La “argelización” de Egipto

Las decenas de muertos en sendas plazas de El Cairo provocadas por el asalto militar y de simpatizantes del golpe contra militantes islamistas del depuesto ex presidente Mohammed Morsi y de la Hermandad Musulmana, son aspectos que parecen revelar los síntomas de una reproducción en Egipto de la guerra civil que vivió Argelia entre 1992 y 2000, precisamente entre islamistas y el estamento militar. Estos síntomas de eventual guerra civil en Egipto se recrudecen ante la impasible mirada de EE.UU y Europa, así como del tácito apoyo israelí al golpe militar, destinado a cortar de cuajo la cooperación existente entre el movimiento palestino Hamas y la Hermandad Musulmana a través de la península del Sinaí.

Apartados xeográficos Oriente Medio
Idiomas Castelán

Las decenas de muertos en sendas plazas de El Cairo provocadas por el asalto militar y de simpatizantes del golpe contra militantes islamistas del depuesto ex presidente Mohammed Morsi y de la Hermandad Musulmana, son aspectos que parecen revelar los síntomas de una reproducción en Egipto de la guerra civil que vivió Argelia entre 1992 y 2000, precisamente entre islamistas y el estamento militar. Estos síntomas de eventual guerra civil en Egipto se recrudecen ante la impasible mirada de EE.UU y Europa, así como del tácito apoyo israelí al golpe militar, destinado a cortar de cuajo la cooperación existente entre el movimiento palestino Hamas y la Hermandad Musulmana a través de la península del Sinaí.

Es por ello que, ante la impasible e incapaz mirada internacional, Egipto se desliza eventualmente hacia un estado de guerra civil de facto, muy similar al ocurrido anteriormente en Argelia e incluso en Siria desde 2011. El brutal asalto militar y de simpatizantes del golpe de julio pasado contra el ex presidente islamista Mohammed Morsi y la otrora gobernante Hermandad Musulmana, cuyo saldo preliminar es una incógnita aunque diversas fuentes contabilizan en decenas de muertos, puede traducir una especie de “punto de no retorno” para un conflicto de magnitudes insospechadas.

En particular, el asalto revela la esencia de la estrategia del golpe militar de ahogar por completo a la Hermandad Musulmana, al mismo tiempo que los islamistas se erigen absolutamente como el único actor capaz de mantener un pulso constante contra el gobierno instalado por el general golpista Abdel Fattah al-Sissi y el poderoso Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA)

Tras el golpe, los islamistas habían hecho de la plaza Nahda, ubicada al oeste de El Cairo y cerca de suburbios básicamente de afiliación islamista como Giza y Ciudad Nasr, su auténtico bastión de defensa contra el golpe militar. El régimen tutelado por al-Sissi se apresuró de utilizar a civiles simpatizantes del golpe para atacar estas defensas islamistas y desalojarlas. Según fuentes de la Hermandad Musulmana, los muertos podrían ascender a 200 personas. Al mismo tiempo, el misterio en torno al paradero de Morsi es una incógnita que acrecienta el estado de turbulencia, inquietud y violencia.

Sangrienta transición

La cruenta crisis actual revelaría que, a grandes rasgos, los militares no controlan la totalidad del poder tras el golpe contra Morsi. La extremada polarización y un creciente descontento social en diversos sectores, son factores que hacen presagiar una prolongada etapa de mayor turbulencia, donde los actores radicales y violentos (como el grupo islamista Al Nour) pueden cobrar presencia.

            Del mismo modo, la legitimidad del golpe quedaría en entredicho ante la cantidad de muertos en las plazas cairotas. Los militares apoyados tácitamente por EE.UU y Europa, así como por Israel, esperaban consolidar una transición menos traumática para legar un futuro gobierno en manos de Mohammed al Baradei, ex premio Nobel de la Paz y ex director de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), como eventual futuro presidente a través del Frente de Salvación Nacional (FSN), así como la presencia del movimiento Tamaroud, abiertamente anti-Hermandad Musulmana.

            Para ello, se hacía imperativo cercar por completo las posiciones islamistas en la capital y otras ciudades, aduciendo que la proliferación o el mantenimiento de las mismas se convertirían en un foco de inestabilidad in crescendo. Pero para ello, el golpe militar de al-Sissi debía verse políticamente legitimado con un nuevo proyecto político para Egipto. Según diversas fuentes(1), el proyecto de sistema político concebido por al-Sissi para consolidar la transición post-Morsi radicaba en un inédito y extraño híbrido de preceptos militaristas conjuntados a través de un islamismo moderado, ideario aparentemente concebido durante su estancia en 2006 en el Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU en Pennsylvania.

En particular, al-Sissi pareciera persuadido a reproducir en Egipto un régimen similar al del general Muhammad Zia ul-Haq en Pakistán tras el golpe militar de 1977(2), y su intención de “islamizar” al país tras un sistema de pretorianismo militar. Una versión que puede ser cuestionable tomando en cuenta el tradicional nivel de pretorianismo militar existente en las CSFA egipcia, cuya referencia clásica más bien ha sido el modelo “kemalista” adoptado durante décadas en la Turquía republicana.

