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China se moja en Corea
Xulio Ríos (El Correo, 25/06/2009)

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¿Supone el apoyo chino a la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que impone nuevas sanciones a Corea del Norte un cambio en su estrategia diplomática en dicho contencioso? La parálisis, desde diciembre pasado, del diálogo hexagonal sobre la desnuclearización de la península coreana, iniciado en 2003 a instancias de China, y el encallamiento del principio de “acción por acción”, base de dichas negociaciones, han conducido directamente a la prueba nuclear realizada el pasado 25 de mayo, la segunda desde 2006, y otras exhibiciones de fuerza del régimen de Pyongyang, quien ya en abril lanzó un cohete balístico. Corea del Norte ha reaccionado con la virulencia esperada a dicha resolución: condena, anuncio de producción de más armas nucleares y nuevos ensayos de misiles. Y no se va a parar ahí.

Por otra parte, el reforzamiento del embargo de armas y la inspección en alta mar de buques sospechosos de transportar carga prohibida con destino a Corea del Norte, uno de los principales contenidos de dicha resolución, implican un bloqueo selectivo que puede dar lugar a incidentes serios. Se trata de una situación en extremo peligrosa. La tensión con Japón sube enteros y Pyongyang aprovechará cualquier incidente para demostrar que no va de farol. Por su proximidad, geográfica, histórica y política, China, incluso más que Rusia, dispone de relativa influencia en el régimen norcoreano, quien también ha visto en Beijing, al menos hasta ahora, un intermediario aliado que “comprende” sus intereses y comparte sus objetivos de seguridad.

¿Se moja China ante Corea del Norte o la resolución aprobada por unanimidad es papel mojado? Tradicionalmente, China, en este y en otros litigios, ha mantenido una muy matizada oposición a la política de sanciones. Su anuencia con el contenido de la resolución del Consejo de Seguridad le suma, al menos formalmente, a un consenso de mayor calado sobre el contencioso norcoreano. ¿Dará más pasos China? ¿Abordará barcos de Corea del Norte para comprobar si transportan artículos relacionados con el programa nuclear? ¿Cómo afectará su apoyo a la resolución a las tradicionales relaciones de amistad entre ambos países? Beijing, en el filo de la navaja, ha dado un paso más en la asunción de cierta responsabilidad global, mientras intenta la cuadratura del círculo al congraciarse con la comunidad internacional pero dejando en claro que los derechos (incluido el uso civil de la energía nuclear) y la soberanía de Pyongyang deben ser respetados y que los canales políticos y no las sanciones son la vía adecuada para hallar una solución.

El primer compromiso de Beijing se refiere a la desnuclearización y la paz en la península coreana. Nada más desestabilizador que una guerra a sus puertas. Los contactos mantenidos en Pyongyang por altos oficiales chinos y la probable visita de Kim III, el heredero designado por Kim Jong-Il, a Beijing, desmentida por China, dan cuenta de un nuevo intento de su diplomacia por llevar el conflicto a la mesa de negociaciones.

La guerra no parece ser el objetivo de ninguna de las partes. Ni siquiera de Corea del Norte, ya que, aún contando con el cuarto ejército más poderoso del mundo en términos cuantitativos, podría significar un suicidio. Su insistencia en acceder al arma nuclear es inseparable de las demandas de seguridad: nadie ataca países nucleares. Ayuda económica, diálogo directo con EEUU, garantías de seguridad, estos son los objetivos de Pyongyang, pero solo puede lograrlos a través de la negociación. Su principal aliado es China, pero también Corea del Sur, a quien debe preocuparle el mantenimiento de la paz y la considerable capacidad destructora del Norte.

Japón tiene en Pyongyang un buen argumento para aumentar sus gastos en defensa y modernizar sus ejércitos, pero ante la perspectiva de los misiles norcoreanos destruyendo sus ciudades, siempre preferirá la paz. Tampoco la actual administración estadounidense planea resolver el problema coreano con medios militares. Y si a nadie le interesa el estallido de una guerra en la península coreana, es evidente que no hay otra fórmula que la combinación de presión y negociación para evitarla. La resolución de la ONU destaca la firmeza de la comunidad internacional, pero los medios diplomáticos y la negociación son la única vía apropiada para resolver el contencioso.

El compromiso de no afectar a la población es difícilmente realizable. Teniendo en cuenta que la exportación de armas constituye un importante rubro del comercio exterior de Corea del Norte, sus ingresos pueden verse afectados y, consecuentemente, su calamitosa situación económica general. Por ello, este constituye el principal riesgo y el primer posible detonante de un conflicto general, que convendría evitar a toda costa reanudando el diálogo.

 

 
 

Xulio Ríos,
director del
Observatorio de la Política China

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