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El presente chino y su encrucijada ante la crisis económica actual
Xulio Ríos (OPCh, 16/08/2009)

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La crisis financiera y económica global ha trastornado la agenda china. A lo largo del año 2008, los abultados ritmos de crecimiento del último lustro, los mayores desde el inicio de la política de reforma y apertura (1978) que pretendían significarse y culminar en la exitosa celebración de los Juegos Olímpicos durante el verano, experimentaron importantes contratiempos con unas fortísimas heladas en vísperas de la Fiesta de la Primavera y el posterior terremoto de Sichuan, ambos acontecimientos con graves efectos económicos. Pero aún entonces, el mayor desafio que encaraba el gobierno chino se centraba en el combate a la inflación, a las puertas de los dos dígitos, en una espiral que hacía temer un agravamiento del descontento social.1 Pero lo peor estaba aún por llegar.

A partir del último trimestre del año, el considerable descenso del crecimiento, la fuerte caída de la producción industrial, el aumento del desempleo, el cierre de fábricas y la caída generalizada de las exportaciones pasaron a configurar una problemática agenda que extendía la sombra del pesimismo sobre el presente de la economía china, situándola a las puertas de una crisis que algunos se apresuraron a calificar de “sistémica”, aunque tenía su origen en el mundo desarrollado de Occidente. Las autoridades, no obstante, aún reconociendo la gravedad de la situación, rechazaron desde el primer momento los vaticinios negativos y enfatizaron el valor de la crisis como una oportunidad para enfrentar las fragilidades del sistema.

En este inesperado contexto, la ya tercera economía del mundo (y puede que segunda al final de una crisis que podría durar entre tres y cinco años) afronta en la actualidad cinco grandes desafíos, todos ellos afectados, en mayor o menor medida, por el impacto de la crisis global. Esos retos son: el económico, el social, el ambiental, el político y el estratégico.

En el orden económico, el primer desafío consiste en mantener un nivel de crecimiento mínímo en el presente y en los próximos años, cifrado en el 8%, que permita a las autoridades satisfacer las exigencias básicas en términos de desarrollo para garantizar el empleo y la estabilidad política y social. En 2008, como consecuencia de la crisis financiera global, el crecimiento se enfrió hasta alcanzar un 9%, la tasa más baja de los últimos 7 años y la primera inferior al 10% en el último lustro. El Buró Nacional de Estadísticas anunció el 22 de enero que en el último trimestre de 2008, el crecimiento económico se redujo al 6,8%. El objetivo del 8% es considerado realista por unos y poco probable por otros. A titulo comparativo, en 1998, durante la crisis financiera asiática, el crecimiento fue del 7,8%. La inflación no debería superar el 4%.

Las manifestaciones de la crisis y sus impactos en la economía china son inocultables. Las exportaciones cayeron un 17,5% interanual en enero, el tercer mes consecutivo que registró un retroceso, después de la reducción del 2,4% en noviembre y del 3,8% en diciembre. La disminución de las exportaciones ha tenido un claro efecto en el crecimiento económico, ya que estas, junto con la inversión y el consumo, constituyen uno de los tres motores principales de su economía. Solo en la provincia sureña de Guangdong y en el sector de juguetería, unas 1.000 empresas cerraron sus puertas en 2008. En Dongguan, conocida capital de la industria del juguete, a finales del año pasado había cerrado un 20% de las pequeñas fábricas de juguetes. Guangdong contribuyó en 2008 al 70% del volumen total de exportación de juguetes de China, el mayor productor mundial.

La inversión extranjera registró en enero una caída interanual del 32,67% (venía cayendo desde ocubre pasado). La recuperación de las exportaciones chinas podría llevar unos tres años, o incluso más tiempo, estiman economistas gubernamentales. Por ello, China se propone depender más del consumo y la inversión en los próximos años. El aumento del consumo es una respuesta de emergencia, pero también una necesidad estratégica a largo plazo junto al ajuste en la estructura económica. Para estimularlo, en enero de 2009, a titulo experimental, algunas ciudades como Hangzhou han distribuido bonos de compra por valor de 100 millones de yuanes entre 670.000 residentes de bajos ingresos. Las autoridades deberán agudizar el ingenio para vencer la acusada tendencia al ahorro de sus ciudadanos.

