Balance anual de la región de Asia oriental y Sudeste asiático

La crisis financiera global ha reforzado el convencimiento en buen número de países asiáticos de la importancia de acelerar los procesos de integración en curso en la región y acentuado la necesidad de interiorizar el nuevo status de la zona en el mundo. La creación del Área de Libre Comercio entre los países de la ANSEA (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) y China (1.900 millones de personas, un PIB de casi seis billones de dólares y un volumen comercial de 4,5 billones de dólares) anticipa profundos cambios en la región. A dicho acuerdo, que entró en vigor el 1 de enero de 2010, se sumarán Japón y Corea del Sur entre 2010 y 2012. Por otra parte, a nivel global, se ha evidenciado con más nitidez el cambio del centro de gravedad de las relaciones internacionales, transitando del Atlántico al Pacífico, el mayor cambio geopolítico registrado en el mundo en los últimos cuatro siglos. Bien lejos aun de concluir dicha transformación, el año 2009 ha revelado con nitidez el carácter clave que está adquiriendo esta región en la nueva configuración global sumando a los procesos económicos iniciativas políticas que sugieren una voluntad decidida de afrontar la presente coyuntura para realzar su protagonismo mundial.

Cabe señalar que la más grave crisis financiera ocurrida en el mundo desde la Gran Depresión de 1929 apenas ha afectado a las economías de la zona asiática y en cualquier caso lo ha hecho no solo en menor medida que a los países desarrollados de Occidente sino incluso a inferior nivel que durante la crisis financiera de los noventa del pasado siglo. En su conjunto, toda la zona registró algún crecimiento económico, con la singular respuesta china, un 8,7% de aumento, reafirmándola como locomotora de la región y del mundo. La crisis ha contribuido a significar en mayor grado la importancia de la región en el sistema global.

La integración económica en Asia oriental, impulsada de modo significativo por primera vez tras la crisis financiera de 1997-98, constituye uno de los asuntos más relevantes de la agenda regional. La cooperación, el comercio y la inversión han crecido desde entonces consolidándose en torno a la fórmula “10más3”. Actualmente, el comercio intrarregional representa el 58% del comercio exterior de cada país, con casi tres puntos porcentuales por encima del nivel de la Zona de Libre Comercio de América del Norte y solo inferior en siete puntos al de la UE. Desde la primera cumbre “10más3” celebrada en 2005 en Malasia, dicho proceso se ha venido acelerando de forma continua recibiendo ahora un nuevo impulso que se complementa con propuestas que abarcan órdenes complementarios y de mayor complejidad.

La propuesta de Hatoyama de impulsar la Comunidad del Este Asiático (CEA) para consolidar la cooperación entre los países asiáticos provocó cierta expectación y no poco revuelo. La formulación de este objetivo, planteado como una estrategia a largo plazo, ha creado cierta sensación de desconfianza y desconcierto en algunas cancillerías, especialmente en EEUU, quien afronta con Japón el delicado problema de la reubicación de las tropas estacionadas en Okinawa que representan el 75% del contingente estadounidense en dicho país, además de las suspicacias generadas por la preferencia concedida por su nueva diplomacia a los países asiáticos, lo que puede derivar, de llevarse a las últimas consecuencias, en un reequilibrio de las relaciones internacionales presentes en el Pacífico.

Por el momento, la concepción y definición de la CEA no está clara y cada país tiene su propia perspectiva. Para China y Corea del Sur debe agrupar a ANSEAmás3, es decir, excluyendo a EEUU, lo que le puede permitir dominar la región poniendo fin a la influencia que Washington y Tokio han tenido en la zona durante todo el siglo XX. La propuesta de Japón es ANSEAmás6 (India, Australia y Nueva Zelanda), es decir, sin incluir a EEUU. La propuesta no solo tiene en cuenta el impulso de la cooperación económica, financiera o comercial de los últimos años, sino también el auge de la identidad asiática, cada vez más notorio en la práctica totalidad de los países, en muchos de los cuales se experimenta una mirada introspectiva que sugiere diferentes niveles de rebrote de tendencias nacionalistas, reforzadas con la confianza de los resultados logrados en el orden económico prescindiendo de los habituales sermones occidentales.

