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China ante la crisis financiera internacional
Xulio Ríos (Anuario Ceipaz 2009)

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El precio del transporte de Shanghai a Europa ha bajado de 1.000 a 200 dólares por contenedor desde principios de año. La baja en el transporte de acero, carbón y minerales ferrosos ha sido del 50%. En los primeros nueve meses del año, los astilleros chinos recibieron un 34% menos de encargos de barcos nuevos. [Foto: El buque porta contenedores Xin Ou Zhou, de la compañía China Shipping Line, construido por la Hudong-Zhonghua Shipbuilding Company en su astillero de Shanghai].
 
El diagnóstico de la economía china a inicios de 2008 presentaba un cuadro complejo. En la sesión de marzo de la Asamblea Popular Nacional (APN), el primer ministro Wen Jiabao hacía referencia a la necesidad de moderar el crecimiento (del 11,7% en 2007, luego elevado al 13%) y controlar la inflación (del 8,7% en febrero), la cual venía manifestando un galopante ritmo ascendente. Por otra parte, el problema del desarrollo rural exigía la adopción de medidas complementarias del llamado “nuevo agro socialista” que en 2006 había proclamado Hu Jintao para promover una mejora general del bienestar en el campo con una política activa en materia de educación, sanidad e infraestructuras, medidas orientadas a reducir las distancias con el medio urbano, fuente de malestar en el medio rural. Por último, la formulación de un nuevo modelo de crecimiento que incorporase los factores de orden tecnológico, ambiental o social destacaba como la principal novedad de la agenda, en consonancia con la adhesión a la concepción científica del desarrollo que había sancionado el Partido Comunista de China (PCCh) en su XVII Congreso, celebrado en octubre de 2007. En suma, se trataba de reducir la velocidad para facilitar el anhelado cambio de carril y mejorar la calidad del crecimiento chino.

El estallido de la crisis financiera internacional en octubre de 2008 ha modificado sensiblemente este panorama. Si hasta entonces, las políticas de control macroeconómico estaban orientadas a prevenir el sobrecalentamiento y reducir la inflación, ahora se trataba de primar dos objetivos: mantener el crecimiento y controlar la inflación. Bien es verdad que el sistema financiero chino está poco conectado con el internacional, circunstancia que le permite resistir mucho mejor los efectos de cualquier crisis financiera. Este mercado está aún básicamente controlado por el Estado, aunque los bancos disponen de un considerable nivel de autonomía. Las crisis del exterior le afectan poco y en las internas, pese a las dudas existentes acerca de la calidad de la gestión de las entidades financieras, circunstancia que constituye un riesgo latente sobre el sistema financiero nacional dada su opacidad, corrupción y el complejo entramado de relaciones que proliferan a medio camino entre la política y los negocios, su amplia red le otorga un notable margen de maniobra.

Pero ello no quiere decir, ni mucho menos, que China pueda permanecer inmune a la crisis global. De hecho, en una comparencia ante la APN realizada a finales de diciembre, el ministro responsable de la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, Zhang Ping, reconoció que tanto la desaceleración del crecimiento económico, como la contracción de la exportación, la débil demanda de inversión, las dificultades de la producción industrial y la caída de los beneficios empresariales e ingresos fiscales estaban afectando considerablemente la economía china en una dimensión que “no se esperaba”(1). Desde el tercer trimestre de 2008, las consecuencias, dijo, se extendieron de las zonas costeras al interior del país, de las industrias orientadas a la exportación a otros sectores y de las firmas de tamaño pequeño a las mayores. Las dificultades del sector inmobiliario y automovilístico, el crecimiento del desempleo y la agitación del mercado internacional desanimaron a los potenciales inversores en el mercado interno.


La magnitud de la crisis

Los efectos se han manifestado en diversos campos. En diciembre, las exportaciones e importaciones chinas descendieron por segundo mes consecutivo. Las primeras con una rebaja interanual del 2,8% y las segundas, del 21,3%. La Bolsa también ha vivido un auténtico desplome, con pérdidas de más del 50% en 2008. La debilidad económica norteamericana ha conducido directamente a la disminución de sus demandas de mercancías chinas. Según algunos cálculos, cuando el PIB estadounidense crece un punto porcentual menos, la exportación china baja un 4,75%, tal es el nivel de interrelación e interdependencia. Por otra parte, con la estrategia de dólar débil, el valor del yuan sube constantemente, lo cual debilita las ventajas de los precios de los artículos chinos. La apreciación de la moneda china, el renminbi, de un 20% entre julio de 2005 y julio de 2008, ha influido sobre la competitividad general de las exportaciones en los sectores con fuerte intensidad de mano de obra, como el textil. Y el sector exportador representa en torno al 30% de la producción industrial, lo que explica la preocupación de las autoridades chinas.

A pesar de ello, cabe señalar que el volumen total del comercio exterior de China creció un 18% en 2008 hasta situarse en 2,6 billones de dólares. Asimismo, la inversión extranjera superó los 90.000 millones de dólares, un 20% más que en 2007, si bien con una caída de la inversión extranjera directa interanual del 26,3% (durante el mes de noviembre, por ejemplo, el uso real de la inversión extranjera cayó un 36,5%). La tasa de crecimiento fue declinando a lo largo del año, aproximándose a las cifras más bajas de los cinco últimos años, llegando a situarse en el 9%. La reserva de divisas registró el primer descenso desde finales de 2003, ascendieron a 1,95 billones de dólares.