China ha dispuesto un paquete de estimulo de cuatro billones de yuanes (585.500 millones de dólares) como primera reacción ante la crisis. De ellos, 1,18 billones son aportados por el gobierno central y el resto por los gobiernos locales y las empresas. La ejecución de dicho paquete durará dos años y financiará un total de 10 grandes áreas. Los sectores beneficiados serán el automotriz, metalúrgico, textil, petroquímico, logística, construcción naval, mquinaria, industria ligera, metales no ferrosos y la industria de la electrónica y la informática. Por el momento, de su gestión, confiada a la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma, poco se sabe y ello ha disparado en algunos ámbitos las exigencias de plena transparencia de las modalidades concretas a ejecutar, procurando evitar aquellas infraestructuras muy contaminantes o grandes consumidoras de energía y recursos naturales2. La salvaguarda de la coherencia entre los objetivos del gobierno central y de las autoridades locales es una de las premisas que más preocupa.

Por otra parte, China anunció ya una previsión de déficit fiscal en 2009 por valor de 950.000 millones de yuanes (139.000 millones de dólares), el más elevado de los últimos 60 años, si bien equivalente a menos del 3% del PIB. El Gobierno, además, emitirá bonos por valor de 200.000 millones de yuanes, reducirá impuestos, elevará salarios para algunos sectores e impulsará medidas de orden social. La respuesta gubernamental, a priori, no parece escatimar recursos, a sabiendas de que está en juego la continuidad misma y el éxito del proceso de reforma iniciado en 1978.3

El primer ministro Wen Jiabao habló en la tribuna de la Asamblea Popular Nacional (APN), reunida en Beijing en los primeros días de marzo, de “desafíos sin precedentes” para justificar el gigantesco plan de relanzamiento económico, apoyándose en el estimulo de la demanda de los propios consumidores chinos y en el apoyo a las pequeñas y medianas empresas que proporcionan ocupación al 90% de la mano de obra y que son pieza clave para resolver el problema del empleo.

En otro orden, la crisis está sirviendo para revalidar el rechazo a la idea de la libre fluctuación del renminbi, la moneda nacional, pese a la reiteración de las presiones estadounidenses. La actitud reacia de China se había aquilatado durante la crisis financiera asiática (1997), cuando la libre fluctuación de las monedas permitió ataques destructivos de movimientos especulativos externos que llevaron al caos a países como Indonesia, Tailandia o Corea del Sur. China no solo resistió el embate sino que ayudó a muchos países asiáticos a salir airosos de esa situación. La crisis no hará variar la política de tasa de cambio del yuan, y Beijing ha sido de los primeros en movilizarse para garantizar la estabilidad del mercado regional, acelerando el proceso (en el marco del grupo ASEAN+3) para poner en funcionamiento la Multilateralización de la Iniciativa Chiang Mai.4

La crisis pone a prueba el orden social

En el orden social, varios son los frentes de preocupación. En primer lugar, el empleo, cuantificado en el medio urbano en el 4,2% a finales de 2008, cifra que algunos multiplican por 2 y hasta por 3.  La reducción de los niveles de crecimiento incide directamente en la generación de oportunidades de ocupación y en la pérdida de puestos de trabajo. En medio de tanta incertidumbre, el gobierno chino afronta grandes dificultades para ofrecer soluciones creíbles y duraderas. Entre ellas, por ejemplo, estudia promover aún más la deslocalización de empresas hacia el centro y el oeste del país, iniciada hace una década, con el propósito de dinamizar las zonas más atrasadas y el campo. También se incentiva a los recién licenciados a trabajar en dichas regiones por un período de seis meses como profesores o responsables de las aldeas. Un libro azul publicado por la Academia de Ciencias Sociales de China cifraba en 1,5 millones los nuevos licenciados en paro a finales de 2008, a los que se añadirán 6 millones más en 2009. El envíode licenciados al campo es una nueva vía para proporcionar empleo y hacerse con un mérito personal que puede facilitar una promoción ulterior en la maraña burocrática. La iniciativa se complementa con el impulso de programas de formación profesional a gran escala dirigidos tanto a licenciados en paro como a trabajadores inmigrantes.

