La caída de Gadafi

Apartados xeográficos África ARQUIVO
Idiomas Galego

Bajo unas imágenes similares a las acontecidas en 2003 en Bagdad tras la caída del régimen de Saddam Hussein, los rebeldes libios asaltaron este martes 23 el palacio presidencial del Muammar al Gadafi en Trípoli, certificando prácticamente el final de su régimen de 42 años en la Jamahiriya Árabe libia.

Con Gadafi en paradero desconocido, se consuma la tercera caída de un líder árabe tras las rebeliones en Túnez y Egipto, abriendo así un período marcado por la incertidumbre y la confusión política en un país políticamente atomizado por el complejo entramado de clanes familiares y tribales, así como de las diferencias regionales.

Desde el lunes 22, la capital libia Trípoli presencia los últimos días de un régimen y el comienzo de una nueva etapa, marcada por los rumores y las incertidumbres. Sólo la práctica evidencia de la caída del régimen de Muammar al Gadafi le otorga un cariz de certidumbre a la actual situación, tras las arremetidas del martes 23 y miércoles 24 realizadas por las tropas rebeldes agrupadas en el Consejo Nacional de Transición (CNT), órgano legitimado por la OTAN y las potencias occidentales, con EEUU, Francia y Gran Bretaña a la cabeza.

El asalto de los rebeldes al palacio presidencial de Bab El Aziziaen Trípoli determina un ante y un después en la historia contemporánea libia, una nación creada en 1951 de las cenizas del colonialismo otomano e italiano y que sólo ha conocido dos líderes en su corta historia: el monarca Idris I, jefe del moderno Estado libio, quien fuera posteriormente derrocado en 1969 por un joven coronel Gadafi, la auténtica figura que ha monopolizado la vida contemporánea libia durante los últimos 42 años.

La era post-Gadafi

Precisamente, y a pesar de parecer una ciudad fantasma, el avance y práctico control de Trípoli por parte de los rebeldes del CNT certifica el final de una era. Como era presumible, el paradero del otrora todopoderoso Gadafi constituye un auténtico misterio, a pesar de la emisión de un supuesto mensaje radial, el primero realizado por Gadafi desde la caída de su palacio presidencial, en la que instaba a “morir o vencer”.

Fuentes rusas aseveraron que Gadafi aún sigue en Trípoli mientras otras fuentes no confirmadas consideraron que está escondido en alguno de sus numerosos bunkers, huyendo del avance rebelde y de su posible extradición a la Corte Penal Internacional (CPI). Otras especulaciones dan cuenta de su no confirmada huida del país o, incluso, de un retiro táctico en algún punto de Trípoli o de las zonas aún controladas por sus partidarios, con la casi improbable posibilidad de contraatacar.

Al mismo tiempo, la propaganda impone su ritmo. El lunes 22, mientras los rebeldes prácticamente pisaban Trípoli, el hijo de Gadafi, Saif El Islam, considerado su sucesor político, aparecía en público sin escolta saludando a supuestos simpatizantes, cuando diversas informaciones aseguraban que había sido capturado por los rebeldes. Un día después, con los rebeldes ocupando el palacio presidencial, el silencio era la tónica en cuanto al paradero de Gadafi y su familia.

Con todo, la ONU ya prepara la Libia post-Gadafi, al convocar una reunión de urgencia pautada para el viernes 26 en Nueva York, junto a los líderes de la Unión Africana, de la Liga Árabe, de la Unión Europea y de la Organización para la Cooperación Islámica. Por su parte, la OTAN no cesa en enviar mensajes triunfalistas, asegurando la práctica toma de Trípoli por parte de los rebeldes, a pesar de presentarse combates en algunos focos de resistencia de partidarios “gadafistas”.

La OTAN intensificó sus bombardeos contra objetivos específicos donde podría refugiarse el ex líder libio. EEUU informó sobre el desbloqueo de US$ 1.500 millones para ayudar a una CNT que busca incesantemente fondos en el exterior para rehacer la maltrecha economía libia, en especial sus pozos petroleros. En este sentido, los rebeldes anunciaron la toma de Ras Lanuf, estratégico enclave petrolero.

