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China quiere otro destino: Multinacionales de ida y vuelta

Campo de arroz en Yangshuo, clic para aumentar
En los últimos años, la confianza de las multinacionales respecto a China ha aumentado. Está por delante de cualquier otro susceptible de recibir inversiones directas del extranjero. Las florecientes ciudades del delta del río Perlas en China, una zona de arrozales hace diez años, se han convertido en el nuevo Manchester del siglo XX y XXI. Shunde se llama a sí misma la capital del horno microondas; aquí, en una de sus gigantes fábricas, se realiza el 40% de la producción global de este electrodoméstico. En el sur, en Shenzhen, se puede fabricar el 70% de las fotocopiadoras mundiales y el 80% de los árboles artificiales de navidad. Dongguan tiene 80.000 personas trabajando en una fábrica de zapatos para los chavales de todo el mundo, etc. (Foto: Vista del centro urbano de la ciudad de Shenzhen en el atardecer).
 

La inversión de las empresas multinacionales extranjeras ha desempeñado un papel ciertamente importante en la aplicación de la política de reforma y apertura en China, que está en el origen, junto a su inmensa capacidad de ahorro interno, de la profunda transformación económica y social que viene experimentando este país desde finales de la década setenta. Pero cuando la imagen de China como “taller del planeta” se extiende por todo el mundo, con su larga secuencia de explotación salvaje y opresión de numerosos colectivos de trabajadores, principalmente en las zonas económicas exclusivas, China se apresta a acelerar el paso en el camino de vuelta, realizando cada vez más importantes inversiones en el exterior, y creando sus propias empresas multinacionales para discutir en pie de igualdad en el mundo de la globalización económica. Por otra parte, cabe advertir una singular reorientación de las inversiones extranjeras en los últimos años, en las cuales el porcentaje de investigación y desarrollo es cada vez mayor. China quiere otro destino.

Elevada inversión extranjera

El Imperio del Centro sigue manteniendo un nivel relativamente alto en la captación de inversiones extranjeras directas. Durante 12 años consecutivos ha ocupado la primera posición entre los países y regiones en vías de desarrollo. Más de medio millón de empresas de inversión extranjera están implantadas en China, y en sectores como la industria manufacturera, en primer lugar y bien conocida de todos, pero también en las infraestructuras, los servicios y el comercio, con inversiones efectivamente realizadas por un monto total de más de .000 millones de dólares. De las 500 mayores multinacionales del mundo, cerca de 450 han realizado inversiones en China, y buena parte de ellas han establecido en este país su oficina regional para Asia-Pacífico. Se estima que dos terceras partes de las empresas extranjeras implantadas en China han logrado ganancias, y las dos quintas partes de las multinacionales han tenido beneficios superiores al promedio internacional.

Entre las empresas multinacionales más importantes que se han implantado en China, conviene citar a Volkswagen, con dos grandes centros de producción en Shanghai y en Changchun, y más de cien centros de abastecimiento de repuestos esparcidos por todo el país, que la convierten en la mayor empresa automovilística de inversión mixta en China; Boeing, que ha desarrollado diferentes formas de implantación (capacitación, mantenimiento, sistema logístico y soporte técnico, empresas de conversión destinadas a la fabricación de materiales sintéticos, suministro de repuestos, reparación de aviones, etc); Nokia, que tiene en China su principal centro de producción en el mundo; Microsoft, que cuenta con dos empresas de software de inversión mixta. Michelin, que es ya la empresa número uno en neumáticos en China, en alianza con una productora local, etc, etc.

En los últimos años, la confianza de las multinacionales respecto a China ha aumentado. Está por delante de cualquier otro susceptible de recibir inversiones directas del extranjero. Las florecientes ciudades del delta del río Perlas en China, una zona de arrozales hace diez años, se han convertido en el nuevo Manchester del siglo XX y XXI. Shunde se llama a sí misma la capital del horno microondas; aquí, en una de sus gigantes fábricas, se realiza el 40% de la producción global de este electrodoméstico. En el sur, en Shenzhen, se puede fabricar el 70% de las fotocopiadoras mundiales y el 80% de los árboles artificiales de navidad. Dongguan tiene 80.000 personas trabajando en una fábrica de zapatos para los chavales de todo el mundo. Y así podríamos seguir con más ejemplos.

