El nuevo populismo chino

 Mercadillo en Shanghai, clic para aumentar
Con la aprobación del nuevo régimen de la propiedad, en realidad, no se abrirá el camino a privatizaciones en masa, sino que se pondrá fin, en lo esencial, al proceso de privatizaciones encubiertas y disimuladas llevado a cabo en la última década. Dicho mecanismo, reiteradamente negado en lo formal, se ha conducido en la práctica de forma sibilina y beneficiando a millones de responsables del PCCh que hoy constituyen el colectivo mejor organizado de la clase empresarial china. (Foto: Mercadillo en Shanghai).
 

El discurso que las autoridades chinas están planteando en las sesiones parlamentarias anuales viene a confirmar la nueva etapa de la reforma, un giro ya sugerido abiertamente en las sesiones celebradas el pasado año. A pesar de que el asunto más sobresaliente de la agenda es el referido a la aprobación del código de la propiedad, lo cierto es que predominan las alusiones al compromiso con la construcción de una sociedad más justa y solidaria. ¿Llegó a su fin el elogiado pragmatismo chino tantas veces desprovisto de escrúpulos? El tono de esta asamblea obedece a una doble necesidad. En primer lugar, para reforzar el perfil populista del régimen, de forma que pueda mitigarse el descontento de amplios sectores, en pleno auge en el medio rural, multiplicando las ofertas de marcado signo social. En segundo lugar, para curarse en salud ante aquellos que pudieran presentar el pleno reconocimiento de la propiedad privada como un nuevo paso tendente a liquidar las bases económicas del llamado socialismo con peculiaridades chinas.

¿Podrá subsistir un sistema esencialmente monopartidista con una base económica cada vez más plural? Cuando hace décadas se inquiría sobre la razón de ser del sistema de partido único en el socialismo real, la respuesta era “fácil”: una economía, una clase, un partido. No había divorcio de intereses. Pero en la China de hoy, la significación de la economía privada es muy importante, y va en aumento. ¿Podrá el PCCh ser portavoz también de los intereses de la burguesía emergente o aceptará esta sin más convertirse en una elite dirigida? En los días previos a la apertura del Parlamento, el PCCh instaba a las personalidades independientes y de otros partidos a colaborar en las labores de gobierno. Pero nunca en pie de igualdad, claro está, sino aceptando su liderazgo.

Por otra parte, el PCCh, aún conservando el férreo control sobre el Ejército, parece ser consciente de que sin una base económica propia puede acabar perdiendo el control del país. Por eso insiste en conservar el dominio estatal de los sectores estratégicos, en la negativa a privatizar la tierra, en la consolidación de grandes corporaciones públicas de proyección internacional, etc, lo cual debe garantizar su papel preeminente. Pero esa política también lamina su significación en las economías de nivel territorial, donde la mutación de jefes del partido en líderes empresariales y la cooptación de los sectores emergentes acaba por afectar a la propia autoridad del poder central. De ahí que la actual estrategia se asocie a una recentralización de políticas a fin de hacerse obedecer por unas autoridades que un año después de formularse los objetivos del nuevo campo socialista o similares siguen aún instalados en las dinámicas anteriores de crecimiento a toda costa.

Con la aprobación del nuevo régimen de la propiedad, en realidad, no se abrirá el camino a privatizaciones en masa, sino que se pondrá fin, en lo esencial, al proceso de privatizaciones encubiertas y disimuladas llevado a cabo en la última década. Dicho mecanismo, reiteradamente negado en lo formal, se ha conducido en la práctica de forma sibilina y beneficiando a millones de responsables del PCCh que hoy constituyen el colectivo mejor organizado de la clase empresarial china. El pulso entre nuevas y viejas elites, entre el centro y las diversas periferias, deberá sustanciarse en el Congreso a celebrar en otoño. Será el segundo tiempo del largo encuentro que estos días se inicia en Beijing.