Las empresas de propiedad estatal, con un crecimiento que fue 3,1 puntos inferior a 2007, también redujeron sus ingresos. En cuanto a los beneficios, la caída fue del 15,7%, y afectó especialmente a la industria ligera, aunque, en virtud de la crisis financiera, la tendencia se trasladó a la industria pesada a un ritmo más rápido de lo esperado, según reconoció el economista Shen Minggao(2).

El transporte marítimo, por ejemplo, ha sido también uno de los sectores más afectados. Las principales empresas de transporte de contenedores están sufriendo los efectos de la reducción de la demanda. El puerto de Shanghai, uno de los más activos del mundo, recortaba a finales de noviembre sus objetivos de tráfico de contenedores en un 5% en 2008. En 2007 había superado a Hong Kong en este aspecto, gracias a un crecimiento superior al 20%, convirtiéndose en el segundo mayor puerto de contenedores del mundo, solo por detrás de Singapur. En los tres primeros trimestres de 2008, la exportación de contenedores hacia EEUU, que supone un 20% del total de las exportaciones de la ciudad, disminuyó un 7,8%. Por otra parte, los precios se han desplomado de forma espectacular. El precio del transporte de Shanghai a Europa ha bajado de 1.000 a 200 dólares por contenedor desde principios de año. La baja en el transporte de acero, carbón y minerales ferrosos ha sido del 50%. En los primeros nueve meses del año, los astilleros chinos recibieron un 34% menos de encargos de barcos nuevos.

Las turbulencias mundiales podrían derivar en China en un aterrizaje brutal ante el fin de ciclo de alto crecimiento experimentado en los últimos años, como consecuencia de un crecimiento excesivo del sector industrial e inmobiliario que el propio gobierno intentó moderar ya a finales de 2007 con una política monetaria restrictiva, elevando los tipos de interés y reduciendo los préstamos bancarios para frenar la inflación y la especulación(3). El freno de la construcción ha condicionado seriamente la reducción de la demanda de acero, de cemento y provocado la inmediata caída de los precios y la acumulación de stocks.


La reacción china

El plan de relanzamiento anunciado por el gobierno chino el 9 de noviembre contempla gastos por valor de 4 billones de yuanes (425,6 mil millones de euros) en 2009-2010, lo que equivale a un 8% del PIB. También contempla la reducción de la tasa de crédito en 1,08 puntos porcentuales a partir del 27 de noviembre, la mayor reducción en 11 años y la cuarta desde mediados de septiembre, cuando la crisis mostraba sus primeras manifestaciones. El programa incluye la financiación de infraestructuras en los transportes, la agricultura y la vivienda, los gastos sociales en salud y educación, beneficios fiscales y apoyo a los precios agrícolas. El gobierno central aporta únicamente el 30% de los fondos contemplados; el resto corre por cuenta de los gobiernos locales.

El Ministerio de Industria y Tecnología de la Información también informó de un paquete de ayuda para reanimar nueve sectores: industria ligera, textiles, acero, metales no ferrosos, automotriz, petroquímica, astilleros, electrónica y telecomunicaciones, que incluye la reforma del IVA, fondos especiales para la innovación tecnológica, facilidades de crédito para las pymes, mayores compras del gobierno, etc., alentando fusiones y adquisiciones en el exterior(4). A mediados de enero se dio a conocer un plan de apoyo a la siderurgia y automóvil para estimular las ventas bajando el impuesto de compra y ofreciendo rebajas a los campesinos que decidan renovar sus vehículos de tres ruedas y camiones. También recomienda fusiones y adquisiciones a los fabricantes de piezas de recambio, subsidios a los consumidores, apoyo a la innovación y al sistema de crédito (más del 93% de los vehículos chinos se venden en el mercado doméstico, pero menos del 10% se financian).

El conjunto de medidas incluye ayudas a los más desprotegidos, al campo, a la reforma industrial, contemplando la instauración de un sistema de seguridad social, un nuevo sistema educativo, esfuerzos importantes en la protección del medio ambiente, ayudas a la innovación tecnológica, y todo ello con el telón de fondo de la construcción de nuevas y grandes infraestructuras. Su filosofía guarda relación con los ajustes socio-económicos diseñados en el XVII Congreso del PCCh con el propósito de superar algunas debilidades de la estructura productiva y facilitar una mayor armonía social. La crisis deviene así en una oportunidad que abre camino a reformas aplazadas desde hace tiempo por temor a las consecuencias sociales y a su traslado al ámbito político. Pese a ello, cabe dudar de que el plan permita poner fin de golpe a las fragilidades estructurales de la economía china que la crisis, por el contrario, bien pudiera exacerbar. Precisamente por ello, algunos creen que la desaceleración puede llegar a ser positiva, teniendo en cuenta que la economía china estaba sobrecalentada y que tiene la imperiosa necesidad (y ahora la oportunidad) de reorientar la producción hacia la demanda interior. Por eso, en China se ha enfatizado la importancia de usar la crisis como fuerza impulsora de la reestructuración económica, buscando nuevas ventajas competitivas y dinamizando el sector servicios.

