Los primeros dos meses de gobierno de Hamas en Palestina han estado marcados por la constante tensión interna con el movimiento Al Fatah dentro de la OLP y el cerco internacional, principalmente propiciado por EEUU e Israel. Si bien el "factor Hamas" constituye un inobjetable ejemplo de cambio político en Oriente Medio, persisten muchas incógnitas sobre su capacidad para gobernar y cómo se planteará la pacificación del conflicto palestino-israelí.
La Palestina post-Arafat, ¿ha dado paso a la Palestina de Hamas? Un análisis preliminar sobre lo que está sucediendo en el interior de la Autoridad Nacional Palestina, ANP y en los territorios de Gaza y Cisjordania revela dos direcciones claramente identificables, al menos a corto plazo.
En primer lugar, la victoria de Hamas en las elecciones legislativas de finales de enero pasado fue tan contundente y sorpresiva como significativa, desde una perspectiva histórica, tanto para los palestinos como para Oriente Medio en general. En una región en plena e incierta transformación política, esta victoria de Hamas plantea diversos retos tanto para el mundo árabe-musulmán así como para los países occidentales.
En segundo lugar, esta primera participación electoral de Hamas en el escenario político palestino y regional varía su posición inicial de "paria", tanto interna como externa, hasta convertirse en un actor esencial más del espectro político palestino. Al enfrentarse a esta realidad, esta primera experiencia gubernamental de Hamas le plantea diversos retos y dilemas, aún por definirse.
Lo que significa la victoria de Hamas
Hamas concretó, por vez primera, la llegada al poder de un movimiento inspirado en el mensaje del islamismo político fraguado por la organización egipcia de los Hermanos Musulmanes, creada en 1928 y con amplia implantación en Siria, Líbano, Jordania y los territorios palestinos.
Esta característica se expande aún más ante el hecho de que Hamas (a quien EEUU, Israel y la Unión Europea catalogan como organización terrorista) llegó al poder por la vía electoral, lo cual le confiere a este partido y su dirigencia una legalidad y legitimidad inobjetables.
Esta especie de "terremoto político" apunta indirectamente a dos actores principales: el partido Al Fatah y George W. Bush. Hamas sepultó en las urnas la histórica hegemonía política del movimiento laico y nacionalista de Al Fatah, fundado en 1959 por Yasser Arafat. La derrota fue tanto o más contundente para la dirigencia que heredó la ANP a finales de 2004, a la muerte de su líder histórico. En este sentido, Al Fatah se somete a una etapa de cambio empujado desde las bases y manifestado en el ascenso de la llamada "nueva guardia", cuyo principal exponente es Marwan Barghouti, actualmente preso en Israel acusado de terrorismo.
Al igual que Hamas, esta nueva dirigencia desarrollada en los territorios ocupados militarmente por Israel en Gaza y Cisjordania durante la Intifada (1987-1992) manifiesta una frontal oposición a la "vieja guardia" histórica, aquellos que estuvieron en el exilio con Arafat y cuyo principal exponente en la actualidad es el presidente de la ANP, Mahmoud Abbas. De este modo, la victoria de Hamas muy probablemente provoque un cambio abrupto en la estructura de Al Fatah.
En cuanto a George W. Bush, el nuevo escenario supone un exponente inverso e inesperado del errático plan para el Gran Oriente Medio, expuesto por Washington en el 2003, poco después de la invasión militar a Irak y la caída del régimen de Saddam Hussein. Entonces, Bush y su equipo se vanagloriaban de propiciar una etapa de democratización regional en Oriente Medio.
Pero en Washington esperaban que esta democratización viniera de la mano de partidos laicos, más ideológicamente identificados con los intereses occidentales. Hamas supone un cambio democrático basado en el islamismo político en un momento en que EEUU lidera una guerra global contra el terrorismo y el islamismo radical. Es por ello que esta victoria electoral tomó por sorpresa a la administración Bush, incapaz de medir y analizar este efecto indirecto e inverso a su estrategia. De allí sus titubeos iniciales a la hora de reaccionar ante el triunfo de Hamas.
Expectativas preocupantes
El mayoritario control de Hamas en el Parlamento de la ANP permitió a su líder de la lista electoral, Ismail Haniya, convertirse en primer ministro. De este modo, la ANP tendría una autoridad política bicéfala: un presidente, Abbas, de Al Fatah, y un primer ministro, Haniya, de Hamas.
Con este panorama, no tardarían en plantearse las divergencias. El complicado entramado de las fuerzas de seguridad dentro de la ANP estaban principalmente controlados por grupos asociados a Al Fatah que, en casos como Cisjordania, devinieron en especies de "mafias locales", vinculadas a determinados líderes paramilitares.
