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Taiwán y la doble crisis de Chen Por Xulio Ríos (OPCh, Casa Asia / Igadi, 17/06/2006) |
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En el último abril tomaron cuerpo las primeras denuncias formuladas contra Wu Shu-jen, esposa del presidente, quien se habría valido de ciertas influencias y relaciones para aumentar de forma significativa los beneficios de su cartera de valores. Entonces, no sólo el propio Chen salía en defensa del comportamiento de su esposa, actitud previsible, sino que también el presidente de su formación, Yu Shyi-kun, recordaba que la gestión del patrimonio de la primera dama había sido confiada a una sociedad independiente. Aún matizando que los beneficios obtenidos en ningún caso podrían ser calificados de ilegales, apostillaba la afirmación recordando –y saludando– que una parte de ellos fueron canalizados hacia organizaciones de asistencia social. ¿Complejo de culpa? ¿Necesidad de acallar los rumores o críticas? ¿Las dos cosas a la vez? Yu Shyi-kun afirmaba entonces, a pies juntillas, que estaba en “el mismo barco” que Chen. Pero el comentario más mordaz fue el dispensado por la vicepresidenta Annette Lu, quien al tiempo de desmentir las insinuaciones de un supuesto distanciamiento de Chen y su familia, apelaba al sentido crítico de los ciudadanos de la isla respecto a la prensa, estimando que solo un 50% de la información recogida en sus páginas podía considerarse cierto. Días después, el secretario general adjunto de la presidencia, Cho Jung-tai, precisaba que la mitad de la suma donada por la primera dama, 4 millones de dólares taiwaneses, se correspondía al monto total de las plusvalías generadas por las inversiones en acciones y fondos de pensiones. Diputados del KMT, contestaban la presunta transparencia de la gestión patrimonial de la familia presidencial, asegurando que una parte de las plusvalías generadas habían desaparecido. Los esfuerzos por despejar las sombras de los controvertidos negocios presidenciales dieron, pese a todo, cierto resultado y bien podrían paralizarse con estas últimas aclaraciones. Pero lo peor estaba por venir. El 20 de mayo, celebrando el sexto aniversario de su toma de posesión como presidente de la República, Chen Shui-bian apenas podía disimular su vergüenza al participar en una actividad solidaria sumándose a las tareas de limpieza (no podía ser otra la tarea!) de una playa situada en el norte de la isla, secundando la iniciativa del Rotary Club de Taipei. Chen debió presentar excusas a la ciudadanía, a los miembros de su formación política y a sus votantes por las nuevas denuncias de corrupción en las que se involucraba, directamente, al yerno y su familia. Confesando estar “desolado”, Chen ofrecía sus sinceras excusas y reafirmaba el principio de igualdad ante la ley al asegurar que nadie de su entorno se beneficiaría de ningún privilegio. Pero a pesar de la investigación en marcha, no pocos vaticinan ya que la severidad no acompañará el veredicto de malversación, acusación que pesa sobre Chao Chien-ming. Invocando la necesidad de autocrítica y exhortando a su entorno más próximo a hacer gala de la más elevada integridad ética y moral, Chen reconocía el daño causado, si bien no asomaba el mayor indicio de asunción de responsabilidad política alguna. Chao Chien-ming, yerno del presidente y miembro del PDP, era detenido días después, acusado de irregularidades en la venta de acciones de la sociedad Taiwán Development Corporation (TDC). Las sospechas y fundamentos de la acusación estaban muy fundadas. Las actuaciones se han extendido también al presidente de TDC, Su Teh-jien, y a los parientes del propio Chao, su hermano y la esposa, al menos. Según el diputado opositor Chiu Yi, quien destapó el escándalo, Chao y sus allegados ganarían más de 10 millones de euros con la compraventa de acciones de TDC, adquiridas por medio millón de dólares antes de conocerse que la compañía había conseguido un crédito bancario que disparó su cotización bursátil. La reacción oficial