La promoción del mercado interno pudiera facilitarse por la convergencia del elevado nivel de ahorro de la sociedad china (20 billones de yuanes, casi el equivalente a 3 billones de dólares a finales de septiembre) con el reducido nivel de endeudamiento (3,7 billones de yuanes). Pero aumentar el nivel de consumo doméstico exige incrementar las inversiones en el orden social, un esfuerzo que el gobierno chino puede asumir teniendo en cuenta que su deuda nacional se sitúa en torno al 22% del PIB (cifras de 2007) frente al 71% de EEUU o el 67% de la UE. No obstante, esa transición llevará cierto tiempo.

Pensando en el futuro inmediato, China debe reestructurar el modelo de crecimiento de su economía, ya que las exportaciones no podrán aumentar con tanta rapidez en un futuro cercano, y este parece el momento adecuado para estimular la demanda interna y el consumo. El consumo interior no representa más del 40% del crecimiento en el PIB de 2007, mientras que en las economías desarrolladas puede alcanzar el 70%. La crisis mundial obliga a China a acelerar la transformación de su modelo para depender menos de las economías occidentales. Pero solo garantizando pensiones y seguridad social se puede reducir el ahorro y estimular el consumo interno.


Implicaciones sociales y políticas

La crisis afecta al crecimiento y al empleo. Un crecimiento inferior al 8% en un país donde cada año nacen 13 millones de personas a las que se debe alimentar, educar, proporcionar empleo, etc., complica seriamente la capacidad de gestión del gobierno. Los objetivos de China en materia de empleo para 2009 se centran en mantener una tasa urbana de desocupación del 4,6 %. El ministro de Recursos Humanos y Seguridad Social, Yin Weimin, recordaba a finales de diciembre que se necesita crear unos nueve millones de nuevos empleos en las áreas urbanas para mantener la tasa de desempleo en niveles ligeramente superiores a los de los últimos años (oficialmente, 4,3% en el último lustro). El Libro Azul 2009 de la Academia de Ciencias Sociales de China ha señalado que el empleo se verá muy afectado como consecuencia de la desaceleración, especialmente en las empresas orientadas a la exportación. Más de 10.000 pymes del sector textil fueron eliminadas en 2008 y dos terceras partes necesitan ser reestructuradas. Se calcula que unos 150 millones de trabajadores inmigrantes se han visto afectados. Además se debe proporcionar empleo a los 6,5 millones de graduados universitarios que se licenciarán en 2009.

La preocupación del gobierno guarda relación directa con la situación en el campo a donde deberán regresar los trabajadores inmigrantes despedidos en el sur y en el este del país. En el medio rural, la renta media anual ascendía a 4.140 yuanes (470 euros) en 2007, frente a los 24.932 yuanes en las ciudades. El documento aprobado en octubre de 2008 por el Comité Central del PCCh propone una modernización acelerada de la agricultura china con el objeto de doblar la renta neta anual de los campesinos de aquí a 2020. En la primera década de la reforma, los campesinos experimentaron una auténtica “edad de oro”, pero a medida que la reforma se trasladó al medio urbano se fue degradando. El anuncio de la posibilidad de transferir los derechos de explotación de la tierra abre una vía nueva para superar la fragmentación de las explotaciones agrarias, aunque sin afectar a la titularidad de la tierra, que seguirá siendo formalmente pública.

En la conferencia central anual del trabajo rural, celebrada en diciembre, a la par de renovar el compromiso del gobierno chino con el crecimiento y la elevación de los ingresos de los agricultores, la preocupación central más concreta se refirió a la creación de oportunidades de empleo a los trabajadores inmigrantes rurales, especialmente en el sector de construcción de infraestructuras. Por otra parte, se ordenó primar en la oferta de empleo público a los trabajadores inmigrantes. Otras medidas complementarias relacionadas con los trabajadores desempleados que retornan al campo incluyen los estímulos al autoempleo, reducción de impuestos o líneas preferenciales en la concesión de créditos. Las dificultades de empleo provocaron que unos 8 millones de trabajadores inmigrantes regresaran a sus aldeas más temprano que en años anteriores para celebrar la Fiesta de la Primavera (26 de enero) con sus familiares.

Inquieto por las consecuencias de la crisis económica en el sector más vulnerable de la sociedad, el gobierno chino ha aceptado elevar el umbral mínimo de pobreza, lo que ha permitido el reconocimiento oficial de tres veces más pobres que antes, aunque lejos de las estimaciones del Banco Mundial (100 millones de chinos). Pasa así de 785 yuanes (82 euros) a 1.100 yuanes (115 euros) anuales, considerado el mínimo vital para acceder a los bienes de primera necesidad(5). Eso significa que los considerados pobres suman 43,2 millones en vez de 14,8 millones. Todas estas personas podrían beneficiarse de los programas de ayuda a los que el gobierno chino dedicó en 2008 un total de 16,7 millones de yuanes, 2,3 veces más que en 2007.

