20070210 hanoi

La adhesión de Vietnam a la OMC


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La población de Vietnam asciende a un total de 84 millones de habitantes (la mayor del sudeste asiático después de Indonesia y Filipinas). Más de dos tercios de los vietnamitas tienen menos de 35 años (la mitad, inferior a 20) y cuentan con un nivel educativo moderadamente elevado. (Foto: escena da vida diaria en Hanoi).
 

Vietnam ha pasado a formar parte de la Organización Mundial del Comercio (OMC) el pasado 11 de enero, convirtiéndose así en su miembro número 150. Hanoi inició su proceso de negociación diez años antes, en 1995, nueve después de poner en marcha un proceso de reforma, la Doi Moi, que, en esencia, suponía el abandono de la economía dirigida, la progresiva liquidación del sector estatal, un mayor reconocimiento de la economía no pública y una mayor integración en la economía internacional.

En las 900 páginas del acuerdo con la OMC, Hanoi asume el compromiso de apertura de su mercado interior, de forma que la mayoría de los productos importantes, de aquí a 2014 deberán experimentar considerables reducciones de derechos de aduana, conforme a un riguroso calendario de aplicación. Igualmente, deberá abrir su sector servicios aunque, temporalmente, podrá limitar la participación de capital extranjero en sectores sensibles como, por ejemplo, en las telecomunicaciones. Anualmente, Vietnam deberá comunicar a la OMC las decisiones adoptadas en relación al programa de privatizaciones.

Vietnam, un país gobernado por un Partido Comunista (PCV) que aún se dice marxista, ocupa la posición número cincuenta entre las potencias mundiales. Su crecimiento es uno de los más fuertes en Extremo Oriente: más del 8% en 2005. En 2006, ha crecido ligeramente su déficit comercial, apenas un 6,1% en relación al año anterior. Muchos esperan que el ingreso en la OMC se traduzca en la elevación de las inversiones extranjeras, lo que repercutirá positivamente en la creación de empleo y en el aumento de las rentas salariales, actualmente en una media anual per capita de 620 dólares. El flujo de inversiones extranjeras per capita es superior al de China. Los tradicionales receptores de inversión extranjera en el sudeste asiático (Singapur, Tailandia, Indonesia, Malasia) tendrán que vérselas ahora con una economía como la vietnamita que crece a buen ritmo y donde la liberalización avanza a gran velocidad.

Los atractivos de Vietnam se resumen en su sostenido ritmo de crecimiento, muy equilibrado en cuanto a inversiones en infraestructuras y en consumo, lo que está permitiendo la creación de un auténtico mercado interior. El sistema político, que algunos consideran menos rígido que el chino, asienta en una idea de estabilidad basada en el valor principal de la conciencia nacional que prolifera por toda Asia. La mezcla de valores vietnamitas con occidentales y confucianos vertebra un país que aún conserva notables diferencias entre el Norte, Centro y Sur.

Las expectativas de Vietnam para los próximos años consisten en crecer a una media del 8% y convertirse en un país desarrollado en torno a 2015. Igualmente, ambiciona aumentar sus exportaciones en torno al 16% por año e impulsar el desarrollo del sector servicios y de las industrias de alto valor añadido, en especial, las tecnologías de la información. Según el plan quinquenal vigente, se crearán 8 millones de empleos en los próximos cinco años y la pobreza (20%) se reducirá a la mitad. El PNB deberá alcanzar la cifra de 1.100 dólares por habitante en 2010.

La población de Vietnam asciende a un total de 84 millones de habitantes (la mayor del sudeste asiático después de Indonesia y Filipinas). Más de dos tercios de los vietnamitas tienen menos de 35 años (la mitad, inferior a 20) y cuentan con un nivel educativo moderadamente elevado. En el orden político, el Congreso del PCV celebrado en mayo último ha confirmado la continuidad de la Doi Moi, iniciada en 1985. En ese congreso, siguiendo la estela china, se ha autorizado la participación en el PCV de los empresarios privados, reclamando una actitud más firme contra la corrupción, un tema que ha estado en el epicentro de los debates, animado por la destitución del ministro de Transportes. En mayo próximo se renovará el Parlamento.

Aunque el éxodo rural no ha cesado en los últimos años, la mitad de la población vietnamita vive aún en el campo. Muchas empresas extranjeras confían en esa amplia y dócil reserva de mano de obra para multiplicar sus inversiones y sus beneficios.

Los claroscuros de la adhesión

Las expectativas sociales ante el nuevo tiempo oscilan entre el optimismo de los más esperanzados y el pesimismo de quienes temen la competencia exterior que no dejará más elección que crecer o quebrar.

