Hu Jintao: ¿una nueva etapa en la reforma china?

Resumen: Se argumenta la importancia de seguir prestando atención a la economía por parte de los nuevos dirigentes chinos, desmenuzando los referentes principales de lo que podría ser una nueva etapa del proceso reformista oriental, indicando los principales retos y contenidos, con especial atención a la cuestión de la propiedad, respecto de la cual cabe esperar, muy pronto, formulaciones rupturistas en el plano legislativo.


La nueva generación de dirigentes chinos afronta viejos problemas y nuevos desafíos que les sitúan en el punto de arranque de una nueva etapa de la reforma china iniciada en 1978.

En los próximos años, los nuevos dirigentes chinos deberán seguir concediendo toda la prioridad a la dimensión económica de la reforma. ¿Porqué? Por tres razones fundamentales. En primer lugar, por que esa es la naturaleza esencial del proyecto denguista. Lo político, en sus diferentes y limitadas versiones conocidas hasta la fecha (formulaciones del estado de derecho, separación de funciones entre Estado y Partido, democracia directa en el campo, etc.) siempre se han desarrollado con un límite infranqueable y prefijado: la negación de la alternancia en el poder, y ello limita ostensiblemente la amplitud de la reforma política. No es el caso de la reforma económica, con amplia capacidad aún para sorprendernos.

En segundo lugar, la economía seguirá ocupando el centro de la reforma china porque es la principal fuente de legitimidad del poder, especialmente cuando ya no queda ninguno de los líderes legendarios y cuando las evidencias de la erosión ideológica del socialismo chino son palpables. ¿Porque gobierna quien gobierna? Porque lo hace bien, y solo mientras lo haga bien podrá seguir gobernando. Su calificación dependerá del buen ritmo de la economía y del nivel de estabilidad y bienestar que pueda proporcionar a la sociedad.

Por último, la economía seguirá imponiendo su agenda porque aún no se han alcanzado las metas del proyecto reformista. Las cuatro modernizaciones (industria, agricultura, defensa, ciencia y tecnología) están aún lejos. Para los próximos 20 años el objetivo consiste en multiplicar por cuatro el PIB actual. Y aún entonces, no se habrá realizado al completo la llamada “teoría de las tres bolsas” (primero, estómago; segundo, bolsillo; tercero, cabeza) que ilustra la posible secuencia de la estrategia de reforma.

Por lo tanto, en el actual momento de tránsito generacional y político, no cabe esperar grandes mutaciones y si continuismo, pero en ese contexto general bien pudieran abrirse nuevos escenarios. ¿En que sentido?

Las características generales del proceso de reforma se mantienen: el gradualismo, la experimentación, la concepción estratégica del proceso, la erosión progresiva del arquetipo socialista (la última pieza en caer ha sido la Comisión Central de Planificación) y el hibridismo sistémico. Son estas constantes las que identifican y vertebran esta larga transición.

Pero ¿qué factores podríamos identificar para hablar de una nueva etapa en la reforma? Debemos tener en cuenta dos referentes y un riesgo. En cuanto a los referentes, sin duda, la entrada de China en la Organización Mundial del Comercio, en diciembre de 2001, obligará a las autoridades chinas a introducir grandes reformas estructurales y básicas en un contexto de eliminación de barreras arancelarias y de mayor presencia de capital extranjero en sectores aún hoy monopolizados. Es aún pronto para medir este impacto, naturalmente. Después de quince años de negociaciones, necesitaremos al menos diez para evaluar sus consecuencias con un mínimo de rigor. Pero de aquí arrancan los nuevos principios de la China del siglo XXI.

