Cierto, dicha frase fue escrita en el punto álgido de la crisis del euro, en momentos en que la mitad de la Unión Europea había venido viviendo crónicamente por encima de sus posibilidades y aún la otra mitad más rica evidenciaba inmensos niveles de endeudamiento, tal como era el caso de Alemania cuya deuda pública alcanzaba a casi el 84% de su PIB. Sin embargo, esta visión prejuiciada que ve a Europa como un hermoso pero crecientemente irrelevante museo, se encuentra fuertemente arraigada en la mentalidad asiática. ¿Cómo evitar que esta visión cambie cuando apelando a su modelo de sociedad y a su estilo de vida, los franceses protagonizan actualmente multitudinarias manifestaciones y desgastantes huelgas, para evitar que la edad de retiro suba de los 62 a los 64 años? Sobre todo, cuando solo trabajan 35 horas semanales, cuando cualquier hora extra debe ser compulsoriamente pagada, cuando las salvaguardas frente al despido son elevadas y cuando al momento del retiro se sigue percibiendo el 100% del último salario. Para sociedades volcadas compulsivamente al trabajo y acostumbradas a la austeridad, como son las asiáticas, esta alta valoración del disfrute de la vida y esta laxa noción laboral resultan antitéticas a sus valores.
¿Cómo evitar esta visión condescendiente hacia Europa cuando en pocas décadas, y en base a un exigente voluntarismo, Asia ha emergido con fuerza sorprendente prácticamente de la nada? La fuerza expansiva asiática habla por sí sola a través de multitud de ejemplos. Shezen, que para finales de los años setenta era una aldea china de diez mil habitantes, es hoy una pujante metrópolis cosmopolita que supera los diez millones. Singapur, que al momento de su independencia en los sesenta era un lugar plagado por la pobreza, la suciedad, la corrupción y las mafias, constituye en nuestros días un paradigma de desarrollo, de eficiencia y de pulcritud pública, disponiendo del cuarto PIB per cápita más alto del mundo. Bangalore, en India, pasó de las manufacturas de mano de obra intensiva en los ochenta para transformarse en uno de los más potentes centros mundiales en tecnología de la información, telecomunicaciones e industria aéreo-espacial. ¿Y qué decir de China, cuyo PIB a finales de los setenta era de apenas del 9% del de Estados Unidos y hoy le pisa los talones, habiéndolo ya superado en PIB medido en términos de Paridad de Poder Compra?
Según Shannon K. O’Neil, los puertos de Asia son los más atareados del mundo con un movimiento de carga tres veces superior a los de Europa y Norte América combinados (The Globalization Myth, New Haven: Yale University Press, 2022). De acuerdo a Branko Milanovic, en nueve de cada diez casos fue en Asia donde se concentraron los mayores beneficiarios de la globalización, dando lugar al surgimiento de una potente clase media (Global Inequality, Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 2016). Tal como refiere McKinsey Global Institute, en 2017 el 42% del PIB mundial, medido en Paridad de Poder de Compra, se encontró en Asia, porcentaje este que deberá aumentar al 52% en 2040. Medido en términos reales, el porcentaje del PIB global localizado en Asia fue de 34% en 2017, debiendo llegar a 42% para 2040. Para esta última fecha, Europa representará apenas el 22% del PIB mundial (“The future of Asia”, September, 2019). Para PricewatherhouseCoopers, tres de las cuatro mayores economías del mundo para 2050 se encontrarán en Asia (David Law, “Three scenarios for the future of geopolitics”, World Economic Forum, June 21, 2018).
Ante los ojos asiáticos, inevitablemente, Europa es una región donde prevalece la auto indulgencia. Un lugar de almuerzos largos y de vacaciones que se prolongan durante todo el mes de agosto. Sin embargo, Europa se presenta a la vez como la más lograda expresión planetaria en materia de paz y de concertación entre sus habitantes. Poco menos que como el sueño de paz perpetua de Kant hecho realidad. Paradójicamente, la invasión rusa a Ucrania lejos de alterar esta premisa no ha hecho más que confirmarla. Ello, por vía de la respuesta contundente de sus integrantes a la misma, quienes privilegiando sus convicciones por sobre sus conveniencias, han estado dispuestos a asumir inmensos desajustes en sus economías con tal de castigar al agresor. El entretejido de acuerdos que se da al interior de la Unión Europea, ha hecho de ésta un solo gran espacio territorial, económico y humano donde los conflictos interestatales representan una aberración del pasado. Asia, muy por el contrario, se presenta como el continente más peligroso del planeta. Un lugar donde la prosperidad económica alcanzada a costa de trabajo duro, resulta inversamente proporcional a la estabilidad geopolítica y a la garantía de la paz.