En el orden laboral, la crisis está poniendo seriamente a prueba la virtualidad del Código del Trabajo aprobado hace poco más de un año y que contemplaba diversos niveles de protección para los asalariados. Ante la crisis, algunos dirigentes locales sugieren abiertamente mirar para otro lado en la aplicación de dicha legislación con el objeto de reducir la presión sobre la industria y asegurar un mayor nivel de crecimiento, es decir, priorizar las necesidades de explotación de las empresas y su buen funcionamiento en detrimento de los derechos sociales. La crisis puede traducirse, pues, en una primera reducción de derechos de los colectivos laborales, especialmente en las zonas costeras del sureste del país, donde se ubican la mayor parte de las empresas exportadoras. La legislación aprobada en los últimos años y tendente a reducir las desigualdades tratando de poner fin a la parcialidad que tanto beneficiaba a los más ricos puede acabar con la credibilidad de unas normas a las que se atribuía un papel regulador clave. Si por causa de la crisis, esas normas se modifican o suspenden su aplicación puede agravarse la estabilidad social ya que los trabajadores constituyen en China uno de los colectivos sociales más débiles, con pocos derechos y mal protegido.

Pero gran parte de las preocupaciones del gobierno chino se centran en el medio rural. El acuerdo adoptado en la sesión de otoño del Comité Central (octubre de 2008) del PCCh que permite el arrendamiento y la cesión del derecho de uso de las tierras de cultivo ha abierto nuevas expectativas de desarrollo (y también frentes de preocupación). La creación de “Centros de transferencia de tierras” es la expresión de una nueva política agraria que trata de fomentar la producción agrícola y, al igual que ocurrió con la legislación sobre la propiedad privada, regularizar una situación de hecho: los campesinos que se desplazaban a las ciudades para trabajar solían transferir sus tierras a otros agricultores de forma oral, desatándose múltiples disputas que ahora se tratan de evitar. Los temores a una mayor concentración de la “propiedad” parecen ser inferiores a la necesidad de estimular una mayor producción y mayores ingresos, bases de un mayor progreso del campo. En pocos meses, según recogía el Renmin Ribao el 3 de marzo, en algunas zonas del país, hasta el 14,6% de la superficie de tierra cultivable ha sido objeto de transferencia.

En el ámbito del consumo y de los ingresos, el gobierno también ha elaborado un plan para fomentar la adquisición de electrodomésticos en las áreas rurales. El incremento de la demanda en el campo es la principal esperanza del gobierno para compensar la caída de las exportaciones. Para ello es fundamental que crezcan los ingresos de los campesinos, una empresa dificil dado el notable número de trabajadores emigrantes que han regresado a las zonas rurales tras quedarse sin empleo en las ciudades. Se estima que unos 20 millones de inmigrantes, el 15,3% de los 130 millones que transitan del campo a la ciudad, ha regresado a sus hogares por causa de la pérdida del empleo.