El otro referente es el nuevo hábeas teórico, la triple representación, formulación promovida por Jiang Zemin y sancionada en el XVI Congreso del PCCh. La triple representación obedece a la necesidad del Partido de incrementar su nivel de ocupación social en aquellos sectores (cultura, ciencia, empresa) que ya no sienten la atracción revolucionaria. Son los elementos “avanzados” que deben entrar en el Partido para no encontrar obstáculos y poder seguir avanzando en sus aspiraciones. Pero ese generoso ensanchamiento de la base social del Partido podría suponer el inicio de la ruptura de los diques de contención de la reforma, los cuatro principios fundamentales enunciados por Deng, en especial, la idea de la dictadura del proletariado. ¿Ejercerán también los nuevos empresarios del Partido la dictadura en nombre del proletariado? En el Comité Permanente del Buró Político no queda rastro de la base sindical del Partido.

Por lo que se refiere al riesgo, es preciso tener en cuenta la volatilidad de la situación internacional. Es verdad que China intenta desarrollar una política exterior moderada para reducir la hostilidad de algunos contra su creciente influencia económica, pero si los partidarios del cerco a China incrementan su peso, en especial en EEUU, le resultará cada vez más complejo esquivar unas dificultades producto de su identificación como principal rival estratégico a contener en las próximas décadas.

Los seis principales problemas

¿Que grandes problemas deberán resolver los nuevos dirigentes? Identificaría seis como principales. Y bueno es recordarlo, en un contexto de efectos muy positivos de la reforma, especialmente en el ámbito del crecimiento (7,3 % en 2001, 8% en 2002 ““16% en Pudong-, aumento del 22% de las exportaciones, más de 50.000 millones de dólares de inversión extranjera, superando a EEUU), pero también profundas alteraciones sociales (una estructura más compleja, con incremento de la criminalidad y la reaparición de viejas e indeseables costumbres) que evidencian los notables desequilibrios del universo chino actual.

El primero de los grandes problemas a resolver en esta nueva etapa es el campesino. Ha sido uno de los más discutidos en la X Asamblea Popular Nacional, celebrada el pasado mes de marzo, y diagnosticado como el principal desafío para los próximos veinte años. No puede existir una sociedad acomodada en China, si en el campo, donde aún vive el 70 por ciento de la población, no mejoran las condiciones de vida. En los primeros años de la reforma fue el gran protagonista, pero su estancamiento actual, en un contexto de crecimiento de las áreas urbanas, agudiza su atraso. El problema campesino en China tiene tres manifestaciones. En primer lugar, la alimentación: el índice de absorción diaria de proteína por persona es de 70 gramos frente a 75 en la ciudad. La alimentación aún debe mejorar. En segundo lugar, el ingreso. En 2002, el ingreso neto rural fue de 2.576 yuanes, menos del tercio de la media urbana, cifrada en 7.703 yuanes. Cinco años antes, la diferencia era de 2.162 frente a 5.425 yuanes. Y la diferencia hoy puede llegar a ser de 6 a 1. Según fuentes oficiales, los campesinos disponen de unos 1.000 yuanes anuales como ingreso disponible efectivo. En tercer lugar, el bienestar. El estado de los servicios básicos como la salud o la educación, cuando existen, es muy precario. Falta servicio médico en muchos distritos, el abandono escolar es aún importantísimo…

El segundo problema son los desequilibrios territoriales, asunto bien conocido y que da cuenta de las diferentes velocidades del desarrollo chino. Las tímidas innovaciones fiscales y las políticas de reorientación de las inversiones hacia las regiones del Oeste apenas han tenido impacto, si bien difícilmente podría ser de otra manera. La fragmentación de los espacios económicos es de una gran contundencia y muy visible para cualquier ciudadano que viaje a través del país. Tanto el insuficiente desarrollo de las comunicaciones como la concentración de la inversión exterior en las zonas costeras dificultan la cohesión territorial.

El tercer pilar de atención es la empresa estatal. Las danwei son la base de la población urbana asalariada y constituyen el epicentro del frágil bienestar de importantes colectivos. Las pesadas deudas, su asentamiento en sectores tradicionales como las minas, mecánica o siderurgia, obligan a una remodelación profunda, ya en marcha desde hace años, pero con una gestión difícil por sus repercusiones sociales. La combinación de una reforma suave con políticas parcialmente privatizadoras puede contribuir a aliviar los efectos en el empleo. Por otra parte, la concentración de los grandes proyectos de significación estratégica está dando sus primeros frutos.

