Donald Tsang, jefe del ejecutivo de Hong Kong, logró revalidar el domingo su mandato por un amplio margen. De los 772 votos válidos emitidos por los miembros del Comité Electoral, integrado por un total de 795 electores, Tsang obtuvo 649 frente a los 123 de su único rival, Alan Leong. Tsang ejercía sus funciones desde el 16 de junio de 2005, tras la dimisión de su predecesor, Tung Chee Hwa. Ahora gobernará esta región hasta 2012. Para candidatarse en este singular proceso electoral se requiere un mínimo de 100 nominaciones y Tsang había logrado presentar 641 ante la oficina electoral.
Si la estabilidad es la nota característica de la situación política en Hong Kong, otro tanto de lo mismo podría decirse de la marcha de la economía. El crecimiento en 2006 fue del 6,8% (7,6% de promedio en los tres últimos años). Las cifras de inversión, de afluencia de visitantes, empleo, etc., dan cuenta de la espectacular recuperación del enclave, alentada a partir de la segunda mitad de 2004.
Donald Tsang, de 62 años, garantiza a Beijing la continuidad de su política conforme al principio de “un país, dos sistemas”, alejando cualquier hipótesis de crisis, blindada con el respaldo económico y financiero por parte del poder central.
En un momento de renovación de las principales estructuras administrativas y políticas en el continente con la vista puesta en el XVII Congreso del PCCh y la elección de una nueva Asamblea Popular Nacional en 2008, la normalidad registrada en Hong Kong, a punto de cumplirse una década desde la retrocesión (julio de 1997), cabe destacar la habilidad de Beijing para desactivar y marginar los factores de tensión que si bien no han desaparecido del todo, han dejado de representar un problema político serio.
Otro tanto podría decirse de Macao, cuyo PIB registró en 2006 un crecimiento del 15% (6,7% en 2005 y 28,4% en 2004), si bien planteando serios desafíos en materia de recursos humanos (a la baja) e inflación (al alza).
La estabilidad y prosperidad de ambas Regiones Administrativas Especiales constituye la preocupación esencial de Beijing, en cuya agenda no figuran procesos de democratización, tal y como reclaman algunos sectores sociales. En Taiwán, por el momento, la felicidad orgánica que procura Beijing sabe a poco.