200706 nicolas sarkozy e angela merkel

¿Habrá Constitución europea?

Nicolás Sarkozy e Ángela Merkel, clic para aumentar
La asunción del proclamado eje Merkel-Sarkozy coincidía con el 50 aniversario de la Unión Europea, así como con la ampliación de la UE a dos nuevos países de Europa del Este: Rumania y Bulgaria. Intentando aprovechar el significado histórico de ambos eventos, Merkel y Sarkozy planificaron la cumbre de junio pasado como una válvula de escape para la aprobación del nuevo texto constitucional.
 

Aprobado tras duras negociaciones el "minitratado" constitucional europeo en la cumbre de Bruselas en junio pasado, la Unión Europea deberá afrontar ahora un complicado período de ratificación del mismo, marcado por tres escenarios fundamentales: la necesidad de impulsar la aprobación parlamentaria del nuevo texto constitucional; la capacidad de persuasión de los nuevos ejes de poder en París y Berlín; y los nuevos desafíos para la política exterior europea.

La cumbre de la Unión Europea del pasado 23 y 24 de junio en Bruselas marcó en el calendario una fecha decisiva para la aprobación del remozado texto constitucional europeo: antes de las elecciones parlamentarias del junio de 2009. Pero los plazos y los escenarios se antojan impredecibles y complicados.

Coloquialmente denominado el "minitratado", este nuevo texto de 75 artículos sustituye al voluminoso Tratado de Constitución Europea, compuesto por 475 artículos, aprobado en la cumbre europea de Maastricht de 1993, con sus sucesivas modificaciones en las cumbres de Ámsterdam (1997) y Niza (2000).

La contundente derrota política de este tratado en los referendos francés y holandés de 2005 significó para la UE un duro mensaje social para su proyecto de unión política y persuadió a los líderes europeos en la urgencia de encontrar, cuanto antes, un texto alternativo y un nuevo sistema de aprobación.

De la calle al Parlamento

Por lo tanto, con el horizonte colocado en las elecciones parlamentarias de 2009, Bruselas espera dar los primeros pasos para aprobar este texto durante la actual presidencia rotativa portuguesa en la UE.

El objetivo es que el texto finalmente sea redactado por una Conferencia Intergubernamental que tenga listo el documento para ser firmado en diciembre próximo. Esta "hoja de ruta" espera completarse con la aprobación de los respectivos parlamentos europeos durante el año 2008.

Precisamente, la aprobación vía parlamentaria es un elemento que ha provocado controversias políticas y sociales en el seno de la UE. El temor en Bruselas a someter el "minitratado" por la vía del voto popular acrecentaron las críticas, desde diversos sectores, sobre el "déficit democrático" en la UE.

A mediano plazo parecen no existir mayores inconvenientes en aprobar el texto constitucional en parlamentos donde se requiera las dos terceras partes de aprobación, casos de Austria, Alemania, Italia, Grecia, Lituania o Suecia.

No obstante, se predicen problemas de aprobación en Francia, Eslovaquia y la República Checa, donde se requieren tres quintas partes de la mayoría parlamentaria, y en Reino Unido, Holanda, Portugal y Dinamarca, donde aumenta la presión política para llevar la votación a referendo popular. En círculos políticos en Bruselas se ha llegado a comentar que es más fácil "firmar el tratado que ratificarlo".

El eje Merkel-Sarkozy

En este sentido, Bruselas intentó afincar la viabilidad de este nuevo texto constitucional con la asunción de específicos liderazgos personales. La presidencia rotativa alemana en la UE, que duró de enero a junio de 2007, permitió a la canciller Ángela Merkel impulsar la elaboración de este "minitratado", a través de un comité de juristas y expertos alemanes seleccionado minuciosamente.

El impulso que Merkel le otorgó a este nuevo texto constitucional debía completarse con la asunción de un nuevo socio político, europeísta convencido, que le permitiera a la canciller asentar un eje político alternativo. La respuesta la obtuvo en las elecciones presidenciales francesas de mayo pasado y el contundente triunfo de Nicolás Sarkozy.

Catalogado de firme y enérgico europeísta, la victoria de Sarkozy fue quizás más elogiada y celebrada en Bruselas que en París, por lo que la UE ansía asentar en torno al actual presidente francés y la canciller alemana una nueva versión del tradicional eje franco-alemán, balanza de poder esencial para entender la integración europea.

Mostrándose inicialmente como un europeísta convencido, Sarkozy también dejó en claro determinadas posturas tendentes a afincar el proteccionismo económico francés, elemento que provocó no menos desencantos en algunos sectores en Bruselas. Otros analistas consideran que, con Merkel y Sarkozy, renace en Bruselas la tesis "atlantista" que beneficia a Washington y su política transatlántica.

La asunción del proclamado eje Merkel-Sarkozy coincidía con el 50 aniversario de la Unión Europea, así como con la ampliación de la UE a dos nuevos países de Europa del Este: Rumania y Bulgaria. Intentando aprovechar el significado histórico de ambos eventos, Merkel y Sarkozy planificaron la cumbre de junio pasado como una válvula de escape para la aprobación del nuevo texto constitucional.

