China e o mundo chinés
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Elecciones locales taiwanesas: lecciones para Beijing Xulio Ríos (OPCh, 19/12/2009) |
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China continental solo puede estar satisfecha con la evolución general de las relaciones con Taiwán desde que Ma Ying-jeou asumió sus funciones presidenciales en mayo de 2008. El acercamiento entre los dos lados es de naturaleza estratégica, va mucho más allá de lo anecdótico de un mandato de cuatro o cinco años, pero tiene, en lo táctico, la hipoteca de garantizar la continuidad política del KMT al mando en Taipei ya que su principal opositor, el PDP, juega abiertamente a la contra. Es verdad que no todo depende de Beijing. El gobierno de Ma se ha conducido erráticamente en la gestión ante el desastre del tifón Morakot y tampoco se ha lucido especialmente con la liberalización de las controvertidas importaciones de carne estadounidense en vísperas electorales (ya está en marcha una iniciativa popular para convocar un referéndum por este tema). Las crisis de gobierno (se anuncia una nueva remodelación antes de que finalice el año) en tan breve plazo dan cuenta de la escasa competencia con que ha ejercido su gabinete hasta ahora. Tampoco pueden calificarse de especialmente afortunadas sus declaraciones al Wall Street Journal Asia del 25 noviembre en las que dio a entender que la reunificación podría fraguarse en los próximos 10 años. Esa dimensión del desempeño público depende directa y exclusivamente de Ma. Las elecciones locales han demostrado la existencia de una base social opositora muy sólida y han servido para fortalecer el liderazgo de Tsai Ing-wen, presidenta del PDP, quien cataliza las desconfianzas no solo de los sectores independentistas sino de aquellos otros (asalariados, pescadores, agricultores, estudiantes, etc.) que temen las consecuencias de una aproximación excesiva al continente, no siempre por causas políticas sino por otras de naturaleza pragmática (pérdida de empleos, éxodo de estudiantes, etc.). El PDP se ha recuperado a gran velocidad del daño infringido por la corruptela del ex presidente Chen Shui-bian y tiene en el acuerdo económico con China un caballo de batalla perfecto para seguir movilizando a su base electoral. El ECFA, no obstante, parece indiscutible. El comercio bilateral entre los dos lados ha alcanzado los 130.000 millones de dólares estadounidenses y, por otra parte, es condición sine qua non para que Taiwán mejore posiciones en los procesos de integración en una región en plena efervescencia. Hoy, el éxito de Ma, políticamente instalado en el grupo “ni unificación-ni independencia”, radica en lograrlo preservando el statu quo de la isla, es decir, demostrando que no se “inclina hacia China” a ciegas, tal como le acusa el PDP. Por mal que le sepa a Beijing, lo cierto es que necesitará aún mucha pedagogía y tiempo para lograr seducir a los taiwaneses y lograr un respaldo significativo a la unificación. El apoyo a medidas como la adoptada por el Yuan legislativo prohibiendo las inversiones inmobiliarias en la isla de altos responsables continentales puede ayudarle a sacudirse el sambenito. Su relativa debilidad, por otra parte, es una fuente de poder para exigir del continente más concesiones.
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