Paralelamente, la CNT comienza a observar el reconocimiento por parte de países como Colombia y Panamá. La embajada libia en Argentina presentó una “rebelión” inédita, ya que todos sus empleados quemaron las fotos de Gadafi. Sólo Venezuela, Ecuador y Nicaragua, cuyo gobierno incluso ofreció asilo a Gadafi, parecen aislarse en su defensa del ex líder libio (ver recuadro).

Para la ONU y la OTAN, la estabilidad en la transición libia es un aspecto clave tomando en cuenta que la guerra en este país iniciada en marzo pasado ha sido la primera realizada bajo la invocación del derecho a la “Responsabilidad de Proteger”, en este caso sobre crímenes contra la humanidad.

Directamente involucradas en el escenario libio, la ONU y la OTAN intentarán equilibrar el futuro de este país para, igualmente, desviar las críticas sobre su polémica actuación en Libia, tomando en cuenta que hasta ahora no ha hecho lo mismo en otros escenarios de crisis como Siria, donde la represión ha sido abrumadoramente mayor.

¿Quién gobernará Libia?

La pregunta que surge ahora es qué sucederá en la Libia post-Gadafi, una vez los rebeldes anunciaron la celebración de elecciones presidenciales y parlamentarias en un plazo de aproximadamente ocho meses.

Tanto como el misterio sobre el paradero del ex líder libio, no parece clarificarse el futuro inmediato de este país, precisamente por la confusa composición de una CNT excesivamente dependiente del apoyo y reconocimiento exterior, principalmente por los manejos diplomáticos de EEUU, Francia, Gran Bretaña y la ONU y el paraguas militar y de seguridad de la OTAN.

Los últimos meses han logrado clarificar, de algún modo, los hipotéticos liderazgos dentro de la CNT, que podrían configurar un eventual futuro gobierno en Libia, donde incluso miembros del antiguo régimen “gadafista” podrían tener cabida.

Cuatro son los liderazgos más visibles dentro de la CNT: Mustafá Abdeljalil; Mahmoud Jibril, Choukri Ghanem; y Abdelsalem Jailloud. Sin embargo, cada uno de ellos deberá hacer frente no sólo a sus potencialidades e intereses sino a la compleja configuración de poderes regionales, tribales y de clanes familiares que conforman la auténtica estructura de poder en Libia, y cuyos resortes han incluso provocado la prácticamente certificada caída de Gadafi.

Por ello, el escenario post-Gadafi se torna igualmente complejo y confuso, un panorama que requerirá de una implicación muy importante por parte de EEUU, Francia, la ONU y la OTAN. Ex ministro de Justicia durante el régimen de Gadafi, Abdeljalil es el presidente oficialmente reconocido de la CNT pero actualmente se encuentra atenazado por una serie de demandas provenientes de diferentes regiones y clanes libios, como los Zentane, localizados en la región de Tripolitania Oeste, quienes se adjudican el mérito en la insurrección militar contra Gadafi, demandando ventajas de desarrollo y poder federal en la nueva Libia.

Otro caso relevante es el de la confederación tribal de los Misrati, localizados en la región de Misrata que lleva su nombre. Como los Zentane, los Misrati también demandan a la CNT su reivindicación en la victoria e, incluso, ambos clanes han enviado representantes al exterior, especialmente a Francia, para obtener reconocimiento político, económico y militar en la nueva Libia.

Tanto Abdeljalil como Mahmoud Jibril, un ex diplomático y ministro de Desarrollo durante el régimen de Gadafi que actualmente ocupa el cargo de primer ministro sin gobierno dentro de la CNT, son personalidades conocidas en el extranjero, con amplia trayectoria diplomática y de contactos en el exterior, pero que bien pueden estar desconectados de la actual realidad del poder en Libia.
Por su parte, Ghanem, ex primer ministro de Gadafi y muy ligado a su hijo Saif El Islam por su cargo de ex ministro de Petróleo, está siendo aupado desde el exterior para configurarse como un político de peso en la nueva Libia, precisamente por su experiencia y conocimientos dentro de la industria petrolera libia.

