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Especial OPCh
El AMCE Taiwán-China continental
Julio A. Díaz Vázquez e Augusto Soto (OPCh, 09/06/2010)

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En Taiwán arrecia el debate sobre la firma del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (AMCE) con China continental. Algunos sectores sociales temen las consecuencias socioeconómicas y políticas del reforzamiento de la dependencia bilateral, mientras sus partidarios destacan la necesidad de sistematizar el voluminoso comercio, sus beneficios directos y la urgencia de librarse del enclaustramiento que margina a la isla de los procesos de integración en curso en la región que amenazan su tradicional competitividad.

Dada la importancia del tema, invitamos a dos de nuestros colaboradores a responder a las siguientes cuestiones:

1. ¿Beneficiará o perjudicará a Taiwán la firma del AMCE?
2. ¿Tendrá serias implicaciones políticas en las relaciones bilaterales hasta el punto de materializar, por ejemplo, una unificación de hecho entre la isla y el continente?
3. ¿Podría tener el AMCE implicaciones estratégicas en Asia-Pacífico?

Hemos invitado a participar en este Especial al Dr. Julio A. Díaz Vázquez (Profesor Titular, Centro de Investigaciones de la Economía Internacional, Universidad de La Habana); y a Augusto Soto, Consultor y profesor en ESADE.

El OPCh agradece a todos por la colaboración prestada.

 

RESPUESTAS del Dr. Julio A. Díaz Vázquez (Profesor Titular, Centro de Investigaciones de la Economía Internacional, Universidad de La Habana).

1. ¿Beneficiará o perjudicará a Taiwán la firma del AMCE?

Sin dudas, el relevo en el mando político en Taiwán, con el ascenso al poder del  Kuomintang (KMT) bajo el liderazgo de Ma Ying-jeou, introdujo nuevos matices en las relaciones en el Estrecho que separa a la Isla del Continente. Una muestra palpable lo ofrece lo acontecido en los últimos dos años. Así lo confirman, entre otros, los acuerdos alcanzados en lo relacionado con la regulación de los enlaces del transporte aéreo y marítimo, servicios postales directos, visitas normales de turistas en ambas direcciones, una apertura, aunque limitada pero real, para que los inversionistas de tierra firme incursionen en la Isla. 

Tampoco puede pasarse por alto que, el liderazgo Continental, ha bajado el perfil en la política de aislar en el terreno diplomático a Taiwán. Este enfoque parece dar entrada a un clima más distendido, al tiempo que no fomenta obstáculo internos a la gestión del nuevo Gobierno. Una muestra evidente lo constituyó el levantamiento del veto a la  participación de Taiwán en los trabajos de la Organización Mundial de la Salud (OMC). Ambas posturas evidencian que, después de años de existencia de un diálogo que parecía de sordos, se abren paso tendencias más conciliadoras que, bien pueden contribuir en mucho, a facilitar avances en el tendido de puentes hacia el logro de empeños de más vuelo.

Un comienzo alentador en esta nueva dirección puede aportarlo la firma del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (AMCE). Sin embargo, es bueno subrayar que, de hecho, el Continente actualmente ya es el principal socio económico de Taiwán. La firma de tal Acuerdo solo vendría a regularizar lo que, sin mediar documentos de jure, el propio desarrollo espontáneo de los vínculos comerciales e inversores, – la Isla es el principal inversionista en China -- ha creado. Entonces, todo indica que sería Taiwán, inicialmente, un claro ganador con la firma del AMCE. Este paso elevaría su poder de concurrencia en el Continente, al tiempo que amplia su espectro para accionar en los procesos integracionistas en el área, como puede ser el que está en marcha entre China y los países integrantes de la Asociación de Estados del Sudeste Asiático (ASEAN).     

2. ¿Tendrá serias implicaciones políticas en las relaciones bilaterales hasta el punto de materializar, por ejemplo, una unificación de hecho entre la isla y el continente?

La firma del AMCE es indudable que tiene implicaciones políticas. Pero proyectarlas más allá de su alcance económico, hasta el límite de facilitar la unificación entre los dos lados del Estrecho, es impensable en la etapa actual. Son muchos los obstáculos que deben salvarse para concluir un proceso que, será sin dudas, resuelto en el largo plazo; y tendrá que pasar aún por avances y retrocesos más o menos temporales. Quizás, el mayor reto lo plantee salvar las diferencias en los niveles económicos que hoy muestran los dos lados del Estrecho; a lo que debe sumarse que la Isla ha entrado en la alternancia política típica de una democracia burguesa. Los acercamientos en estos espacios no serán salvados condensando 20 años en un día. En otras palabras, correrá mucha agua bajo el puente antes de llegar al encuentro unificador, primero de las dos economías,  el factor político y después las de un solo pueblo.                         