Para las multinacionales extranjeras, el interés de Vietnam se centra en aquellos sectores donde el reducido coste de su mano de obra es muy competitivo con los países vecinos, desde el calzado o textil a la electrónica. En 2005, ya antes de su ingreso en la OMC, las inversiones extranjeras en dichos sectores aumentaron un 41%. En otros ámbitos como el financiero, la banca internacional se apresta a desembarcar a partir de abril de este año con posibilidad de facilitar préstamos y proporcionar sus propias cartas de crédito.

En el lado oscuro conviene citar los riesgos que atraviesan sectores como la agricultura, la silvicultura o la pesca, que suponen el 20% del PIB, aportado por los dos tercios de la población. Estos sectores tendrán muchas dificultades para enfrentar la competencia de las empresas y productos extranjeros.

Otro segmento que puede sufrir es el de las empresas del Estado, que generan en torno al 40% del PIB. En enero de este año, el primer ministro Nguyen Tan Dung dio vía libre a la privatización parcial de 71 grandes empresas estatales de aquí a 2010, incluyendo la compañía Vietnam Airlines. Cada plan de privatización será aprobado por el gabinete de forma escalonada y afectará tanto a empresas rentables como a deficitarias. En ellas, el gobierno conservará una participación mayoritaria de, al menos, el 51%. Vietnam cuenta ahora con 1.900 empresas estatales frente a las 12.000 con que contaba antes de la Doi Moi.

A finales de 2006, el gobierno anunció su plan de privatizar tres grandes bancos comerciales públicos. Hasta ahora, un inversor extranjero no podía poseer más del 10% de un banco vietnamita y la suma de socios extranjeros no podía superar el 30%. La liberalización del sector ferroviario, donde ya, desde 1999, existe participación privada y extranjera en el sector de las rutas turísticas en lo que en su día constituyó una primera muestra de privatización, también recibirá un impulso singular. El entusiasmo privatizador presenta como contrapeso la ausencia de transparencia y rigor contable. Según expertos financieros extranjeros, las cifras de créditos incobrables son ridículamente bajas, por ejemplo. Por otra parte, se duda de la competencia y fiabilidad de los inspectores locales para examinar en profundidad la estructura de los balances. Se reclama un mayor control para que la atracción de capital extranjero vaya acompañada de una mejora de la gestión que la haga más eficaz y transparente.

Las empresas vietnamitas, que desde julio pasado tienen un régimen igualitario con las empresas extranjeras, se enfrentan a la necesidad de valorizar sus potencialidades a fin de encarar mejor la competencia internacional. En esa perspectiva, su propia diáspora, como ha ocurrido en el caso de China, puede desempeñar un papel destacado, ya sea en forma de recursos humanos o de capitales, convirtiéndose en un canal de comunicación privilegiado con el exterior. Entre 2001 y 2005 se calcula que la diáspora vietnamita en el mundo ha canalizado 16 mil millones de dólares de inversión hacia su país, y sus proyectos han creado más de 7.000 empleos. Las más activas son la estadounidense, alemana y australiana.

Así pues, el cambio parece irreversible, impulsado por el fuerte desarrollo del sector privado (los pocos miles de pequeñas y medianas empresas de 2000 se habían convertido en más de 250.000 una década más tarde), la internacionalización y la consolidación de un grupo social de consumidores cada vez más numeroso.

China y EEUU compiten por Vietnam

China y EEUU son los dos gigantes que desempeñan un papel determinante en el desarrollo de Vietnam. En la cumbre de la APEC (foro de Cooperación Económica de Asia-Pacífico) celebrada en noviembre de 2006, el presidente chino, Hu Jintao, prometió elevar el comercio bilateral hasta alcanzar en 2010 los 15.000 millones de dólares. El comercio entre EEUU y Vietnam alcanzó en 2005 la cifra de casi 10.000 millones. No obstante, en dicha cumbre, Bush no pudo entregar a Vietnam la anhelada declaración de relaciones comerciales normales y permanentes bilaterales que constituye un prerrequisito para que las compañías estadounidenses se beneficien cabalmente del ingreso de Vietnam en la OMC.

China y EEUU rivalizan por influir en el país y en la región. El hecho de que EEUU considere a Vietnam como socio estratégico para contener a China quedó en evidencia en 2005, cuando Washington envió buques de guerra y altos oficiales de visita a este país, mientras discute con Hanoi la celebración de ejercicios militares conjuntos. Beijing no se queda atrás y ofrece, entre otros, créditos a muy bajo interés que Vietnam analiza con cuidado, al igual que otras propuestas dimanantes de su poderoso vecino, con quien la sintonía ideológica ha podido endulzar cierto entendimiento pero nunca desactivar del todo contenciosos y desconfianzas largamente instaladas en su mentalidad. Para Hanoi, China es, ante todo, un fuerte competidor por las inversiones directas extranjeras, mientras que para China, la preocupación por las consecuencias de la entrada de Vietnam en la OMC para su sector textil va en aumento.

