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Taiwán: elecciones y unificación
Xulio Ríos (Real Instituto Elcano, 19/01/2011)

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Las elecciones municipales parciales celebradas en Taiwán el pasado 27 de noviembre han dado inicio a la última fase del mandato de Ma Ying-jeou. Iniciado en 2008 con una holgada mayoría en el Yuan legislativo y con una oposición diezmada por el desastroso final de la presidencia de Chen Shui-bian (la Corte Superior de Taiwán falló el 6 de diciembre de 2010 que deberá permanecer en prisión 17 años y medio por cargos de corrupción), el KMT ha visto peligrar su hegemonía política en virtud de una gestión errática agravada por los efectos de la crisis económica en la isla.

Un test revelador se vivió en diciembre de 2009, en otras elecciones municipales parciales que vinieron a confirmar el claro repunte del PDP, bajo el renovado liderazgo de Tsai Ing-wen. El KMT cedió entonces dos alcaldías de las 14 que controlaba, una de ellas (Hualien) a causa de la división en sus propias filas, y la otra, Ilan, en favor del PDP, quien lograba recuperar uno de sus feudos tradicionales.

Cuadro: Resultado de las elecciones municipales parciales del 27 de noviembre de 2010

  Taipei Xinbei Kaohsiung Tainan Taichung
KMT 55,65% 52,61% 20,52% 39,59% 51,12%
PDP 43,81% 47,39% 52,80% 60,41% 48,88%
Indep     26,68%    

Fuente: The China Post, 28.11.2010.

Los resultados de las elecciones de noviembre último han mejorado las expectativas del KMT respecto a 2009, pero dejan escenarios muy abiertos de cara a las elecciones de 2012, con un PDP siguiéndole muy de cerca. En efecto, con tres alcaldías de cinco, un empate en número total de concejales (130), pero con 400.000 votos menos que el PDP, Ma Ying-jeou no puede hablar de derrota, pero tampoco de victoria absoluta y rotunda.

La política local ha estado presente en dichos comicios como un ingrediente importante, pero también las cuestiones generales de la política isleña con la mirada puesta en el barómetro que supondrían para valorar la gestión del KMT, en especial, en lo que atañe a la superación de la crisis, a su modelo de relaciones con el continente, y al propio liderazgo de Ma Ying-jeou al frente de la formación mayoritaria. ¿Ha superado la prueba?

Desde el inicio de su mandato, Ma ha presentado como asuntos inseparables el futuro económico de la isla y la aproximación al continente. Esa asociación se ha visto reforzada por la virulencia de la crisis global, que ha tenido un fuerte impacto en Taiwán (en 2009 la economía se contrajo un 1,4% y un 2% en 2008). El año 2010, por el contrario, ha terminado con un crecimiento del 10,03% y con un pronóstico del 4, 24% para 2011 (según estimaciones del Instituto de Investigaciones Económicas de Taiwán), con una tasa de desempleo inferior al 5%. A nadie escapa que la mejora general de los índices macroeconómicos guarda una estrecha relación con la incentivación de los intercambios con China continental, redundando en una mayor estabilidad a todos los niveles, también política.

La mejora de las relaciones con Beijing se ha operado en dos tiempos. La normalización de las comunicaciones directas a través del Estrecho (2008) marcó un hito histórico que puso fin en un santiamén a décadas de confrontación e incomunicación. Por otra parte, la firma del Acuerdo Marco de Cooperación Económica (ECFA, siglas en inglés), en junio de 2010, ha definido los contornos principales de las relaciones comerciales bilaterales, cada vez más reforzadas tanto en los flujos como en la vertebración de alianzas interempresariales y financieras o en el plano propiamente institucional (con la creación de un Comité para la Cooperación Económica). En la agenda aguarda un tercer tiempo ya programado que, además de profundizar en los 15 acuerdos firmados, se abrirá a la cooperación en el orden cultural. Por último, los temas políticos y en materia de seguridad cerrarán unas negociaciones que se aventuran a cada paso más dificultosas, a medida que se aproximen a los intereses que ambas partes consideran vitales. Completar dicha agenda sugiere un largo período de diálogo y no pocas tensiones, como lo demuestran las reservas expresadas por ambas partes para firmar el acuerdo relativo a la protección de las inversiones.

