20040303 beijing hu jintao e jiang zemin

China: Hu va a por todas

 Hu Jintao e Jiang Zemin, clic para aumentar
La estrategia de Hu Jintao pasa por neutralizar a los hombres próximos a Jiang Zemin y Zhu Rongji, al parecer descontentos con su política, tanto en el plano exterior como interior, implícitamente crítica con el descuido de las cuestiones sociales y ambientales en la anterior etapa. Su decisión y las medidas ya adoptadas son indicativas de que los servicios de seguridad, quienes disponen de toda la información que necesita, están bajo su control. La pérdida de peso político del llamado clan de Shanghai y la alianza con los afines a Li Peng le puede permitir ampliar su esfera de poder e influencia, garantizándose la capacidad suficiente para diseñar su propia sucesión con el horizonte de 2012. (Foto: Hu Jintao [izquierda] y Jiang Zemin).
 

Una nueva e intensa campaña anti-corrupción preside el proceso de renovación de los responsables del Partido Comunista de China (PCCh), con vistas al XVII Congreso de esta formación, a celebrar en 2007, probablemente en algún mes del último trimestre. Hu Jintao, secretario general y jefe del Estado, viene acentuando sus referencias a este asunto desde comienzos del presente año y a ello aludió vivamente en el discurso pronunciado el primero de julio, con motivo del 85 aniversario de la creación del PCCh. Más allá de loables intenciones, promete ser la piedra de toque principal de un plan para asegurarse una mayor cuota de poder.

En el año 2005, solicitaron oficialmente la entrada en el PCCh 17 millones de personas, de las cuales 2,47 millones fueron admitidos. Se desconoce cuantos fueron invitados a ingresar en sus filas y rechazaron la propuesta. Unos 45.000 han sido expulsados. Las cuatro quintas partes de la nueva militancia son personas menores de 35 años, afirma la agencia Xinhua en un comunicado. El total de militantes del PCCh asciende a 70,8 millones, organizados en 3,5 millones de células implantadas en todo tipo de instituciones, desde las empresas estatales o privadas, al Ejército o la Administración.

Junto a casos tradicionalmente presentes en la sociedad china como el soborno o el tráfico de influencias, u otros sangrantes como la negligencia o la corrupción abierta de los responsables locales del funcionamiento de minas peligrosas que provocan accidentes mortales, la clave de la actual campaña está relacionada con los preparativos del XVII Congreso del PCCh. Principalmente, a dos niveles.

La renovación de los comités del partido a nivel local y provincial, un total de 100.000 responsables que desempeñarán funciones clave en la política interior, ha activado el interés del boyante mundo de los negocios, quien desea contar con apoyos suficientes en el área burocrática para que sus intereses no se vean negativamente afectados. El apoyo a determinados candidatos afines supone la compra de protección y promueve la formación de múltiples grupos de poder e influencia. Ese proceso, hoy al orden del día, amenaza la autoridad central del Partido e incorpora un potencial de descomposición política que no puede desdeñarse.

Los órganos centrales en Beijing, conocedores de lo delicado y trascendente de la situación, y cada vez con mayores dificultades para hacerse oír en determinados entornos regionales y locales, han denunciado públicamente la compra y venta de puestos de responsabilidad, al tiempo que mostrado su intención de supervisar directamente todo el proceso de elecciones partidarias. El anuncio se ha acompañado de información acerca de la destitución y expulsión del PCCh de ocho responsables del Partido y la Administración, acusados de corrupción, que ahora pueden sufrir una condena judicial de hasta 13 años de prisión.

Por otra parte, en otoño se reunirá el pleno del Comité Central. La consigna de Hu Jintao es doble. En el plano del discurso, insistir en la construcción de una sociedad armoniosa, más equilibrada y menos desigual. En el plano del poder, dar una vuelta de tuerca a quienes aún no han mostrado el suficiente nivel de adhesión a su política y su dirección. La campaña anticorrupción brinda la coartada perfecta para reducir la base o simplemente deshacerse de sus rivales. Ello afecta a los principales estamentos, pudiendo alcanzar incluso a los más altos dirigentes. Se especula, por ejemplo, sobre el futuro de Huang Ju, miembro del Comité Permanente del Buró Político y ex alcalde de Shanghai, quien, según algunas fuentes, podría haber sido arrestado acusado de corrupción.

La estrategia de Hu pasa por neutralizar a los hombres próximos a Jiang Zemin y Zhu Rongji, al parecer descontentos con su política, tanto en el plano exterior como interior, implícitamente crítica con el descuido de las cuestiones sociales y ambientales en la anterior etapa. Su decisión y las medidas ya adoptadas son indicativas de que los servicios de seguridad, quienes disponen de toda la información que necesita, están bajo su control. La pérdida de peso político del llamado clan de Shanghai y la alianza con los afines a Li Peng le puede permitir ampliar su esfera de poder e influencia, garantizándose la capacidad suficiente para diseñar su propia sucesión con el horizonte de 2012. Por ello, cabe esperar que en la próxima cita congresual se produzcan algunos cambios significativos, cuyas consecuencias políticas se traducirán también en un intento de ejercer un mayor control del proceso de reforma por parte de las instancias partidarias.