El pasado domingo 24 de abril, durante su tradicional alocución radial y televisiva, el presidente Hugo Chávez anunciaba el fin de la cooperación y adiestramiento militar estadounidense en Venezuela, vigente durante 35 años. El presidente Chávez argumentaba que los 30 altos oficiales norteamericanos presentes en las instalaciones militares venezolanas, constituían un efecto pernicioso para la evolución de la "revolución bolivariana", por su aparente proselitismo "antichavista" dirigido hacia los jóvenes oficiales venezolanos.
No es casualidad, ni un hecho aislado, que Chávez anunciara esta noticia, tomando en cuenta la coyuntura política hemisférica. El lunes 25, la secretaria de Estado norteamericana, Condoleeza Rice (vértice clave de la confrontación dialéctica que se viene generando desde enero entre Washington y Caracas) iniciaba una gira suramericana que la llevaría por Brasil, Colombia y Chile. El movimiento diplomático de Washington tenía un objetivo aparentemente central: buscar una estrategia de contención a lo que consideran la "influencia negativa" de la revolución chavista en el continente, o al menos "disuadir" a los gobiernos regionales para "moderar" la diplomacia venezolana.
Las demandas de Rice encontraron tibias respuestas en los gobierno de Lula da Silva y Ricardo Lagos, y una recepción un tanto más estrecha por parte del colombiano Álvaro Uribe Vélez, reafirmado como el aliado estadounidense más estratégico en América del Sur, gracias a la aplicación del Plan Colombia, estrategia a la cual Chávez se opone contundentemente, considerándola como una "amenaza". Lula y Lagos pidieron a Rice bajar el tono con respecto al gobierno de Chávez.
En el plano regional, Chávez movió también sus fichas. El jueves 28, reforzó aún más su alianza estratégica con el gobierno cubano, al inaugurar en La Habana una oficina de Petróleos de Venezuela, denominada PDVSA-Cuba S.A, así como una sucursal local del Banco de Inversiones de Venezuela, con la finalidad de crear un fondo conjunto cubano-venezolano de 300 millones de dólares.
Tanto Chávez como Fidel Castro catalogaron esta acción como una estrategia para "acabar con el imperialismo estadounidense" y fortalecer "la integración latinoamericana, libre de las ataduras del colonialismo". Del mismo modo, no han sido pocas las ocasiones en las cuales Chávez ha aprovechado escenarios y foros hemisféricos, para pedir una contención al poderío estadounidense. La reciente elección del secretario general de la OEA sirvió para manifestar esa fractura existente entre Caracas y Washington. Y, obviamente, ante el acercamiento venezolano a Cuba y la posibilidad de perder el suministro petrolero venezolaon, no faltaron voces en Washington que pidieran una contención más agresiva hacia el eje Caracas-La Habana.
El "socialismo bolivariano"
Lo que sí parece claro es que la revolución bolivariana iniciada por Hugo Chávez desde su victoria electoral en 1998, está consolidando su posición hemisférica, por lo que es visto como un elemento de choque contra los planes estadounidenses para la región.
En este aspecto, la diplomacia y las relaciones internacionales están jugando un factor vital no sólo para la definitiva legitimación exterior del régimen bolivariano, reforzado tras su victoria refrendaria en agosto de 2004, sino para constituirse como un elemento de influencia en los acontecimientos políticos regionales. En este aspecto, se considera que el presidente Chávez ha estado detrás de la rebelión cívica e indigenista en Bolivia (a través de su apoyo a Evo Morales) y que espera reforzar su apoyo al sandinismo ante las venideras elecciones presidenciales en Nicaragua.
Recientemente, Chávez catalogó su revolución como "socialista bolivariana". Más allá del impacto dialéctico e ideológico, su particular revolución busca constituir una salida al modelo del liberalismo económico y democracia representativa. La "revolución bolivariana" aboga por un modelo de democracia social y participativa, con el desarrollo de cooperativas como principal elemento del desarrollo económico sin que esto signifique la abolición de la propiedad privada o el desaliento de las inversiones extranjeras. Basa su fortaleza interna en la movilización social y en la conjunción "revolucionaria" de una alianza cívico-militar.
El eje Fidel-Chávez
En este punto, el joven y enérgico presidente venezolano constituye, junto al longevo presidente cubano, el único soporte de una estrategia que busca un modelo endógeno y de integración alternativo a la Asociación de Libre Comercio de las Américas que EEUU desea impulsar. Al ALCA estadounidense, Chávez le opone el ALBA, Alternativa Bolivariana para las Américas.
Fidel Castro y Chávez se conocieron en La Habana en diciembre de 1994, casi al mismo tiempo en el que el ex presidente Bill Clinton lanzaba la estrategia del ALCA durante la Cumbre de las Américas en Miami. Su amistad personal y lo estrecho de las relaciones entre ambos países han provocado numerosas polémicas dentro y fuera de Venezuela, a tal punto que se ha hablado, con un tono exagerado, de una "cubanización" de Venezuela.
En realidad, el eje Fidel-Chávez se traduce en un completo acuerdo suscrito en octubre de 2000 en el cual Venezuela envía 53.000 barriles de petróleo diarios a Cuba con precios preferenciales, a cambio de asistencia educativa, sanitaria, deportiva e, incluso, político-ideológica. Son las llamadas "misiones" del gobierno de Chávez, con amplio y total respaldo cubano.
Las "misiones" de Chávez, con un gasto fiscal expansivo de 1.700 millones de dólares, han enfatizado en su apoyo a los pobres y los excluidos como eje de la revolución, y sirvieron como un elemento importante en la consolidación de la victoria refrendaria el año pasado. Para este año, la ONU piensa catalogar a Venezuela como "territorio libre de analfabetismo", pero muchos consideran que estas misiones, con su evidente progreso social, están más amparadas en la evolución del precio del crudo que en la consolidación de movimientos sociales.
