El presidente chino, Hu Jintao, inicia esta semana su tercer viaje a Rusia desde que asumió la jefatura del Estado en 2003. Entre otros actos, asistirá a la ceremonia de inauguración del Año de China en Rusia, durante el cual se realizarán alrededor de 200 actividades destinadas a impulsar los intercambios y el entendimiento entre ambos países en diversos terrenos.
El momento que atraviesan las relaciones bilaterales es especialmente optimista. De una parte, el contexto internacional favorece el entendimiento entre Moscú y Beijing. Ya hablemos del diálogo hexagonal, de la crisis iraní, de la situación en Asia central, de los temores compartidos a la expansión de la OTAN, etc, ambas capitales comparten similares intereses estratégicos.
En el orden interno, la complementariedad de sus economías anima un comercio bilateral creciente que en 2006 ascendió a 33.400 millones de dólares, con un crecimiento del 15 por ciento en relación al año anterior. Rusia es el octavo socio comercial de China, y esta el cuarto de Rusia. Excluyendo al sector financiero, las inversiones chinas en Rusia crecieron en 2006 un 132 por ciento. El comercio transfronterizo aumentó un 25 por ciento. Se espera que en esta visita se firmen acuerdos y contratos por valor de más de 4.300 millones de dólares.
Siendo cierto lo anterior, también lo es que las reticencias de fondo aún son parte inseparable de dichas relaciones. Ambos países siguen definiendo políticas sustanciales sin establecer marcos previos de entendimiento, incluso respecto a su principal rival estratégico global, EEUU, que para ambos constituye, al tiempo, el referente central de su política exterior. En el ámbito regional, Rusia cultiva sus lazos privilegiados con India, especialmente en materia de defensa, también importante en relación a China, pero sin los temores que esta suscita. Y la emergencia china y sus consecuencias en materia de comercio o de inmigración también son foco de preocupación.
Esa combinación de luces y sombras concede una especial trascendencia al fomento de iniciativas como los años culturales y a la vertebración de estructuras de diálogo a todos los niveles que pueden permitir un acercamiento más intenso entre ambas capitales. El proceso está en marcha y crece en contenidos y expectativas. Beijing seguirá apostando por ganarse la complicidad de Moscú.