No obstante, para el KMT, la actual política, basada en el acuerdo establecido con el Partido Comunista de China (PCCh) en 2005, no tiene vuelta atrás. La normalización de las relaciones con Beijing es un requisito indispensable para evitar la marginación de Taiwán de los procesos de integración en curso en la región, dice el KMT. En enero de este año, Taipei tiene previsto iniciar negociaciones con Singapur para alcanzar un tratado de libre comercio, una fórmula que pretende ampliar a otros socios económicos principales. Ese ejercicio diplomático, aunque centrado en lo económico, tiene repercusiones también en otros órdenes, como hemos podido constatar recientemente, por ejemplo, con el anuncio de la concesión de exención de visados decidida por la UE y que entra en vigor en enero (sumando así un total de 96 países que otorgan tal privilegio a la isla a pesar de la inexistencia de relaciones diplomáticas en la mayoría de los casos).

El diálogo bilateral ha simplificado las relaciones y ha permitido alcanzar resultados tangibles en numerosas áreas (desde la industria petroquímica a la electrónica, el comercio o el turismo), transformando de forma sustancial sus relaciones a una gran velocidad, sin perjuicio de reconocer que dicho proceso no ha salvado, por el momento, las reticencias de buena parte de la sociedad taiwanesa a aceptar sin más la unificación con el continente (del mismo modo que, mayoritariamente, rechazan la opción independentista).

La tesitura del PDP

El principal partido de la oposición ha rechazado el ECFA, distanciándose del proceso de diálogo instrumentado por el KMT y el PCCh, tanto directamente como a través de las entidades paraoficiales creadas a cada lado del Estrecho para conducir las relaciones bilaterales (la continental Asociación para las Relaciones a través del Estrecho y la isleña Fundación para los Intercambios a través del Estrecho), resaltando los enormes riesgos que entraña el reforzamiento de la dependencia económica de Beijing para la supervivencia política de Taipei así como la debilidad negociadora oficial. Para el PDP, el KMT conduce el proceso con una actitud caracterizada por el timoratismo y la sumisión, desprotegiendo los intereses esenciales de los más de 23 millones de taiwaneses.

Frente a esa actitud, plenamente coherente con su trayectoria soberanista tradicional, a raíz de las elecciones municipales del pasado 27 de noviembre, el PDP ha sorprendido con el anuncio de un giro en su política hacia el continente. La creación de la New Frontier Fondation aporta señales de cambio que sugieren una progresiva mutación en aquellas posiciones de principio y en las actitudes del PDP frente a Beijing, aunque no pocos interpretan este giro en clave exclusivamente electoral. Sea como fuere, la decisión tendrá consecuencias y alcance, explicitando, en paralelo, un reconocimiento claro de la imposibilidad de resistirse ante el nuevo escenario so pena de acrecentar una progresiva marginalidad.

Complementariamente, también parecen abrirse camino otras propuestas de diálogo a instancias del disidente chino Wang Dan, uno de los líderes del movimiento estudiantil de 1989 y actualmente profesor en Taiwán, y del antiguo diputado del PDP, Luo Wen-chia, con vistas a promover el desarrollo democrático a ambos lados, insistiendo en el rol de las respectivas sociedades civiles.

¿Fecundará suficientemente la nueva política del PDP hacia el continente para alargar su base social atrayendo el electorado centrista? A día de hoy no parece fácil, al menos en escala suficiente, habida cuenta que dicho proceso presenta una evolución incierta en la que el PDP debe conducirse con ingenio y prudencia para no resquebrajarse internamente en primer lugar, y para definir en mejor medida el perfil de la renovada identidad de su proyecto político en un asunto de tal calibre.