Por otra parte, según la gubernamental Fundación de Investigación sobre el Desarrollo de China, se necesitan 5,74 billones de yuanes hasta 2020 para lograr establecer un sistema de bienestar social integral. Esta inversión abarcaría rubros como seguros de pensiones, atención médica, educación, vivienda, empleo, mínimo vital y ayudas especiales. Ello exige un esfuerzo importante en los próximos 12 años. Sin ese impulso social que aporte garantías mínimas de bienestar, será dificil que los campesinos sustituyan su cultura de ahorro por otra de consumo. En este proceso contra reloj que viven las autoridades chinas, esa transformación exigirá más tiempo del que disponen para afrontar la crisis con medidas de cierta contundencia y eficacia.

Finalmente, las grandes inversiones y el voluntarismo del gobierno deben vencer el escepticismo de algunos sectores que estiman como meramente coyunturales los efectos de sus iniciativas, insuficientes para compensar las consecuencias de una crisis mayor de la que inicialmente se imaginaba y que pudiera no haber tocado fondo aún, dejando al descubierto la creciente vulnerabilidad de su modelo de desarrollo, basado en las inversiones, mano de obra barata y orientación de la producción a la exportación, vectores todos ellos seriamente afectados.

Grave situación del ambiente en China

En el orden ambiental, China debe seguir activando esfuerzos, evitando que el ambiente sea otro más de los rubros a sacrificar en aras de la superación de la crisis. Los lagos, los ríos y el aire de muchos lugares de China siguen registrando elevados niveles de contaminación, informaba el 24 de febrero el viceministro de Protección Ambiental, Zhang Lijun. Los departamentos responsables de esta materia no pueden bajar la presión ante las empresas en lo que se refiere al control de la contaminación, instándoles a mejorar los sistemas de gestión y fomentando el uso de tecnologías apropiadas. Según un informe nacional sobre el medio ambiente en China, un 39,5% de las 320 ciudades a nivel de prefectura o superior del país están clasificadas con un nivel de contaminación grave. En cuanto al agua, la calidad de las muestras obtenidas en las estaciones de control a lo largo de los principales ríos chinos, incluídos el Changjiang y el Huanghe, las cuencias más importantes, no son aptas siquiera para el riego en un 25%. Y el 40% de los 28 lagos más grandes del país se hallan en la misma situación. En las zonas urbanas, el 90% del agua de los ríos y la mitad del agua subterránea de estas áreas está contaminada.

Una reciente investigación conjunta del Ministerio de Recursos Hídricos, de la Academica de Ciencias y la Academia de Ingeniería de China, señala que en los valles de los ríos citados, unos dos millones de km2 de agua y tierra se encuentran en una situación muy grave, afectados por el desgaste de las tierras de cultivo, la sedimentación de ríos y lagos y el deterioro del sistema ecológico. Cerca del 37% del territorio se halla afectado por la erosión. El impacto de la erosión de los suelos sobre el desarrollo económico y social se ha subestimado mucho en los años de la reforma, afectando a la autosuficiencia cerealera de China.

Otro informe publicado por la Administración Estatal Oceánica señalaba que el 83 por ciento de las áreas marítimas de China sufre algún grado de contaminación. Las áreas dañadas, un 78% más que el año anterior, se vieron afectadas por excesos de nutrientes, falta de oxígeno, pérdida de calidad del agua, de peces y de otras poblaciones animales.

Finalmente, la falta de lluvia en importantes provincias productoras de trigo ha generado sequía en 7,9 millones de hectáreas de cultivos de trigo en todo el país, lo que significa un aumento considerable respecto al año anterior.

Todo este cúmulo de indicadores da cuenta de la gravedad del problema ambiental en China y de sus efectos en el orden económico y social. Dicha circunstancia exige del gobierno una actitud responsable, manteniendo las exigencias ambientales en primer plano de la agenda, evitando destruir los costosos avances registrados en los últimos años en la mentalidad burocrática y social.