Solo quisiera añadir que antes de plantearse el desenlace final, la unión política, deberán de agotarse lo que recoge el refrán chino: todo largo camino comienza con un  primer paso; y eso es precisamente la firma del pacto económico entre la Isla y el  Continente. Pensar en la unificación, no solo es un diferendo entre dos partes unidas por la misma geografía y cultura; tiene implicaciones geoestratégica y geopolítica que no pueden pasarse por alto. En ese sentido, es bueno señalar que en ambos lados del Estrecho comienzan a tomar las riendas del poder nuevas generaciones que, libres de los compromisos y herencias de la “guerra fría”, seguramente sabrán, por descender de los mismos ancestros resolver las diferencias con la sabiduría de la nación china.

3. ¿Podría tener el AMCE implicaciones estratégicas en Asia-Pacífico?

Es evidente que el AMCE repercutirá en lo estratégico en la región de Asia-Pacífico. Taiwán es por su producto interno bruto (PIB) la economía 18 del mundo, y por el nivel de sus reservas de divisas ocupa la quinta posesión. Al garantizar un lugar preponderante en los vínculos económicos con el Continente reforzará su influencia económica en el área. Al mismo tiempo, China se pone puntos en sustraer a la Isla de la posible esfera de ascendencia económica de otras naciones, como pueden ser Japón, Corea del Sur y los Estados Unidos.  

Tampoco puede ignorarse que los Estados Unidos pugnan por mantener y ampliar su presencia en la región. Todo aquello que contribuya a fortalecer el papel y lugar que China gana en la zona entra en contradicción con sus intereses directo. En Asia-Oceanía la palestra internacional tiene un campo donde se dirimen ganancias geopolíticas y geoestratégicas de largo alcance. Es el área del mundo que desplazará al Atlántico como centro económico-político en el siglo XXI. China está en el ojo del huracán en ese choque de intereses. Hasta el presente, Taiwán ha sido pieza en el juego estratégico manejada por lo estadounidenses. Por tanto, todo lo que afecte el devenir de la Isla entra en la esfera de sus cálculos directos. En este tablero también el planeta asistirá a otra  prueba de la milenaria sabiduría asiática.   

RESPUESTAS de Augusto Soto, Consultor y profesor en ESADE

1. ¿Beneficiará o perjudicará a Taiwán la firma del AMCE?

a) Durante décadas Taiwán hizo del comercio internacional un potente signo de identidad y de marca internacional. No obstante, el made in Taiwan ha sido largamente superado por el made in China porque el continente entró hace décadas en el tipo de esquema productivo taiwanés, igualándole o superándole en varios campos. Además hoy Pekín tiene unas relaciones sin rival en los cinco continentes, además de en los tres en los que Taipei tiene una ventaja de reconocimiento en sólo 23 Estados. Como si esto no bastase en 2010 Pekín incluso ha ganado margen para entablar y profundizar vínculos comerciales con Estados que aún reconocen a la isla.

b) La perspectiva cambia si Taipei aprecia, como lo hace, que el continente ya no es el rival tradicional de antes sino que la segunda economía del mundo. Además es la única economía con una serie de complementariedades y evidentes sinergias materiales aún por explotar. Desde esa óptica casi todo son ventajas para una economía taiwanesa relativamente paralizada y poco global en comparación con lo que fue. Se suman los factores conocidos: la cercanía geográfica, el idioma y los dialectos costeros comunes. A ellos se agrega la importante masa de isleños en el continente y últimamente una creciente presencia de continentales en la isla. Para no mencionar la conocida fluidez y volumen de las inversiones y del comercio bilateral, que hacen de estas unas relaciones sin paralelo. Con un mundo en crisis financiera y con China como un polo (por el momento casi el único) para salir de ella, apenas hay otra alternativa para Taipei.

c) Ciertamente, entre las desventajas se cita la competencia de productos con poco valor añadido producidos en el continente. Sin embargo el Acuerdo se puede entender como una oportunidad para dar un salto cualitativo, más allá de inyectarle dinamismo más o menos inmediato a la economía isleña. En verdad, en esta coyuntura cabe pensar factibles las condiciones para que Taiwán se convierta en un centro de innovación tecnológico y comercial de Asia Pacífico. Igualmente se abre un margen para que se convierta en centro de operaciones globales, en la línea pregonada por Ma Ying-jeou. La innovación fue precisamente una de las promesas hechas por Ma que consideraron sus votantes al elegirle hace tres años.

