A poco más de un mes de la caída de Jean Bertrand Aristide, la situación interna en Haití continúa siendo complicada. A pesar de la asunción de un nuevo gobierno provisional, que cuenta con el apoyo de la Organización de Estados Americanos y buena parte del CARICOM, así como de los gobiernos de Washington y París, la situación de rebelión cívico-militar ha dado paso a los intentos de legitimar el nuevo régimen y a solucionar los graves desajustes socio-económicos en un país donde el 80% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, atenazados por las bandas criminales armadas y los grupos narcotraficantes.
Mientras el ex presidente Aristide finalizó su viaje de exilio en la vecina isla de Jamaica, país que le dio asilo tras pasar por la República Centroafricana, los gobiernos de Washington y París, verdaderos instigadores de la caída de Aristide, se han esforzado en reforzar la legitimidad del Grupo de Sabios, compuesto por 184 personalidades del mundo de los negocios, asociaciones civiles y partidos políticos opuestos a Aristide. Al mismo tiempo, EEUU y Francia refuerzan el despliegue de los 2.700 soldados norteamericanos y franceses pertenecientes a la fuerza multinacional que intenta garantizar el necesario orden público, mientras anuncian una conferencia de donantes para Haití, cuya finalidad es coordinar la ayuda internacional a la nación caribeña.
El nuevo gobierno haitiano está formado por un grupo de tecnócratas presidido por el magistrado Boniface Alexandre, secundado por el primer ministro Yvon Neptune, un supuesto leal a Aristide, quien ya ocupara este cargo anteriormente. Ningún representante del movimiento político de Aristide, Partido Lavalas, está presente en el nuevo gobierno. Para muchos, sin embargo, la cercana presencia de Aristide en Jamaica podría provocar mayor zozobra política en la isla caribeña, a tenor de los miles de simpatizantes que el ex presidente conserva en las zonas más pobres de la capital, muchos de ellos componentes de los chimeres, las temibles bandas armadas pro-Aristide. El ex presidente acusa a EEUU y Francia de haber perpetrado un golpe de Estado en su contra, con secuestro incluido, y critica a la OEA por su inacción ante esta situación. En este apartado, el hoy ex presidente exiliado ha encontrado apoyo externo en el presidente venezolano Hugo Chávez, quien también dirigió sus ataques contra EEUU, Francia y la OEA por permitir lo que denominó "un golpe contra un gobierno legítimo".
A la fuerza multinacional franco-estadounidense no sólo le corresponde ahora la dura tarea de consolidar al nuevo gobierno hasta la celebración de elecciones, sino de garantizar un orden público prácticamente inexistente hace un mes. Desarmar a los grupos paramilitares enrolados en el Frente de Resistencia Nacional por la Liberación de Haití, el grupo que provocó el levantamiento nacional, se hace una tarea urgente. El principal líder de este grupo, Guy Phillippe, es reacio a la presencia militar externa, aunque finalmente la haya aceptado. Aún es una incógnita conocer cuáles son los objetivos de otros líderes de ese movimiento como Bruno Ettiénne, así como determinar qué sucederá con los llamados chimeres, cuyas acciones de vandalismo y terror han sido notorias incluso horas después de la caída de Aristide.
Otro gran problema nacional tiene que ver con la fuerte presencia del narcotráfico en el país y la caótica realidad social. Haití ha sido una importante ruta del narcotráfico desde Colombia hasta EEUU a lo largo de la década de los noventa, y los tentáculos del narcotráfico han logrado infiltrarse entre destacados líderes del partido Lavalas y en la precaria fuerza policial del país, convertida en un actor protagonista ante la inexistencia de un Ejército nacional. El apartado económico revela la fuerte dependencia del país de la ayuda internacional, ya que su capacidad productiva es prácticamente inexistente, y en el país no existe clase media pujante, dado que la mayor parte de la elite económica haitiana vive en EEUU y Europa, sin mucha conexión con su país de origen.
Por si esto fuera poco, existe un serio problema social y educativo. El ritmo de crecimiento de haitianos infectados de SIDA es alarmante, ya que un reciente informe de la ONU estima que podría afectar a cerca del 7% de la población. Cada año nacen 5.000 niños infectados con el virus, y su expansión corre pareja al crecimiento de la prostitución infantil. Del mismo modo, el analfabetismo es rampante. Sólo un 5% de los ocho millones de haitianos habla francés como lengua nacional, siendo la mayor parte parlantes del créole, un idioma híbrido entre el francés y la herencia africana.
En resumen, una situación altamente preocupante y una agenda muy compleja. A corto plazo, la pacificación nacional, la reducción de la pobreza y la satisfacción de las expectativas de mejora socio-económica son los principales retos del nuevo gobierno de los tecnócratas, y del que lo suceda en las elecciones posteriores.