La tres grandes economías del mundo invierten fuertemente en energías renovables, en sintonía con lo establecido por el Acuerdo del Cambio Climático de París. Incluso Estados Unidos, cuyo su Presidente abjuró de dicho Acuerdo y donde la energía de lutita tiene todavía un importante futuro, se toma en serio este tema. No obstante, las estrategias seguidas son por completo divergentes. Ello permite concluir que cuando la energía renovable domine el panorama, lo hará en términos manifiestamente heterogéneos. Es así que los caminos hacia este escenario serían los siguientes: uno armonioso y convergente, otro competitivo y finalmente otro acumulativo y sin concierto.
La tres grandes economías del mundo invierten fuertemente en energías renovables, en sintonía con lo establecido por el Acuerdo del Cambio Climático de París. Incluso Estados Unidos, cuyo su Presidente abjuró de dicho Acuerdo y donde la energía de lutita tiene todavía un importante futuro, se toma en serio este tema. No obstante, las estrategias seguidas son por completo divergentes. Ello permite concluir que cuando la energía renovable domine el panorama, lo hará en términos manifiestamente heterogéneos. Es así que los caminos hacia este escenario serían los siguientes: uno armonioso y convergente, otro competitivo y finalmente otro acumulativo y sin concierto.
El primero de ellos está representado por la Unión Europea, caracterizándose por la planificación estructurada de la llamada Iniciativa de la Tercera Revolución Industrial. Este camino se sustenta en varios pilares. Uno de ellos busca convertir a los inmuebles en mini centrales de generación de energía eléctrica. Ello se lograría, por ejemplo, dotándolos de paneles solares o de máquinas para convertir la basura en energía. Otro, convergente con el anterior, buscaría dotar a dichos inmuebles de mecanismos adecuados para conservar la energía obtenida, contrarrestando los altibajos en su capacidad de generación. Tal sería el caso de baterías que conservaran la energía obtenida por los paneles solares en momentos de sol. Otro pilar apuntaría hacia la creación de redes bidireccionales de transmisión de energía eléctrica. Los inmuebles podrían así intercambiar su energía: recibiéndola cuando fuese deficitaria o donándola para su retransmisión donde fuese requerida. Los vehículos eléctricos, de su parte, cargarían sus baterías en los propios estacionamientos de los inmuebles. En síntesis, esta opción se presenta como una auténtica sinfonía.
El segundo de los caminos viene representado por Estados Unidos. Este se sustenta en un marco competitivo. La investigación y el desarrollo de fuentes de energía estarían librados a una dinámica de libre mercado. Al final algunas de esas fuentes se impondrían y otras serían desechadas. Ejemplo de esta situación se encuentra en los desarrollos paralelos de sistemas químicos que buscan replicar artificialmente el proceso de fotosíntesis para producir combustible para vehículos y los vehículos eléctricos. Mientras la primera opción haría innecesaria a la electricidad como fuente de combustión vehicular, la segunda busca hacer innecesarios a los combustibles. El mercado determinará cual de los dos desarrollos resulta más eficiente y rentable. En síntesis, una polifonía.
El tercero de los caminos es el seguido por China. Este busca acumular tantas fuentes de energía renovables como posible, moviéndose con rapidez y sin concierto o prioridad en todas las direcciones. Es así como el país se ha lanzado en un ambicioso proceso de construcción de centrales nucleares. Ello busca alcanzar una capacidad de 88 Giga watts para 2020 y de 150 GW para 2030. Ello incluiría, incluso, la construcción de dos centrales flotantes. Al mismo tiempo, China persigue alcanzar una capacidad de generación de energía solar de 1000 GW para 2030 y otra de energía eólica de 400 GW también para 2030. Se trata de un proceso agregativo desordenado. Es decir, de una cacofonía.
Todos los caminos, sin embargo, conducen a Roma. Es decir, a la energía renovable y, por extensión, el final de la llamada “Lógica de Hotelling”. Según la misma, derivada del economista del mismo nombre, dado que la disponibilidad de todo producto finito se va agotando con el tiempo, su costo marginal tenderá siempre a subir. Por definición, la innovación tecnológica desafía la noción de recursos finitos, pues se avanza en dirección a un proceso sin final. De esta manera es posible creer incluso, como lo hace el famoso futurólogo Jeremy Riffkin, que las energías solares y eólicas avanzan hacia el cero costo marginal por basarse en recursos no agotables.
Queda abierta, sin embargo, una gran interrogante. ¿Podrá la energía renovable hacerse cargo por si sola de un planeta cuya población aumenta en forma sostenida y de una economía mundial que requiere de un crecimiento permanente para hacer frente a la expansión poblacional? Un reporte proveniente de la Comisión Europea para el Cambio Climático señala que, para 2050, Europa podrá satisfacer no menos del 80% de sus necesidades por vía de las energías verdes. Un estudio reciente de la Universidad de Stanford resulta mucho más ambicioso, previendo que para 2050 el mundo podrá sostenerse con la simple combinación de las energías solares, eólicas y del agua, sin con ello limitar las posibilidades de crecimiento económico. Finalmente, un informe del Instituto de Investigación Energética de China afirma que para 2050, dicho país habrá logrado satisfacer el 86% de sus necesidades a través de las energías renovables. Bien se trate de sinfonías, polifonías o cacofonías, el fin del petróleo es la meta.