La sucesión de reuniones a diversos niveles entre China, Japón y Corea del Sur indica no solo la expansión de la cooperación económica, sino el empeño unánime de los tres países en aumentar la confianza mutua, centrándose cada vez más en la región y en la construcción de la citada Comunidad del Este Asiático. Los tres países acordaron en mayo de 2009 el ratio de distribución de un fondo regional de divisas extranjeras por valor de 120.000 millones de dólares para ayudar a los países de la zona a solventar una posible falta de capital extranjero con vistas a fortalecer la cooperación y la estabilidad financiera. El fondo se implementó sobre la base de la iniciativa de Chiang Mai, un acuerdo bilateral de intercambio de divisas introducido en mayo de 2007.

El entendimiento alcanza incluso a áreas delicadas como el cambio climático, especialmente entre los países del sudeste asiático y China, propiciando la unión de esfuerzos en la reclamación de asistencia financiera y tecnológica a los países desarrollados y en la reducción de emisiones. De hecho, en la cumbre de la ONU celebrada en septiembre de 2009 en Nueva York, solo China y Japón se comprometieron a dar pasos concretos contra el recalentamiento planetario. Hu Jintao y Yukio Hatoyama, que se estrenaban en la tribuna de la ONU, dieron claras muestras de voluntad política de actuar en este terreno, lamentablemente frustradas en Copenhague ante la inviabilidad de acuerdos de mayor sustancia.

Asia Oriental: profundizando el entendimiento y la cooperación

El cambio político vivido por Japón con el ascenso de Hatoyama y el Partido Demócrata, puso fin a 50 años de dominio exclusivo del PLD (Partido Liberal Democrático) con la breve excepción de un período de 10 meses entre 1993 e 1994. Hatoyama eligió China como primer país a visitar nada más tomar posesión. El enfoque de las relaciones bilaterales prescinde de los diferendos clásicos centrados en la interminable discusión sobre los problemas históricos (después de tres años de estudio, los expertos japoneses y chinos no han podido acercar posiciones sobre la ocupación japonesa de China en los años 30 y 40, en especial sobre la masacre de Nanking). China, que en los últimos años, especialmente a partir del mandato de Yasuo Fukuda (2007-2008) había logrado encarrilar sus relaciones, deposita en Hatoyama importantes expectativas.

La superación de los contenciosos con China es condición sine qua non para que Tokio pueda recuperar un papel político proporcional a su significación económica. La visita del vicepresidente Xi Jinping en diciembre de 2009 y el trato de favor dispensado por Hatoyama (alterando el rígido protocolo del Emperador) evidencia cierta empatía mientras se multiplican los marcos de encuentro entre ambos países (foro Beijing-Tokio reunido en Dalian, visitas de parlamentarios, intercambios de jóvenes, rondas de diálogo económico, etc.) con vistas a impulsar las relaciones bilaterales, afrontar la crisis y alentar nuevas iniciativas como la formación de un mercado bursátil asiático.

La crisis financiera global afectó duramente a la economía surcoreana, muy dependiente de su sector exterior. No obstante, Seúl fue uno de los primeros países de la OCDE en superar los efectos de la crisis económica global. Volvió a la senda del crecimiento positivo en 2009 gracias a las políticas públicas aplicadas por el Gobierno para estimular la economía y apoyar al sector productivo del país. Estas políticas fueron acompañadas de una política exterior muy activa, concediendo especial importancia a los componentes comercial y energético (debe importar casi el 100% de la energía que consume), dirigida a apoyar a las empresas exportadoras para lograr mantener e incluso ganar posiciones en los mercados exteriores. Seúl presidirá la primera cumbre del G20 que se celebrará en Asia, en noviembre de 2010. Cabe significar que, al igual que los otros países de la región, a través de la la “New Asia Initiative”, Seúl ha priorizado el aumento de su influencia política y económica en Asia (que representa el 48% de su comercio exterior, el 53% de sus inversiones extranjeras y el 47% de su Ayuda Oficial al desarrollo), especialmente en el sudeste asiático con especial atención a Vietnam.