El delta del río de las Perlas, de un tamaño equivalente a Bélgica, atrae mil millones de inversión extranjera al mes y genera 10.000 millones de dólares en exportaciones en el mismo periodo. 30 millones de personas trabajan aquí en la manufactura, y todos los días sigue llegando gente de las zonas rurales, que huyen de las difíciles condiciones de vida en el campo para sumergirse en la no menos duras condiciones de trabajo en la industria. Las multinacionales encuentran aquí una mano de obra barata, educada, dócil y sin apenas nivel de sindicalización. Las condiciones de trabajo, en especial, cuando deben nutrir los productos necesarios para alegrar nuestras fiestas, son verdaderamente duras en muchos casos. Los ejemplos en el sector de juguetería son paradigmáticos: millones de mujeres haciendo jornadas de quince horas, siete días a la semana, manejando productos químicos sin apenas protección, con una semana de vacaciones al año.

Antes se armaban los ordenadores en las fábricas de Taiwán, ahora ese proceso se hace en China. Lo mismo pasa con la ropa, que antes cosían en Hong Kong; o los electrodomésticos, que antes se fabricaban en Japón. Todos se mudan a China. Precisamente por ello, los lugares que han visto desaparecer más plantas manufactureras son Hong Kong y Taiwán, además de otros países de la región. Y por eso también, muchos de los capitales invertidos en China en los últimos años son de matriz étnica propiamente china.

Hasta hace poco solo había una perspectiva del problema: las multinacionales usaban el país asiático como estación de montaje y no de producción; como consecuencia, casi el 60% de las exportaciones chinas está en manos de compañías extranjeras. Decir made in china equivale a decir producido en China, pero por empresas multinacionales de Corea del Sur, Taiwán, Japón o EEUU, que usan China como estación de montaje final de sus vastas redes mundiales de producción. En rigor, esta circunstancia obligaría realmente a relativizar el valor último de la significación comercial de China a nivel mundial, pues podría hacerla parecer mayor potencia de lo que realmente es. EEUU, por ejemplo, es deficitario con China en su balanza comercial, y da la impresión de que China es la más beneficiada por el comercio bilateral, pero no es exactamente así. Son los empresarios y los consumidores de los países ricos quienes más se benefician de los bajos costes de la producción final de juguetes, ropa, productos electrónicos, y otros objetos de uso común que inundan nuestros mercados. Son las empresas extranjeras las que se quedan con la mayor parte de las ganancias generadas por este comercio. China se queda con los beneficios salariales de la globalización, pero no con las ganancias de la globalización, afirma Yasheng Huang, profesor asociado de la Sloan School of Management del Massachussets Institute of Technology. Así lo cree también Dong Tao, economista de UBS en Hong Kong: de una muñeca Barbie que se vende a 20 dólares, China percibe 35 centavos.

En los dos últimos años, el sector tecnológico es el que llama más la atención de las grandes multinacionales. El interés se ha incrementado ante la disponibilidad de ingenieros chinos a bajo coste (700.000 se licencian cada año), sobre todo en el campo de los diseños de semiconductores y desarrollo de software. Por eso, también las multinacionales comienzan a expandir sus centros de I + D en China. La cantidad de centros de investigación y desarrollo de capital extranjero en el país pasó de 200 a 750 en los últimos cuatro años, según el Ministerio de Comercio de China. En un sondeo realizado entre multinacionales en septiembre último por Naciones Unidas, China es señalado como el país más atractivo para la ampliación de la I+D, por delante de EEUU e India, principal rival de China. Ello a pesar de la débil protección de los derechos de propiedad intelectual, principal factor limitador. La inversión inicial se ha centrado en adaptar los productos y las tecnologías existentes al mercado chino, pero ahora han ampliado sus operaciones, pensando en desarrollar desde aquí productos para el mercado mundial.

China se está convirtiendo también en el centro de deslocalización del desarrollo farmacéutico. Los estudios preclínicos de los medicamentos, por ejemplo, tienen un coste inferior en un 70% al registrado en EEUU. El sector del automóvil echa cuentas. Alrededor de 800 proveedores de componentes para la industria de automoción ya se han implantado aquí, a la espera del gran boom que está por llegar. Los grandes bancos también están tomando posiciones estratégicas en el mercado de los servicios financieros. Todos se preparan para un nuevo salto en sus dinámicas de implantación y negocio en el país.

