China, Cuba, Corea del Norte: ¿un triángulo emulador?

La visita del ministro de exteriores chino, Wang Yi, a La Habana mostró la especial sintonía que reina entre ambos países. El diálogo político parece funcionar a las mil maravillas a partir de un mutuo compromiso con la profundización de las reformas con el objetivo común de ganar eficiencia económica sin renunciar por ello a las claves ideológico-sistémicas, aprovechando las mutuas experiencias y enriqueciéndolas a partir de las condiciones nacionales respectivas.

La visita del ministro de exteriores chino, Wang Yi, a La Habana mostró la especial sintonía que reina entre ambos países. El diálogo político parece funcionar a las mil maravillas a partir de un mutuo compromiso con la profundización de las reformas con el objetivo común de ganar eficiencia económica sin renunciar por ello a las claves ideológico-sistémicas, aprovechando las mutuas experiencias y enriqueciéndolas a partir de las condiciones nacionales respectivas.

Por otra parte, ambas capitales comparten una misma lectura de las grandes tendencias internacionales y suscriben una similar política de mejora del orden internacional vigente. China premia el nuevo pragmatismo cubano con un apoyo económico e inversor que podría concretarse en el patrocinio de ambiciosas iniciativas empresariales en la isla caribeña, aprovechando la reciente creación de la zona económica especial de Mariel. Entre estas se cita la construcción de una fábrica de automóviles.

Pero a mayores, China tiene en Cuba un claro ejemplo de la comprensión acerca de la necesidad de evolucionar internamente en un mundo en cambio. El proceso de “actualización” puesto en marcha por Raúl Castro, viejo simpatizante de las reformas impulsadas por Deng Xiaoping aun cuando estas no estaban de moda, implica una asunción de la innovación y la adaptación como recursos indispensables para garantizar el futuro del proyecto de soberanía que Cuba representa. En La Habana se ha comprendido que no son las reformas el peligro sino que es la ausencia de ellas lo que desdibuja el futuro.

Beijing probablemente quisiera ver en Pyongyang una actitud y un proceso similar. A pesar de compartir trazos ideológicos comunes, las distancias entre Cuba y Corea del Norte son notorias, pero también hay coincidencias: desde la sucesión en el entorno familiar al ideario antiimperialista marcado por una sensación de acoso y hostilidad que no parece tener fin. Igualmente podríamos citar la singular presencia de lo militar en la vida cotidiana o lo absurdo de una estatalización económica que dificulta el desarrollo de las fuerzas productivas y la generación del bienestar que merecen las respectivas sociedades.

Frente a esos trazos de similitud contextual, las respuestas difieren. Sin duda, la de Cuba es una respuesta inteligente que explora nuevas formas de ganar eficiencia sin por ello quebrar la esencia del proyecto emancipador puesto en marcha en 1959. No sabemos si esa ecuación será factible pero no intentarlo equivale a asumir anticipadamente la derrota. La de Corea del Norte es la respuesta intransigente a pesar de contar, a diferencia de Cuba solo recientemente beneficiada por un apoyo hemisférico sustancial, con el auxilio de una China limítrofe y sustentadora que vería con buenos ojos la asunción de otro rumbo en una Corea hoy militarizada y obsesionada con la proliferación nuclear como garantía de supervivencia. Su actitud añade riesgos y argumentos a quienes ven en su imprevisibilidad la mayor de todas las preocupaciones relacionadas con la seguridad regional.

Los tres países hacen gala del principio de no interferencia en los asuntos internos de cada cual, pero sin duda, las trayectorias importan. China puede avalar el proceso de reformas en Cuba al tiempo que alerta a Pyongyang de que su apoyo no es un cheque en blanco. Beijing necesita calmar las tensiones en su vecindario, pero a día de hoy en la península coreana tiene más fácil el entendimiento con Seúl que con Pyongyang. Un cambio de rumbo en Corea del Norte facilitaría el aumento de la confianza con EEUU.

A muchos menos kilómetros de distancia del ogro estadounidense de lo que se encuentra Corea del Norte, la apuesta de Cuba por una evolución dentro del sistema apunta razones que envilecen aun más la injustificada política de aislamiento del gigante del Norte. Esas reformas son hoy día el mejor antídoto contra el bloqueo. Por el contrario, las reiteradas bravuconadas de Pyongyang solo revelan los miedos de sus dirigentes y hacen el juego a aquella política que facilita el entrismo de Washington y el reforzamiento de las alianzas militares con sus principales socios regionales. Y eso no hace sino complicar las cosas a su único aliado y sostenedor, China. Ya que no parece querer emular a su vecino, ¿llegará el día en que Corea del Norte mire, aunque solo sea de reojo, a Cuba?