Asimismo, se ha acelerado el debate sobre la aprobación de una ley sobre el seguro social, entendido como un derecho común de ciudadanos urbanos y rurales, que incluye pensiones, asistencia médica, cobertura por accidentes de trabajo, desempleo y parto. Un equipo de expertos chinos señaló que China podría necesitar 40 años para convertirse en un Estado de bienestar, un objetivo a cumplir en tres etapas(6): de 2008 a 2012, creando la red de seguridad que incluiría la satisfacción de un mínimo vital, seguro médico y pensiones para todos los residentes rurales y urbanos; antes de 2020 con dicha red consolidada y mejorada, y antes de 2049 quedaría completada la universalización del proceso.

Con este panorama, a pesar de las medidas y promesas anunciadas por el gobierno chino, es de esperar que el riesgo de graves desórdenes sociales pesará mucho a lo largo de 2009. La paz social, asegura Zhou Yianyong, director del centro de análisis político de la Escuela Central del PCCh en un artículo publicado en el Jingji Shibao (Economic Times) se verá gravemente afectada por el aumento de la inseguridad general por la multiplicación de las situaciones precarias(7). El mismo denuncia la tendencia oficial a minimizar la tasa de desempleo, que no sería en realidad del 4% en las zonas urbanas, sino en torno al 12%, y podría subir al 14% en 2009.

Zhou es el autor de un plan para introducir reformas políticas con el objetivo de transformar a China en una sociedad civil moderna y un Estado de Derecho “adulto” en torno al año 2020 con base en una doble premisa: reforma del Estado y progresiva apertura política. Para lo primero reivindica la reducción de la inmensa burocracia actual que consume ingentes recursos del Estado (24,7% frente al 6,5% de Francia, o el 10% de EEUU). Su plan contempla una trayectoria de 12 años. En esa perspectiva, defiende que el acento de la respuesta a la crisis no debe ponerse tanto en el aumento del gasto en las infraestructuras materiales como en los gastos sociales, en especial en educación, admitiendo, además, que en algunas regiones del país, la salud y la educación es peor que en 1978.

En un anticipo de las tensiones que pueden estar a la espera, a finales de noviembre, en Dongguan, en la provincia de Guangdong, cientos de empleados de una empresa de juguetes quemaban vehículos policiales y asaltaban las oficinas de la entidad, para protestar por los despidos y la indemnización ofrecida, equivalente a un mes de salario (inferior a 1.000 yuanes), incluidos a aquellos con una antigüedad superior a 10 años, incumpliendo las obligaciones recogidas en el código laboral que entró en vigor a inicios de 2008. En Guangdong se encuentran decenas de miles de empresas de la “fábrica del mundo” (electrónica, juguetes, textil, etc.) que orientan su producción a los mercados europeos y norteamericanos. Su cierre implica afrontar el problema de millones de desempleados. En Guangzhou, capital de la potencia económica del sur de China, algunas empresas, especialmente del sector metalúrgico, enfrentan serias dificultades. La provincia de Guangdong es considerada el área experimental principal de la política de reforma y apertura en China y su crecimiento medio anual ha sido del 13,8% en los últimos 30 años. Es la economía provincial más grande de China(8).

A primeros de noviembre, los taxistas de Chongqing, la cuarta ciudad más grande de China, se pusieron en huelga reclamando mejoras salariales. La policía de Longnan, en Gansu, reprimió a miles de personas en un incidente cargado de violencia por ambas partes a mediados de noviembre cuando protestaban contra las condiciones de la expropiación de sus casas en un área donde se pretende la construcción de la nueva sede del gobierno local. Las oficinas gubernamentales fueron tomadas por los manifestantes y los disturbios se prolongaron durante dos días. El Renmin Ribao, diario del PCCh, publicó un comentario al respecto el día 20 de noviembre criticando la actitud de las autoridades locales por su incapacidad para atender y gestionar las demandas cívicas.

El 30 de noviembre, también en Renmin Ribao, Hu Jintao alertaba sobre la crisis, todo un test de la capacidad del Partido para gobernar el país. El debate entre los partidarios de acelerar la apertura o reforzar el control político se había decantado a favor de los segundos, mientras los mensajes de preocupación y pesimismo llegaban de todas partes. El temor a los disturbios es grande y se han dictado instrucciones para tratar las protestas con mano izquierda, cuidando de evitar que puedan dar lugar a reacciones en cadena imposibles de contener y gestionar (otra cosa es el tratamiento de disidentes aislados). Zhou Yongkang, miembro del Comité Permanente del Buró Político del PCCh, aleccionaba a los oficiales de policía para afrontar serios desafíos en 2009, prometiendo más inversión en las comisarías para mejorar sus instalaciones, contratar más oficiales e incrementar su salario y mejorar su bienestar(9).