Entre los múltiples focos de tensión asiáticos susceptibles de desatar una gran conflagración, en algunos casos incluso nuclear, cabría mencionar los siguientes. Taiwán es vista como expresión de un régimen renegado por parte de la República Popular China, quien persigue su reincorporación al territorio continental por las buenas o por las malas. Esta segunda opción, que ha cobrado fuerza creciente ante el debilitamiento manifiesto de la primera, no sólo desataría una confrontación entre ambas partes sino que podría aparejar la participación en el conflicto de Estados Unidos, Japón e incluso a Corea del Sur.
También el Mar del Sur de China, de cuya extensión total el régimen de Pekín reclama como propio un 90% a contracorriente de la legalidad y de la jurisprudencia internacionales, es otro punto candente de fricción. En cualquier momento podría estallar allí una guerra con Estados Unidos y otras potencias occidentales, quienes periódicamente desafían las pretensiones desmesuradas de China a través de los actos de presencia de sus naves y aviones de guerra.
Los islotes Senkaku-Diaoyu, ocupados por Japón pero reclamados por China constituyen otra área de tensión permanente. Ellos forman parte de la cadena de islas Rykuku, por las que tendría que pasar cualquier potencia hostil que buscase aproximarse al espacio terrestre japonés. Para ambas parte es un tema altamente sensible. Para Tokio por razones geoestratégicas, para Pekín por motivos de orgullo nacional. De desatarse un conflicto armado sobre estos islotes, Estados Unidos se vería seguramente involucrado en virtud del acuerdo defensivo que mantiene con Japón. Como derivación de este diferendo, Pekín impuso unilateralmente una zona de identificación aérea sobre dos tercios del Mar de Este de China, el cual es sistemáticamente desafiado por las aeronaves de guerra de Estados Unidos y de otros países de la región.
Una guerra entre las dos Coreas es otra posibilidad planteada. Dejando de lado la opción siempre presente del uso de armas nucleares, el simple potencial destructivo de un enfrentamiento bélico convencional es gigantesco. Situada a apenas 35 millas de la frontera entre ambas, Seúl y su área metropolitana albergan a la mitad de la población de Corea del Sur. Se estima que en las primeras horas de un conflicto, Corea del Norte podría disparar 500.000 rondas de artillería contra esta zona. Sería también un conflagración que traería consigo la participación de Estados Unidos. Ello, en base al acuerdo defensivo entre Washington y Seúl.
China e India mantienen tensos diferendos territoriales en las regiones de Askai Chin y Arunachal Pradesh. En 1962 fueron a la guerra por este motivo. En 1967 y 1975 se produjeron escaramuzas sangrientas entre ambos ejércitos y, en 2020, 5.000 soldados chinos ocuparon 60 kilómetros cuadrados en el Valle de Ladakh en el Arunachal Pradesh, provocando un enfrentamiento que causó 24 muertes. Los profundos vínculos entre China y Pakistán son vistos como una amenaza para la India, de la misma manera en que los vínculos de este último país con Estados Unidos, Japón y Australia, dentro del marco del Quad, penden como amenaza sobre China. A la vez, la proyección china sobre el Golfo de Bengala es resentida por Nueva Delhi como una intrusión en su esfera de influencia y como una forma de cerco geoestratégico.
Las tensiones entre India y Pakistán de su lado, remontan a la partición que siguió a la independencia del Reino Unido en 1947. Desde entonces ambos países han librado cuatro guerras (1947, 1965, 1971, 1999), varios enfrentamientos bélicos menores (1987, 1988, 1995), y estuvieron cercanos a lanzarse a una guerra nuclear en 2002. Ambas partes respaldan la insurgencia dentro del otro y Pakistán apoyó la masacre de Mumbai en 2008.
Lo característico de todos estos focos de fricción es que en caso de guerra podrían escalar al ámbito nuclear, al tiempo que resultan aptos para involucrar a otros países, desencadenando el enfrentamiento de sistemas de alianzas contrapuestas. La combinación del riego nuclear con el de la proliferación de beligerantes, hacen del escenario asiático el de mayor potencial de devastación en el planeta.
Siendo así, los asiáticos deberían mostrar un poco más de benevolencia (y desde luego de respeto) frente a los largas comidas y a las largas vacaciones de los europeos.