EEUU, que ya firmó en 2001 un acuerdo comercial bilateral, se frota las manos. Vietnam es un mercado muy prometedor y espera como agua de mayo las inversiones extranjeras. En 2004 recibió inversiones por valor de 1.610 millones de dólares y su PIB actual supera los 52.000 millones de dólares. El consumo ha aumentado en 2006 un 20%. La consultora A.T. Kearney considera que la economía vietnamita es menos susceptible de verse afectada por las tensiones diplomáticas que, por ejemplo, enturbian con relativa frecuencia las relaciones entre China y EEUU. Su tasa de alfabetización es del 90% y el coste de la mano de obra es dos veces inferior a la china. El mercado de servicios en la banca, en telecomunicaciones y seguros presenta enormes oportunidades para las empresas norteamericanas. Cierto que algunas voces en EEUU cuestionan tan “idílico” retrato y claman por la defensa de la industria textil estadounidense que teme el choque desigual que puede producirse con la liberalización de los intercambios con Vietnam. Pero el auge de los negocios bilaterales parece disponer de la fuerza suficiente para silenciar las protestas e incluso hacer borrón y cuenta de los duros enfrentamientos del pasado. El comercio, dicen algunos, hará la paz entre ambos.

Por su parte, China también ha dispuesto una estrategia de seducción de su vecino. En noviembre de 2006, el presidente Hu Jintao visitó Vietnam con el propósito de dar un paso un más en la desactivación de las desconfianzas mutuas. La normalización de las relaciones bilaterales data del año 1991 y han mejorado considerablemente desde la solución del problema de la demarcación fronteriza en tierra y en el golfo Beibu, donde ahora se propone la creación de una zona de cooperación económica. En el diferendo sobre los islotes situados en el mar de China meridional, ambos países llevan a cabo prospecciones sísmicas conjuntas. Los avances son apreciables, pero Vietnam, en relación a China, nunca las tiene todas consigo.

El “comunismo liberal” de Vietnam

Cuál será el costo de participar en el sistema mundial de comercio? Las principales dificultades afectarán a las 250.000 pequeñas y medianas empresas que operan en el país, que deberán afrontar una dura competencia. Aún sabiéndolo, el presidente de la Asociación de Textiles y Vestimenta de Vietnam, Le Quoc An, es optimista porque considera que ayudará a su país a generar nuevas oportunidades, en especial, fomentando la cooperación con socios extranjeros, aportando mano de obra cualificada y participando en ámbitos de su producción y distribución. Pero los colectivos de empleados temen un futuro que, pocos lo dudan, será difícil.

El descontento entre los trabajadores industriales va en aumento. En las zonas de Thu Duc, Bien Hoa y Song Than se han registrado huelgas en demanda de aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo. Muchos temen que con el ingreso en la OMC y la aplicación a rajatabla de los principios de libre mercado, muchas empresas, en especial las cadenas de montaje de aparatos electrónicos no puedan sobrevivir y tengan que cerrar, abocando a sus trabajadores al desempleo.

El gobierno, mientras tanto, prefiere mirar para otro lado, esforzándose por ofrecer la imagen de un país políticamente estable y atractivo para las empresas y las inversiones, rechazando, al mismo tiempo, las presiones occidentales que le conminan a emprender la senda de las reformas políticas.

Para el ex vice primer ministro Vu Khoan, la entrada en la OMC solo será positiva si las empresas nacionales tienen éxito en su adaptación al nuevo contexto, teniendo en cuenta que su mercado de productos y servicios deberá abrirse a socios muy poderosos como EEUU, Japón, la UE o China.

La competencia que se avecina será feroz y afectará a la práctica totalidad de los sectores económicos y a la manera en que las empresas nacionales realizan sus negocios. Por eso, sugiere Vu, todos los actores, desde los públicos a los privados, deberían tomar conciencia de lo que se les viene encima y disponer los planes necesarios para buscar y explotar las oportunidades que puedan presentarse. Las nuevas estrategias de competencia, asegura Ton Un Thi Ninh, vicepresidenta de la comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional, exigirán decisiones difíciles como el cierre de industrias que no resulten suficientemente competitivas. Ello puede significar que los beneficios y el mayor desarrollo que pueda experimentar Vietnam como consecuencia de su ingreso en la OMC no seduzcan tan fácilmente a ciertos colectivos, en tanto no se dispongan medidas paliativas que compensen los sacrificios exigidos por las autoridades.