La inclusión de Irán y Siria en la próxima conferencia internacional para Irak, así como la negociación de Corea del Norte de su programa nuclear con los organismos internacionales, suponen novedosos mecanismos diplomáticos que, indirectamente, están desarticulando el polémico "eje del mal" concebido por George W. Bush en el 2002.
Aún por medir las reales consecuencias de esta "apertura" obligada por las circunstancias y no por las convicciones, este nuevo enfoque estadounidense permite crear un necesario marco de cooperación en Irak y Oriente Medio que, al mismo tiempo, puede estar provocando un dilema ideológico entre los "neoconservadores" instalados en Washington.
¿Cuestión de realpolitk?
Con estos argumentos, la Conferencia Internacional sobre Irak convocada por el gobierno iraquí para el 10 de marzo en Bagdad, puede servir de marco referencial que cierre parcialmente lo que Washington ha venido catalogando en los últimos años como el "eje del mal".
En su momento, este eje concebido por Bush en su discurso anual sobre el Estado de la Nación en enero de 2002, incluyó al Irak entonces gobernado por Saddam Hussein; a Irán y Corea del Norte, países que fueron acusados por Washington de tener vínculos con el terrorismo internacional. Este polémico eje fue ampliado tres años después a Siria, Myanmar (Birmania), Zimbabwe, Cuba y Bielorrusia.
La diferencia es que, en el 2007, el caos en el Irak post-Saddam y el delicado panorama en Oriente Medio han obligado a Washington a aceptar un enfoque más pragmático que permita involucrar a los países vecinos a Irak (siendo éstos Siria e Irán, dos de los miembros del polémico eje), en el proceso de estabilización.
A este escenario de desarticulación se le agrega la decisión tomada por Corea del Norte a finales de febrero de negociar su programa nuclear con los organismos internacionales a cambio de asistencia financiera y energética. Dicho ejemplo norcoreano confirma los objetivos de disuasión nuclear planteados por el régimen de Kim II Jong tras el ensayo nuclear de octubre de 2006, y que van dirigidos a los países y organismos vinculados a la crisis coreana, especialmente EEUU, China, Rusia y Japón.
Parcialmente "domesticado" el programa nuclear norcoreano, para EEUU y la ONU resulta necesario establecer los mismos marcos de negociación con Irán y su programa nuclear. En este sentido, incluir a Irán en un marco de cooperación regional para estabilizar a Irak podría ser una alternativa válida que conlleve a reactivar las negociaciones nucleares, tal y como defiende el régimen iraní.
La cumbre de Bagdad
El pasado 27 de febrero, la secretaria de Estado Condoleeza Rice, explicó ante el Senado la intención del gobierno de Bush de sentarse en la mesa de conferencias en Bagdad junto a los representantes iraníes y sirios, durante la Conferencia Internacional sobre Irak convocada para el próximo 10 de marzo por el gobierno iraquí de Nouri Al Maliki.
Según Rice, esta conferencia tendrá dos niveles: una primera que involucre a altos funcionarios y una segunda a nivel ministerial, prevista para mediados de abril. Incluso, se propuso la presencia de representantes del G8, las grandes potencias económicas mundiales, con el objetivo de otorgarle mayor compromiso global a la conferencia.
Esta conferencia confirma la "internacionalización" del conflicto iraquí, ahora en su nivel político y diplomático. Del mismo modo, recoge las sugerencias realizadas por el Grupo de Estudio de Irak, encabezado por el ex secretario de Estado James Baker y el ex congresista Lee Hamilton, de incluir a Siria e Irán en un proceso político de "compromiso constructivo" para la estabilización en Irak.
Para ampliar los márgenes de cooperación y estabilidad interna, el gobierno de Al Maliki acaba de obtener un consenso político en cuanto a la repartición administrativa de los ingresos petroleros iraquíes, tomando en cuenta la conformación demográfica de sus 18 provincias, divididas de acuerdo a la pertenencia étnica y religiosa de chiítas, kurdos y sunnitas.
En este apartado, sólo queda por resolver el delicado diferendo territorial en torno la provincia de Kirkuk, de mayoría kurda y rica en petróleo, pero donde habitan poblaciones árabes, asirios y turcomanos. En abril está previsto un referendo, cuyos resultados pueden expandir el caudal de violencia hacia el Kurdistán iraquí.
El doble juego de Washington
La invitación ofrecida por el gobierno iraquí a EEUU, Siria e Irán produjo una gran satisfacción en Damasco, porque permite aliviar el acoso occidental e israelí contra el gobierno de Bashar Al Assad y le otorga a Siria una ventana abierta en el escenario regional e internacional.
