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Hamas e Israel: cuestión de coincidencias

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Hamas comenzó su actividad en Gaza a principios de los ochenta como movimiento religioso de asistencia social, educativa y sanitaria que, de manera oficial, pasó a consolidarse como movimiento político y de lucha armada contra Israel a partir de la aparición de su carta fundacional en 1988. Dicha carta establece el rechazo a reconocer al Estado israelí e, incluso, la instigación a destruirlo. Pero aquí se origina otra de esas irónicas coincidencias de la historia: en tiempos de la primera "intifada" en los territorios ocupados, el Mossad israelí contribuyó al crecimiento de Hamas, alentando su expansión con la finalidad de desprestigiar a Arafat y provocar el caos en la OLP. (Foto: Militante de Hamas).
 

"Esperaba un castigo, pero no tan fuerte". Son palabras de Saeb Erekat, una de las más relevantes figuras políticas palestinas, veterano de las negociaciones de paz con Israel, una vez se conociera la avasallante victoria del partido islamista Hamas en las elecciones legislativas palestinas del miércoles 25. Es evidente que esta victoria de Hamas, movimiento oficialmente fundado en 1988, la ubica como la principal fuerza política del escenario palestino, sepultando la hegemonía histórica en manos del partido Al Fatah fundado por Yasir Arafat y modificando dramáticamente el panorama regional.

Como si fuera un epílogo, la declaración de Erekat refleja el actual estado de ánimo entre palestinos e israelíes. Calificativos como "sorpresa", "terremoto electoral", "miedo e incertidumbre" y "parálisis" del proceso de paz, han sido utilizados para analizar este inobjetable éxito electoral de un partido que, por vez primera, aceptaba participar en unos comicios legislativos, cuando antes se oponía ferozmente a todo proceso electoral que legitimara las instituciones de la "corrupta e ineficiente" (Hamas dixit) Autoridad Nacional Palestina.

Hay aquí una curiosa coincidencia. Hamas siempre condenó los acuerdos de Oslo de 1994 mientras desconocía y colocaba a la ANP como el objetivo de sus ataques. En esto tuvo eco en Israel, donde Ariel Sharon y Binyamín Netanyahu, dos ex primeros ministros, uno agonizando y otro candidato a las próximas elecciones israelíes de marzo, también coinciden con Hamas en condenar los acuerdos de Oslo y hostigar a la ANP.

Pero hoy Hamas es el partido gobernante en la ANP, lo cual le plantea un ambiguo dilema. Nunca se imaginó desplazar de esta manera, y mediante un proceso electoral, la histórica y tradicional hegemonía de uno de sus más encarnizados rivales, el partido Al Fatah. Pero, en la actual situación que vive Palestina, esta victoria de Hamas no debe llamar a cuento. Síntomas preocupantes como la frustración, la desesperanza, una renovada sensación de aislamiento y traición, aumentan entre la población palestina, y Hamas canalizó políticamente esas sensaciones.

También es un curioso dilema porque, más allá que desde el 2003 el Departamento de Estado estadounidense y la Unión Europea incluyeran a Hamas entre los grupos considerados terroristas, este partido ha ido creciendo vertiginosamente en popularidad y aceptación política entre los 1,3 millones de palestinos que habitan en Gaza y Cisjordania. Por lo tanto, no es de extrañar este avance político, ahora reflejado en las urnas. Así como tampoco debe extrañar que, en un contexto global y despejando estereotipos, los palestinos volvieron a demostrar que los mecanismos democráticos forman parte de su esencia sociopolítica.

Hamas comenzó su actividad en Gaza a principios de los ochenta como movimiento religioso de asistencia social, educativa y sanitaria que, de manera oficial, pasó a consolidarse como movimiento político y de lucha armada contra Israel a partir de la aparición de su carta fundacional en 1988. Dicha carta establece el rechazo a reconocer al Estado israelí e, incluso, la instigación a destruirlo. Pero aquí se origina otra de esas irónicas coincidencias de la historia: en tiempos de la primera "intifada" en los territorios ocupados, el Mossad israelí contribuyó al crecimiento de Hamas, alentando su expansión con la finalidad de desprestigiar a Arafat y provocar el caos en la OLP.

Pero este hecho no evitó la particular guerra entre Hamas e Israel. Las estadísticas sugieren que, desde 1996, el movimiento islamista ha sido el principal perpetrador de atentados terroristas en suelo israelí. Pero, desde que el hoy agonizante Ariel Sharon está en el poder en 2001, el Estado israelí también ha activado su propia versión del "terrorismo de Estado", abatiendo en 2004 a los dos líderes históricos de Hamas, el jeque Ahmed Yassin y Abdelaziz al Rantissi, mediante la política de "asesinatos selectivos". En esta dinámica terrorista vis a vis, y al "descabezar" Israel a la dirigencia de Hamas, el movimiento viró su estrategia hacia objetivos políticos.

Por lo tanto, y ante el panorama que hoy se presenta, ¿cómo podrá Hamas conciliar la lucha armada y el terrorismo con el hecho de ser ahora el partido gobernante en la Autoridad Nacional Palestina? ¿Seguirá el ejemplo del Sinn Fein irlandés o bien adoptará otra postura? Para Mahmud Zahar e Ismail Haniya, los dos líderes de las listas electorales de Hamas, así como para sus 76 diputados electos, se torna ahora un complejo escenario. Por el momento, se respeta la tregua con Israel acordada en febrero de 2005.

Es de esperar que Hamas analice internamente su nueva situación, a fin de adecuarse a las expectativas generadas y a la reacción internacional a sus primeros pasos como gobierno. Pero todo ello depende de dos preguntas: la primera, para los palestinos, ¿votaron por la opción islamista o bien por experimentar un legítimo cambio político? Y la segunda, ¿servirá esto para que Hamas modere su postura, tendiendo hacia un mayor pragmatismo?

Otro apartado merecen Al Fatah e Israel. En el primero, las divisiones internas, el caos administrativo y el ascenso de Hamas predicen tiempos de reacomodo, mientras sus principales figuras, como el hasta ahora primer ministro Ahmed Qorei, abandonan sus actuales cargos. Los enfrentamientos entre simpatizantes de Hamas y Al Fatah en Ramallah, por la colocación de los nuevos símbolos gubernamentales, destapan también los fantasmas de un posible conflicto interno entre los palestinos, tomando en cuenta la multitud de grupos armados que existen.

Para Israel, y a pesar de su negativa a negociar con Hamas, la realidad política le obligaría a modificar su posición. Es evidente que no existen mecanismos de paz y negociación prácticamente desde el fracaso de Camp David en el 2000, que posibilitó la llegada al poder de Sharon. Pero Hamas hoy es gobierno, legítimamente electo. ¿Cómo afectará esto al proceso electoral israelí? Dependiendo también de los primeros pasos que tome Hamas: si persiste en radicalizar su postura, Netanyahu y el Likud podrían volver al poder en Tel Aviv, con lo cual se reactivaría el ciclo de violencia. Pero si Hamas se orienta hacia un mayor pragmatismo, una coalición del recién fundado Kadima y los laboristas podría inaugurar una nueva era política en Israel.

Pero esta nueva era política ya llegó a Oriente Medio, de la mano de los partidos islamistas. Hezbollah en el Líbano, los Hermanos Musulmanes en Egipto y Hamas en Palestina, parecen constituir los agentes de la democratización regional. No es, evidentemente, lo que esperaba el plan del Gran Oriente Medio concebido por George W. Bush. Ni tampoco Arafat y Sharon viven o vivirán para observarlo. A todos ellos, Hamas también los tomó por sorpresa.