del PDP presentaba matices. Ya no todos parecían hallarse en “el mismo barco”. De entrada, Chen Chin-jun, jefe de filas del grupo parlamentario, se desvinculaba totalmente de aquellos miembros “indignos”, que han perjudicado la reputación del Partido. Pero las excusas llegan tarde y mal y se asemejan de más a desesperados intentos por evitar daños irreparables en su imagen pública. A pesar de ello, el portavoz parlamentario, llamaba a todos los miembros del PDP a cerrar filas en torno al presidente mientras se buscaba una solución global a la crisis. Pero la decepción cundía en su entorno. El diputado Wang Hsing-nan, por ejemplo, afirmaba que el escándalo suponía la muerte del PDP, asegurando que todos debían estar preparados para pasar a la oposición. Pero en el entorno presidencial, cualquier hipótesis de salida anticipada se asociaba con el “caos”. Asegurando que el presidente “no había hecho nada malo”, su entorno se esforzaba a duras penas por bloquear cualquier propuesta o iniciativa del campo azul, la oposición, para iniciar un procedimiento de impechmeant contra Chen. Y el KMT? En un primer momento, Ma Ying-jeou, se mostró en desacuerdo con iniciar un procedimiento de revocación del presidente. Sin descartar la idea y a pesar de que numerosos miembros destacados de su partido y del PPP (Partido el Pueblo Primero) se aprestaban a poner en marcha la iniciativa –que no tiene posibilidades aritméticas de prosperar-, Ma consideraba que “no era el momento”. Aún. Ma no solo pensaba en el desgaste de la figura política de su rival, sino en la otra crisis y en las consecuencias que una parálisis del país tendría para su gran objetivo prioritario, la normalización de los transportes aéreos, marítimos y postales con China continental. Pero Pan Wei-kang, portavoz parlamentario del KMT, dejaba la puerta abierta: si alguien reclama la responsabilidad política del presidente, ellos no se opondrían al debate. Y esa posibilidad cuajó a los pocos días. Treinta diputados del KMT, por su cuenta y riesgo, al margen del partido y del propio grupo parlamentario, pero sin la oposición ni de uno ni de otro, decidían dar el paso, secundados de inmediato por James Soong, presidente del PPP, y el diputado independiente, Li Ao. Ma tardaría unos días más en hacerlo, pero después de decir que el procesamiento de Chao Chien-min no significaba que a Chen Shui-bian pudiera reprochársele algo, en una reunión del Comité Central del KMT, se acuerda apoyar la iniciativa para incidir en el debilitamiento del presidente y no verse sobrepasados por la propia presión de su irritada militancia. En la decisión de secundar la iniciativa parlamentaria probablemente ha influido también la timidez de la respuesta presidencial. De una parte, presentaron su dimisión dos asistentes de Chen, el secretario adjunto de la presidencia de la República, Ma Yung-cheng, y Lin Chin-chang, miembro del Consejo Nacional de Seguridad. Ma, sobre todo, era una figura muy próxima a Chen, a quien acompañaba desde los años ochenta, cuando era solo un diputado más del Yuan legislativo. La oposición le acusaba de haber participado directamente en la trama financiera. Además, Chen tomó la iniciativa de delegar sus poderes en el primer ministro, Su Tseng-chang, cuyo gabinete dispondría de mayor autonomía y menos interferencias presidenciales para desarrollar su labor de gobierno. Queriendo dar sensación de normalidad, la viceprimera ministra, Tsa Ing-wen descartaba cualquier horizonte de remodelación gubernamental inmediata e insistía en que el gabinete trabajaba al cien por cien de sus posibilidades en los grandes proyectos que interesan a la ciudadanía. A los pocos días rodaban nuevas cabezas. Esta vez era el turno de dos secretarios generales adjuntos del Consejo de Seguridad Nacional (CSN), Parris Chang y Michael Tsai, quienes presentaron su dimisión para calmar los ánimos de una oposición cada vez más activa. Pero incluso en el propio PDP, especialmente en la fracción Nueva Ola, estimaban como insuficientes las medidas adoptadas y reclamaban la