Lo que sí es un hecho cierto es que la conexión entre Cuba y Venezuela viene sustituyendo la tradicional relación que, durante décadas, mantenían los gobiernos venezolanos con EEUU, principalmente gracias a la potencialidad petrolera venezolana que hace de este país el quinto productor mundial, el cuarto socio petrolero estadounidense y el país con mayores reservas en petróleo y gas natural en el hemisferio occidental (se estiman reservas calculadas en 78 miles de millones de barriles) y uno de los más grandes del mundo (300 miles de millones de barriles), principalmente ubicados en la Faja Petrolífera del Orinoco y la Plataforma Deltana.
Del mismo modo, Chávez ha acusado constantemente al gobierno de George W. Bush, de estar detrás del alzamiento cívico-militar de abril de 2002 que lo desalojó momentáneamente del poder. En las últimas semanas, Chávez apuntó directamente al Departamento de Estado y la CIA de estar urdiendo un plan para asesinarlo o desestabilizar a su gobierno. A pesar de los rechazos categóricos desde Washington, el actual director de la CIA, Porter Gröss, declaró que Chávez sería el principal generador de conflictos para la administración Bush este año.
La "diplomacia petrolera"
Con una oposición desmoralizada y en desbandada, con una concentración de poder jamás vista en la reciente historia democrática de Venezuela y con un sólido respaldo popular, reforzado tras el triunfo en el referendo revocatorio, Chávez se concentró en la aplicación de una audaz estrategia diplomática, adquiriendo ésta un plano tan estratégico como vital. Hasta ahora, y analizándose desde el punto de vista del "realismo político", su estrategia se muestra más coherente y racional, además de exitosa, dada la receptividad exterior a sus propuestas.
En este sentido, Chávez viene "armando" internacionalmente su revolución gracias a la potencialidad petrolera venezolana y los altos precios del crudo que hoy superan los $50 el barril. Ha suscrito acuerdos de explotación interior y apertura de mercados con Brasil, Rusia, India, China, Irán y Argentina, a fin de constituir también nuevos bloques geopolíticos que contengan la preponderancia de la diplomacia norteamericana.
Sin embargo, esto no ha entorpecido los intereses de las multinacionales, sean o no estadounidenses. ChevronTexaco, ExxonMobil, British Petroleum, así como Repsol YPF y Petrobras, han suscrito acuerdos de exploración y explotación en la plataforma Deltana venezolana en los últimos meses, con cuantiosos beneficios. Sin embargo, y de acuerdo a la Ley de Hidrocarburos de 2001, las regalías y los impuestos estatales se hacen también incómodos para estas multinacionales.
Esta "benevolencia" de Chávez también busca réditos políticos: la suscripción de acuerdos de suministro petrolero y gasífero con países caribeños y suramericanos como Argentina y Uruguay, enfatizando principalmente en aquellos que tengan gobiernos de izquierda, busca garantizar un apoyo regional o, al menos, la no inherencia externa en los asuntos venezolanos. La reciente cumbre de Ciudad Guayana con los presidentes de Brasil, Colombia y España, estuvo dirigida en esta estrategia de moderación del tono conflictivo entre Caracas y Washington.
Revolución "pacífica pero armada"
Otro aspecto tiene que ver con el mercado de armamentos, donde surgen preocupaciones en torno a los supuestos intereses militares del gobierno de Chávez. El anuncio de la creación de milicias reservistas conformadas por 2,5 millones de civiles (en un país de 24 millones de habitantes), la creación de la Fuerza Bolivariana de Liberación y del Ejército del Pueblo en Armas para "defender la revolución y repeler la invasión yanqui", han levantado suspicacias fuera del país.
Chávez siempre declaró que su revolución es "pacífica pero armada". Sintiéndose amenazado desde EEUU, principalmente a través del Plan Colombia, ha realizado jugadas estratégicas en el plano militar internacional con Rusia, Irán, China, España y Brasil. Las recientes compras de armas españolas y brasileñas son de signo meramente defensivo, pero el anuncio de la compra de 100.000 fusiles AK47 y 50 aviones MIG20 a Rusia, es lo que más ha preocupado a Washington, porque observa allí una clara desviación de la relación militar con Venezuela mantenida anteriormente.
El destino de estas armas es desconocido, tomando en cuenta que la Fuerza Armada venezolana cuenta con 60.000 efectivos. Muchos analistas consideran que podrían parar a manos de la guerrilla colombiana, especialmente las FARC, con las que aparentemente tiene vínculos el movimiento chavista. Otro aspecto tiene que ver con el reforzamiento de la cooperación cubana militar, conocedora de la tecnología rusa, o la posibilidad de que Chávez, en su aparente fase expansiva de la revolución, surta de armas a movimientos subversivos regionales afines a su revolución.
Chávez mueve a ritmo frenético sus piezas geopolíticas, a sabiendas del cambio que se vive en el panorama latinoamericano, con gobiernos de mayor contenido popular e ideológicamente más ubicados a la izquierda. En este aspecto, su eje con Cuba y los gobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay, así como diversos movimientos sociales y alternativos, mientras manifiesta un cada vez mayor alejamiento de EEUU.
Tras su consolidación interna, la revolución bolivariana de Hugo Chávez busca acomodarse al nuevo escenario hemisférico, pero el incierto transitar del proceso que vive Venezuela podría acentuar aún más las tensiones regionales. En este novedoso panorama, Washington no ha sabido acertar en su estrategia diplomática hacia Chávez.