No obstante, el cambio anunciado puede cerrar tras de sí toda una etapa de la vida política taiwanesa más reciente, caracterizada por el enfrentamiento entre “azules” y “verdes”, entre partidarios y contrarios a la unificación, abriendo espacios para alcanzar consensos en esta materia, tanto entre el KMT y el PDP, como también entre el PDP y el PCCh, a pesar de las enormes dificultades que pudieran vislumbrarse actualmente respecto a tal escenario. Con motivo del Día Internacional de los Derechos Humanos, el PDP reclamaba al Gobierno la inclusión de una “cláusula de derechos humanos” en los acuerdos a rubricar con el continente, exigiendo un mayor apoyo a los disidentes chinos, demandas que, a buen seguro, no serán bien recibidas en Zhonanghai.

Este cambio de orientación del PDP tendrá consecuencias también para el KMT, haciendo más difícil su gestión política. Es verdad que, a priori, supone un reconocimiento de su acierto a la hora de dialogar con el continente, pero, de una parte, ese diálogo podría resultar mucho más cómodo en un escenario en el cual la oposición rechazaba toda posible implicación, y, por otra, deberá hilar más fino aún a partir de ahora para demostrar a la ciudadanía que sus capacidades y eficiencia negociadoras son superiores a las que pueda exhibir el PDP, una fuerza a la que el PCCh podría estar dispuesto a seducir con más concesiones de lo esperado para atraerle a su campo de juego, siempre y cuando reniegue de la independencia.

El nuevo triángulo que se dibuja (PCCh-KMT-PDP) en las relaciones a través del Estrecho, añade el valor político sustancial del consenso como señal de una nueva fase que parece dejar atrás la estrategia de confrontación que hasta ahora había condicionado el devenir de la oposición.

En resumidas cuentas, solo cinco años después de iniciada la “tercera cooperación”, Beijing logra imponer de nuevo la fuerza de su lógica y atisba ahora, con este giro del PDP, un posible tiempo de mayor estabilidad en las relaciones a través del Estrecho, que deberá acompañar con muestras de flexibilidad proporcionales (quizás incluso con anuncios unilaterales de medidas en materia de seguridad como la retirada de los misiles que apuntan a la isla). Un mayor pragmatismo en el principal partido de la oposición, que debería ayudar a fortalecer, es condición indispensable para que ambas partes puedan abordar las cuestiones más sensibles, relacionadas con la soberanía, la construcción de la confianza o el acuerdo de paz. Son temas que no puede resolver en solitario el KMT y cuyo tratamiento debe abrir una nueva fase del proceso iniciado en 2005.

Así pues, la continuidad del KMT al frente de Taiwán dependerá y mucho de la propia gestión política del presidente Ma en los próximos meses, con dos frentes principales. En primer lugar, la situación económica y, en segundo lugar, la relación con el continente. El control de la inflación y del desempleo son asuntos esenciales que permitirán afianzar sus expectativas. En el segundo aspecto, la principal clave radica en equilibrar el pragmatismo indispensable para construir una relación satisfactoria con el continente en todo cuando sea posible, sin por ello renunciar a elementos neurálgicos de la identidad taiwanesa. Ma parece entenderlo así al reclamar la liberación de Liu Xiaobo o al insistir en la mejora de las capacidades defensivas, aún a sabiendas de que ello puede irritar a Beijing que deberá conformarse con el mal menor, aceptando que esas críticas refuerzan electoralmente a su mejor aliado ante la sociedad taiwanesa. Democracia, soberanía y seguridad han sido apuntados por Lai Shin-yuan, presidenta del Consejo para los Asuntos de China continental, como “intereses medulares del pueblo taiwanés” que Beijing debe tener en cuenta.