El año 2009 incluye, además, muchas fechas sensibles. En marzo, cuando se cumpla un año de la rebelión pre-olímpica en Tíbet, se cumplirán también 50 de la rebelión que llevó al exilio al Dalai Lama. También se recordarán el trigésimo aniversario de la detención de Wei Jingsheng y el 20 aniversario de los sucesos de Tiananmen, este quizás el más delicado para la dirección china. Son fechas que invitan a expresar el descontento, más cuando ya existe, como es el caso, dando salida al traumatismo que entonces irrumpió en la sociedad y que, en cierta medida, sigue vivo, dando alas a la reivindicación de cambios más profundos y no solo respuestas superficiales. En abril se cumplirán 10 años de la movilización de los partidarios de Falungong en Zhonanghai, otro asunto delicado. La combinación de simbolismo y de graves dificultades económicas puede dar lugar a una politización temida de las reivindicaciones sociales. Aunque el miedo a la inestabilidad no es patrimonio exclusivo de los dirigentes, sino que muchos sectores sociales piensan que así les puede ir aún peor, a aquellos les horroriza especialmente. En sentido contrario, en octubre se celebrará el 60 aniversario de la fundación de la República Popular China. Frente a los riesgos de descontento popular que se multiplican y que pueden ser violentos, especialmente en el campo, cabe prever que el régimen hará uso de la fuerza para reprimir cualquier asomo de rebelión.


La cooperación internacional

¿Es China un factor relevante para la resolución de la crisis y la estabilización económica? Desde la cumbre Asia-Europa de Beijing, el encuentro de primeros ministros de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) de Astaná (Kazajstán), la cumbre del G20 en Washington, o de la APEC en Lima, China, convertida ya en la tercera economía del mundo después de superar a Alemania, se ha afirmado como un actor de peso en la proyección de soluciones a la crisis. Conviene tener presente que, a finales de 2007, China representaba el 6% de la economía mundial, en contraste con el 1,8% que representaba en 1978, cuando se inició la política de reforma y apertura; cuenta con las mayores reservas de divisas del mundo y es el principal socio comercial de Japón y el segundo socio comercial de EEUU y la UE. Esas cifras le han permitido confirmarse como uno de los principales motores de la economía mundial. En ese sentido, la crisis financiera ha subrayado de modo contundente el significado del nuevo papel global de China.

Una de las claves de dicho proceso es el diálogo económico estratégico con EEUU que se ha acentuado con el objeto de plasmar fórmulas de apoyo del intercambio comercial, desbloqueando 20 mil millones de dólares suplementarios para financiar créditos comerciales, acuerdo adoptado en la reunión de dicho mecanismo, la última de la Administración Bush, celebrada en Beijing a primeros de diciembre. Pese a las especulaciones en tal sentido, China, a pesar de la debilidad del dólar, ha rechazado disminuir su posesión de bonos norteamericanos. La ayuda de China, principal acreedor de EEUU, en el sostenimiento de la moneda estadounidense ha sido determinante, a pesar de estar atrapada en dos fuegos: si suspende la compra, su inversión original deparará pérdidas, y si continúa comprando, la apreciación del yuan también le causará pérdidas. Hasta septiembre de 2008, China poseía bonos estadounidenses por valor de 585.000 millones de dólares, un récord histórico, aunque están disminuyendo ligeramente su peso en el conjunto de las reservas de divisas de China, habiendo crecido velozmente en los últimos cinco años, desde los 66.400 millones de julio de 2000. Hace tiempo que China contempla la posibilidad de optimizar la estructura monetaria y de activos de sus divisas, pero no será ahora cuando propicie cambios bruscos, haciendo gala de una responsabilidad similar a la exhibida durante la crisis financiera asiática de 1997.

En relación a Europa su preocupación es distinta. La cooperación se orienta a estimular la demanda y el crecimiento de las respectivas economías, evitando que la crisis dispare las medidas proteccionistas. Ese es su temor principal y aunque de ello poco se pudo hablar en la reunión del G20, es probable que se aborde en el nuevo encuentro de abril en Inglaterra.

En el entorno asiático, la concertación se ha plasmado en la reunión de los bancos centrales de China, Japón y Corea del Sur que en diciembre acordaron reunirse anualmente para discutir los asuntos relativos a la estabilidad financiera y monetaria de la región. Este encuentro excepcional, inimaginable hace pocos años, reunió a las tres cuartas partes del PIB asiático, optando por un reforzamiento de la “iniciativa de Chiang Mai”, un sistema de cambio de divisas entre países asiáticos instaurado en 2000 después de la crisis financiera regional de finales de los noventa.

Por otra parte, además de las medidas de apoyo financiero y fiscal a las exportaciones, en la respuesta china se ha enfatizado la ampliación del acceso a nuevos mercados.

