Diplomacia “made in Taiwán”

En relación a Taiwán, dos cuestiones irritan sobremanera a Pekín. En primer lugar, la insistencia de Taipei en mejorar y ampliar su capacidad militar; en segundo lugar, sus ambiciones diplomáticas. ¿Por qué? Ambas políticas refuerzan la identidad de la isla, marcan la diferencia en relación a Hong Kong y Macao, y hacen naufragar la supuesta infalibilidad del principio “un país, dos sistemas”, concebido desde Zhonnanghai para materializar la unificación del país.

Cuando aún no se han cumplido los cien días de su toma de posesión, Chen Shui-bian, el nuevo presidente taiwanés, se ha lanzado a una gira por varios países de Centroamérica y África. Hasta ahora, la reacción de Pekín ha sido indirecta. Ayer, un inusual despacho de la agencia Xinhua informaba de la febril actividad diplomática desarrollada por los dirigentes chinos, dando a entender la ínfima transcendencia de la iniciativa taiwanesa, mientras Jiang Zemin, desde su veraneo en el baneario de Beidahe, recordaba al congresista norteamericano Bill Archer que la reanudación del diálogo entre las dos Chinas depende única y exclusivamente del renocimiento común del principio de que solo podrá existir una China.

¿Porqué Chen Shui.bian se ha decidido a dar este paso? Contrariamente, quizás, a lo esperado, en las primeras semanas de su mandato desarrolló una estrategia apaciguadora, descartando cualquier pronunciamiento o referéndum independentista e invitando a Pekín a un diálogo al más alto nivel. Es demasiado pronto para esperar que esa política pueda dar resultados, a pesar de que también la coyuntura regional ““leáse Corea”“ favorece la aproximación bilateral. China necesita tiempo para digerir el ascenso independentista en Taiwán y formular una nueva estrategia, más realista.

Por el momento, la gira de Chen Shui-bian le alejará algo más de Pekín pero al menos le servirá para evitar deserciones. Taipei necesita disipar dudas y desconciertos entre sus contados aliados diplomáticos. Si la gira en sí no es la mejor diplomacia posible para lograr un entendimiento con Pekín, si al menos le servirá para consolidar el nivel de reconocimiento internacional logrado hasta ahora -casi treinta Estados-, mínimo pero suficiente para recordarnos que Taiwán aspira a ser un miembro de pleno derecho de la comunidad de naciones. La incertidumbre originada por la alternancia política en la isla mejoraban las perspectivas continentales de estrechar su cerco diplomático. Taiwán necesitará poner sobre la mesa más dinero y proyectos para afianzar su proyección internacional. Para algunos países pobres y olvidados, las rivalidades chinas les ofrecen una mínima esperanza de atención por parte del primer mundo. El juego de fidelidades se asemeja a una subasta: Senegal o Papúa Nueva Guinea, por ejemplo, han cambiado de bando en más de una ocasión en pocos años. Que el soberanista Chen Shui-bian perdiera algún aliado exterior en los primeros cien días de mandato le procuraría importantes críticas en el interior y debilitaría su capacidad de negociación. Solo el que conserva, tiene.