafíos sociales, cuidando, sobre todo, un orden social estable. En el mismo sentido, este proceder es aplicable a los modos de encarar los retos que el tratamiento correcto de la “cuestión de los nacionalismos” demanda. Los desenlaces nunca irán por el camino de dar paso a estados desestabilizadores ni que pongan obstáculos a las metas de hacer de China, otra vez, el “país del centro”. Las soluciones estarán sujetas a la “armonía y cadencia” dimanantes de los derroteros fijados en su milenaria cultura y al “estilo asiático” de hacer las cosas.

 
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