dimisión de Chiou I-jen, secretario general del CSN, e integrante del círculo de más allegados de Chen. Lejos de aminorar, la crisis política generada por los escándalos de corrupción en el entorno presidencial, ha continuando in crescendo desde entonces. El sábado 3 de junio, miles de personas se manifestaban en el boulevard Ketagalan, en Taipei, para exigir la dimisión de Chen. El acto, convocado con el apoyo esencial del PPP, logró arrastrar a su dinámica al propio KMT y al mismísimo Ma, su presidente y alcalde de la capital, quien de no pensar asistir, acabó dirigiéndose a los manifestantes congregados para calmar las críticas de aquellos que le consideran poco firme en la exigencia de dimisión de Chen. James Soong, por su parte, se comprometía a repetir la manifestación todos los fines de semana para mantener la presión sobre el presidente. La incertidumbre política, lógicamente, repercutía en el curso del dólar taiwanés que en los primeros días de junio perdía terreno frente al billete verde. El anuncio oficial de que el KMT, como agrupación política, se sumaba al procedimiento de destitución, fue seguida con atención en el sector financiero, ya que el prolongado desgaste de la figura presidencial podría abrir un horizonte de inestabilidad preocupante. El atolladero en que se encuentra Chen y el PDP evidencia el fracaso de su gestión en aquello que sus electores y ciudadanos menos le pueden perdonar. Los apoyos logrados en los últimos años se han debido esencialmente a la sensibilidad social y a la firmeza en la lucha contra la corrupción, reivindicaciones que en su día movilizaron las simpatías con Chen y, junto a la división del KMT, permitieron el gran cambio del año 2000, cuando se produce la alternancia. Los escándalos eran entonces la moneda común en las filas del KMT, un partido con importantes ramificaciones en el mundo empresarial, no siempre del todo transparentes, y con un pasado de represión que el PDP se cuidaba de airear para recuperar la memoria histórica y cuestionar su credibilidad democrática. Esa honorabilidad era una de las cartas de presentación del PDP y su electorado, mayormente urbano, difícilmente ignorará esa incoherencia en el inmediato futuro.
El otro gran fracaso de Chen es su política hacia China continental. La crisis ha coincido con la intensificación del debate acerca de los lazos directos entre los dos lados del Estrecho. Responsables del Ministerio de Asuntos continentales recordaron que el gobierno estaba en disposición de dialogar con China, a través de la Asociación de Agencias de Viajes, para implementar los lazos directos de transporte entre Taiwán y China. Su Tseng-chang, el primer ministro, conocedor de la importancia que este asunto suscita en las filas del KMT y quizás explorando la posibilidad de un pacto que pudiera calmar las tensiones, llegó a afirmar que se podría admitir una amplia apertura de los intercambios civiles con China a partir del próximo mes de septiembre u octubre. En las filas del grupo parlamentario del PDP, Yeh Yi-jin, insistía, por su parte, que la decisión de autorizar los enlaces marítimos y aéreos directos con China es una cuestión que afecta a la soberanía nacional y, por tanto, es una competencia que solo cabe atribuir al ejecutivo. La puntualización venía a cuento a propósito de la propuesta cursada por el KMT y el PPP para discutir en el Yuan legislativo una enmienda a la normativa que regula las relaciones entre Taiwán y China, a fin de permitir la implementación de relaciones de transporte directas entre los dos lados del Estrecho. Apelando a la “dignidad” de Taiwán, Chen Chin-jun, secretario del grupo parlamentario, anunciaba una agitada discusión de la iniciativa de la oposición. Mientras, para calmar los ánimos, el presidente del Yuan legislativo, Wang Jin-pyng, aún secundando la propuesta de la mayoritaria oposición, reclamaba una negociación entre las diferentes formaciones antes de organizar rápidamente la discusión y votación de la enmienda en el pleno de la Cámara. El grupo parlamentario del KMT hizo