Pocos catalanes conocían Qatar antes que la FIFA le otorgase la organización del Mundial de Fútbol 2022. Pero la firma de un acuerdo de patrocinio entre el Barça y la Qatar Foundation ha despertado su interés por saber más sobre este pequeño país petrolero situado en el corazón del Golfo de Arabia.
Qatar, con una superficie de 10.836 km. cuadrados, una tercera parte de Cataluña, acoge un millón y medio de habitantes, si bien más del 80% son trabajadores extranjeros. En pocas décadas un paupérrimo país se ha convertido, según el FMI, en el país más rico del mundo con una renta por cápita alcanzaba los 88.233 $. Su capital, Doha, crece y se llena de espectaculares rascacielos siguiendo la senda de sus vecinas Abu Dhavi, Dubai o Bahrein. Con el maná de los petrodólares, fruto de sus inmensas reservas de gas, el emir Hamad bin Califa al Thani ha levantado un imperio financiero invirtiendo en todo el mundo a través de los fondos soberanos de la Qatar Investiment Authority. Alcanzó notoriedad con la compra de los almacenes Harrods de Londres, el Hotel Fairmont Raffles de Singapur y los estudios Miramax de Hollywood. Pero se conoce menos sus participaciones en Credit Suisse, Barclays y Banco Santander Brasil.
Qatar ha hecho pues una doble apuesta: modernización e internacionalización. Pero no hay que confundirlo con occidentalización. Es un país asentado en la cultura y tradición del Islam. No es Occidente. Y a menudo juzgamos otras realidades desde nuestra concepción occidental del individuo y la sociedad. Lo mismo ocurre cuando desde Occidente se juzgan sin conocer otras sociedades de matriz religiosa o cultural hinduista o confuciana. Es evidente que Qatar tiene claros déficits democráticos. Y ocupa el puesto 38º entre 169 países en el Índice de Desarrollo Humano del PNUD. Pero es un país joven, independiente desde 1971, que también se abrirá gradualmente en el ámbito de las libertades públicas.
El acuerdo con la Qatar Foundation es, desde una óptica económica, un fabuloso contrato que reportará al Barça unos ingresos de 165 millones de euros en 5 años. Pero la Junta de Barça ha vuelto a caer, en mi opinión, en otro error de comunicación que, basada en consideraciones internas, afecta a la imagen exterior de la marca Barça. El contrato bien pudo aparecer en los medios de comunicación como el mejor patrocinio jamás firmado y el fruto de “las excelencias y grandes capacidades” del Club. Muy superior a los firmados por sus principales competidores: el Manchester United y el Real Madrid, este último con una empresa de apuestas. Sin embargo, Le Monde, Financial Times y otros, presentaron el contrato como un mal necesario para salvar las maltrechas finanzas azulgranas. Las referencias del Barça, calificando el contrato como “un paso atrás” para dar luego otros pasos hacia delante, no ayudan a la imagen del club. Pero, sobre todo, constituyen una innecesaria falta de consideración para la contraparte patrocinadora que desembolsa tal ingente suma.
Más allá del fútbol, Qatar es un excelente “hub” de comunicación con Oriente. Qatar Airways abrió un vuelo directo con Barcelona que, a su vez, permite conectar con los principales aeropuertos de Asia-Pacífico y África oriental. Otra gran apuesta de Qatar por Barcelona que debemos justamente agradecer.