El gobierno chino, por su parte, quiere fortalecer la innovación, con prioridad para los sectores de biotecnología, farmacéuticos y semiconductores. El consejo de Estado aprobó ampliar la inversión en este capítulo al 2% del PIB en 2010 y al 2,5% en 2020. En 2005 gastó casi el triple de lo invertido en 2000 (29.400 millones de dólares frente a 11.130 millones).

Saltar la muralla

China necesita estar presente en el mundo para garantizar su propio desarrollo. Entre las actuaciones que lleva a cabo se encuentra la compra de empresas extranjeras. China ya compró la empresa de televisores de la cadena francesa Thomson; igualmente adquirió la división de ordenadores personales de IBM. En el ejercicio 2004, alcanzó los 5.500 millones de dólares de inversiones netas en el extranjero, con un aumento interanual de un 93%, según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Comercio. La IED de China supone el 0,55% del total global de este tipo de inversiones. En 2004, las IED en China aumentaron el tamaño de las operaciones, y la mitad de sus ingresos se reinvirtió. Más de la mitad de las inversiones chinas en el extranjero se destinaron a Asia, siendo Hong Kong uno de los puntos calientes de inversión. Las inversiones extranjeras de China cubren varios sectores, el 32,7% en la industria minera, el 15,1% en los sectores de transporte y almacenaje, el 14,5% en ventas mayoristas y minoristas, el 13,8% en fabricación, y el 13,6% en servicios a empresas.

Las multinacionales chinas invirtieron en 2005 un 26% más que en 2004 en el exterior, en total, unos 6.900 millones de dólares. El objeto es doble, adquirir marcas de prestigio que faciliten la internacionalización de sus empresas de una forma rápida y segura. De otra, asegurarse el acceso a los recursos energéticos y las materias primas que reclama su economía. El sector de la energía es importante. China ya ha invertido 6.000 millones de dólares en empresas de gas y petróleo en el exterior. Empresas chinas han invertido unos 33.000 millones de dólares en industrias basadas en recursos minerales fuera del país. El 60,3% de sus inversiones se han dirigido a Asia; América Latina, acapara el 16,2%; África, 6.9%, EEUU, 6,7%; Europa, 6.3%; y Oceanía, 3.6%. Igualmente han creado filiales de sus empresas en el extranjero por valor de 1.770 millones de dólares y empleado otros 1.930 millones en fusiones y adquisiciones. Las compras chinas se encuentran a veces con obstáculos, como ocurrió con la oferta de adquisición por parte de CNOOC (China Nacional Overseas Oil Corporation) de la petrolera estadounidense Unalco, rechazada por motivaciones políticas y supuestas razones de seguridad nacional. La eliminación de la limitación del número de divisas que una empresa china puede invertir en el extranjero, propiciará un salto importante en la inversión exterior. La presencia de las empresas chinas en el exterior avanzará de forma considerable en los próximos años.

Por otra parte, China también ambiciona colocar a sus propias corporaciones entre las más importantes del mundo. Hoy dispone de muy pocas marcas globales. Según fuentes del Ministerio de Comercio, en 2002, el volumen de negocio de las principales 500 compañías industriales de China, representaba el 68% del PIB del país. 12 de esas compañías ya figuran entre las 500 principales del mundo, pero aún le queda mucho por hacer para ganar una significativa dimensión internacional. En cualquier caso, tiene el convencimiento de que disponer de multinacionales es condición sine qua non para actuar con poder en la globalización. Baste un dato: el volumen de negocios generado por las multinacionales equivale a la tercera parte de la producción mundial y el intercambio comercial que generan equivale a más del 60% del total en el mundo.

En todo este juego de empresas multinacionales que van y vienen, el gran perdedor es el eslabón más débil, quienes, en un caso, pierden sus puestos de trabajo a consecuencia de la deslocalización, o, en otro, deben padecer las duras condiciones de trabajo en las plantas chinas a cambio de salarios miserables, menos de un dólar a la hora, aunque supongan cierta mejora cuantitativa respecto a los ingresos que puedan obtener en el campo. Miles de fábricas han creado millones de puestos de trabajo para ellos. ¡Que ilusión!

Xulio Ríos (Revista Pueblosxullo/2006Rebelión19/07/2006)