La escuela de Hu Jintao

 Tanques chinos en un desfile militar, clic para aumentar
Con el Ejército y los servicios de seguridad de su parte, Hu tendrá las manos prácticamente libres para decidir el perfil del nuevo liderazgo central, con el probable sacrificio de Zhen Qinghong y otros afines al anterior secretario general, Jiang Zemin.
 

Se acerca el XVII Congreso del Partido Comunista de China y ya se puede hacer un primer balance previo. En dos planos. En primer lugar, el proceso de renovación a nivel territorial se ha completado a finales del mes pasado. Nuevos líderes, más jóvenes y en menor número, con mayor formación (beneficiados por la restauración del sistema universitario a partir de 1976), irrumpen en el escenario político chino. El proceso de renovación obedece a una instrucción del propio Hu Jintao que ha impuesto la presencia de determinados grupos de edad en los órganos de dirección. Ellos son los llamados a poner en práctica el nuevo modelo de desarrollo que debe tener en cuenta la armonía social y ambiental, además de atender al crecimiento, dando un nuevo impulso a la política de reforma y apertura con un horizonte de gestión más global. Pero también a establecer un nuevo ajuste de competencias y lealtades con el poder central, resquebrajado en los últimos años hasta el punto de cuestionar seriamente la autoridad de Beijing. Además, la reducción del número de vicepresidentes a todos los niveles, facilitará la formación de equipos de dirección e impedirá la conformación de grupos de decisión reducidos, limitando la tendencia natural a la concentración del poder.

En segundo lugar, Hu ha dado el tono de lo que podría ser el eje temático central del próximo Congreso. El desarrollo “científico” de la reforma y la apertura, que debe proseguir afrontando complicados desafíos en los próximos años, no debe ser excusa para descuidar el fortalecimiento del PCCh, que sólo puede completarse mimando la ideología. En su discurso del 25 de junio en la Escuela central del Partido, Hu Jintao ha llamado al orden a una militancia que debe huir de la ideología a la hora de enfrentarse a los problemas del desarrollo, pero que debe abrazarla para prevenir los riesgos políticos. Hu no quiere desvíos del camino trazado.

El nuevo liderazgo que impulsa Hu Jintao tiene su eje principal en la lucha contra la corrupción. A pocos meses de iniciarse el Congreso, probablemente en noviembre, se multiplican los llamados a mejorar el “estilo de trabajo”, hoy aquejado de serias taras que facilitan la extensión de los incidentes que perturban la estabilidad social. La severidad caracteriza las últimas condenas de responsables corruptos, enviando una señal clara a propios y extraños acerca de la intolerancia del PCCh con la corrupción. Con este chivo expiatorio, Hu reafirma su liderazgo interno frente a clanes y familias políticas que ya parecen haber tirado la toalla. Con el Ejército y los servicios de seguridad de su parte, Hu tendrá las manos prácticamente libres para decidir el perfil del nuevo liderazgo central, con el probable sacrificio de Zhen Qinghong y otros afines al anterior secretario general, Jiang Zemin.

En los últimos tiempos, la bonanza de la economía china ha hecho mella en muchos funcionarios que han sucumbido a un estilo de vida muy alejado de la modestia predicada por el PCCh. Esa exhuberancia, unida a los abusos de poder, contrastan con las fragilidades de una situación social que ha empeorado en los últimos años, a pesar de que el Gobierno parece haber tomado conciencia de la necesidad de recuperar un mínimo sentido de la justicia social que ponga sordina a las tensiones que amenazan la estabilidad y la propia autoridad del Partido. Pero para lograrlo, será necesario afrontar las taras estructurales ““y no solo subjetivas”“ del sistema. Y eso puede no ser tan simple como expedientar ““o ejecutar”“ a un funcionario.