El contencioso norcoreano, condicionado por la suspensión del diálogo hexagonal, ha experimentado sus habituales altibajos, incluso cierto agravamiento, tanto por el aumento de la tensión estrictamente militar (lanzamiento de misiles balísticos de corto y largo alcance y realización de un segundo ensayo nuclear) como por la incertidumbre que rodea el calendario sucesorio en Pyongyang. La tensión en la península coreana ha ido a contracorriente de todas las tendencias manifestadas en la zona y constituye el handicap de mayor potencial desestabilizador de la región. Ni las visitas del ex presidente Bill Clinton que inició un tímido desbloqueo (con la liberación de dos periodistas detenidas) ni del enviado estadounidense Stephen Bosworth, ni la primer ministro chino Wen Jiabao (2009 fue el Año de Corea del Norte en China) consiguieron doblegar la intransigencia de Pyongyang. La resolución del Consejo de Seguridad (1874) imponiendo más sanciones políticas y financieras al régimen norcoreano, esta vez apoyada por China, y la negativa de EEUU a negociar directamente un acuerdo de paz mantienen el contencioso en un compás de espera. En la visita que el presidente Lee Myung-bak realizó a EEUU en junio de 2009, Washington prometió extender su paraguas nuclear a Corea del Sur.

No obstante, la relación entre las dos Coreas mejoró ligeramente. Algunos programas (tanto turísticos como económicos) fueron reanudados y se reabrió la frontera común, si bien la firma del tratado de paz que sustituya al Acuerdo de Armisticio, solicitada por el Norte, se supedita al registro de progresos en la desnuclearización y a la reanudación del diálogo hexagonal. En cualquier caso, la dinámica en que se halla inmerso el conflicto impide realizar un pronóstico fundamentado sobre la evolución de las relaciones intercoreanas, más allá del deseo compartido de evitar un desbordamiento que agrave la tensión.

Las presiones y ambigüedades chinas se han traducido en un reforzamiento de los vínculos económicos bilaterales, pero no así en un replanteamiento de la actitud norcoreana, que sigue a la espera. La visita de Wen Jiabao, el más alto responsable chino desde la cursada por Hu Jintao en 2005, resultó en acuerdos importantes como una mayor presencia china en la minería norcoreana, la construcción de un puente sobre el río Yalu o la explotación de un embarcadero en el puerto de Najin, sobre el mar de Japón, que presenta la ventaja para China de estar libre de hielo todo el año. Pero las esperanzas despertadas por las declaraciones de Wen Jiabao que preconizaban una pronta reanudación del diálogo hexagonal se vieron pronto desmentidas por los hechos y actitudes de un Pyongyang más dispuesto que nunca a despistar y confundir a la comunidad internacional.

Beijing goza de buen crédito en Pyongyang para mediar y moderar las tensiones, ello a pesar de haber apoyado la última resolución del Consejo de Seguridad que contempla el uso de la fuerza, un guiño a quienes acusan a Beijing de falta de firmeza. Pyongyang no parece haber concedido gran importancia a ese giro en la diplomacia china, quizás sabedor de que ese distanciamiento es solo aparente y que difícilmente China podrá implicarse a fondo en su aplicación. No obstante, la paciencia y los esfuerzos de conciliación chinos no están dando resultado con Corea del Norte quien hace depender de EEUU la llave de la seguridad en la región, desautorizando la supuesta capacidad china para lograr resultados tangibles. Nadie puede tolerar la presencia de armamento nuclear en la frontera norte de Corea, pero la inquietud sigue ganando terreno ante la falta de reanudación del diálogo, con el temor de provocar una desestabilización general de la región. No obstante, Pyongyang ha encontrado en el programa nuclear su medio de presión más eficaz para manejar la comunidad internacional y no hará concesiones gratuitas.

La evolución de las relaciones entre China continental y Taiwán en 2009, por el contrario, ha mostrado una tendencia claramente positiva, encadenando acuerdo tras acuerdo, ya se hable de turismo, finanzas, medios de comunicación, enseñanza universitaria, etc., a la espera de las negociaciones sobre el Acuerdo Marco de Cooperación Económica entre ambas partes (las primeras reuniones al efecto se celebraron en enero en Beijing) que debe no solo reglamentar las relaciones bilaterales sino facilitar a Taipei mecanismos que faciliten su implicación en proceso de integración regional en curso. La principal sombra que pende sobre el actual entendimiento es la pérdida de credibilidad política del presidente Ma Ying-jeou (hecho relacionado también con la deficiente gestión de su gobierno en asuntos como el tifón Morakot o las importaciones de carne bovina estadounidense) y que se ha visto cabalmente reflejada en los retrocesos registrados en algunas confrontaciones electorales de signo local. Las relaciones con el continente mantienen dividida a la sociedad taiwanesa y sirve de argumento principal para que la oposición, nucleada en torno al PDP (Partido Democrático Progresista), pueda recuperar fuerzas a gran velocidad tras la debacle sufrida en las últimas elecciones legislativas y presidenciales, muy afectada por los escándalos de corrupción protagonizados por el ex presidente Chen Shui-bian quien ha sido condenado a cadena perpetua.