El desafío polaco

Pero en la cumbre de Bruselas se mostraron fuertes diferencias que se resumían esencialmente en cuanto al reparto de las cuotas de poder dentro de la "nueva" Unión Europea.

Los principales obstáculos vinieron desde Polonia y República Checa. En esta perspectiva, también Gran Bretaña dejó en claro determinadas posturas contrarias a un reparto de poder que se consideraba ventajoso para las dos principales potencias dentro de la UE: Alemania y Francia.

Diversos medios de comunicación en Bruselas, París y Berlín interpretaron que el principal obstáculo para la aprobación del "minitratado" provenía de las dos principales figuras políticas del gobierno polaco: los hermanos Lech y Jarolaw Kaczinsky, respectivamente presidente y primer ministro.

Apoyados por la derecha nacionalista y católica y una revanchista política de revisionismo histórico en su país, los hermanos Kaczinsky criticaron duramente un texto constitucional que, en su opinión, fortalecía a los países grandes, como Alemania, Francia y España, en detrimento de países políticamente menos influyentes, como Polonia.

Polonia defendía el sistema de "mayoría cualificada" adoptado en la cumbre de Niza, que precisamente le favorecía como elemento de peso en la toma de decisiones comunitaria. La República Checa asumió en un principio esta postura polaca que, posteriormente, fue matizada durante la cumbre de Bruselas.

El gobierno de los Kaczinsky también tuvo roces con la UE durante este primer semestre de 2007, denunciando continuamente el Acuerdo de Asociación y Cooperación de la UE con Rusia, especialmente en el apartado energético, ante los planes de Berlín y Moscú de construir una serie de oleoductos y gasoductos desde el mar Báltico hasta el norte de Alemania, que pasan precisamente por Polonia y los países bálticos.

Las duras negociaciones de Merkel y Sarkozy con los hermanos Kaczinsky, que estuvieron a punto de llevar al fracaso la reciente cumbre de Bruselas, propiciaron a última hora la consecución verbal de un acuerdo de aprobación del "minitratado", enmarcado en un ambiente que deja más nubarrones que certezas a mediano y largo plazo.

La moneda de cambio para convencer a Polonia fue una ampliación de las ayudas financieras de Bruselas, tomando en cuenta que la economía polaca se ha beneficiado a grandes rasgos con su ingreso en la UE. Polonia ha recibido 14.000 millones de euros en fondos estructurales europeos entre 2004 y 2006, cifra que se ampliaría a 90.000 millones hasta el 2013.

Los retos de la PESC

Parcialmente solventada la "crisis constitucional", con el compromiso comunitario de iniciar un proceso temporal de aprobación parlamentaria del "minitratado", el otro eje de importancia para la UE en los próximos meses será la política exterior, principalmente en el escenario balcánico y mediterráneo euroasiático.

Todo ello dentro de un ambiente en que tiende a generarse un fuerte dilema sobre la consolidación de la Política Exterior y de Seguridad Europea (PESC) y la figura del ministro de Asuntos Exteriores de la UE, actualmente en manos del español Javier Solana. Consolidar el PESC es un baluarte esencial para fortalecer el papel europeo en el escenario internacional, especialmente en situaciones de alto nivel conflictivo como es la crisis en Oriente Medio.

No obstante, a corto plazo, la UE deberá afrontar un reto ineludible: el posible estatuto independentista de Kosovo. La Unión Europea adopta la posición defendida por EEUU y la ONU de aceptar la independencia a Kosovo en el referendo a celebrarse a finales de 2007, ante la negativa de Rusia y de Serbia.

En este último caso, las negociaciones de admisión serbia a la UE se verán seriamente dañadas en caso de que se certifique la independencia kosovar. Paralelamente, Bruselas deberá medir con cuidado cómo este hecho afectará el delicado equilibrio geopolítico en la región balcánica.

Otro escenario fundamental será Turquía, especialmente ante el arrollador triunfo del partido islamista del AKP, su repercusión en las negociaciones de admisión turco-europeas y en el posible desencadenamiento de una guerra en el Kurdistán iraquí, que involucraría a las fuerzas armadas turcas e iraníes.

Aunque el triunfo islamista en Ankara fuera celebrado positivamente en Bruselas, por el abierto compromiso del AKP en incluir a Turquía en la UE, el eje Merkel-Sarkozy muestra sus recelos en aceptar una Turquía como miembro pleno de la UE, abogando por la tesis del la "asociación estratégica".

En el escenario mediterráneo y magrebí, otro eje fundamental de la política europea será acelerar un compromiso energético, de inmigración y de cooperación antiterrorista con países como Argelia, Marruecos y Libia. Aquí cobra importancia la reciente política de Sarkozy de diseñar un "eje mediterráneo" en torno a Argelia y Libia, con claros objetivos energéticos, pero que pueden complicarse en la medida en que el terrorismo islamista afecte los intereses europeos.

Con la "hoja de ruta" constitucional en marcha, Europa intenta redefinir sus pasos y su futuro. Negociaciones y bonanza económica aparte, la UE tiene que afrontar cuanto antes un elemento fundamental: la cohesión política y social. De ello depende el éxito del nuevo texto constitucional y del espacio de integración europeo.