El desasosiego social en China

Mientras el balance macroeconómico de la exitosa reforma china sigue arrojando cifras espectaculares, año tras año se multiplican los episodios de desasosiego social que evidencian la existencia de profundos desequilibrios internos y no pocos colectivos de descontentos que optan por diferentes caminos para expresar su malestar: unas veces es un despedido quien da rienda suelta a su desesperación dinamitando varias residencias de su vieja fábrica; en otras, los desencantados procuran una nueva esperanza e ilusión abrazando el ideario de movimientos pseudorreligiosos como Falun Gong. En cualquier caso, sin cauces estructurados para gestionar institucionalmente el malestar creciente, el sistema-tapón se arriesga a experimentar cada vez mayores explosiones de rabia.

En el pasado mes de Marzo se producían casi medio centenar de muertos, la mayoría niños, en la escuela primaria Fang Lin, en la provincia de Jiangxi, al este de China. Los pequeños, en edades comprendidas entre los ocho y nueve años, además de atender a sus obligaciones escolares, participaban en los trabajos de fabricación de material pirotécnico para algunos empresarios de la zona que luego exportan a países como España. Conducta bien ajena al viejo mandato maoísta de combinar la teoría con la práctica y el estudio con el trabajo para formar buenos revolucionarios y, por el contrario, manifiestamente relacionada con la explotación laboral infantil tan habitual en un país que hasta hace bien poco se vanagloriaba de haber proclamado en su Constitución la eliminación de la explotación del hombre por el hombre.

En otro episodio anterior, cuando en la céntrica plaza de Tiananmen miles de personas esperaban el Nuevo Año Lunar, varios seguidores de Falun Gong, incluída una menor, se inmolaban a lo bonzo para expresar su condena de la ilegalización del movimiento, y exigir la puesta en libertad de los detenidos y el cese de toda represión.

De un extremo a otro del país, en Shijiazhuang, al sur de Beijing, se producían varias docenas de muertos y heridos al registrarse varias explosiones en una de las muchas fábricas textiles que se hallan inmersas en un intenso proceso de reconversión que amenaza con provocar el despido de miles de trabajadores. Aunque las informaciones son confusas, al parecer, fue uno de ellos quien decidió suicidarse cometiendo una masacre para llamar la atención respecto al olvido en que han caído los sectores sociales más débiles.

Pero el gobierno chino, aún reconociendo las muchas carencias del sistema, niega esa desmemoria. En la reciente sesión del Parlamento, el ministro de finanzas, Xiang Huaicheng, aseguró que China está construyendo una red de pensiones y seguros de desempleo que cubrirá a unos doscientos millones de personas. Según Zhu Rongji, el primer ministro, China ha invertido en programas sociales durante el 2000 un tercio más que en el año anterior. En su “Estrategia de Desarrollo Económico y Social de 2001 a 2005”, Zhu Rongji afirma sin ambajes que el sistema de bienestar para toda la vida que había sido introducido en tiempos del maoísmo, ya no es sostenible. Entonces eran las empresas estatales quienes asumían la responsabilidad total del bienestar de sus trabajadores y familias, incluyendo el empleo, asistencia médica y el pago de las pensiones de por vida (sesenta años para los hombres, cincuenta y cinco para las mujeres). En el marco de la reforma, esta pesada carga ha frenado la competitividad de las empresas estatales frente al sector colectivo o privado que no asumen tales responsabilidades.

Desde los años ochenta, China viene experimentando diversos procedimientos para introducir un seguro de desempleo a escala de todo el país, asi como mecanismos de financiación mixta, privada y pública, para atender la asistencia sanitaria y el pago de pensiones. En este sentido, un diputado de la provincia norteña de Liaoning aseguraba en la misma sesión parlamentaria que resultaría de todo punto imposible llevar a cabo la reestructuración económica sin arbitrar al mismo tiempo un sistema de seguridad social moderno y eficaz. En Liaoning, el peso de la industria estatal es muy importante, es el centro de la industria del país. Por ello, el gobierno ha decidido introducir el nuevo sistena en esta provincia con el objetivo de asegurar la distribución de pensiones básicas y el mantenimiento del nivel de vida. Del resultado depende su generalización al conjunto del país. El número total de empleados de las empresas estatales ha bajado ya de 70 a 50 millones de personas.