oídos sordos a la propuesta de Wang y el viernes 12 de mayo fue señalado para el inicio del debate. Pero los diputados del PDP y de la UST provocaron una confusión de tal calibre en el Yuan legislativo que el presidente se mostró incapaz de mantener el orden. La confrontación entre los dos campos del escenario político se escenificaba con los diputados afines al gobierno sentados en el suelo, ocupando la tribuna para impedir la continuación de los debates, o incluso llegando al enfrentamiento a puñetazo limpio. La diputada del PDP, Wang Shu-hui, llegó a apoderarse de unos folios del proyecto y, después de apretujarlos, literalmente se los devoró. En medio del caos, asomaba algún compromiso logrado entre bastidores: el KMT aceptaba la propuesta del PDP de añadir al artículo 28 la mención de que todos los navíos, aviones y otros medios de transporte deberán obtener una autorización oficial para viajar entre los dos lados e, igualmente, se fija un plazo de seis meses de vacatio legis una vez el texto sea aprobado por el Yuan. A pesar de la trifulca, el KMT, sintiéndose apoyado por la industria, no duda en reiterar que el establecimiento de los vínculos directos entre China y Taiwán interesa más a Taipei que a Beijing, invitando al gobierno a avenirse a un consenso en esta cuestión, marginando a quienes (TSU) se oponen visceralmente a la medida. Y no solo por la industria. Durante la visita de Karan Bathia, el más alto funcionario estadounidense que ha visitado la isla en los seis últimos años y con quien deseaban avanzar en la plasmación de un Acuerdo de Libre Comercio, en su discurso ante la Cámara de Comercio de EEUU en Taiwán, señaló que las restricciones y prohibiciones impuestas al tráfico económico y comercial entre ambas orillas, desaconseja a las multinacionales optar por Taiwán y, una tras otra, las expulsa de la isla. Mostrándose a favor de los vínculos directos, reclamó de las autoridades taiwanesas un claro cambio de actitud para que Taiwán pueda convertirse en el mejor socio de las empresas extranjeras que desean entrar en el mercado continental. El pragmatismo preside la propuesta del KMT, que elude entrar en la naturaleza de las relaciones directas a establecer –internacionales, internas o entre los dos lados- y toma buena nota de un cambio de actitud de China, mucho más favorable y flexible, en opinión del propio Ma Ying-jeou, que la manifestada en los años 90. Pero los poderes controlados por el PDP entienden que una normalización en dicho ámbito vaciará de contenido su apuesta por el alejamiento de China, al relajar, inevitablemente y sustancialmente, las relaciones bilaterales. La otra manifestación de las dificultades globales de Chen para seguir atemorizando a sus ciudadanos en relación a China se ponía en evidencia con la primera expedición de frutas insulares que, libres de impuestos, se dirigían al continente. Beijing decidió decretar la exención de impuestos para la importación de frutas taiwanesas y el primer lote aprovechaba el minienlace directo entre Matsu (Taiwan) y Mawei (Fuzhou, Fujian) para llegar a China. Se concretaba así una iniciativa surgida del Foro Económico celebrado en Beijing en abril último entre el KMT y el PCCh, y en el cual participaron inversores y empresarios taiwaneses asentados en China. Chen habló entonces de la “píldora envenenada” refiriéndose a las conclusiones de dicho encuentro y que ahora querían obligar a tomar a todos los taiwaneses. A Taipei no le quedó otra opción que aceptar la medida, señalando los minienlaces abiertos en enero de 2001 como la vía para poder efectivizarla. El propio gobierno, para tratar de influir y condicionar la dinámica establecida por el KMT y el PCCh, convocaba, a través de la Fundación para los Intercambios en el Estrecho, un organismo semioficial habilitado para establecer contactos con las autoridades del continente, un encuentro con los taishang, los empresarios taiwaneses establecidos en China. Pero ya a remolque y perdiendo la iniciativa. Por otra parte, en los primeros días de junio se inauguraba