China e o mundo chinés
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Nuestras cosas con China Xulio Ríos (El País, 23/04/2009) |
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Para convencerse de esta incoherencia basta echar un vistazo al Plan Asia-Pacífico 2008-2012. Se trata
de la tercera edición. Un documento tan ambicioso que, como los anteriores, trata de abarcar de una sola
atacada la inmensidad de varias decenas de países, más del 40% de la población mundial y más
de la mitad de su PIB, con una heterogeneidad tal que difícilmente puede irse más allá de
una prudente síntesis orientadora. Sorprende que con un nivel así de entusiasmo chino-español
no aspiremos a contar con un Plan China (no sectorial, sino global), fijando mecanismos y plazos para corregir
las carencias estructurales de nuestra presencia en dicho país, empezando por las diplomáticas, tanto
físicas como de personal, tan archiconocidas y notorias como llamativas. Se precisa de una gran apuesta
que en verdad permita rentabilizar aquel “prestigio”. En el orden académico, a pesar de que algo hemos mejorado, seguimos en pañales. No hay formulaciones serias ni de largo plazo que apuesten de verdad por hacer escuela y contar con buenos especialistas en el conocimiento de una realidad que va a ser determinante en el presente siglo y a la que nos acercamos con escaso bagaje. En este aspecto, al paso que vamos, se precisarán generaciones incluso para asentar una mínima tradición, inexistente entre nosotros. Las bases deben sentarse actualmente y en nuestros primeros gateos se observa mucha dispersión y propensión al lucimiento, eventos y festejos, cuando la principal apuesta debiera ser la de incentivar un buen trabajo de fontanería intelectual, precisamente la más descuidada y carente de apoyos. Por el contrario, disfrutamos divagando acerca del hipotético papel de puente que España puede jugar en relación a América Latina, una triangulación que, a salvo de hipótesis contadas con los dedos de una mano, tiene un futuro harto complejo. Entre otras razones, porque China no necesita a España para llegar a dicha región y porque, conceptualmente, sitúa a España en relación a América Latina en el orden de la historia y de la cultura, pero no en términos de poder e influencia, al menos efectiva y determinante. A pesar de cuanto ha cambiado la región en la última década, China mantiene el diálogo estratégico sobre América Latina con Washington y no con Madrid. Y nada indica que vaya a ser de otro modo. El peso político y económico de China crece enteros en todo el mundo. La relación privilegiada que España mantiene con el gigante asiático, continuadora de la allí venerada figura de Juan A. Samaranch, requiere de menos tibieza y de un esfuerzo mucho mayor para ser realmente aprovechada. No hacerlo y contentarse con lo logrado o, peor aún, seguir parasitando en las buenas palabras supone un flaco favor, incomprensible y desconcertante también para las propias autoridades chinas, un tanto perplejas ante nuestra incapacidad para avanzar con mayor ímpetu. |
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