La estabilidad social

En el orden político, todas las miradas se centran en la estabilidad, en la cual pueden incidir varios factores. La amenaza de multiplicación de disturbios como consecuencia de los efectos sociales de la crisis constituye una de sus manifestaciones más singulares. A lo largo de los seis primeros meses del año, miles de comisarios de policía municipales de toda China se darán cita en Beijing para recibir un periodo de formación especial para prevenir posibles brotes de inestabilidad social y aprender a gestionar las tensiones evitando su agravamiento y extensión. También los secretarios del Partido de nivel municipal han sido objeto de una formación específica. Toda la estructura burocrática del Partido-Estado, incuyendo las organizaciones sociales (los sindicatos, por ejemplo, han lanzado programas de ayuda a los millones de trabajadores inmigrantes que se han quedado sin trabajo), han dispuesto todo un catálogo de medidas de prevención para controlar los episodios de protesta que puedan producirse.

Una de las claves esenciales radica en la lucha contra la corrupción. Las autoridades son conscientes de la magnitud del problema, a pesar de que en los últimos años se ha acentuado el combate contra esta lacra y que funcionarios de todos los rangos y niveles han sido procesados. La corrupción produce una enorme irritación y descontento social. La crisis puede activarla y, en paralelo, sembrar más indignación pública. La combinación del aumento de las dificultades y de la corrupción en el marco de la crisis puede activar un mayor debate social y la promoción de propuestas políticas diferentes a la monopolizada por el PCCh. Frente a ellas, poniendo el parche antes de la herida, en las sesiones de la APN, su presidente, Wu Bangguo, ha revalidado la plena confianza en el modelo de “socialismo con peculiaridades chinas” siguiendo así la pauta indicada por el presidente Hu Jintao en su discurso con motivo del 30 aniversario de la política de reforma y apertura que sirvió para reivindicar las tradiciones más conservadoras del PCCh, incluyendo los llamados “cuatro principios irrenunciables” (persistir en el camino socialista, en la dictadura democrático-popular, en la dirección del Partido Comunista y en el marxismo-leninismo y el pensamiento Mao Zedong).5

El otro frente de inestabilidad afecta a algunas nacionalidades minoritarias. Las tensiones en torno al Tibet en el primer aniversario de la revuelta de marzo de 2008 y el 50 aniversario de la huida del Dalai Lama a India hacían temer una nueva ola de disturbios. El fuerte dispositivo de seguridad y un esfuerzo propagandístico notorio de las autoridades chinas han contribuído a contener la situación. En paralelo, China ha acusado a algunos países occidentales de alentar los disturbios en Tibet dando alas y reconocimiento al Dalai Lama y sus reivindicaciones secesionistas. Así se recoge en el Libro Blanco sobre los “50 años de régimen democrático en Tibet”, dado a conocer el 2 de marzo.6

Los problemas con las nacionalidades no se limitan a Tibet. También en Xingjiang, las autoridades temen mayores dificultades este año, con una previsible multiplicación de los movimientos islámicos del Turkestán Oriental, singularmente activos en 2008. La obsolescencia del modelo de Estado plantea retos singulares al gobierno central que más tarde o temprano deberá afrontar con mayores dosis de flexibilidad y mayor capacidad de diálogo.

Por el contrario, en relación a Taiwán, desde la victoria del KMT (2008) en la isla, las relaciones a través del Estrecho han entrado en una visible nueva etapa. La normalización de las relaciones bilaterales avanza a buen ritmo y la crisis introduce un factor añadido de estímulo de la cooperación en el área económica y financiera que podría consolidar un marco específico por el que pugnan diversos sectores influyentes a uno y otro lado. En paralelo, las discusiones para formalizar un acuerdo de paz y el relajamiento de las tensiones diplomáticas constituyen otros dos elementos positivos de gran alcance que facilitan a las autoridades chinas argumentos de corte nacionalista de gran valor en momentos de dificultades, cuando el recurso al patriotismo puede contribuir a edulcorar y hasta opcara otros problemas.