una nueva ruta directa de navegación entre la parte continental y Taiwán, entre la ciudad de Quanzhou (Fujian, China) y Jinmen (Taiwán), la tercera en funcionamiento y la primera inaugurada desde el año 2001. La ruta está abierta al tráfico de pasajeros. En paralelo, se hacían públicas informaciones acerca del aumento de las inversiones taiwanesas en China. A finales del primer trimestre de 2006, la cifra se eleva a 534,6 mil millones de dólares taiwaneses, con un alza de 2,9 mil millones en relación al primer trimestre de 2005. Según la Comisión de Supervisión Financiera de Taiwán, a finales de marzo, un total de 816 sociedades insulares (de las cuales 485 cotizantes en bolsa), habían invertido en el continente. Las mismas firmas habrían repatriado una parte de sus beneficios por un monto total de 41,6 mil millones de dólares, 300 millones más que a finales del año anterior y que representan un 7,78% del total de las inversiones realizadas en China en el primer trimestre de 2006. Fuera del continente, en el mismo periodo, 910 sociedades taiwanesas habrían invertido 1,63 billones de dólares. El fomento de los intercambios agrícolas y financieros, así como del turismo y los enlaces directos de transporte, han sido los asuntos clave del Foro partidario bilateral de abril. Los quince puntos del programa acordado no cuentan con valor legal alguno, reiteran desde el gobierno de Taipei, ya que la delegación del KMT no disponía de ningún mandato expreso para negociar con Beijing. Chen denunciaba entonces la táctica del KMT como un intento inútil de marginar al gobierno soberano y democrático. Pero el impulso de las relaciones bilaterales parece imparable y arrollador. Según informaba el Ministerio de Agricultura de China a primeros de junio, el número de empresas agrícolas con inversión taiwanesa en la parte continental ha superado las 5.000 y su valor alcanza los casi 4.000 millones de dólares USA. En 1997, el gobierno chino estableció zonas piloto de cooperación agrícola para inversiones taiwanesas en las provincias de Fujian, Hainan, Shandong, Heilongjiang y Shaanxi en las que a finales de 2005 se habían implantado 1.800 empresas taiwanesas con una inversión superior a los 2.000 millones de dólares. En suma, frente al tradicional discurso de Chen que pone el acento en la necesidad de la cautela en relación al continente, la realidad impone unos flujos que, con o sin el apoyo del gobierno o de la oposición, parecen incontenibles. Se diría incluso que existe la impresión de que el gobierno del PDP es el último dique que impide una auténtica eclosión de las relaciones a través del Estrecho y que tardará en producirse lo que tarde en pasar a la oposición el PDP o en dimitir el propio Chen. Su política en este ámbito no ha calado socialmente en lo más mínimo.
El jefe del gobierno, Su Tseng-chang, el jefe del Partido, Yu Shyi-kun, y el portavoz parlamentario, Ker Chien-ming, escenificaban en una rueda de prensa el cierre de filas frente a la oposición, reprochando a Ma, presidente del KMT, su desmedida ambición para acceder al poder a cualquier precio. Mezclando interesadamente responsabilidades políticas y penales, el canto al estado de derecho servía para proclamar la inocencia de Chen. Pero Ma y el KMT parecen haber cruzado el Rubicón, exigiendo ahora, por encima de todo, la defensa del interés público y de la integridad frente a la corrupción. La exigencia de dimisión del KMT no tiene posibilidades de salir adelante, mientras no surjan grietas en las filas del PDP y TSU, formaciones que apoyan al presidente. Pero Chen se halla muy debilitado. Su popularidad y la de su partido están en franco declive. La delegación de todos sus poderes y funciones no presidenciales en el gobierno difícilmente puede calmar la cólera cívica que ha obligado al propio KMT a radicalizar sus exigencias. Muchos creen que Su, aún con más poderes formales, gobernará sin perder de vista la cara de Chen y no se atreverá a contradecirle en temas fundamentales. Pero las tensiones internas en el seno del PDP pueden obligarle