El nuevo clima en el estrecho de Taiwán ha posibilitado una tregua diplomática efectiva entre Taipei y Beijing que ha permitido la histórica participación de un representante taiwanés en la asamblea general de la Organización Mundial de la Salud. No obstante, podría producirse en el futuro inmediato cierto endurecimiento del lenguaje y una ralentización de la aproximación en aspectos no determinantes con el fin de desactivar las críticas de una oposición que denuncia el peligroso reforzamiento de la dependencia de la isla con respecto a China continental.

Sudeste Asiático: la emergencia del liderazgo de Vietnam

La heterogeneidad de situaciones y problemáticas sigue siendo el escenario predominante en el sudeste asiático, donde se mantiene y revalida la aspiración a conformarse en 2015 como un bloque económico al estilo de la UE. En la región se sigue con gran interés el debate chino acerca del destino de sus voluminosas reservas de divisas (más de dos billones de dólares) ante la posibilidad de que la región se convierta en uno de los destinos preferentes de un ambicioso plan concebido para estimular un nuevo ciclo de desarrollo y comercio en la zona y en el mundo, lo que podría dar un enorme impulso a dicho proceso.

Cabe significar en este grupo de países el creciente papel que viene desempeñando  Vietnam. Hanoi culminó en 2009 su participación en el Consejo de Seguridad de la ONU y en 2010 asume la presidencia de turno de la ANSEA. Las dificultades que atraviesan países como Indonesia, Malasia o Tailandia, refuerzan sus posibilidades de aspirar a un mayor liderazgo en la zona, basándose en su estabilidad política y en el crecimiento económico sostenido.

Por el contrario, prosigue la inestabilidad en Tailandia, con manifestaciones masivas que provocaron de nuevo, en abril, la suspensión de la prevista cumbre de los países de la ANSEA, obligando al gobierno a declarar el estado de excepción en Bangkok, en Pattaya y en cinco provincias más, registrándose asaltos a edificios oficiales y violentos enfrentamientos con el ejército, en una evidencia más del agravamiento de la crisis política (cinco primeros ministros en los dos últimos años). La combinación del desafío social creciente al gobierno y la inercia represiva de este configuran un círculo sin fin que puede llegar a alcanzar dimensiones explosivas. La inestabilidad y la crisis política no han hecho más que agravar la profunda división de la sociedad tailandesa.

Malasia, por su parte, sigue pendiente de la tensión étnica ante las críticas formuladas por las minorías de origen chino e hindú, enfrentadas a la mayoría malaya (60%). El primer ministro, Najib Razak, que asumió en marzo de 2009 tras la dimisión de Abdullah Ahmad Badawi, creó un Ministerio de Unidad Nacional con el propósito de fomentar la armonía racial, situando en él a uno de los líderes de la comunidad china, con la aspiración de mejorar resultados ante el temor al creciente ascenso de una oposición que ganó posiciones en los comicios de 2008, agravando su paulatina pérdida de terreno político.
La tensión en Filipinas dio un nuevo giro con la masacre llevada a cabo en Mindanao, en un contexto de crisis económica y graves temores a nuevos episodios de insuficiencias alimentarias como la vivida el año anterior. Un centenar de pistoleros secuestró y mató a unos sesenta civiles cuando se dirigían a formalizar la candidatura a gobernador de la provincia de Maguindanao de Ismail Mangudadatu, quien aspiraba al cargo al que se ha aferrado Andal Ampatuan, un poderoso “datu” o jefe tribal musulmán temido en todo el sur de la isla que ha venido ejerciendo una autoridad absoluta en la zona con el consentimiento tácito de Manila. Aprovechando el conflicto del gobierno con el Frente Moro de Liberación Islámica (cuyas negociaciones sobre la autonomía siguen en punto muerto después de su suspensión en 2008) situó su ejército privado como aliado de la contraguerrilla. El suceso ha puesto sobre la mesa asuntos como la impunidad de estas bandas, el insuficiente control de las armas de fuego, la prohibición de las milicias civiles y las medidas necesarias para pacificar la zona. Las elecciones presidenciales, previstas para mayo de 2010, podrían anticipar la reaparición del ex presidente Estrada.
Por lo que respecta a Indonesia, su enorme mercado interno (240 millones de personas) y el plan de choque adoptado por el gobierno le han permitido capear las dificultades generadas por la crisis y las peores previsiones debido a la mala situación de sus tres mayores importadores (EEUU, Japón y Singapur), evitando un brusco frenazo de su crecimiento. El presidente indonesio, Susilo Bambang Yudhoyono, elegido en julio de 2008 con un amplio apoyo (más del 60%), tiene en la economía, junto a la corrupción y el terrorismo, sus mayores desafíos.

