Excelencia asiática

El reciente Informe Pisa 2009 envía un claro mensaje: los estudiantes asiáticos superan a los occidentales. Incluso Finlandia, un estandarte de la excelencia, ha sido superado por Corea del Sur. En los diversos rankings, los resultados son demoledores. Los cinco primeros puestos en comprensión lectora los ocupan Shanghai (China), Corea del Sur, Finlandia, Hong-Kong y Singapur. En competencia matemática: Shanghai, Singapur, Hong-Kong, Corea del Sur y Taiwán. Y en competencia científica: Shanghai, Finlandia, Hong-Kong, Singapur y Japón.
                                     
Si la educación de los jóvenes es clave para la economía de todo país, el futuro pertenece a Asia Oriental. Además, todos los países y ciudades asiáticas destacadas comparten una base cultural confuciana. Y, salvo los surcoreanos, son estudiantes chinos. Otros bien situados son Australia, Nueva Zelanda y Canadá, resultando una conexión Asia-Pacífico. 

Corea del Sur se ha convertido, gracias a sus más altos niveles de educación, en un líder tecnológico y una Sociedad del Conocimiento. En 1950, el 70% de su población era analfabeta. ¿Cómo explicarlo? Las políticas públicas desarrolladas en las últimas décadas han sido exitosas. Hay otros factores clave: el firme compromiso de los padres coreanos en ser los primeros educadores de sus hijos y el alto reconocimiento de la formación en la sociedad coreana. En la tradición coreana se valora la disciplina, la jerarquía y el esfuerzo personal en el estudio y en el trabajo, que son valores confucianos. También en un hogar chino, la educación de los hijos es un factor importante junto a la solidaridad intergeneracional.

La OCDE resalta la firme apuesta del sistema educativo surcoreano por la excelencia, intentando que los alumnos desarrollen sus mejores capacidades. Pero alcanzarla requiere persistir en el esfuerzo. Las familias y los jóvenes invierten mucho tiempo y dinero en la educación.  Existe una competición, casi obsesiva, para estudiar en las mejores escuelas primarias y secundarias y obtener unas notas óptimas que, a su vez, permitan acceder a las mejores universidades del país.  Estas son la llave que abre las puertas para lograr los mejores puestos de trabajo en los sectores público y privado. Esta competición conlleva muchas horas de estudio para los adolescentes y grandes sacrificios personales y económicos para las familias coreanas, tal vez excesivos. Se estima que el 80% de los niños refuerzan sus  estudios con clases y tutorías particulares que se suman al horario lectivo ordinario. El alto coste de la educación influye en que muchas parejas decidan no tener más de uno o dos hijos.

Existe una fiebre educacional porque se considera la formación la mejor vía para la movilidad económica y social. Además, en plena crisis global, tener un título universitario ya no garantiza un trabajo bien remunerado.  En este contexto, enviar a los hijos, incluso muy jóvenes, a ampliar estudios al extranjero es otra presión en una sociedad obsesionada en lograr hablar un buen inglés, el idioma de la globalización. En las universidades de EEUU los estudiantes coreanos son el grupo más numeroso tras los chinos y los indios. El inglés es básico para una economía que depende del sector exportador. Corea del Sur es un país que no tiene recursos naturales pero sí humanos. Su futuro depende de la educación de sus ciudadanos.
Es evidente que para ser competitivo no es preciso ser asiático, ni confuciano. Requiere esforzarse para intentar lograr la excelencia en el trabajo. También buenas políticas educativas y solidaridad familiar. La cultura del esfuerzo no es un valor confuciano, sino universal. Nuestros jóvenes deben saber que, en un mundo globalizado, deberán competir con los asiáticos