Por último, conviene hacer mención de un importante impacto que la crisis ha producido en la mentalidad de los dirigentes chinos, hasta ahora, inmersos en la política de reforma y apertura, seducidos por los avances de la economía occidental, que admiraban y que, en no pocos sentidos, trataban de imitar. La crisis financiera, no obstante, ha quebrado la idea de superioridad de la cultura financiera occidental en la que China confiaba prácticamente a ciegas. En este momento, China no parece dispuesta a seguir el modelo de Occidente, persistiendo, también en esto, en la definición de un modelo propio. La ingeniería financiera occidental y sus habilidades de gestión han quedado en entredicho, poniendo en solfa su descontrol y prácticas corruptas, defectos que habitualmente se tendían a achacar a China y que se han visto largamente extendidos en las prácticas occidentales. Este cambio de percepción puede tener una dimensión significativa y hasta trascendental. Bien podría cerrarse con la crisis todo un largo siglo iniciado a finales del XIX cuando aún en el marco del Imperio, se dio inicio a la primera reforma de estilo occidental y que culminó en fracaso como ocurrió con el Movimiento del 4 de Mayo, el entendimiento con la URSS o, posteriormente, con EEUU. El modelo occidental que en buena medida permitió dar un enorme impulso al crecimiento de China hoy está en cuestión en lo económico y ello acentuará la vocación independiente de China. En este fin de ciclo, lo más significativo pudiera ser que China acabe poniendo fin al culto y devoción ciega hacia Occidente que ilustró el pensamiento dominante del país con posterioridad a las guerras del Opio, recuperando en mayor medida sus claves culturales y civilizatorias.

Más presencia china en el mundo

En el ámbito estratégico, China no ha dudado en multiplicar su presencia exterior. Las giras de Hu Jintao, de Wen Jiabao, del vicepresidente Xi Jinping, del viceprimer ministro Hui Liangyu y de altos cargos de la diplomacia partidaria del PCCh a diferentes países de los cinco continentes, unidas a las misiones de compras e inversiones, han abierto numerosas expectativas para cerrar acuerdos en aquellos ámbitos de mayor interés para China, especialmente el energético. Es el caso de recientes acuerdos rubricados con Rusia, Venezuela y Brasil, por más de 41.000 millones de dólares.

La crisis abre la oportunidad para llevar a cabo una diplomacia más contundente. En algunos países en desarrollo existe el temor a que la crisis provoque un desplome de las inversiones de los países desarrollados que unido a la reducción del comercio exterrior tendría un efecto catastrófico en dichas economías. Todos valoran más las propuestas chinas y Beijing sabe que no puede desaprovechar esta oportunidad para garantizar buenos acuerdos. La ingente cantidad de divisas de que dispone le permite una cierta capacidad de iniciativa. Por otra parte, su posición negociadora se ha fortalecido, teniendo mejores oportunidades para acceder a nuevas tecnologías y a recursos clave, incluidas empresas extranjeras.

Así, China está prestando una gran atención a América Latina y África. En noviembre de 2008, Beijing publicó un primer documento sobre su política hacia América Latina y el Caribe. La complementariedad general con la economía de la región (con la única excepción destacable de México) abre importantes expectativas. Su reciente ingreso en el Banco Interamericano de Desarrollo, convirtiéndose en el tercer socio asiático de dicha institución, le otorga una posición más destacada.

La sexta gira de Hu Jintao por África (visitando esta vez Mali, Senegal, Tanzania y Mauricio) ha revelado la disposición china a seguir efectuando préstamos y contribuir a la construcción y mejora de las infraestructuras básicas de la región. China ha multiplicado por diez los intercambios comerciales con África desde el inicio del presente siglo, registrando en 2008 un déficit por valor de 5,16 mil millones de dólares.

