El segundo tiempo de la tercera cooperación

El encuentro entre los máximos responsables de los asuntos a través del Estrecho, Wang Yu-chi, del taiwanés Consejo para Asuntos de China continental, y Zhang Zhijun, de la Oficina para Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado, previsto para mañana 11 de febrero, marca un punto de inflexión en el proceso iniciado en 2005, cuando representantes del PCCh y del KMT, por tercera vez en su historia, acordaron acercar posiciones esta vez para avanzar en la reunificación y sortear los riesgos de la independencia. Es la primera vez en 65 años que se registra una reunión a este nivel. Aunque del encuentro no se esperan resultados espectaculares, si se abre una nueva línea de acción de carácter netamente político y complementaria de la ya desarrollada por la SEF y la ARATS.

Apartados xeográficos China e o mundo chinés
Idiomas Castelán

El encuentro entre los máximos responsables de los asuntos a través del Estrecho, Wang Yu-chi, del taiwanés Consejo para Asuntos de China continental, y Zhang Zhijun, de la Oficina para Asuntos de Taiwán del Consejo de Estado, previsto para mañana 11 de febrero, marca un punto de inflexión en el proceso iniciado en 2005, cuando representantes del PCCh y del KMT, por tercera vez en su historia, acordaron acercar posiciones esta vez para avanzar en la reunificación y sortear los riesgos de la independencia. Es la primera vez en 65 años que se registra una reunión a este nivel. Aunque del encuentro no se esperan resultados espectaculares, si se abre una nueva línea de acción de carácter netamente político y complementaria de la ya desarrollada por la SEF y la ARATS.

A partir de 2008, tras la victoria del KMT, las relaciones entre Taipei y Beijing han experimentando un notable avance hacia la normalización. Prueba de ello son los 19 acuerdos bilaterales firmados, incluyendo el AMCE (Acuerdo Marco de Cooperación Económica) de junio de 2010, o la liberalización progresiva registrada en tantos dominios, desde el comercio o las finanzas hasta el turismo. El año pasado, por ejemplo, más de tres millones de continentales visitaron Taiwan. El continente representa el 40% del comercio exterior de la isla, y la cifra de negocios equivale ya al 60% del comercio bilateral China-Japón. En paralelo, se ha aliviado el pulso diplomático y los respectivos aliados ya no se ven la obligación de elegir de forma incondicional.

No obstante, ese avance hacia la normalidad enfrenta actualmente un primer cuello de botella. De una parte, la aprobación legislativa del acuerdo de comercio de servicios se dilata y podría dar lugar a momentos tensos en la política interna taiwanesa, mientras otros acuerdos en fase de negociación se resisten. De otra, esa tensión podría aumentar igualmente si a raíz de esta reunión Wang-Zhang y los acuerdos que le seguirán, la oposición sube el tono en un año clave para sus expectativas presidenciales (elecciones internas en mayo en el PDP y locales a final de año).

Si bien el PDP explora posibilidades para promover un acercamiento a China que no le obligue a perder la cara con una renuncia a su tradición independentista, lo cual parece difícil de encajar, el KMT, valedor del acercamiento económico para facilitar su integración en los mercados regionales e internacionales, vive temeroso de que un acercamiento en solitario en lo político, que Beijing reclamó de modo expreso en el encuentro Xi-Siew en Bali en el marco de la APEC, agrave su pérdida de popularidad ante una población que si bien no se opone a hacer negocios con el continente, manifiesta aun claras dudas y resistencias a la reunificación. Por otra parte, el KMT trata de compensar su acercamiento económico al continente con la reafirmación de sus alianzas tradicionales en materia de seguridad con el claro propósito de conjurar la poderosa atracción ejercida por el continente y mejorar su capacidad de negociación.

Gran parte de las relaciones a través del Estrecho se conducen a través de los circuitos oficiales e institucionales, ya sea de los gobiernos a diferentes niveles, de las entidades paraoficiales o de los principales partidos. Esto sin duda es necesario y conveniente, quedando aun un largo tramo de asuntos por normalizar. Es importante que se sigan registrando avances en este sentido, pero la clave esencial radica en el sentir de la opinión pública taiwanesa. Y los rápidos avances acreditados en la cumbre no se han correspondido de forma idéntica con los avances en la base, lo cual sugiere que sin una política de diplomacia pública más incisiva, avances y tensiones pudieran ir de la mano, afectándose mutuamente.

Para Beijing no es fácil idear una estrategia efectiva en tal sentido. Influye a la contra el escaso desarrollo general de esta política, los límites que aun subsisten para ciertas actividades en la relación bilateral, y sobre todo una concepción que, paradójicamente, la gubernamentaliza en exceso, lo cual equivale a su desnaturalización en sentido estricto y le resta eficacia y credibilidad. Por otra parte, no cabe ignorar que la mejor estrategia en este sentido consistiría en un impulso en el continente a aquellas reformas que incidieran en la homologación política de aspectos sensibles que hoy no figuran en la agenda, incluyendo algo tan elemental como la liberalización informativa, una decisión que aportaría confianza recíproca.