La nueva vitalidad de las relaciones con América Latina, puesta de manifiesto con el viaje de Hu Jintao en noviembre a Costa Rica, Perú y Cuba, es inseparable de la publicación del documento sobre los objetivos de la política china en la región, en el cual se señala que, dado su similar nivel de desarrollo, comparten una amplia gama de intereses comunes y pueden formular un modelo específico de cooperación Sur-Sur, con base en la confianza política mutua y orientado a promover la cooperación económica y comercial(10). En los tres primeros trimestres de 2008, el comercio con esta región aumentó un 52%, habiendo llegado a finales de 2007 a 102.610 millones de dólares, cien veces más que hace 30 años, adelantándose en tres años al objetivo de superar la barrera de los 100.000 millones. A finales de junio de 2008, la inversión directa no financiera ascendió a 24.960 millones de dólares y con presencia en comercio, manufacturas y exploración de gas y petróleo. Es muy baja, pero sigue creciendo. China es ya un socio importante de los principales países de la región, con numerosos acuerdos de cooperación económica y tecnológica en aplicación. La complementariedad general de sus economías puede ayudar, en el marco de la crisis, a incrementar la cooperación.

El ingreso de China en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) como país donante, después de quince años de intensas negociaciones, es revelador tanto de la intensidad y efectos de la crisis financiera actual –lo que ha permitido acelerar el delicado proceso de adhesión– como de la creciente influencia de Beijing. China se ha comprometido a aportar 350 millones de dólares para fortalecer algunos de los programas clave de esta entidad, incluyendo préstamos blandos destinados a Bolivia, Guyana, Haití, Honduras y Nicaragua. El ingreso de China en el BID como miembro de pleno derecho contribuirá de forma decisiva a la capitalización de esta institución, el principal prestamista de los países latinoamericanos y del Caribe. En él participaban ya otros dos países asiáticos: Japón y Corea del Sur.

En el caso de África, el índice de crecimiento anual del volumen de comercio bilateral es superior al 30% desde el año 2000, ascendió a 73.300 millones de dólares en 2007 y podría superar los 100.000 millones en 2008, objetivo señalado para 2010. Por otra parte, las empresas chinas están invirtiendo en diversos rubros, desde el comercio e ingeniería hasta proyectos relacionados con la agricultura, el turismo o la energía. Es el primer proveedor del continente y el tercer socio comercial. Un cuarto de las importaciones petroleras, 20% de minerales y dos tercios de madera importados por China provienen de África. No obstante, en el caso africano, conviene tener presente que un aumento de las exportaciones podría fragilizar aún más el tejido industrial local y el recurso en mayor medida a trabajadores chinos, tan habitual en el continente, afectados por el desempleo, agravaría el problema. Su ofensiva africana debe ser muy matizada y si antes de la crisis se reclamaba ya una segunda fase en su aproximación al continente, ahora, con más razón, debería ser cuidadosa.

Cuando la crisis acabe, la economía mundial deberá encarar una recomposición y China, a quien nadie imagina detenida por ella, deberá reconsiderar su status. Si antes de la crisis, su PIB equivalía a un tercio del estadounidense, la realidad a posteriori podría ser otra, lo cual supondrá también que el camino hacia la superación de EEUU se acorta. El aumento de su poder financiero podría extenderse a otros ámbitos de las relaciones internacionales, en especial a los órganos multilaterales, reduciendo la capacidad de decisión unilateral de EEUU o de la UE. Con seguridad, ello puede producirse si el dinamismo de la economía china se basa más en la inversión y demanda interior que sobre las exportaciones. Por lo pronto, EEUU anunció su apoyo a la adhesión de China al Foro de Estabilidad Financiera, en el que participan los grandes países industrializados que reúne a los ministros de Finanzas, bancos centrales y autoridades reguladoras de los mercados financieros de 12 países, así como instituciones internacionales como el FMI o el BM, BRI o la OCDE.

China es partidaria de reformar el sistema financiero internacional y su estructura, lo cual reducirá el control que actualmente ejerce EEUU sobre el FMI y el Banco Mundial, aupando la representatividad del G20, en detrimento del G8. Europa y China pueden coincidir en más cuestiones a la hora de promover la reforma. Con el propósito de encontrarse en mejor situación para cuando la economía internacional despegue de nuevo, otra estrategia china consiste en la internacionalización de su moneda con el objeto de que pueda ser usada en las reservas de divisas de otras economías, fomentando su uso en la liquidación de pagos comerciales entre China y otros países(11). Ya se han firmado acuerdos en tal sentido con países como Rusia, Mongolia, Vietnam y Myanmar. Actualmente, de forma experimental, algunas regiones chinas como Guangxi o Yunnan pueden usar el renminbi para saldar pagos comerciales con los países de la ANSEA. De esta manera también mitiga el riesgo de las fluctuaciones de las tasas de cambio de las monedas para los exportadores chinos y sus socios comerciales(12). En la actualidad, la mayor parte del comercio externo se salda en dólar o en euro y no pocos analistas auguran la depreciación considerable del dólar en los próximos años como consecuencia de la pérdida de impulso de la economía estadounidense.

Todo ello significa que, en el inmediato futuro, es probable que EEUU no esté en condiciones de presionar a China como quisiera. Las críticas en materia de cambio climático, derechos humanos, déficit comercial, etc, probablemente se moderarán. Obama estuvo a favor de boicotear la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos y fue crítico con la gestión de la revuelta tibetana, reclamando a Bush más agresividad, pero ahora, también en esto, deberá ajustarse al realismo. Más confiada, China observa la pérdida de crédito global de EEUU tras la crisis financiera, aunque, a pesar de los riesgos, ha decidido mantener su política de compra de bonos en dólares, lo cual no solo beneficia su imagen de responsabilidad sino que le proporciona un importante instrumento de influencia. Sobre todo en un momento en que, ante el cambio en la Administración en Washington, anhela reforzar el mecanismo de Diálogo Estratégico en vigor, lanzado en 2006 de común acuerdo con Bush, con dos reuniones al año, una en China y otra en EEUU.