Falun Gong

El muy directo control del Partido del proceso de reforma, la actitud tradicionalmente poco combativa del movimiento sindical oficial y la falta de confianza en el futuro y en las instituciones, ha llevado a importantes capas de la sociedad a construir su propio espacio vital al margen de los cauces habituales y con el horizonte de cultivar su vida espiritual ante las frustraciones del día a día. Los preceptos de Falun Gong son presentados a sus seguidores como la vía indispensable para alcanzar la salvación individual en un mundo en franco declive. Sus creencias se basan en el budismo y en el taoísmo, en la búsqueda del equilibrio, de la armonía y de la perfección, asegura Li Hongzhi, su fundador. Falun Gong preconiza una vida sana y decorosa (no pueden beber alcohol, el juego les está prohibido y no pueden mentir ni tener relaciones sexuales fuera del matrimonio). El ascetismo que pregona Falun Gong es la respuesta a la incapacidad del Partido para frenar la corrupción económica y moral que gangrena todas las instituciones.

¿Que es Falun Gong? Dos son sus ingredientes principales. En primer lugar, una peculiar gimnasia, el qigong, una técnica que forma parte del bagaje cultural de la China milenaria, si bien practicada hasta hace muy pocos años por una élite muy exclusiva. Alternativamente, el qi gong fue admitido y prohibido durante la época de Mao, según soplara el viento derechista o izquierdista, pero en los años ochenta, coincidiendo con la extensión de la reforma económica al ámbito urbano, se expandió rapidamente e incluso la propia prensa del Partido Comunista llegó a publicar numerosos manuales para facilitar su desarrollo. El qi gong es un conjunto de técnicas de expresión corporal que persiguen finalidades esencialmente terapéuticas para mejorar la calidad de vida de quien lo practica. Está basado en un gran conocimiento del cuerpo y en el dominio y control de los procesos de respiración.

Como gimnasia de poco se puede acusar a Falun Gong; como esperanza pseudorreligiosa, las cautelas deben extremarse. La obra básica de Li Hongzhi lleva por título “Zhuan Falun” (algo así como “La Rueda en rotación de la Ley”) y en ella expone teorías un tanto delirantes como la supuessta destrucción de la humanidad en 81 ocasiones a través de otros tantos cataclismos. Según se desprende de sus conjeturas, la Tierra está a punto de padecer un nuevo cataclismo (otro pronóstico del inminente fin do mundo),y las reiteradas catástrofes naturales tienen un elevado significado premonitorio. Tonterías, en fin, menos peligrosas que la exaltación del papel de la voluntad en el tratamiento de las enfermedades o la insistencia en no acudir al médico cuando se está enfermo. Estas máximas, de obligado cumplimiento para los adeptos de Falun Gong han servido de razón de indiscutible validez al gobierno chino para alertar sobre la gravedad de las consecuencias de ciertos mandatos y avalar sus acusaciones de peligrosidad social. Zhuo Xin-ping, director del Centro de Estudios de las religiones de la Academia de Ciencias, no vacila al asegurar que estamos ante una secta basada en el control mental de sus seguidores. También en esto, China parece haber entrado en la modernidad.

El Partido y el gobierno han reaccionado virulentamente contra Falun Gong. En su estrategia han influído las consideraciones citadas, pero sobre todo el temor a esa capacidad de movilización y de influencia social que irrumpe en momentos de especial significación para el régimen, sin que nada ni nadie pueda detenerlos. Aún así, en el Comité Permanente del Buró Político, máximo órgano de poder, ni Wei Jiangxing, presidente de los sindicatos y principal responsable de la lucha contra la corrupción, ni Li Ruihan, presidente de la Conferencia Política Consultiva, especie de frente unido en el que participan partidos menores, parecen secundar activamente la línea de dureza. Estos dos líderes, candidatos a jugar un destacado papel en el período de transición que se abre hasta el XVI Congreso (2002), han planteado, sin éxito, regresar a la situación de tolerancia anterior.

En cualquier caso, la mejor política aquella comprometida con un serio esfuerzo por atajar cuanto antes las profundas carencias de un sistema que ha experimentado en las dos últimas décadas una transformación colosal pero que ha dejado al descubierto y agravado grandes injusticias y desigualdades sociales, principal caldo de cultivo del desasosiego que sienten cada vez más ciudadanos, muy temerosos de los efectos de la próxima entrada de China en la Organización Mundial del Comercio. So pretexto de la eficacia y en aras de la grandeza del país, la modernización de China no debería significar un “Gran Salto Atrás” en la justicia debida a los sectores más vulnerables y sacrificados por las reformas.