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China-USA: difícil coexistencia

 Hu Jintao e George Bush, clic para aumentar
Washington tiene la mirada puesta en los próximos 25-30 años, cuando el poder económico de China sea ya del todo irreprimible, y para entonces quiere estar en condiciones de poder influir decisivamente en su conducta internacional. En numerosas regiones del mundo se opera una feroz competencia y sus intereses respectivos difícilmente encuentran un ámbito de cooperación. (Foto: Washington 20/04/2006. Hu Jintao e George Bush).
 

Hu Jintao, el presidente chino, afronta este primer encuentro oficial con Bush en EEUU como una gran oportunidad para iniciar una nueva etapa en las relaciones bilaterales que permita aparcar las numerosas desconfianzas y roces que han ido aumentando en los últimos años. En efecto, a los ya clásicos diferendos comerciales o por Taiwán, se han ido sumando alertas por diversos temas: las inversiones chinas en América Latina y en el mismo EEUU, la competición energética, o la pugna por la influencia en áreas de mayor o menor importancia estratégica, desde el Asia central hasta Oriente Medio, pasando por el Pacífico Sur, recientemente visitado por el primer ministro, Wen Jiabao.

La estrategia china para ablandar las resistencias de EEUU no es novedosa. Se trata de priorizar la atención en los asuntos económicos, dejando a un lado los temas más espinosos. Esta política le ha dado buenos resultados en relación a Taiwán, o en el sudeste asiático, o en el Pacífico Sur. Podrá funcionar también en relación a EEUU? Sin duda exigirá una mayor dosis de empeño. Así parece entenderlo también la dirigencia china que, para la preparación de esta visita, ha enviado a EEUU a su vice primera ministra, Wu Yi, e invitado a China a los principales responsables de la política comercial estadounidense e incluso a las voces más críticas con la política monetaria china (los senadores Schumer y Graham). Con estos gestos, Hu da cuenta de su buena voluntad, amortigua con habilidad algunos descontentos y calcula que decisiones puede adoptar para alcanzar ese punto medio donde sus intereses no resulten excesivamente sacrificados. Incluso en materia de seguridad, aprovechando los Juegos Olímpicos, ha buscado un acercamiento que pueda servir para establecer un marco de confianza a través del desarrollo del trabajo en común.

Esta política puede recrear una atmósfera bilateral ciertamente positiva, pero poco puede hacer cuando, más allá de los loables esfuerzos subjetivos, la cruda realidad impone su criterio. Washington tiene la mirada puesta en los próximos 25-30 años, cuando el poder económico de China sea ya del todo irreprimible, y para entonces quiere estar en condiciones de poder influir decisivamente en su conducta internacional. En numerosas regiones del mundo se opera una feroz competencia y sus intereses respectivos difícilmente encuentran un ámbito de cooperación. La experiencia china en el intento de compra de UNOCAL es bien expresiva de las reservas existentes. Cuando el pasado 27 de diciembre, EEUU anunciaba la imposición de sanciones a ocho sociedades que habían vendido determinadas armas y tecnologías a Irán, seis de esas sociedades eran chinas. Beijing no apoya la política de aislamiento tecnológico de Teherán y enmarca su relación con este país partiendo de la consideración de que es un importante proveedor de productos petroleros. Por no hablar del último informe del Pentágono remitido al Congreso que señala con el dedo a China como peligro número uno para garantizar, a medio plazo, la hegemonía mundial estadounidense.

La segunda parte de este escenario se refiere a la protección de las rutas de aprovisionamiento para evitar bloqueos en caso de conflicto abierto, que bien pudiera surgir por el problema de Taiwán. El Pentágono habla de un «collar de perlas» que China está construyendo poco a poco en el Océano Índico, del Golfo Pérsico al estrecho de Malaca, por donde transita el 80% del petróleo que China importa. Diversos proyectos están en marcha o en avanzada fase de negociación con Pakistán, Bangla Desh, Myanmar, Camboya e incluso Tailandia.

Aún cuando Zhen Bijian, presidente del Foro Reforma China, insista en su teoría de la emergencia pacífica y en que China no alberga propósitos militares ni hegemonistas, ello no impedirá que quien pueda habilite mecanismos de prevención al respecto amparándose en la sacrosanta seguridad nacional. No basta con mejorar la imagen ante quien ha demostrado que la imagen le importa poco.

Centrar toda la atención en la economía no ha producido tan buenos resultados en el plano interno. Se acaba de reconocer de forma clamorosa en el último período de sesiones de la Asamblea Popular Nacional, celebrado en los primeros días de marzo. La magnitud de los problemas sociales originados, y desatendidos, es tan grande que de no atenderlos en debida forma pueden hacer que se atragante el crecimiento chino. Esa lección debe estar sobre la mesa de sus dirigentes. En una relación tan difícil y complicada como la que deben mantener con EEUU, el papel de los intercambios económicos y comerciales es clave, pero no exclusivo, y la proyección de los otros temas es de tal calado que pueden arruinar las expectativas de negocio bilateral. En ese delicado y difícil equilibrio se mueven las relaciones sino-estadounidenses. Y toda prudencia es poca.