En Camboya, después de una década de crecimiento de más del 10%, la crisis ha hecho mella en la manufactura, la construcción y el turismo, sectores donde se ha visto reducida la demanda, afectando al empleo en un país donde una tercera parte de su población vive aún por debajo del umbral de la pobreza. Mientras, en Laos, donde la persecución a la etnia Hmong ha proseguido a pesar de las exigencias internacionales y de la ratificación por Vientiane, en septiembre, del Pacto Internacional de derechos civiles y políticos, la influencia china ha ido ganando terreno (en septiembre estableció una alianza estratégica con Laos accediendo a construir un satélite para dicho país). En Myanmar, por su parte, la junta militar prosigue con su calendario político (referéndum en 2008, celebrado a pesar de los efectos del ciclón Nargis, y elecciones en 2010) si bien sin que decrezcan las desconfianzas respecto a su utilidad para generar paz y estabilidad política, agravado por las tensiones en aumento en algunas áreas del país (especialmente con las minorías karen o shan en la frontera con Tailandia o China). La nueva condena a Aung San Suu Kyi (18 meses de arresto domiciliario que se suman a los más de 13 años que lleva en esta situación) contrasta con la liberación del estadounidense John Michael Yetaw o la cooperación con la comunidad internacional, en especial con los países de la ANSEA, en el orden humanitario.

China, principal socio comercial y único comprador de las reservas gasíferas birmanas, ha encontrado en Rangún el apoyo para un proyecto clave de su dominó energético con el que trata de evitar la dependencia del crudo importado de África y Oriente Próximo, enviado por mar, a través de la ruta de Malaca, contemplando también un acceso a la bahía de Bengala, lo que supone una ventaja estratégica muy importante para aumentar su influencia en el océano Índico. Perfectamente instalada en la explotación de sus reservas de gas, crudo y minerales,  China tutela de cerca a Myanmar. Durante la visita cursada por el vicepresidente Xi Jinping en diciembre (Li Changchun, miembro del Comité Permanente del Buró Político del PCCh, también visitó Rangún en marzo), la CNPCh (Corporación Nacional del Petróleo de China), el mayor productor de petróleo y gas del gigante asiático, logró de Rangún los derechos exclusivos para construir y operar el oleoducto entre ambos países que le permitirá evitar el estrecho de Malaca (por donde transita el 80% de sus importaciones) y acortar distancias. La infraestructura, de 771 km de distancia, unirá la isla de Maday en el occidente birmano y Ruili, en Yunnan, y podrá transportar hasta 12 millones de toneladas de crudo al año en su etapa inicial. La CNPCh también construye un puerto en la costa birmana como parte de este proyecto que desde el exterior se asocia con el “collar de perlas” que China va construyendo con paciencia en la zona con el fin de reducir riesgos y lograr ventajas estratégicas.

No obstante, la movilización del ejército birmano en las provincias mal controladas del norte y noreste, dominadas por el ejército de Kokang, señores de la guerra o bandas de narcotraficantes, regiones donde también converge una presencia importante de chinos comerciantes, provoca algunas diferencias con Beijing.

China y los escenarios de tensión

Vietnam, Filipinas, Malasia, Indonesia… cuestionan la soberanía reclamada por el poderoso vecino del norte del mar de China meridional, rico en recursos pesqueros, además de gas y petróleo según revelaron algunos estudios. Ciertos observadores consideran que China actúa ahora con más energía a la hora de hacer valer sus reclamaciones y afirmar sus hipotéticos derechos.

