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El liderazgo amarillo
Xulio Ríos (La Vanguardia, 27/05/2011)

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En el proceso de elección del sucesor de Dominique Strauss-Kahn al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI) son muchas las miradas que se dirigen a China, la segunda potencia económica del planeta. No obstante, también en este asunto, Beijing no acierta a desdibujar su característica ambigüedad. De una parte, puertas adentro, el primer ministro Wen Jiabao y el presidente Hu Jintao han reiterado personalmente a Van Rompuy su comprensión con la situación europea, dando a entender que no desean echar más leña al fuego de una crisis que se agravaría con el golpe emocional –y no solo- de una pérdida de representación tan significativa. Por otra, puertas afuera, reclaman que este proceso refleje la nueva realidad de la economía mundial, lo que exige desprenderse de la nacionalidad como factor determinante y desterrar para siempre dicha tradición, considerada un factor obsoleto que erosiona la propia legitimidad del FMI.
Con un pie en las economías emergentes y otro en las desarrolladas, China tanto suscribe declaraciones de los BRICS que apuntan al descarte de un nuevo jefe europeo como apacigua las inquietudes de Bruselas que teme sumar una nueva crisis, esta vez la de su recién estrenada diplomacia, a esa otra financiera en la que China mueve sus peones con una asombrosa fluidez. En poco tiempo podrá mostrar impactos de alcance en el orden geopolítico continental tanto en función de su creciente tenencia de deuda soberana como por la intensidad de la presencia en las economías periféricas de Europa, desde el Báltico al Egeo pasando por el Adriático o el Mediterráneo.

La ambigüedad china, tan presente en otros contenciosos relevantes, pudiera revelar un cálculo de precisión que ambiciona reflejar cierta discrepancia con los modos habituales de conducir la gestión de estas crisis, exigiendo por ahora que se considere su parecer pero sin llegar a la confrontación ni tampoco a una amenaza inquietante del statu quo. Asimismo, la actitud de China tiene en cuenta la importancia de no debilitar a quienes podrían ser hipotéticos aliados frente a su principal rival estratégico (EEUU). No obstante, si en modo alguno le interesa debilitar el frágil liderazgo de la UE, si le conviene poner coto a esa idea de que Washington y Bruselas pueden hacer y deshacer a su antojo sin contar con la opinión de voces terceras y cualificadas como la suya, relativizando la trascendencia del entendimiento euroatlántico. Por último, su actitud reflejaría una vez más un tipo especial de liderazgo que aspira no tanto a suplantar hegemonías como a exigir reconocimiento y respeto, seguidos de una voluntad de cooperación no neutra sino cada vez más incisiva y progresivamente transformadora de las principales instancias internacionales. Ese liderazgo se mide más por la influencia en otros que por el ejercicio del control directo. Por eso es probable que China esté en condiciones de aceptar que la UE continúe liderando el FMI y, de no ser la UE, lo haga cualquier economía emergente, salvando así los temores de una irrupción que algunos podrían considerar abrupta e inquietante, dando más tiempo a una transición que debe preparar las mentalidades de los funcionarios europeos y estadounidenses para el nuevo contexto.

China cuenta en el FMI con el consejero especial Zhu Min, nombrado en mayo de 2010, como principal referente. Por otra parte, mediante la reforma aprobada el año pasado, sus derechos de voto han pasado del 3,65 por ciento al 6,07. La UE controla el 29 por ciento de los votos del FMI con una aportación a la economía mundial del 20 por ciento y a la baja. China tiene una participación del 14 por ciento y en vertiginoso ascenso.

El peso de China y de las demás economías emergentes es cada día más notorio. Se estima que en 2025, seis economías (China, Brasil, India, Indonesia, Corea y Rusia) representarán más de la mitad de todo el crecimiento mundial y es probable que el sistema monetario internacional ya no esté dominado por una única moneda. El pasado 16 de mayo, las autoridades brasileñas proponían a China iniciar en firme la discusión sobre un cambio del actual patrón monetario internacional basado en el dólar estadounidense para reemplazarlo por un nuevo modelo basado en una canasta de monedas. Beijing ha respondido con evasivas, pero tomando buena nota de que el momento se va acercando. Estados Unidos y la Unión Europea deben hacerse a la idea de que, llegado el caso, el 10 de junio, si el elegido es europeo será el último por algún tiempo.

 
 

Xulio Ríos,
es director del Observatorio de la Política China.

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