En el plano exterior, la impasible actitud de EE.UU y Europa revela sus intereses a favor de un golpe cuya consolidación está costando más de lo previsto. La reapertura del proceso de paz entre israelíes y palestinos junto al interminable conflicto en Siria son escenarios que parecieran haber desplazado la atención en las últimas semanas sobre lo que realmente sucede en Egipto. La diferencia es que sucesos como el mortal desalojo de la plaza Nahda pueden prolongarse hacia otros escenarios dentro de un país cuya posición geopolítica es clave para la estabilidad regional.

¿Hacia la Yihad egipcia?

Resta observar si tras los sucesos de la plaza Nahda, la Hermandad Musulmana y otros grupos islamistas, algunos de ellos radicales, iniciarán una especie de contraofensiva que coloque a Egipto en una situación muy similar a la que vivió la cercana Argelia entre 1992 y 2000, en particular tras un golpe militar y la reacción islamista radical. La guerra civil argelina dejó aproximadamente 200.000 muertos.

Un dato que arroja mayor inquietud sobre el tenso futuro egipcio: las recientes declaraciones del jefe de Al Qaeda, el egipcio Aywan al Zawahiri, parecen colocar ahora a Egipto en el epicentro de su atención, toda vez crecen las informaciones de proliferación de grupos “yihadistas salafistas” en las vecinas Libia y Túnez. Si bien en Egipto aún no existen grupos radicales con una operatividad tan eficiente, su proliferación puede cobrar fuerza tras la brutal matanza de la plaza Nahda.

Pero incluso existen otros temores. Recientes informaciones revelan que la península de Sinaí, fronteriza entre Egipto y el territorio palestino de Gaza, controlado desde 2007 por el partido islamista Hamás, se ha convertido en una fuente de grupos radicales islamistas, con una prolífica actuación en materia de secuestros contra instalaciones turísticas en el Mar Rojo, ataques contra instalaciones militares, robos de armas, contrabando desde el África subsahariana hasta Israel y ataques contra un gasoducto construido en la zona estratégica de Refah(3).

Durante el breve gobierno islamista de Morsi en El Cairo, el paso de Refah que une al Sinaí con Gaza se convirtió en un prolífico contrabando de armas entre grupos islamistas egipcios y el palestino Hamas, a través de túneles subterráneos. Es de considerar que la península del Sinaí se encuentra desmilitarizada tras los acuerdos de paz de Camp David de 1979 entre Israel y Egipto. Si bien desde 1980 existe una Fuerza Multinacional de Paz y Observadores dirigida por EE.UU, Egipto e Israel, la realidad constata que el Sinaí se ha convertido en una especie de “tierra de nadie”.

La evidencia del contrabando de armas hacia Hamas desde el Sinaí bien pudo influir en el tácito apoyo israelí al golpe militar contra Morsi en julio pasado. Desde entonces, los militares egipcios aumentaron su presencia en el Sinaí a través de once batallones de infantería y un acorzado con la finalidad de cortar el suministro de armas y la cooperación entre grupos radicales en los pasos de Refah y de El Arish(4). Incluso, Arabia Saudita y Qatar observaron con beneplácito el golpe egipcio muy probablemente tomando en cuenta que siempre observaron a los Hermanos Musulmanes como un rival y una amenaza dentro del mundo árabe, debido a que podían convertirse en una referencia islamista en el poder, en particular por su labor caritativa.

Precisamente, la caída de Morsi y de los Hermanos Musulmanes en Egipto ha repercutido fuertemente en Hamas, el cual pierde un bastión clave de apoyo logístico y de armamentos. Precisamente, desde la llegada de Morsi al poder en julio de 2012, Hamas decidió desplazar tangencialmente su tradicional apoyo iraní a favor de los Hermanos Musulmanes egipcios. Resta observar si la matanza de esta semana en la plaza de Nahda servirá como legitimación de una “yihad” en Egipto por parte de grupos radicales. Por lo pronto, el trágico ejemplo argelino parece planear seriamente dentro del turbulento futuro de Egipto.

           



(1) Al Sharif, Osama; “El-Sisi´s project for the future of Egypt”, Arab News, 14 de agosto de 2013. Ver en: http://arabnews.com/news/461188. Este artículo de opinión hace referencia al análisis de Robert Springborg, “Sissi´s Islamist Agenda for Egypt”, Foreign Affairs (EE.UU), 28 de julio de 2013.

(2) Springorg, Robert, “Sissi´s Islamist Agenda for Egypt”, op.cit.

(3) “La península de Sinaí, tierra de nadie”, Informe Semanal de Política Exterior (España), Nº 854, 12 de agosto de 2013.

(4) Ibid.