La preocupación de Vietnam (que en abril designaba un gobernador para las islas Paracel) por las diferencias marítimas con China explica la firma de un importante acuerdo en materia de defensa con Rusia con el propósito de contrarrestar sus ambiciones en dicha zona ante el aumento de las disputas por el control de sus riquezas de todo tipo y el temor a que la creciente fortaleza china haga más difícil cualquier entendimiento en el futuro. El acuerdo incluye la compra de seis submarinos. La alianza ideológica y económica que mantienen los partidos y gobiernos de Vietnam y China, con reiteración de seminarios teóricos y encuentros políticos al máximo nivel, no impide ni rebaja el nivel de las desconfianzas. Se diría incluso que las disputas por las islas Paracel (de hecho administradas por Beijing desde hace 30 años) y las Spratleys van en aumento. En 2009, el Libro Blanco sobre la defensa nacional de Vietnam, el tercero publicado desde 1998, insiste en reivindicar la soberanía de esta zona. Por el contrario, si ha habido acuerdo en la demarcación final de su frontera terrestre, después de ocho años de denodado esfuerzo sobre el terreno.

China también ha mostrado su oposición al intento de Japón de ampliar la plataforma continental en el Pacífico Sur, descalificando la solicitud tramitada por Tokio ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de la ONU. Por otra parte, también exigió de Japón el cese en toda acción relacionada con las islas Diaoyu. Por su parte, Tokio reprochó a China la explotación de un yacimiento de gas (Tianwaitian) en una zona contestada del mar de China oriental, en lo que definió como una violación del acuerdo suscrito entre las dos partes en junio de 2008 sobre la base del mantenimiento del statu quo.

Malasia y Vietnam, por su parte, también presentaron una demanda conjunta ante la ONU reclamando la extensión de su plataforma continental, reprobando China su petición. China también rechazó la exigencia de Vietnam de levantar la prohibición de pesca en las aguas del mar de China meridional, optando por vigilar la zona (128.000 km2 que incluyen las islas Xisha y Nansha), multiplicar las patrullas y organizar algunos ejercicios navales con la excusa de brindar protección a los pescadores que faenan en las proximidades y habitualmente acosados por las bandas de piratas. Unas semanas antes, a finales de junio, Indonesia había capturado a 75 pescadores y ocho barcos de la provincia de Guangxi, originando las consabidas protestas diplomáticas pero también sociales (de pescadores chinos ante la embajada indonesia en Beijing).

Filipinas, por otra parte, aprobó en febrero una ley sobre la soberanía de las islas Huangyan y Nansha, en el mar de China meridional, que China no dudó en reprobar de inmediato reaccionando con el envío de la más grande operación de patrullaje marítimo que se ha desarrollado en la zona hasta ahora.

La tensión también se traslada a los barcos de vigilancia submarina que EEUU tiene en este delicado perímetro y que ha dado lugar a varios incidentes con barcos pesqueros chinos y la consiguiente protesta de Beijing ante Washington por invadir la que considera su zona económica exclusiva.

Ante la intensificación de los contenciosos marítimo-territoriales, el ministerio de relaciones exteriores de China anunció en mayo de 2009 la creación de una agencia que se haría cargo de gestionar las reivindicaciones territoriales, tanto terrestres como marítimas, con especial atención a los conflictos de soberanía en los mares de China meridional y oriental. De esta forma, todo lo relacionado con la demarcación de límites y la definición de políticas y estrategias de negociación diplomática con los países fronterizos para el desarrollo conjunto de estas áreas y que antes dependía de varios departamentos, ahora quedaba unificado. China reclama unos tres millones de km2 de territorio oceánico, de los cuales, aproximadamente, una tercera parte está en disputa con sus vecinos.

Las iniciativas en torno a la seguridad regional, por su parte, avanzan a paso lento. En junio se celebró en Beijing el primer foro sobre seguridad regional no convencional del grupo ANSEAmás3, y al mes siguiente la primera reunión sobre no proliferación y desarme del Foro Regional de la ANSEA que incluye hasta un total de 26 países, también celebrado en Beijing. Este Foro Regional fue instituido en 1994 y es el principal mecanismo de dialogo multilateral oficial sobre asuntos políticos y de seguridad en la zona.

