El pequeño salto adelante

Se reconoce que la experimentación es una de las características principales del proceso de reforma chino. ¿También en lo político? Aquí todos los miedos se disparan. Las experiencias desarrolladas hasta el momento en el medio rural admitiendo las elecciones con más de un candidato para crear cierta sensación de competencia se encuentran con un límite objetivo: la falta de pluralidad política y, en consecuencia, la imposibilidad de la alternancia. Es verdad que en China existen más partidos que el comunista, pero sólo pueden aspirar a participar en la gestión de aquellas áreas de poder que el Partido les reserva, nunca a ejercerlo, al margen de él.

En Hong Kong, la pluralidad existe y las formas del ejercicio político son mucho más audaces y avanzadas. Pero uno se encuentra el mismo límite: la imposibilidad de la alternancia. Las vías son otras, pero el resultado es el mismo. Por mucho que avancen los llamados demócratas en las elecciones de este domingo, aún ganando todos los escaños en disputa, la mitad del total, poco podrán cambiar las cosas: los diputados del Consejo Legislativo no disponen del verdadero poder, ejercido desde las instancias ejecutivas que Beijing controla directamente.

No obstante, los resultados de hoy permitirán evaluar el impacto electoral de las últimas movilizaciones impulsadas por la oposición reclamando el sufragio universal a base de pequeños saltos adelante, y el efecto de las contramedidas de Beijing que, acusando a la oposición de estar al servicio de la Casa Blanca, se ha cuidado de exhibir los últimos logros conseguidos por un país fuerte y unido: los campeones olímpicos de la parte continental han desfilado de lunes a miércoles de esta semana ante todo tipo de autoridades y colectivos para ensalzar el triunfo deportivo de Atenas. Hace unos meses también desfilaron, por primera vez, las fuerzas armadas y el reciente centenario de Deng Xiaoping tuvo aquí una repercusión especial. ¿Mensaje? Es la hora del patriotismo.

Hong Kong es un símbolo de liberalización a muchos niveles, pero no puede ser un mal ejemplo para toda China. Pese a todo, Beijing es consciente de que no puede sostener indefinidamente su negativa a universalizar los derechos democráticos, aunque deba hacerse gradualmente. Se ha descartado ya que en 2007 pueda elegirse directamente al primer ministro. En 2008 tampoco habrá elección directa del Parlamento. Nada se moverá antes de 2012. Pero más tarde o más temprano tendrá que ceder, entre otras razones, porque si no avanza este proceso en Hong Kong, le será muy difícil normalizar las relaciones con Taiwán.

La mayoría de los hongkoneses no desean enfrentamiento alguno con Beijing. Esta preocupación compartida por la estabilidad le permite ganar tiempo para acomodarse al juego político, pero la falta de avances sustanciales y la afirmación de los signos de unilateralidad pueden acabar por desestabilizar la situación si no se acomodan institucionalmente las diferencias. Aún así, finalmente, ello exigirá aceptar algo muy difícil: no solo se puede ganar, también se puede perder. Y no se ha hecho una Revolución para eso.