a hacer nuevas concesiones. Las declaraciones de Chen, otra vez presentándose como víctima de una conspiración y comparando la actitud de la oposición con los procesos de la Revolución Cultural, acusándoles de no haber aceptado nunca el resultado de la ajustada reelección de marzo de 2004 y de boicotear y paralizar la acción de gobierno y sus iniciativas legislativas, han irritado aún más a la oposición. En marzo, en una entrevista con el diario japonés “Yomiuri Shimbun”, Chen reafirmaba la posibilidad de concluir las reformas constitucionales en 2008, impulsando una nueva Constitución que, no lo olvidemos, necesita el voto favorable de las tres cuartas partes del Yuan legislativo y superar un referéndum. En el actual clima político, hoy parece la afirmación de un extraterrestre. Abundando en los misiles que China ha venido instalando en los últimos seis años para amedrentar a Taiwán, la valoración de Chen es que China, en este tiempo, ha cambiado y perjudicado el statu quo entre los dos lados del Estrecho, especialmente con la aprobación en 2005 de la ley antisecesión. Rechazando que China sea el único mercado de Taiwán, urgía a las empresas de la isla a establecer sus sedes y centros de investigación y desarrollo en el país. Ese discurso hoy parece muy sobrepasado por la realidad. Chen, con un índice de popularidad en torno al 16% según los sondeos de opinión, ha perdido gran parte de su capacidad de acción política y tiene totalmente maniatado al gobierno. La posibilidad de una dimisión en favor de su vicepresidenta Annette Lu, permitiría evitar un largísimo periplo electoral que, en caso contrario, desde ahora hasta 2008 parece inevitable. En una reciente cumbre tecnológica entre EEUU y Taiwán, Lu calificaba la crisis como una de las más graves en la historia reciente del país. Sus llamamientos a la renuncia de la guerra política y en favor de la solución de los problemas reales del país; sus advertencias respecto a las consecuencias de la inestabilidad y del agravamiento de la hostilidad política, suenan a proclamas de conveniencia y poco sinceras. Solo el temporal, como ocurrió en Kaoshiung, parece capaz de impedir la secuencia de manifestaciones contra Chen. Y aunque el Yuan no secunde la moción de censura contra él, su debilidad presagia cambios. Su programa nacionalista y las promesas de limpiar de corrupción el país han perdido la mínima credibilidad. ¿Cómo repercutirá el actual clima en las elecciones municipales especiales del 9 de diciembre? Las posibilidades de victoria en Taipei son muy remotas y en Kaoshiung, donde en 2002 el PDP logró la victoria por un estrecho margen de sufragios, las opciones están igualmente complicadas. El KMT presenta como candidato en Taipei a Hau Lung-bin, el candidato que ha obtenido más votos en las primarias internas. Hau es secretario general de la Cruz Roja, bien conocido en los ambientes políticos de la isla. Hijo del antiguo primer ministro Hau Pei-tsun, durante un tiempo abandonó el KMT para situarse al frente del Nuevo Partido (NP), muy próximo a las tesis de Beijing. Curiosamente, eso no le ha impedido ser el único miembro destacado de la oposición que ha aceptado participar en un gabinete del PDP, donde ejerció la responsabilidad de medio ambiente entre 2001 y 2003. Hau obtuvo el 60% de los votos frente a su rival, el diputado Ting Shou-chung, que obtuvo el 40%. Hau es el probable sucesor de Ma al frente de la capital. Frank Hsieh, ex primer ministro, deshoja la margarita para decidir si asume o no la candidatura del PDP. El horizonte de una singular derrota de los candidatos del PDP, que los votantes podrían castigar como expresión del repudio por la falta de asunción de responsabilidades políticas por parte del presidente, podría hacer insostenible la posición de Chen al frente de la isla. En cualquier caso, la gravedad de la doble crisis de Chen, aún en sus inicios, incide en el colapso de su proyecto político y puede abrir un tiempo nuevo, tanto para Taiwán como para el PDP.
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