Estados Unidos ansía recuperar el terreno perdido en la región

La secretaria de Estado, Hillary Clinton, ha viajado a la región en tres ocasiones en su primer año en ejercicio. En todas sus giras ha insistido en una idea: Estados Unidos vuelve a la zona para quedarse. La estrategia de la Casa Blanca se basa en impulsar y reforzar las alianzas con Japón, Corea del Sur, Thailandia, Filipinas y Australia, que constituyen la piedra angular de su implicación en la zona. En paralelo, Washington procura abordar los desafíos globales con China con un ambicioso planteamiento basado en las responsabilidades compartidas, si bien no está claro que Beijing lo secunde con idéntico entusiasmo. Por último, importa mejorar la cooperación con India y el sudeste asiático, fomentando el diálogo (incluso con Myanmar o Corea del Norte) y apostando por multilateralismo.

El hecho de que desde 2008, Japón, Corea del Sur y China se esfuercen por concertar sus políticas al margen de las reuniones con la ANSEA, como venían haciendo hasta entonces, muestra la importancia que los tres países (que representan el 85% del PIB de la zona) atribuyen a la cooperación regional. La victoria de los demócratas en las elecciones generales celebradas en Japón en septiembre de 2009 ha servido de acicate de este proceso. El nuevo gobierno japonés procura amortiguar el descenso de la influencia de su país en la transformación de la macroconfiguración mundial a través de la participación en la construcción de una comunidad regional integrada.

Como resultado de los cambios globales y sus repercusiones regionales, la nueva Administración estadounidense también ha comprendido la importancia de “volver” a Asia-Pacífico. En julio de 2009 firmó el Tratado de Amistad y Cooperación del Sudeste Asiático, convirtiendo a EEUU en el decimosexto miembro extrarregional del tratado. Colin Campbell, encargado de los asuntos de Asia oriental y el Pacífico, ha anunciado la disposición de Washington a ingresar en la Comunidad del Este Asiático, dejando entrever con claridad que ningún mecanismo de seguridad de Asia podría excluirle. Por otra parte, EEUU ha manifestado el interés de seguir a China en la creación de una zona de libre comercio con la ANSEA.

En 2008, el comercio de EEUU con esta región se redujo al 12%, cinco puntos menos que en 1993. Las vías marítimas de esta zona son vitales para el comercio mundial de petróleo, alimentos y manufacturas. La mirada estadounidense al sudeste asiático privilegia a Filipinas, considerado el país “coordinador” de las relaciones estadounidenses con la ANSEA. La importancia concedida a Filipinas revela un creciente interés por restaurar la presencia militar en este país, que mantuvo hasta 1992 durante 93 años.

Mientras en la zona se generaliza la preocupación por la debilidad del dólar (manifestada con toda claridad durante la cumbre de la APEC celebrada en noviembre en Singapur), el Banco central chino auspicia acuerdos de cambios de moneda con los bancos centrales de Corea del Sur, Malasia, Camboya, Indonesia, entre otros, en expreso reconocimiento de la estabilidad del yuan. Los bancos centrales de dichos países han incluido el renminbi como una de sus reservas monetarias. En Vietnam o Myanmar, el yuan se acepta como moneda de pago habitual (al igual que en Corea del Norte) en el comercio minorista o en el turismo. China se propone aquí ganar terreno al dólar, convirtiendo el yuan en moneda de pago en los negocios en Hong Kong y los países de la ANSEA, lo que le permitirá fortalecer su posición en la región y convertirlo en una de las principales monedas de la zona, paso previo a lograr su efectiva internacionalización. El alto grado de aceptación del yuan en los países vecinos constituye un simple ensayo que no disimula un horizonte más ambicioso.

Los indicios diplomáticos de EEUU apuntan a que el eje con Japón podría ampliarse a China a la vista de su irrefrenable emergencia. Sin lugar a dudas, Tokio sigue siendo la principal apuesta aliada de EEUU en Asia oriental (el primer ministro Taro Aso fue el primer invitado extranjero a visitar EEUU después de la toma de posesión de Obama), pero la crisis financiera ha realzado el protagonismo de China y la importancia creciente que le concede la Casa Blanca indica una tendencia que podrá afirmarse o no en función del grado de entendimiento que Washington y Beijing logren establecer en asuntos clave de su agenda.

