La difícil genuflexión china

 Liu Xinhong, clic para aumentar
A los pocos días del nombramiento de Ma Yinglin como obispo de la diócesis de Kunming (Yunnan), se consagraba al sacerdote, también “patriótico”, Liu Xinhong (en la foto) como nuevo obispo de Wuhu, en la provincia de Anhui, en la China Central.
 

Contrariando al Vaticano, China ha decidido nombrar a Ma Yinglin, de 41 años, diputado de la Asamblea Popular Nacional y vicepresidente de la Asociación Patriótica de Católicos ““no reconocida por Roma”“, obispo de la diócesis de Kunming (Yunnan). Con la pompa y boato propios del caso, la ceremonia de toma de posesión se celebró el pasado 30 de abril. Mientras, en Roma, se fruncía el ceño. A los pocos días, se consagraba al sacerdote, también “patriótico”, Liu Xinhong como nuevo obispo de Wuhu, en la provincia de Anhui, en la China Central.

La iniciativa china se produce después de que el pasado 26 de marzo, el “ministro de asuntos exteriores” del Vaticano, monseñor Gionanni Lajolo, afirmara que todo estaba dicho entre los dos Estados y que la situación había llegado a un punto lo suficientemente maduro como para establecer relaciones diplomáticas normales. No obstante, el pasado 6 de abril, Ye Xiaowen, alto responsable chino de asuntos religiosos, daba a entender que el obstáculo de Taiwán se había superado, pero no así la insistencia china en nombrar a los obispos. Estos nombramientos ponen el dedo en la llaga, pueden enfriar los avances logrados y retrasarán el proceso de normalización diplomática.

Las relaciones han ido mejorando desde 2004. En los dos últimos años, los intercambios de visitas han sido constantes. La desaparición de Juan Pablo II, a quien Beijing, entre otras cosas, reprochaba el papel desempeñado en la caída del socialismo real en Europa, abrió la puerta a un diálogo complejo pero deseado por ambas partes. El papa polaco, cuya muerte ignoraron de forma absoluta los medios de comunicación chinos, mantenía las simpatías hacia Taiwán, cuyo presidente, Chen Shui-bian, asistió a las pompas fúnebres en Roma. El nuevo papa alemán parece abrazar un credo más pragmático y Taiwán ha dejado de ser el problema. La dificultad, pues, radica en el procedimiento de nominación de los obispos, problema clave que hoy impide la normalización de las relaciones entre China y la Iglesia Católica.

La nominación de monseñor Joseph Zen, obispo de Hong Kong, como cardenal por el Papa Benito XVI, levantó algunas ampollas en Beijing, donde se recela de su condición independiente y se reconoce su gran conocimiento acerca de los problemas religiosos de China. No obstante, Zen, inclinado también a establecer lazos con Beijing, ha reaccionado con prudencia al anuncio de los nombramientos, reclamando paciencia y tiempo para analizar la situación, si bien mostrándose claramente crítico con la “deslealtad” china. Más de prisa, en Roma, la excomunión parecía abrirse camino. En medios de Hong Kong se cree que estos intempestivos nombramientos pueden obedecer a razones internas, en especial, a la necesidad de sumar posiciones por parte de los católicos afines al poder, ante el temor a verse sacrificados en el hipotético acuerdo sino-vaticano, ya que, para bien o para mal, debe contemplar la unificación de la iglesia católica oficial (5 millones de fieles) y la llamada “clandestina”, que reuniría, según algunas fuentes, al doble de fieles.

Sea como fuere, el conflicto de obediencias de los obispos chinos no presenta dudas para las autoridades de este país. Acostumbrados a tratar con el Hijo del Cielo, si hay que elegir entre guardar lealtad a un partido que lleva inscrito el ateísmo en su programa o al Dios todopoderoso, el primero es lo primero. La autoridad es sólo una y no se admiten parcelaciones de la soberanía, ni siquiera con la divinidad. Eso explica que, por ejemplo, el responsable de la diócesis de Beijing, monseñor Fu Tieshan, sea nada menos que uno de los vicepresidentes del Parlamento chino.

En 1951, la ruptura se produjo cuando el Vaticano decidió excomulgar a los obispos nombrados por el Partido Comunista de China. El Vaticano parece dispuesto a aceptar ahora que se escuche la opinión del régimen en la nominación de obispos, pero no nombramientos unilaterales. Por eso insisten en suspender, que no cancelar, el nombramiento, y buscar fórmulas discretas de acuerdo, como las ya aplicadas en los casos de Shanghai, Xian, Wanxian y Suzhou, donde Roma, al parecer, ha influido directamente. En cartera, Beijing puede tener previstas más consagraciones de nuevos obispos ““se habla de hasta veinte-, y, en dichos casos, como en el de Ma o Liu, el Vaticano puede haber expresado ya su veto por la excesiva connivencia política de los candidatos con el régimen.

La importancia de la Iglesia Católica es muy relativa en China. En relación a la población, más de 1.300 millones de personas, el número de fieles, es muy poco representativo. No obstante, la normalización de relaciones con el Vaticano preocupa por dos razones. Primera, por aislar un poco más a Taiwán. Segundo, porque en los últimos tiempos las críticas a la libertad religiosa han sido una constante en el discurso estadounidense y el acuerdo con el Vaticano les restaría fuerza. Eso explica el empeño en organizar el primer Foro Mundial Budista, celebrado en vísperas del encuentro de Hu Jintao con Bush.

Quien habrá disfrutado con este desencuentro es el presidente taiwanés, Chen Shu-bian, de viaje a América, y quien ya se temía lo peor. Después de tener que anular su previsto aterrizaje en Anchorage, Alaska, debido a las humillantes condiciones impuestas por las autoridades estadounidenses ““solo repostar”“; vivir con angustia el desenlace de la crisis en las islas Salomón ““uno de los 26 países que aún reconocen a Taiwán”“; o recorrer medio mundo para aplacar las dudas existenciales de aliados como Costa Rica o Paraguay, que visitará en este viaje, la gravedad de esta crisis le proporcionará, aunque no sea por mucho tiempo, un pequeño alivio. Ya se sabe, las satisfacciones terrenales duran lo que duran.