En cuanto a Europa, la diplomacia china ha multiplicado los gestos e iniciativas para lograr encauzar las diferencias bilaterales. A finales de febrero, una delegación de 200 empresarios chinos se trasladó al viejo continente con el objetivo de concertar compras e inversiones por valor de 15 mil millones de dólares. Se trataba con esta misión de fortalecer las relaciones comerciales sino-europeas y expresar el firme compromiso de China con el libre comercio, ayudar a la recuperación económica de los países más desarrollados y combatir el proteccionismo comercial. Los intercambios con la UE representaron el 16,6% del total del comercio exterior de China en 2008. En enero bajó un 18,7% en relación al mismo período del año anterior. En la visita del primer ministro  Wen Jiabao a Europa, realizada a finales de enero y comienzos de febrero de 2009, este multiplicó los gestos para aliviar las tensiones en las relaciones bilaterales, a sabiendas de la extrema dependencia de China de los mercados ocidentales. En abril debe realizarse un foro de alto nivel en torno a los problemas comerciales bilaterales y en mayo la cumbre China-Europa. China teme que la depresión económica afiance el proteccionismo comercial frente a las exportaciones orientales y aspira a flexibilizar las políticas de exportación de tecnologías de la UE. 

La relación con EEUU sigue siendo la determinante para China. Durante la visita de Hillary Clinton a Beijing, a finales de febrero pasado, se ha enfatizado la importancia de esa asociación, apostando por redimensionarla no solo en lo económico, sino también a otros niveles, con el común propósito de fortalecer la cooperación entre ambos países en tiempos turbulentos.  En febrero se reanudaron las relaciones militares, aunque estas atraviesan por un periodo delicado ante la insistencia estadounidense en llevar a cabo nuevas ventas de armamento a Taiwán y las dificultades para encontrar un lenguaje común a la hora de tratar los desafíos regionales y mundiales en materia de seguridad.

China, por otra parte, posee un considerable volumen de bonos del tesoro estadounidense. La compra de deuda convierte a China en el primer financiador del relanzamiento económico norteamericano. Durante la visita de Hillary Clinton a Beijing, el ministro de exteriores Yang Jiechi aseguró que no se modificaría de forma sustancial la política china en materia de compra de bonos del tesoro, pero en la clausura de las sesiones de la APN, el primer ministro Wen Jiabao fue muy claro al expresar sus dudas respecto a la solvencia estadounidense, exigiendo garantías para sus cuantiosas inversiones. En septiembre del año pasado, China desplazó a Japón para convertirse en el primer acreedor mundial de EEUU, con una cifra que asciende a 696 mil millones de dólares a 31 de diciembre de 2008. China tiene que sostener el dólar para proteger sus inversiones y reservas, pero el riesgo de depreciación genera mucha inquietud y le obliga a diversificar paulatina y progresivamente sus recursos financieros.

China teme también el proteccionismo estadounidense. El plan de relanzamiento económico aprobado por el Congreso incluye una cláusula Buy American que privilegia la compra de hierro, acero y bienes manufacturados norteamericanos en los proyectos de infraestructura que financia. Al proteccionismo habría que sumar otros factores de fricción: derechos humanos, el valor del yuan, el déficit comercial, Taiwán o los derechos de propiedad intelectual. Aunque la interdependencia les obliga a cooperar necesariamente, la crispación no es un escenario improbable. Tim Geithner, el secretario del Tesoro del presidente Obama, acusaba a Beijing, a los dos días de tomar posesión, de manipular su moneda (que se ha apreciado un 20% en los últimos cinco años) con el objeto de favorecer las exportaciones. El déficit comercial de EEUU asciende a 677 mil millones de dólares y el 40% de dicha cifra es imputable directamente a China.

Por otra parte, entre los principales consejeros de Obama figura Kurt Campbell, ardiente partidario de Taiwán y quien considera la modernización militar china como una seria amenaza para el liderazgo estadounidense. En lo que atañe a su defensa, el presupuesto chino crecerá en 2009 un 14,9%, similar a anteriores años, lo que equivale al 1,4% del PIB, e inferior, oficialmente, al de países como Francia o Reino Unido. En enero, China dio a conocer un nuevo Libro Blanco de la Defensa, publicado el mismo día en que Obama tomó posesión como presidente de EEUU, que deja entrever una mayor confianza en sí misma y una fuerte apuesta por la modernización militar.