Conclusión

Los países de Asia oriental y el sudeste asiático han acelerado en 2009 su cooperación y las dinámicas de integración. El ascenso de China al grupo de países centrales del sistema internacional, aupado por una demostrada capacidad para soslayar los efectos de la crisis, así como la “asiatización” propugnada por Hatoyama o Lee Myung-bak establecen un marco propicio donde la voluntad política de integración está cada vez más presente. Por otra parte, esa dinámica ha obligado a la administración Obama a conceder prioridad a su presencia en la región, a fin de no verse marginada de procesos que acumulan un gran potencial de transformación en la zona y en el mundo.

Lo quiera o no, la transformación que China está viviendo le sugiere e impone un papel destacado, si no dirigente, en Asia. Por el momento, las disputas sino-japonesas en torno al Mar oriental y la isla Daioyu-Senkaku o las tensiones con algunos países de la ANSEA en el mar de China meridional se mantienen en niveles controlables, al igual que el contencioso en la península coreana o sus propias dificultades internas en territorios como Tibet o Xinjiang. Ninguno de estos problemas podrá impedir que China asuma, poco a poco, el papel central en Asia, superando a Japón en la condición de líder del área por su potencial económico y global.

China tiene frente a Japón la ventaja de que su diplomacia puede ir mucho más allá del poder blando o los programas de ayuda, características que determinan la imagen de Tokio en el mundo, pudiendo movilizar en mayor medida su poder económico, financiero o militar. Su influencia se traduce en hechos no siempre positivos como la cesión de las autoridades camboyanas ante sus presiones para entregar a 20 refugiados uigures que huyeron de Xinjiang tras los incidentes del 5 de julio y que fueron tratados como simples inmigrantes ilegales a pesar de permanecer acogidos en la sede de ACNUR en Phnom Penh.

China es la mayor región económica de Asia, circunstancia que sirve de soporte a su condición de referente central del continente, a lo que debemos unir su fuerza económica intrínseca, su ingente reserva de divisas, una influencia política internacional en ascenso e incluso el auge de su poder defensivo. En la región, todos ven en China un gran mercado con grandes oportunidades para sus exportaciones, pero también avizoran los riesgos que puede entrañar un liderazgo regional indiscutible si este se ejerce marginando los intereses de los países vecinos y abusando de su superioridad para imponerse en litigios en los cuales solo las concesiones pueden conformar una unanimidad aceptable para todos. ¿Volverán los “reinos tributarios” o se establecerán y respetarán nuevas reglas que aseguren los intereses esenciales y respectivos de todos los países asiáticos? A China le corresponde despejar las dudas existentes. Cuanto antes, mejor.

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Analiza los procesos de integración económica en la zona y también las nuevas políticas regionales así como la contribución de Corea al diseño de la arquitectura regional, pormenorizando en el futuro de la península y en el papel de EEUU y China en la conformación de dicha estrategia.

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Una China fuerte puede estabilizar Asia, mientras que una China débil tienta a otros estados para hacerse con el control de la región. Si la bienvenida a China en la región no es inequívoca en todos los dominios, las oportunidades pesan más que las amenazas.
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China ultima una diplomacia con una visión más dinámica y constructiva. El autor se centra en los mecanismos de seguridad regional, el control y no proliferación de armas y en las cuestiones ligadas a la soberanía e intervención.

Resumen

La mejora general de las relaciones entre los países de la ANSEA y de Asia oriental está configurando un nuevo marco regional en el que sobresale la creciente influencia y poder de China. Mientras se fortalece la cooperación económica, comercial y financiera y se perfila la nueva Comunidad del Este Asiático propuesta por Japón, los conflictos, tanto internos como entre los diferentes estados, permanecen en niveles globalmente controlables, si bien la dimensión de seguridad necesita ganar importancia en la agenda inmediata. Estados Unidos afronta el reto de recuperar su tradicional influencia en la región, notablemente mermada en los últimos años.

Abstract

The general improvement in the relations between the ASEAN member states and the countries of East Asia is leading to the formation of a new regional framework in which the growing influence and power of China clearly stand out. As economic, trade and financial cooperation is strengthened and the new East Asian Community takes shape, conflicts, both internal as well as those among states, remain at globally controllable levels, even though security concerns require greater importance on the immediate regional agenda. The United States faces the challenge of recuperating its traditional influence in the region, which has notably decreased in recent years.

Palabras clave : Sudeste Asiático, Asia oriental, China, Japón, Integración, Cooperación, Comunidad del Este Asiático, Estados Unidos, ANSEA, Myanmar.