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China: del gallo al perro

 Año del perro, clic para aumentar
Cómo será este año del perro? Será un buen año, dicen en China. Pero no será de fácil manejo. En su imaginario, el perro es, sobre todo, inquieto, y esa inquietud, muchas veces laboriosa y leal, presidirá buena parte de los acontecimientos. Con seguridad, el origen de ese nerviosismo no será la marcha de la economía, sino los problemas sociales y políticos, tanto internos como externos, que irán en aumento.
 

Este fin de semana, el universo chino, que incluye a todos sus nacionales y descendientes que residen en cualquier parte del mundo ““también aqu픓, celebrará por todo lo alto la entrada en el Año Nuevo. La conocida como Fiesta de la Primavera gana cada vez más fuerza para convertirse en un auténtico acontecimiento que no sólo galvaniza los sentimientos de una comunidad tan grande como extensa sino que explicita una presencia cada vez más amplia entre nosotros.

Cómo será este año del perro? Será un buen año, dicen en China. Pero no será de fácil manejo. En su imaginario, el perro es, sobre todo, inquieto, y esa inquietud, muchas veces laboriosa y leal, presidirá buena parte de los acontecimientos. Con seguridad, el origen de ese nerviosismo no será la marcha de la economía, sino los problemas sociales y políticos, tanto internos como externos, que irán en aumento. Las previsiones de crecimiento de la economía china para 2006 se sitúan en torno al 9% después de un año del gallo que terminó con el 9,5% y un ajuste estadístico que resituó a China como la cuarta potencia económica del planeta, detrás de Estados Unidos, Japón y Alemania. En efecto, la reevaluación del sector servicios, que pasó de representar el 32% al 41%, significa que la importancia de China en la economía global ha pasado del 3,8% al 4,4%, incrementando su valor, de la noche a la mañana, en una cuantía equivalente al PIB de esa Austria que ostenta la presidencia de turno de la UE.

Pero los problemas sociales empiezan a ser muy serios en China. El peso de lo social ““y de lo ambiental- gana espacio, progresivamente, en la preocupación de los nuevos dirigentes, entre quienes es frecuente ahora escuchar críticas, muy poco veladas, a sus antecesores, en especial a Jiang Zemin, que en su largo reinado (1989-2002), desatendió sistemáticamente la esfera social de la reforma. Pero incluso a Deng Xiaoping, que ha dejado de ser intocable. No pocos advierten ahora su falta de previsión respecto al alcance de los perversos efectos de la sacralización del mercado. A él, que tanto había sacrificado en aras de la defensa de la estabilidad, recurriendo incluso a la fuerza en junio de 1989, se le imputa que su consigna de “primero eficacia y después justicia”, haya derivado en profundas tensiones desestabilizadoras del régimen por causa de la intensificación de las desigualdades.

Durante unas semanas, mientras todos celebren, con familiares y amigos, el advenimiento del nuevo año, los ciudadanos chinos abrirán un paréntesis respecto a sus personales desasosiegos. Pero el año promete ser caliente en lo social. Los graves sucesos de diciembre del pasado año en Dongzhou, donde varios campesinos perdieron en la vida en una protesta pública, dan cuenta del acusado nivel de irritación que se vive en el campo chino, muy desamparado y desprotegido por el poder central. El ingreso per capita de 600 millones de chinos de esta cuarta potencia económica del mundo, no alcanza los dos dólares diarios. En PIB per cápita ocupa la posición 107 del ranking mundial, por delante de países como Congo o Angola. La educación, la sanidad o la seguridad social son conceptos que no forman parte del vocabulario de la inmensa mayoría de sus ciudadanos. Solo en 2006, por ejemplo, los residentes en Beijing, la capital del país, podrán acceder a la gratuidad de la educación obligatoria, un privilegio que no está al alcance de la mayoría de ciudadanos chinos. No hay otra forma de amortiguar los conflictos que no pase por mayor inversión en lo social.

La segunda inquietud es la política. En el orden interno, Hu Jintao, necesita afirmar su mandato. Primero, ampliando su base de poder, lo cual está generando ya zozobra en figuras importantes de la jerarquía partidaria y afectos al llamado clan de Shanghai que lideraba su antecesor, Jiang Zemin. Hu, que desde marzo del año pasado, tiene todo el poder en sus manos, ambiciona que la presencia del poder central se haga más patente en todos los rincones de China, impidiendo los abusos de las autoridades locales, que están en el origen de muchos descontentos. De poco vale que el gobierno de Beijing decida suprimir el impuesto agrícola a los campesinos si las autoridades locales confiscan sus tierras arbitrariamente o les gravan con nuevos impuestos para financiar sus arcas. Algo tan necesario no es tan simple, pues implica toda una revolución no solo en las finanzas públicas y en el marco de relaciones entre los poderes centrales y locales, sino también, y más importante aún, la consolidación de la exigencia del respeto a la ley como norma primera, un precepto que a nivel local se entiende como erosión del poder del jefe de la aldea. No habrá solución si no se dan más pasos en la construcción de un estado de derecho. Hu parece convencido de ello y aspira a desarrollar un nuevo impulso reformista en su mandato, que debe acabar en 2013, en la frontera del año del dragón y de la serpiente.

El segundo frente es el exterior. China parece dispuesta a seguir poniendo cara de perro a Japón. Hu Jintao ha visitado numerosos países de Europa, de África, de América e incluso de Asia, pero no ha visitado aún a su vecino japonés, con el que crecen las diferencias de todo tipo. Más allá de los litigios territoriales o históricos, el futuro de Taiwán centra buena parte de las disputas más profundas. Los independentistas del PDP y de la UST reciben un apoyo importante de Tokio. Y esas relaciones provocan mucha turbación en la capital china. A través del diálogo con la oposición a Chen, Hu ha conseguido en poco tiempo retomar la senda de la recuperación de la influencia en la isla y ello ha acrecentado el nerviosismo de Chen, abocando a Taiwán a una crisis política permanente (cinco gobiernos en los últimos años), agravada por los trances del principal partido que apoya al presidente.

Respecto a EEUU, el perro ladrará lo justo, tratando de marcar su espacio pero con tácticas que no alienten las estrategias de contención que tantos partidarios tienen al otro lado del Pacífico. La hegemonía, por el momento, solo parece estar en discusión con Japón y en el ámbito estrictamente regional.