¿Hacia una nueva era bipolar?

Como nunca antes desde el fin la Guerra Fría se está configurando un mundo en el que prevalecen dos grandes fuerzas. En estos próximos años habrá de verse si está división evoluciona hacia una nueva bipolaridad que podría no ser tan sólo política sino también económica. Las fuerzas en cuestión son el atlantismo y la esfera euroasiática. La primera tiene su núcleo en los países que conforman la OTAN y por extensión en la red de alianzas internacionales de Estados Unidos con particular referencia a la región de Asia Pacífico. La segunda gira en torno al eje Rusia-China, en vías de consolidación. Como componentes centrales del mismo se encontrarían los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái que, en adición a los anteriores, incluyen a varios estados centro-asiáticos de los cuales el más importante es Kazakstán. También los integrantes de la Unión Euroasiática  y del Tratado de Seguridad Colectiva que reproducen a los anteriores más Bielorrusia (pero sin China) estarían ahí.

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Palabras chave China Rusia Guerra Fría OTAN
Idiomas Castelán

Como nunca antes desde el fin la Guerra Fría se está configurando un mundo en el que prevalecen dos grandes fuerzas. En estos próximos años habrá de verse si está división evoluciona hacia una nueva bipolaridad que podría no ser tan sólo política sino también económica. Las fuerzas en cuestión son el atlantismo y la esfera euroasiática. La primera tiene su núcleo en los países que conforman la OTAN y por extensión en la red de alianzas internacionales de Estados Unidos con particular referencia a la región de Asia Pacífico. La segunda gira en torno al eje Rusia-China, en vías de consolidación. Como componentes centrales del mismo se encontrarían los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghái que, en adición a los anteriores, incluyen a varios estados centro-asiáticos de los cuales el más importante es Kazakstán. También los integrantes de la Unión Euroasiática  y del Tratado de Seguridad Colectiva que reproducen a los anteriores más Bielorrusia (pero sin China) estarían ahí.

El atlantismo gira en torno a la OTAN, donde convergen Estados Unidos y Canadá con los países europeos que en distintas fases se han ido adhiriendo a dicha organización. En la última de dichas fases, que tuvo lugar entre 1999 y 2009, se produjo la migración hacia ese ámbito de casi todos los países europeos que conformaron la antigua órbita soviética. Ucrania y Georgia, aun no integrando todavía dicha organización, fluyen hacia ella. El esfuerzo occidental por ir absorbiendo a países que caían bajo la zona de influencia rusa ha sido causa de mucha fricción, coadyuvando a la formación del eje de signo contrario. Australia, Nueva Zelandia, Corea del Sur, Japón, Filipinas y, desde luego Israel, representan aliados naturales de Estados Unidos y, por intermedio de éste, de la esfera atlantista. Taiwán, un integrante tradicional de este grupo, ha ido desdibujando su proximidad a Occidente ante la gigantesca influencia económica de Pekín.

Son muchos los analistas que se refieren a la convergencia Moscú-Pekín como una simple alianza táctica. Ello desconoce la existencia de un proceso que se remonta a 1996 y que de manera poco espectacular pero constante ha ido consolidando una asociación estratégica. De hecho la Doctrina Primakov, formulada por el actual Canciller ruso en los noventa, planteaba la necesidad de ir dando forma a esta alianza (M. Darius Nazemroaya, The Globalization of NATO, Atlanta, Clarity Press, 2012). La presencia de China en ella es determinante pues posibilita que muchos países del mundo en desarrollo fluyan en esa dirección. Al rechazo a un predominio unipolar y occidental se le sumaría así el componente económico. Ello atraería sin duda a los estados del África sub sahariana, así como a varios países de Asia y de América Latina.

La Doctrina Primakov visualiza también a Irán y a India como componentes medulares de la coalición entre Rusia y China. En el caso de Irán ello pareciera no admitir dudas. La participación de India, sin embargo, resultaría un tema más complejo. A no dudarlo las posturas internacionales de Nueva Delhi, su énfasis en una identidad asiática, el volumen de su comercio con China, su complementariedad energética con Rusia y hasta su asociación con estos últimos dos países en el marco de los BRICS, generan una cercanía mucho mayor con la esfera euroasiática que con el atlantismo. No obstante, India podría preferir una neutralidad que le brindase mayor espacio de movimiento.

Lo único claro es que India estaría llamada a ser el fiel de la balanza en medio de una dicotomía como la anterior. Si acaso este país decidiese hacer causa común con Moscú y Pekín, la mayoría del mundo en desarrollo no dudaría en inclinarse en esa dirección. Ello no sólo daría sustento efectivo a un escenario internacional claramente bipolar sino que haría del atlantismo una esfera a contracorriente del emerger del mundo en desarrollo.