En el orden político, China ha invitado a Rusia a fortalecer la cooperación estratégica en un momento en que las estructuras económicas y políticas mundiales están sufriendo los cambios más profundos desde el final de la II Guerra Mundial, impulsando las consultas sobre seguridad estratégica y coordinando las propuestas de reforma del sistema financiero global.

¿Aprovechará China para invertir más en el extranjero? No cabe pensar en un intento de aprovechar la actual coyuntura para conducirse con una agresividad fuera de lo común en este ámbito. Si antes de la crisis primaban mil barreras para dificultar las inversiones chinas en el extranjero, la necesidad de financiación de los países desarrollados y la disposición de capital por parte de Beijing podrían complementarse mutuamente. No obstante, por el momento, la actitud de China es prudente y cauta. La primera prioridad se orienta a concentrar todas las opciones en mantener un ritmo de crecimiento rápido y constante, manteniendo el yuan y promoviendo la creación de empleo. No hay que olvidar que la crisis golpeó severamente las inversiones chinas en instituciones financieras estadounidenses como Morgan Stanley o Blackstone Group. El gobierno fue criticado por poseer acciones de firmas que han quebrado, por lo que toda prudencia es poca.


Previsiones para 2009

Las estimaciones oficiales chinas pronostican un crecimiento de la economía en 2009 en torno al 8% (7,5% según el Banco Mundial) y que la inflación se mantendrá en niveles relativamente bajos, no superiores al 5%. La Academia china de Ciencias Sociales supedita ese objetivo a la aplicación de las “medidas de control macroeconómico oportunas y apropiadas para elevar la demanda interna”(13). Desde el Consejo de Estado, la previsión de crecimiento se eleva al 10%, resaltando el potencial de desarrollo que aún ostenta la economía del país.

Que las medidas adoptadas resulten eficaces es un asunto de la máxima importancia. Teniendo en cuenta que la caída de la demanda externa influirá a la baja en la actividad, la dependencia se traslada ahora a la demanda interior, y para ello resulta indispensable fortalecer la capacidad de compra de los consumidores. En China, eso equivale a abrir un nuevo tiempo en el proceso de reforma. La crisis obliga a acelerar el paso previsto inicialmente.

En la Conferencia Central sobre el Trabajo Económico, clausurada en Beijing el 10 de diciembre de 2008, Hu Jintao y Wen Jiabao trataron de insuflar ánimo y responsabilidad, destacando los desafíos inesperados padecidos por el país (las fuertes heladas de principios de año, el grave terremoto del 12 de mayo o la crisis financiera global) y exaltando la capacidad de gestión y resistencia del PCCh, exhibiendo prudencia y flexibilidad. Mucha le hará falta y podrían no llegar a ser suficientes.

Una encuesta del Renmin Ribao, órgano del PCCh, señalaba que el 76% de los chinos dudan de la honestidad de los funcionarios y el 86% de su sentido de la disciplina. No es de extrañar que la lucha contra la corrupción destaque como uno de los objetivos políticos principales. En el contexto de la crisis, se reclama la supervisión e inspección estricta de la ejecución del paquete de estimulo a fin de garantizar la calidad de los proyectos a financiar y evitar el habitual desvío de fondos para otras actividades de naturaleza especulativa.

El principal alivio podría llegar a los dirigentes chinos desde Taiwán, la isla cada vez menos “rebelde”. El entendimiento con el Kuomintang (KMT) augura acuerdos económicos y financieros, pero también políticos y en el ámbito de la seguridad, de gran trascendencia, lo cual aleja una de las preocupaciones estratégicas esenciales de los últimos años.


Conclusión

¿Demostrará el modelo chino su superioridad ante la crisis? Mientras la recesión llega a EEUU, Japón y Europa, China seguirá creciendo con un alto nivel de ahorro y una fuerte intervención pública. Pese a ello, si las anteriores crisis globales apenas afectaron a la economía china, esta no será así. Algunas entidades y analistas señalan que si el crecimiento es inferior al 7% podría decirse que también la recesión ha llegado a China. El cambio en la política monetaria, el plan de estimulo, las inversiones multimillonarias en diez programas básicos, deben ayudar a despejar el horizonte, pero las opiniones respecto a su eficacia son contradictorias. Mientras unas fuentes aseguran que puede permitir un crecimiento del 8,4% en 2009, otros reducen la expectativa al 5,5%(14). A priori, China parece capaz de suministrar los suficientes recursos e incentivos para mantener el crecimiento y garantizar el nivel de empleo en magnitudes manejables. Por otra parte, a pesar de la interdependencia de su economía, se apoya mucho aún en sus propios esfuerzos para promover el desarrollo y dispone de palancas de intervención poderosas.