Por su parte, en Teherán, el régimen iraní mostró prudencia a la hora de pronunciarse, aunque resultaba evidente que el régimen de los ayatolás y el presidente Mahmud Ahmadíneyad estaban conformes con una invitación que confirmaba el decisivo peso regional de Irán, un factor inobjetable si se busca un marco de cooperación y estabilización para Irak y Oriente Medio.
No obstante, tanto EEUU como Israel calculan minuciosamente hasta qué punto puede ser beneficiosa esta "apertura" hacia Siria e Irán y si realmente ambos países están comprometidos en ayudar a estabilizar a Irak.
El principal obstáculo para alcanzar un acuerdo sólido para Irak puede estar en las acusaciones que Washington apunta contra ambos países, a quienes señala como factores de inestabilidad para Irak. Al régimen sirio se le acusa de brindar apoyo logístico y de militantes a la resistencia sunnita dentro de Irak.
Por su parte, Washington ha acusado formalmente a Irán de estar detrás del apoyo y fortalecimiento de las milicias chiítas en Irak, sin olvidar que en esta coyuntura entre en juego el pulso entre Occidente y Teherán por el programa nuclear iraní. Según declaró un portavoz de la Casa Blanca, las posibles conversaciones entre funcionarios norteamericanos e iraníes en Bagdad estarán limitadas al cese de la presunta ayuda iraní a los chiítas de Irak.
Todo ello evidencia que el caso iraní es clave para descifrar si la Conferencia tendrá o no éxito, principalmente porque la cumbre ocurre dentro de una delicada coyuntura entre EEUU, Israel e Irán, en los relativo a las informaciones que diariamente se publican sobre los posibles preparativos de ataque aéreo y militar conjunto por parte de EEUU e Israel contra Irán, presuntamente previstos para abril o mayo, a la que se unen los ejercicios militares iraníes de defensa.
Esta semana, el ministro de Inteligencia iraní Mostafa Pour Mohammadi, acusó a EEUU, Gran Bretaña e Israel, de estar detrás de la inestabilidad de los últimos años en varias partes del noroeste de Irán, incluyendo las provincias de Khuzistán, Kurdistán y Azerbaiyán occidental.
En febrero se escenificaron dos atentados contra miembros de la Guardia Revolucionaria iraní en la localidad de Zahedán, en la provincia de Balochistán, de mayoría árabe, donde funciona un grupo separatista con presuntos vínculos con Al Qaeda. También se registraron atentados en la provincia de Sistán y choques entre militares iraníes y separatistas kurdos.
Ante la reciente ola de violencia en las últimas semanas, el gobierno iraquí cerró momentáneamente sus fronteras con Siria e Irán para evitar la entrada de "combatientes" de esos países.
La paz saudita
Sin embargo, Teherán también ha dado pasos concretos destinados a mostrar su disposición a estabilizar a Irak. Este fue el gesto que mostró el presidente iraní Ahmadíneyad en su histórica reunión esta semana con el rey saudita Abdullah en Ryad.
Tradicionales rivales políticos en el Golfo Pérsico y Oriente Medio, Irán y Arabia Saudita se comprometieron en esta cumbre a mediar entre las comunidades chiíta y sunnita en Irak, con la finalidad de evitar una expansión mayor de la violencia; abortar una posible desestabilización en el Líbano y apoyar el plan de paz del rey Abdullah para Palestina, concebido en 2002.
La cumbre irano-saudita buscó crear un equilibrio geopolítico regional a fin de encontrar salidas a lo que se trasluce como el gran conflicto regional en Oriente Medio: una confrontación entre chiítas y sunnitas que se expanda desde Irak hasta Líbano, Siria, Jordania y Palestina.
La súbita entrada de la diplomacia saudita en las últimas semanas como factor de conciliación y correlación de fuerzas en Oriente Medio se evidenció en febrero con la mediación del rey Abdullah para formalizar un acercamiento entre Al Fatah y Hamas para la creación de un nuevo gobierno en Palestina.
Con la posible perspectiva a mediano plazo de un conflicto a gran escala en la región, esta aparición diplomática saudita supone para Washington un bálsamo político de gran importancia, tomando en cuenta la mala imagen estadounidense en la región, producto de la ilegal intervención militar en Irak y la incapacidad diplomática estadounidense para formalizar mecanismos de paz, que ha generado una reactivación de los escenarios conflictivos.
Tampoco se conoce hasta qué punto la ocupación militar estadounidense y de sus aliados en Irak no será un punto de fricción en la próxima Conferencia Internacional y una de los obstáculos para acercar posiciones entre EEUU, Siria e Irán.
A la espera de lo que ocurra en la conferencia, fuentes militares en Washington consideran que si la ola de violencia continúa, es muy probable que EEUU implemente una parcial retirada militar en Irak para el próximo otoño.