Por su parte, Jalloud fue comandante de elite de Gadafi hasta ser defenestrado en 1994, cuando incluso se le consideraba un potencial “nº 2” dentro del régimen. Su peso en la CNT y la nueva política libia está por verse, ya que muchos libios y, en especial, los líderes de los poderosos clanes familiares regionales, lo señalan como uno de los máximos responsables de la represión durante el régimen “gadafista”.

Desde hace varios años, Jalloud se convirtió en hombre de negocios, radicado en un exclusivo barrio en los Campos Elíseos parisinos. Su pertenencia al clan familiar Megarha, tradicional aliado de Gadafi, puede resultar un factor clave, incluso condicionante, a la hora devislumbrar cuál será su verdadero peso dentro de la CNT.

¿Un Afganistán en el Magreb?

Otro aspecto de importancia tiene que ver con los liderazgos regionales del Oeste de Libia, en la región de la Cirenaica, con la constitución de diversos comités civiles y militares formados en las montañas y que constituyeron el factor clave en la insurrección contra Gadafi. Todos ellos reclamarán su peso y protagonismo en el futuro gobierno libio.

Por ello, el panorama de la Libia post-Gadafi parece similar al del Afganistán post-Talibán, donde los verdaderos factores de poder están concentrados en los jefes tribales y regionales, así como en los considerados “señores de la guerra”. Una realidad no menos compleja tomando en cuenta que esta lucha por el poder en la Libia post-Gadafi ya se ha cobrado potenciales víctimas políticas.

El misterioso e inexplicable asesinato ocurrido en julio pasado de Abdel Fattah Yunes, líder militar de la insurrección de los rebeldes en Bengasi y ex ministro del Interior de Gadafi, da a entender un complejo entramado de redes de intereses orientados a sacar de escena a potenciales líderes de la Libia post-Gadafi.

El caso de Yunes es ligeramente similar al ocurrido con el asesinato en las montañas de Afganistán del ex comandante de origen tadyiko Ahmed Shah Massoud, acaecido apenas dos días antes del 11/S de 2001, y cuya autoría fue reconocida por los talibanes bajo las órdenes del desaparecido Osama bin Laden. Denominado “El León del Valle de Panshir” y reconocido jefe militar afgano contra la invasión soviética, Massoud rompió con los talibanes a partir de 1996, convirtiéndose en un objetivo político clave.

Si la “afganización” de Libia se convierte en un escenario real, la OTAN y la ONU, implicadas de lleno en la transición libia post-Gadafi, se encontrarían ante otro escenario conflictivo. No obstante, las diferencias también son notorias, en especial tomando en cuenta que la geografía libia, más desértica, dista mucho de la montañosa Afganistán, un aspecto que puede resultar ventajoso para la OTAN a la hora de repeler rebeliones y posibles insurrecciones regionales, en especial en los casos de los territorios de Tripolitania, Cirenaica y Fezzan, un inmenso oasis petrolero en medio del desierto libio.

Con Gadafi, son ya tres los líderes árabes caídos en la insurrección política originada en Túnez y Egipto, y que llevó al final político de sus respectivos autócratas Zine el Abidine Ben Alí y Hosni Mubarak, ambos actualmente procesados por la justicia de estos países. Ahora, la presión se intensificará hacia el presidente sirio Bashar al Asad, acusado de la cruel represión en su país que está incrementando un nuevo escenario de rebelión.

No se debe olvidar el caso del presidente argelino Abdelaziz Bouteflika, aparentemente inmunizado de la insurrección árabe. El tácito apoyo de Bouteflika y el régimen argelino a Gadafi puede, ahora, pasarle una factura política importante, tomando en cuenta que Gadafi ya no está en el poder en Trípoli. Es por ello que tras la caída de Gadafi, la rebelión árabe anuncia nuevos escenarios de conflicto e, hipotéticamente, de nuevas caídas de líderes presidenciales.