Asimismo, es de destacar el positivo valor de la capacidad de intervención del gobierno y el buen resultado que, a la postre, ha dado el control de su mercado financiero, restringiendo la inversión exterior o guardando distancias con los complejos instrumentos de inversión utilizados en otros países, circunstancias que le han ayudado a esquivar mejor la crisis. La intervención estatal, que antes tantos criticaban, ahora se releva como un mecanismo indispensable para corregir los excesos del mercado, incluso en las economías occidentales.

Pero sin duda este es un periodo difícil, quizás el más delicado en los treinta años de reforma. A las habituales, pero esporádicas, protestas que pululan por el campo y las ciudades con mil motivos (expropiaciones, corrupción, abuso de poder) se suma ahora la necesidad de desactivar la bomba social, especialmente por la presión ejercida sobre el empleo. Los 200 millones de mingong, obreros procedentes del campo, que han operado el milagro urbano, regresan a sus aldeas de origen ante la parálisis de la construcción o el cierre de las fábricas exportadoras. En el sector de juguetes, se estima que un 53% de las empresas han suspendido su actividad en los primeros siete meses del año. Las empresas cierran, los empresarios desaparecen y los trabajadores se quedan en la calle, sin nada. Todas las exigencias se dirigen entonces a los respectivos gobiernos. Se estima que unos 120 millones de campesinos están en situación de desempleo en el campo.

La crisis de Tiannanmen en 1989 fue directa consecuencia del malestar existente ante la corrupción y las dificultades derivadas de una inflación desbocada. Ahora, la legitimidad del PCCh, basada en el éxito económico, está en cuestión. Es posible que los incidentes no alcancen una dimensión estatal, pero el desafío que plantean a las autoridades locales será grande. El papel de los gobiernos provinciales y locales, será esencial para viabilizar las políticas generales, especialmente en el campo. Así lo hizo saber Xi Jinping en una reunión con dirigentes territoriales celebrada el 5 de diciembre, conminándoles a “encontrar las formas de mantener un firme y rápido crecimiento económico”(15). También apelando a la buena gestión de los “incidentes de masas” pues las autoridades locales tienden a eludir los problemas acusando a los descontentos de “ignorar la verdad” en vez de afrontar las causas reales de las tensiones, provocadas en general por la desconfianza con que son tratadas las demandas de justicia. Esa rigidez es mala compañera cuando las críticas públicas aumentan y la presión no encuentra otra respuesta que la posición cerrada de los funcionarios. Ello exige nuevos métodos de gestión de las crisis para evitar que cualquier incidente se agrave y acabe por derivar en revueltas peligrosas para el régimen.

La armonía social reivindicada por Hu Jintao exige algo más que simples medidas paliativas. Sólo la creación de un auténtico estado de derecho puede proteger a los ciudadanos contra la corrupción y permitirle el acceso a una justicia verdaderamente independiente. La reforma de la justicia, a que dio luz verde el Buró Político en su reunión del 28 de noviembre, no apunta en esa dirección. El límite infranqueable de la dependencia del PCCh establece poderosas sombras que condicionan no solo su eficacia sino sobre todo su credibilidad y echa por tierra cualquier esperanza de apertura política efectiva.

La Carta 08, el manifiesto de la disidencia china dado a conocer en noviembre último, supone un punto de inflexión en la reivindicación de un mayor respeto a los derechos humanos en el país y en medio de esta profunda crisis bien pudiera tener una oportunidad de proyección diferente y más incisiva de lo habitual. Esta vez, el recurso al patriotismo como antídoto contra el descontento, pudiera no ser suficiente. La crisis, como suma de encrucijadas, plantea oportunidades y desafíos que constituyen la más severa prueba para la perdurabilidad del régimen vigente.

 
 

Xulio Ríos,
director del Igadi y del
Observatorio de la Política China
(
Casa Asia-Igadi).

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Notas:

(1) Renmin Ribao, 25 de diciembre de 2008.

(2) En Xinhua, 28 de diciembre de 2008.

(3) Hard Landing in China, por Nouriel Roubini, en http://www.forbes.com/2008/11/05/china-recession-roubini-oped-cx_nr_1106roubini.html.

(4) Xinhua, 19 de diciembre de 2008..

(5) China Daily, 25 de diciembre de 2008..

(6) Xinhua, 3 de noviembre de 2008..

(7) En http://www.cet.com.cn/.

(8) As factories close, Chinese workers suffer, en Internacional Herald Tribune, 14 de noviembre de 2008, o Will the Financial Crisis Bring Upheaval to China?, en Time, 25 de diciembre de 2008.

(9) Xinhua, 19 de diciembre de 2008.

(10)Xulio Ríos, China, a la conquista de América Latina, en Le Monde Diplomatique, enero de 2009.

(11) En Caijing, 12 diciembre 2008, http://english.caijing.com.cn/.

(12) En China Daily, 26 de diciembre de 2008.

(13) Xinhua, 2 de diciembre de 2008.

(14) Renmin Ribao, 14 de noviembre de 2008.

(15) Xinhua, 5 de diciembre de 2008.

 
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