Conclusión

Los impactos de la crisis en China son múltiples y variados. La respuesta a los desafíos que suscita no solo puede ser económica sino, también, política. En este aspecto, el PCCh ha llamado a reforzar sus defensas frente a los intentos de desestabilización ya sea supuestamente inducidos (Tibet) o no (desórdenes sociales generados por la crisis), reforzando aún más su proyecto frente a los “falsos ideales” de democracia que representa el sistema político occidental.

El programa de reforma política progresiva diseñado en el XVII Congreso del PCCh, orientado a facilitar una democratización a la china capaz de vigorizar el propio PCCh, seguirá su curso sin posibilidad alguna de apertura al pluralismo. La prioridad de las prioridades es ahora el relanzamiento económico y el desarrollo, fuentes clave de la legitimidad de la actual dirección china. El régimen debe activar los resortes necesarios con eficacia para lograr evitar que los efectos perversos de la crisis provoquen movimientos sociales dificiles de controlar, en especial, incidiendo aún más en el importante esfuerzo social que ha caracterizado el mandato de Hu Jintao. Los tiempos de la serenidad burocrática parecen quedar definitivamente atrás. Si el régimen no logra revertir la actual tendencia, la suma de adversidades si podría derivar en una crisis sistémica de graves consecuencias.

La incertidumbre actual sitúa a la defensiva un régimen que debe hacer frente a numerosas exigencias y considerables desafíos. Los límites de la evolución ideológica del régimen fueron recordados por Hu Jintao en el discurso del 30 aniversario de la política de reforma y apertura, consciente de que en esta época de confusión e inseguridad, cualquer evolución puede conllevar el germen de una desestabilización general del sistema.

En vísperas de la sesión de primavera de la APN, cuadros veteranos del PCCh han dirigido la “Petición 09” al jefe del Estado y secretario general del Partido, conminándole a dar esa respuesta a la crisis no solo económica sino también política, impulsando una mayor democratización, transparencia, libertad de prensa y opinión, mayor autonomía para las asociaciones civiles, mayor control público y lucha sin cuartel contra la corrupción. El documento, llamado a circular internamente, a diferencia de la Carta 08, incluye recomendaciones que se consideran realizables y se sitúan dentro de las coordenadas del sistema, invitando a abrir una nueva etapa en la política de reformas.

Pero lo más probable es que, en medio de la crisis, Beijing tratará de asegurar a toda costa la estabilidad de su economía y de su proceso, arriesgando lo mínimo y procurando, al tiempo, colaborar con la comunidad internacional para evitar que un desplome general pueda destruir las bases elementales de su propia legitimidad. Todo ello, siendo consciente de que podría haber llegado la hora de prepararse definitivamente para asumir una posición de liderazgo global de mayor proyección ante el firme cuestionamiento de la hegemonía de EEUU.

 

CITAS

  1. Informe de la labor del gobierno, presentado por el primer ministro Wen Jiabao en las sesiones de la APN, marzo de 2008. En la sección documentos de la web, www.politica-china.org.
  2. Wang Qing, en Zhongguo Qingnian Bao, 4 de febrero de 2009.
  3. El balance del año 2008 y el resumen de objetivos para 2009 fue expuesto por el primer ministro Wen Jiabao ante los delegados participantes en la sesión anual de la APN el 5 de marzo. Puede accederse al informe completo en www.politica-china.org
  4. Despacho de la Agencia de noticias Xinhua, 22 de febrero.
  5. Accesible en http://news.xinhuanet.com/english/2008-12/18/content_10523829.htm
  6. En http://www.gov.cn/english/official/2005-08/17/content_24165.htm

 

 

 
 

Xulio Ríos,
es director del Observatorio de la Política China

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