¿China no puede con Corea del Norte?

Pyongyang ha multiplicado en los últimos días sus gestos de intransigencia (lanzamiento de más misiles, ruptura de las negociaciones con Seúl) que abundan en las respuestas a la resolución 1874 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Corea del Norte no solo no se amilana frente a la comunidad internacional, sino que advierte de su disposición a enfrentar, hasta las últimas consecuencias, cualquier desafío. A su imprevisible conducta habitual, se suma ahora la incertidumbre por la opaca transición en el liderazgo, probablemente facilitada con una adecuada dosis de tensión gestionada a la medida de las necesidades internas. La lógica norcoreana advierte de nuevas y más acciones hasta lograr su primer objetivo: introducirse como prioridad en la agenda del presidente Obama y reanudar el diálogo bilateral con EEUU, paso imprescindible para desandar el camino iniciado en los últimos meses y discutir de nuevo el proceso de verificación de las instalaciones nucleares desmanteladas, que está en el origen de la falta de avances en la negociación.
                            
Para encauzar y aliviar las tensiones, la diplomacia china se ha puesto de nuevo en movimiento con el objetivo de reanudar el diálogo hexagonal, paralizado desde diciembre, a la mayor brevedad posible. Kim III, el llamado a suceder a Kim Jong-Il, ha visitado Beijing. El viceministro  de exteriores, Wu Dawei, se ha embarcado en una gira por Rusia, EEUU, Japón y Corea del Sur para abordar la crisis nuclear. El hecho de que China haya secundado en el Consejo de Seguridad la ampliación de las sanciones a Corea del Norte le concilia con las demás potencias, pero le deja en una situación incómoda ante Pyongyang. El lanzamiento de nuevos misiles por parte de Corea del Norte también le recuerda a China los compromisos derivados de su situación geográfica y de sus responsabilidades históricas.

Hasta ahora, Beijing se ha confirmado como el mediador idóneo por excelencia en el litigio. Lejos de desacreditar su estrategia, los sucesos recientes vienen a reforzar esa convicción de que no hay otro camino que el diálogo para abordar una solución al contencioso, pero algunas voces reclaman ya otro formato. Los buenos oficios de China ante Pyongyang, quien tiene en el país vecino un apoyo seguro y el único puente real con el exterior, multiplicados en las últimas semanas y al máximo nivel, han tenido, por el momento, un efecto limitado. Pudiera dar la impresión de que Beijing no es capaz de condicionar positiva y suficientemente la estrategia norcoreana, pero quizás su primera preocupación sea evitar que el exceso de presión pueda tensar tanto la cuerda que se acabe rompiendo. Un peligro muy real que daría al traste con la ingente labor realizada y le obligaría a reinventar su política en la península coreana.