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El turno del PDP
Xulio Ríos (OPCh, 11/12/2010)

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El giro auspiciado por el Partido Democrático Progresista (PDP) en sus relaciones con China continental es evidencia de la extrema fluidez de la política taiwanesa e, igualmente, del enorme impacto que la política continental tiene en la isla.

Tsai Ing-wen, fortalecida por los buenos resultados de las elecciones municipales parciales del 27 de noviembre, se ha decidido a dar el necesario paso en la reconsideración de la política de su partido hacia Beijing. Sin duda, lo hace en el mejor momento: tiempo de bonanza política, con su liderazgo plenamente asentado y con el horizonte de 2012 en la agenda, a afrontar con una estrategia que pretende alejar cualquier atisbo de radicalismo. Pero no será coser y cantar. Por el contrario, cabe imaginar un duro proceso de reflexión y acuerdo para alcanzar el consenso interno básico que aleje igualmente los riesgos añadidos de ruptura. Tradicionalmente, como es sabido, el PDP ha abogado por la independencia de Taiwán, rechazando cualquier forma de diálogo oficial bajo las condiciones establecidas por Beijing.

Al anunciar este cambio de rumbo, el PDP, en un ejercicio de responsabilidad, deja claro que no quiere quedarse al margen de un proceso que hoy conduce en solitario –y a marchas forzadas- el KMT, cautivando, con su pragmatismo, el mismo electorado de centro que ambos se disputan y en cuyas manos, no se olvide, reside la clave del triunfo en 2012. El giro estratégico, que pasa página no solo de la expulsión de aquellos militantes que el año pasado participaban en el foro PCCh-KMT en el continente sino que deberá resolver sobre la vigencia de conceptos como independencia o referéndum, reconoce la fuerza de los hechos, pero sería ilusorio prejuzgar resultados. El mero anuncio no va a significar que de la noche a la mañana, PDP y PCCh vayan a ponerse de acuerdo en asuntos centrales o que el primero renuncie a aspectos sustanciales de su identidad. Ante la imagen de la silla vacía reservada a Liu Xiaobo, los líderes del PDP reclamaban al KMT la introducción de una cláusula de derechos humanos en los acuerdos con China, a todas luces inasumible en las actuales circunstancias.

Solo cinco años después de iniciada la tercera cooperación, Beijing logra imponer de nuevo la fuerza de su lógica y atisba ahora, con este giro del PDP, un posible tiempo de mayor estabilidad en las relaciones a través del Estrecho, que deberá acompañar con muestras de flexibilidad proporcionales. Un mayor pragmatismo en el principal partido de la oposición, que debería ayudar a fortalecer, es condición indispensable para que ambas partes puedan abordar las cuestiones más sensibles, relacionadas con la soberanía, la construcción de la confianza o el acuerdo de paz. Son temas que no puede resolver en solitario el KMT y cuyo tratamiento debe abrir un segundo tiempo en el proceso iniciado en 2005.

Este cambio de orientación tendrá consecuencias también para el KMT, haciendo más difícil su gestión política. Ciertamente, supone un reconocimiento de su acierto a la hora de dialogar con el continente, pero, de una parte, ese diálogo podría resultar mucho más cómodo en un escenario en el cual la oposición se negaba a implicarse, y, por otra, deberá hilar más fino aún a partir de ahora para demostrar a la ciudadanía que sus capacidades y eficiencia negociadoras son superiores a las que pueda exhibir el PDP.
El nuevo triangulo que se dibuja (PCCh-KMT-PDP) en las relaciones a través del Estrecho, añade el valor político sustancial del consenso como señal de una nueva fase que parece dejar atrás la estrategia de confrontación que hasta ahora había condicionado el devenir de la oposición.

Partiendo de la inicial y compartida inamovilidad del statu quo, en poco tiempo, el debate podría dejar de girar en tono a la independencia, sustituyéndose por el de quien puede merecer más la confianza cívica mayoritaria para negociar una mejor unificación con China continental.

 

Xulio Ríos,
es director del Observatorio de la Política China

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ÚLTIMA REVISIÓN: 12/12/2010


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