El advenimiento de China y su correcto acomodo

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El nuevo advenimiento de China  se asemeja a un ascensor en el que viaja el mundo ya apretado y al que se sube un tipo grueso, con caspa en los hombros y algunos malos hábitos.

Ante el primer rechazo conviene ser civil y curioso con el extraño pues los chinos son buena gente. Por eso antes  de nada conviene tener en cuenta los siguientes puntos:

1. China viene a reclamar lo que por derecho le pertenece, por tamaño y tradición.
2. Que ese trozo del pastel es tan grande como el volumen que desaloja, que es el 22% de la población mundial en el continente y 25% si contamos a todos los de raza china en ultramar y el sudeste asiático. 1 de 4 personas es de raza china.
3. Que da igual que queramos dárselo o no pues ya lo tomará ella.

El alarde de audacia, arrogancia y rapiña de las potencias occidentales y Japón en el siglo XIX y XX sumió al orgulloso imperio en un estupor catártico. En un estado de shock traumático al darse de narices con la concreción práctica de la misma ciencia experimental que ellos prefirieron obviar. Desde la primera guerra del opio hasta la llegada de los comunistas al poder los conflictos fueron constantes.

Pero la ausencia de China en el discurso mundial en la segunda mitad del siglo XX ha sido voluntaria, si por voluntaria se entiende, en este caso, la voluntad expresada sin participación popular por sus dirigentes.

Por tradición y tamaño China siempre debió tener una presencia importante en nuestras vidas y más en aquellos años en los que se creaban las corrientes del arte y el pensamiento que definen el mundo como lo conocemos hoy. El mundo perdió con ello pero más perdieron ellos.

El advenimiento de China es la corrección de esta anomalía. Nos acostumbramos a su ausencia y ahora nos toca acostumbrarnos a su ubicuidad.

Su nueva voluntaria ausencia

En el periodo dinástico los funcionarios civiles en Pekín vivían al Este de la Ciudad Prohibida, el lado auspicioso, mientras que los militares ocupaban el Oeste. China ha sido principalmente una sociedad civil, muy al contrario de las sociedades guerreras de los Samurai en Japón. En Occidente, sin embargo, la violencia organizada de Hungtinton y la revolución industrial hicieron un matrimonio perfecto, con Japón como alumno aventajado.

China no tardaría en conocer cuán atrás se había quedado. Los primeros revolucionarios, aún con diferentes discursos, coincidían en verse abrumados por la enormidad de la tarea. Hasta el fundamento más básico, el lenguaje, necesitaba ser modernizado.

De la Edad Media al siglo XX en un paso. Este año se cumplen 100 años de aquella revolución patriótica que acabó con el régimen dinástico (Revolución Xinhai 辛亥革命), 10 más que los 90 años de Partido Comunista que se celebran este año. La celebración no será la misma, el partido es adepto al ratonismo histórico, un yonqui de la auto-adulación institucional que no regala nada.

Hasta la llegada de los comunistas al poder, los chinos fueron tradicionalmente indulgentes con los privilegios de sus artistas e intelectuales pero para el chino de a pie, igual hoy que entonces, nada reluce más que la gloria de ser rico.

Hacer lo que se espera de uno sigue siendo una proposición digna de cualquier chino, viva herencia de Confucio. El hábito chino de soñar con los sueños de los hijos le da continuidad. El dinero, y el poder que conlleva, tienen el acomodo justo de lo que está previsto y además es costumbre. La idiosincrasia más tópica de los chinos pone el decorado perfecto al éxito más convencional. Eso, la ingente mano de obra barata y su capacidad de sacrificio, son la razón del resurgir de China.

Sin embargo la perpetuación interesada de lo peor de esa mentalidad es la garantía, aún hoy, de la ausencia voluntaria de China en otros muchos discursos. Quizás en Occidente no deberíamos quejarnos de que el partido escoja hacer la cuenta de la vieja con el futuro de su pueblo.

El acomodo del resurgir

China es una gigantesca aula donde en los últimos 30 años ha pasado Occidente entero a impartir sus clases magistrales a cambio de mano de obra barata. Ha sido un regate en toda regla del capital a los obreros de Occidente, que ya se estaban subiendo a la parra.

Algunos pensaron que esto sería una reedición del Shanghai de los 20 y 30, un chollo, pero esta vez el chollo ha sido todo chino. Chapó por ellos!

Además, como es una educación progre, con supuestos réditos futuribles abundantes, al alumno se le permite copiar. Pero cuando el alumno llega a clase en un Bentley rosa mate es hora de empezar a pensar en el momento que haya que recalcular esa relación.

Los chinos han sumado 100 millones de trabajadores más al mercado laboral y en el mismo periodo la economía mundial no ha crecido proporcionalmente. Eso se tiene que notar y se está notando. La competencia en China es tan brutal que los que sobresalen llegan a nuestras costas como virtuosos de las economías de escala. De nada sirve lamentarse: adaptarse o morir. El mundo ha cambiado.

Los alemanes, que fabrican los coches que gustan a los chinos, aceptan mejor el cambio. Está por ver si España puede participar de tan buena fortuna y la culpa de no lograrlo será sólo de los españoles.

Es una obviedad decir que está en el interés del mundo que los chinos prosperen, tanto como decir que los chinos no podrán evitar caminar su propia pirámide de Maslow, aunque algunos lo nieguen. Puesto que es inevitable que China ocupe una posición principal en el devenir del mundo es en el interés del mundo que los chinos no se salten ningún paso de esa escala.

Ni siquiera los que justifican el régimen pueden sentarse, con serenidad y con los ojos cerrados, a imaginarse este país y decir que este sistema no es temporal, transitorio. Y sin embargo la voluntad del partido en negar la mayor es de momento inquebrantable.

El ‘weiwen‘ (维稳)

La doctrina del ‘weiwen‘, el ‘mantenimiento de la estabilidad‘, es hoy el mantra del gobierno. Pero un presupuesto para seguridad interna que ya supera al gasto militar no puede más que apagar fuegos, que paradójicamente en un contexto de relativa afluencia son cada vez más frecuentes.

Es así porque el ‘weiwen‘ solo se ocupa de los síntomas, hablar de las causas comprendería repensar todo el edificio. La paradoja tiene ahora su razón en que la aplicación indiscriminada del ‘weiwen‘ causa ahora la propia des-estabilidad que se pretende evitar.

El descontento en la India podrá cambiar un gobierno, pero no el edificio, que aún imperfecto y precario no se pone en duda. Sin embargo el sistema chino no prevé el reciclaje del descontento, solo su represión.

Para el observador, ante la duda, la seriedad de la situación sería solo proporcional al énfasis que el propio gobierno le dedica. Para celebrar su 90 aniversario el partido dictó a la prensa nacional la admonición del presidente en grandes titulares: ‘fazhan shi ying daoli, wending shi ying renwu‘ (发展是硬道, 稳定是硬任务), ‘El progreso es el único camino, la estabilidad es la principal tarea‘.

Esos son los dos únicos ases en la baraja del partido, la mono-receta, pero no se crece igual de 0 a 100 que de 100 a 200, y muchísimo menos de 200 a 300. Ni la gente exige lo mismo de 0 a 100 que de 100 a 200, y muchísimo menos si unos pocos ya están de 200 a 300.

Arrieros somos y en el camino nos encontraremos‘. Los chinos mejor que nadie deberían saber que todo llega y que por eso lo importante no es si se llega ni cuando, sino como.