Lo social en China, paradójicamente, es un asunto muy complejo, con innumerables aristas y un denominador común: falta por inventar un sistema de protección que pueda cubrir las mínimas contingencias. Lograrlo a escala de todo el país es un proceso largo y complejo, pero que choca con la natural impaciencia de las víctimas del nuevo desarrollo. El combate a una pobreza que ha llegado al ámbito urbano para evidenciar un panorama de crecientes desigualdades, debe formar parte de un impulso que dimensione adecuadamente el reto social.

El problema medioambiental en China, quinto problema en esta lista, ofrece manifestaciones de una gravedad considerable que deben ser afrontadas sin dilación. Baste un ejemplo, las pérdidas directas por los efectos de la desertización ascienden a 54.000 millones de yuanes cada año. La superficie de las tierras desertizadas de todo el país supera los 1,74 millones de kilómetros cuadrados, cifra que representa un 20% del territorio total. Las tierras desertizadas se están expandiendo a un ritmo de 3.000 a 4.000 km2 al año.

Y por último, lo más novedoso, el marco jurídico. Cuatro grandes reformas esperan en el período 2003-2008. En primer lugar, la cuestión de los derechos de propiedad, la más importante, y que deberá orientarse a explicitar un mayor compromiso con la propiedad privada, asegurando una mayor protección a todos los niveles, tanto de bienes de uso cotidiano, industrial o financiero. En segundo lugar, una nueva regulación de la inversión de capitales empresariales, con incentivos al desarrollo de las nuevas tecnologías, abriendo un mercado accionario de segundo grupo para la creación de empresas pequeñas de alta tecnología, en las que puedan sentirse a gusto los “cerebros” que están regresando al país. De los seiscientos mil chinos que han salido al extranjero para formarse, únicamente ciento cincuenta mil han regresado. En tercer lugar, el control de activos de la propiedad estatal. Por último, una nueva legislación de la bancarrota, hoy aplicable tan solo a las empresas estatales y que ahora debe generalizarse.

En todo este cambio, lo más relevante es el asunto de la propiedad. El XVI Congreso del Partido Comunista, celebrado en noviembre de 2002, dejó establecida la protección de todos los ingresos legítimos, procedan o no del trabajo. El siguiente paso debe ser la modificación de la Constitución. En el articulo 12 no se menciona la propiedad privada (se dice que la propiedad pública del socialismo es sagrada e inviolable). Por su parte, el articulo 13 protege la propiedad de ingresos, depósitos, casas y otras propiedades, pero no menciona los medios de producción. Ahí está el nuevo salto, cuyas motivaciones más prácticas guardan relación con un problema que empieza a preocupar seriamente a las autoridades chinas: la inseguridad respecto a la propiedad provoca que lo evadido del país equivalga ya a lo invertido.

Esa gran transformación, que aparcaría por el momento el tabú de la tierra, afectaría en primer lugar a la empresa privada, que recibiría un nuevo e importante impulso. A finales de 2000, según fuentes oficiales, representaba el 33% del PIB, con 18 millones de empresas, 20 millones de empleados y 30 millones de autónomos. En segundo lugar, a la propiedad estatal, que verá reducida su importancia en el conjunto de la economía del país, además de estimular el proceso de privatización. En tercer lugar, a la propiedad social, confirmada ahora como una figura de transición que ha cumplido una magnífica función, especialmente en el campo, a través de las empresas de cantón y poblado, en el crecimiento chino.

Conclusiones

China está atravesando una nueva frontera, que ha sido despejada en lo ideológico en el XVI Congreso del PCCh y que ahora deberá ser implementada en la realidad. El final de la propiedad colectiva y otros eufemismos procedentes del maoísmo o de los primeros años del denguismo, connotará la nueva etapa. Y si la estabilidad acompaña, en una década o poco más puede haber llegado el tiempo de la “tercera bolsa”. Será materia de la quinta generación.