d) Para reducir las desventajas al máximo sería relevante que ese acercamiento se viera acompañado con un estímulo para que los sectores taiwaneses que sientan la competencia de los productos del continente amortigüen ese impacto. Así lo contempla en lo inmediato la prometida ayuda estatal de 3 mil millones de dólares a lo largo de la próxima década a los sectores industriales más vulnerables. Sin embargo, si colateralmente los conglomerados taiwaneses de alta tecnología, de petroquímica, y ciertamente la banca (que serán ganadores netos con el AMCE), cooperan con responsabilidad social en este salto cualitativo, los resultados pueden ser notables. Si la fuerza laboral en los sectores vulnerables se puede reconvertir (con la formación necesaria, a marchas forzadas) especializándose en nichos productivos de competitividad media o alta y/o en la logística de alcance macrorregional (a nivel de Asia Pacífico), el encaje de bolillos que supone el Acuerdo puede resultar en una gran oportunidad.

2. ¿Tendrá serias implicaciones políticas en las relaciones bilaterales hasta el punto de materializar, por ejemplo, una unificación de hecho entre la isla y el continente?

a) Ciertamente que si en el plano material el Acuerdo entraña más certidumbre y perspectivas de prosperidad, su impacto también se dejará sentir en el ritmo político de la isla. Y por el contrario, más pronto que tarde los partidos tradicionales conocerán un tipo de  incertidumbre a la que no estaban habituados. A menos que sean conscientes de las inevitables implicaciones de lo que Ma Ying-jeou se dispone a firmar.

b) Sin embargo, en lo inmediato, el AMCE no supone una unificación de hecho entre las partes. Su firma, que se suma al conjunto de acuerdos de tránsito, tráfico y comercio de los últimos años (incluidas las medidas ad hoc), ya han acercado mucho a la isla y al continente. Pero ni lo que ya hay ni lo que venga (en el marco formal del Acuerdo) logrará per se cambiar los elementos tradicionales y centrales de la soberanía, que siguen inalterados.

c) Obviamente, en términos de poder, el Acuerdo es un paso más en una relación asimétrica claramente favorable a Pekín. Y es probable que más pronto que tarde, a ojos de los soberanistas isleños, se hipoteque o delimite de manera sensible el espacio de maniobra (que no de discusión) en la arena política de la isla.

d) El Acuerdo, además de confirmar el nivel de compenetración alcanzado por la pertenencia mutua a cadenas manufactureras internacionales de suministro (la famosa “teoría de Dell” popularizada por Thomas Friedman), previsiblemente alejará más la hipótesis bélica. Ésta, por lo demás, ya era irrealista en estas dos últimas dos décadas.

3. ¿Podría tener el AMCE implicaciones estratégicas en Asia-Pacífico?

a) Ciertamente. Primero, dentro de lo que gran parte del mundo entiende como competencia por el reconocimiento diplomático. El caso más evidente es el de Kiribati, micro-Estado al que Taipei ha consentido desarrollar lazos no oficiales con Pekín. Es una concesión que Taipei probablemente se verá más o menos forzado a aceptar en su relación con sus otros 22 Estados aliados en el Asia Pacífico y en los tres continentes directamente concernidos. ¿Probablemente producto de un acuerdo tácito entre Taipei y Pekín? Es probable. Si no, Ma Ying-jeou no alardearía de ello en público (a propósito de Kiribati) en estas últimas semanas.

b) En la gran estrategia del Asia Pacífico el Acuerdo previsiblemente tendrá algunas consecuencias tanto para Japón como para EE UU y Corea del Sur. En el medio y largo plazo porque el Acuerdo conduce implícitamente a un mayor poder para el continente. Sin embargo esto contrasta con la ventana de oportunidad que el AMCE ofrece indirectamente a las transnacionales japonesas, surcoreanas y norteamericanas. Éstas de hecho triangulan comercialmente con las cadenas manufactureras y de ensamblaje del continente y de la isla desde hace dos décadas.

c) Por último, en el escenario estratégico de Asia-Pacífico el Acuerdo es otro ejemplo más de la vía (que no del modelo) del ascenso pacífico y desarrollo pacífico proclamados por Pekín. En otras palabras (en la senda por lo menos seguida hasta ahora), el continente puede incrementar poder sin entramparse en una empresa bélica o contrariando la voluntad de otra soberanía. Y con o sin referéndum en la isla.

 

 
 
 
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ÚLTIMA REVISIÓN: 09/06/2010


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