El presente año será decisivo igualmente para mejorar sus posibilidades de inserción internacional. Las negociaciones con la Unión Europea a propósito del acuerdo de Medidas de Reforzamiento Comercial (TEM, siglas en inglés) y de exención de visados para los viajeros taiwaneses, del Acuerdo Marco sobre Comercio e Inversiones (TIFA, siglas en inglés) con EEUU, o la evolución de las negociaciones abiertas con Singapur, Japón, Indonesia, entre otros, pueden verse muy favorecidas por el régimen de distensión existente en el Estrecho.

Ma ha logrado también mejorar las relaciones de Taiwán con EEUU, dañadas durante el mandato de Chen Sui-bian, reafirmando, a la par, el valor del diálogo a través del Estrecho y la actualización de la promesa de Washington de satisfacer las necesidades de defensa de Taiwán, compromiso reafirmado por James Steinberg, subsecretario de Estado, el pasado diciembre.

Tras la participación como observador en la Organización Mundial de la Salud, Taipei ambiciona integrarse en la Organización de la Aviación Civil Internacional y en la Convención-Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, como próximos retos. En ambos casos, el beneplácito de Beijing es indispensable, al igual que para facilitar la participación de expertos taiwaneses en organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la OCDE, entre otros. No debiéramos pasar por alto que Taiwán es la vigésimo quinta mayor economía del mundo, la décimo octava economía exportadora y el cuarto poseedor de reservas de divisas extranjeras del mundo.

Conclusiones

Este será el año del Centenario de la República de China, fundada a instancias de Sun Yat-sen en 1911, a raíz del levantamiento de Wuchang. Será un motivo más para significar el encuentro y la reflexión a ambos lados del Estrecho, quizás sobre la base de la mutua aceptación de los tres principios del pueblo (nacionalismo, bienestar y democracia), tres pilares y tres compromisos cuya mayor sombra radica en el déficit democrático continental.

Partiendo de la inicial y compartida inamovilidad del statu quo, en poco tiempo, la sintonía que parece existir entre el liderazgo político-institucional de ambos lados y el giro auspiciado por el PDP podría hacer que el debate dejara de girar en torno a la independencia o no de Taiwán, sustituyéndose por el de quien puede merecer más la confianza cívica mayoritaria para negociar los mejores términos de una hipotética unificación con China continental.

La “aproximación activa” que promueve el KMT y el repunte de la ideología sinocentrista con una retórica claramente prochina en el liderazgo de la isla tiene igualmente como reto su confrontación con una sociedad en la que han crecido de forma exponencial los sentimientos de pertenencia propiamente taiwanesa, una tendencia de fondo que el KMT precisa contener y reorientar para seguir contando con un apoyo socioelectoral relevante.

En las elecciones de 2012 no solo estará en juego quien lidera el país, si el KMT o el PDP, si será Ma Ying-jeou o Tsai Ing-wen, probable candidata de la oposición, quienes asuman la presidencia, sino también el futuro inmediato de las políticas de entendimiento y distensión con el continente sobre la base de la aceptación de la existencia de “una sola China”. Caso de producirse un segundo mandato de Ma, no puede descartarse un encuentro al máximo nivel entre dirigentes de la isla y del continente, lo que supondría un gran espaldarazo al proceso de acercamiento entre ambas realidades políticas, haciendo más difícil una vuelta atrás.

España, por otra parte, debiera tener muy presentes estas transformaciones para incorporarlas a su estrategia en la región de Asia-Pacífico, atisbando la posibilidad de triangular las relaciones con China continental y Taiwán, abandonando viejos enfoques y prestando atención, sin complejos, a las nuevas corrientes, siguiendo de cerca y aprovechando esos históricos cambios de tendencia, registros que no debieran pasarnos desapercibidos y, por el contrario, servir de referencia para situarnos en la cresta de la ola, dejando a un lado las tradicionales inercias.

 
 

Xulio Ríos,
es director del Observatorio de la Política China
y acaba de publicar “China en 88 preguntas”, La Catarata)

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