El liderazgo perplejo de Hu Jintao

¿Dónde está Hu Jintao? Es público y notorio que abandonó Italia el día 8 no sin causar una gran sorpresa en su entorno y una alerta global por las especulaciones desatadas respecto a la dimensión real de la gravedad de lo que estaba ocurriendo en Xinjiang, ya que una decisión así en modo alguno se toma a la ligera, asumiendo el riesgo de evidenciar internacionalmente la hipotética zozobra del propio régimen chino. Hu Jintao no pudo reunirse con el G-8 y debió posponer su visita oficial a Portugal. Reapareció de inmediato al día siguiente, durante la reunión del Comité Permanente del Buró Político del PCCh y de nuevo el martes día 14, junto a la totalidad de miembros de dicho órgano, la máxima estructura colegiada de poder en China, al inicio del VIII Congreso Nacional de Chinos Retornados de Ultramar y sus familiares. Pero parece haber dejado en manos de otros la gestión pública de la mayor crisis política de todo su mandato. Mirando para otro lado, el día 15 bendecía en Beijing los preparativos de la Expo 2010 de Shanghai. ¿Es coherente esa salida precipitada y de tanta trascendencia global con la posterior y práctica clandestinidad institucional en la que se ha sumido?

Zhou Yongkang, el responsable de seguridad, ha sido quien más ha dado la cara en relación a la crisis de Xinjiang. Desde el primer momento se personó en Urumqi, y también se trasladó a Kashgar y Hotan, visitando hospitales, cuarteles, supermercados y departamentos administrativos. El vice primer ministro Li Keqiang insistía desde Chongqing que deben hacerse más esfuerzos para desarrollar  las vastas regiones occidentales de China, dando a entender una renovación del compromiso con las políticas de desarrollo y  modernización de las zonas más atrasadas del país y que no habrá cambios en el modelo aplicado hasta ahora. Mientras, el vicepresidente Xi Jinping reclamaba más esfuerzos a los funcionarios del partido y del gobierno para evitar que se denigre la imagen del PCCh y corregir aquellos problemas que puedan impedir el “desarrollo científico” de la sociedad, palabra de orden introducida en el vocabulario político a instancias del propio Hu Jintao. Por su parte, He Quoqiang, también miembro del Comité Permanente del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de China, se encargó de publicar nuevas regulaciones para evitar y combatir la corrupción. El primer escarmiento llegó enseguida: el ex presidente de la petrolera estatal china Sinopec, Chen Tonghai, fue sentenciado a muerte con suspensión de la ejecución por espacio de dos años, por haber aceptado sobornos.

Grosso modo, los principales focos de descontento hacia el régimen del PCCh estriban en la corrupción y la mala conducta de algunos de sus dirigentes locales. Sin embargo, la gravedad de lo sucedido en Xinjiang, junto al episodio tibetano del año pasado y otros incidentes puntuales en el medio rural donde se refleja también la componente étnica (por ejemplo en la región autónoma zhuang de Guangxi) revela otro descontento selectivo con un nivel de impacto político, interno y global, de considerables consecuencias.

Por el momento, partiendo de la negación oficial de que nos hallamos ante un problema relacionado con la política de nacionalidades, todas las respuestas han sido en clave represiva. No ya pensando en los responsables directos de los disturbios, con claras amenazas de aplicación estricta de la pena capital, sino incluso con anuncio de sanciones para los jefes del partido que manejen incorrectamente los conflictos. Las medidas de seguridad se han extremado al máximo en Xinjiang con el objeto de evitar la posible reiteración de incidentes. Pero cualquier exceso es un gran favor a los partidarios del Consejo Mundial Uygur y alienta las amenazas de los grupos terroristas a los intereses chinos en todo el mundo, algo que también sucede por primera vez y coloca en serio problema su política hacia el mundo musulmán. Por otra parte, adoptar decisiones en caliente, al parecer en avanzada fase de discusión interna, relacionadas con la supresión de algunos beneficios de los que gozan las nacionalidades minoritarias en China, indicaría el nivel de nerviosismo reinante en la cúpula del PCCh.

La cohesión social y nacional en Xinjiang parece haber volado por los aires. ¿De veras se va a seguir aplicando la misma política que está en el origen del conflicto? La gravedad de lo acontecido (184 muertos reconocidos oficialmente) ha sorprendido a propios y extraños, pero no lo ha hecho menos el silencio personal que hasta ahora mantiene Hu Jintao, presidente del Estado y de la Comisión Militar Central y secretario general del PCCh, respecto a la crisis. Sobre todo en él, quien como el primer ministro Wen Jiabao, también “ausente”, es especialmente afectos a los gestos de populismo paternalista. Ni una sola vez se ha dirigido al pueblo chino para explicar su gestión en este asunto y los nuevos retos que plantea a China para recuperar los sentimientos de confianza y convivencia entre las diferentes nacionalidades. Malos tiempos su “armonía”.