Hamas, que ejerce un férreo control en Gaza, posee un brazo armado sumamente poderoso, ya que viene siendo el principal perpetrador de atentados terroristas contra Israel desde 1996. Los diversos choques entre los grupos armados y las milicias tanto de Hamas con de Al Fatah por el control de la seguridad palestina, elemento clave de poder dentro de la ANP, arrojan una situación caótica para el nuevo gobierno palestino que tuvo su momento más delicado cuando Haniya nombró a Jamal Abu Samhadaneh, jefe de una de esas milicias, para un alto cargo del ministerio del Interior.
Abbas se opuso abiertamente a la nominación de Samhadaneh, por lo que el presidente palestino parecía comenzar a implementar una especie de administración paralela a la de Hamas. Los enfrentamientos entre milicias fueron notorios en diversas centrales policiales y de seguridad, mientras se escenificaban situaciones de toma de edificios administrativos tanto por parte de Hamas como de las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa, vinculadas a Al Fatah.
Es un temor cada vez más general el hecho de que, si no se obtiene una negociación política viable así como la amortización de las milicias, una radicalización de la política palestina pueda llevar a una eventual guerra civil, con graves consecuencias para el mapa político regional.
La estrategia del acoso financiero
Mientras se manifestaba una especie de caos político en la ANP, los actores internacionales, EEUU, Israel, la Unión Europea y la ONU, así como Rusia, intentaban medir el impacto internacional de un gobierno palestino bajo Hamas.
La elevada dependencia financiera de la ANP de los fondos occidentales, principalmente de la Unión Europea, posibilitaba el empleo de una burocracia estimada en 150,000 funcionarios. Pero la crisis económica (según cifras de la ONU, la mitad de la población palestina está desempleada y la pobreza asciende al 60% en Gaza y Cisjordania) azota tanto a Abbas como ahora a Haniya.
La inicial negativa de Hamas a reconocer el estado de Israel, mas no a romper mecanismos de diálogo, propició un cerco financiero occidental por parte de EEUU, Israel y la Unión Europea, recientemente paliado de manera limitada tanto por este último como por el Banco Mundial.
Hamas necesita más de 1.000 millones de dólares mensuales para mantener en funcionamiento a la ANP, de cuyos salarios depende un 29% de la población palestina. Es por ello que su dirigencia inició una infructuosa campaña en los países árabes vecinos, principalmente Jordania, Siria, Líbano y Egipto, para recaudar fondos. Por su parte, Rusia, quien buscó mecanismos de acercamiento a Hamas una vez ganara las elecciones y significó un inicial "balón de oxígeno" internacional para este movimiento, intentó mediar ante Occidente para buscar paliar la crisis económica.
Con esta estrategia, Occidente buscaba ahogar financieramente a Hamas para obligarlo o bien a ceder en sus demandas, como eliminar la cláusula en su carta fundacional que insta a la destrucción del Estado israelí, así como abandonar la lucha armada, o bien a que el gobierno de Haniya se tambaleara, se adelantaran elecciones y, eventualmente, una renovada Al Fatah volviera al poder. Este aislamiento hacia Hamas forma parte de una calculada estrategia de EEUU e Israel.
Pero los datos socioeconómicos son sumamente graves. Se cree que profundizar en la estrategia de ahogar financieramente radicalizará aún más a una sociedad palestina que, según un informe del Banco Mundial, verá reducido en un 30% su nivel de ingresos si Occidente persiste en esta estrategia.
Las relaciones con Israel
Al mismo tiempo que Hamas ocupaba el poder en la ANP, el pasado 28 de marzo los israelíes fueron a elecciones generales para votar por el nuevo gobierno que sustituyera al prácticamente moribundo Ariel Sharon. En este sentido, la votación arrojó un resultado histórico para los israelíes.
Un nuevo partido fundado por Sharon, el Kadima, liderado por Ehud Olmert, obtuvo una frágil victoria que le obligó a buscar coaliciones con los laboristas y diversos partidos minoritarios. Por vez primera, Israel no estaría gobernado ni por el Likud (derecha conservadora) ni por los laboristas. Olmert también constituye el exponente del ala civil en la política israelí, tradicionalmente dominada por militares.
Desde que asumió el poder, Olmert cerró todos los canales de negociación con Hamas hasta este partido no abandonara la lucha armada contra Israel, congelando momentáneamente el derecho a que Hamas reconociera a Israel. Esta medida de presión, junto al acoso financiero, no ha dado resultados efectivos hasta ahora.
Así como los palestinos, los israelíes están experimentando un cambio aún incierto. La polarización política hacia el tema palestino sigue siendo una amarga realidad, pero ya la política israelí no está dominada por los "padres fundadores" del Estado, en este caso Shimon Peres y Ariel Sharon, ni por los llamados "halcones". Del mismo modo, la retirada militar y de los colonos judíos de Gaza en el verano de 2005 también significó un cambio sustantivo para la sociedad israelí, aunque no produjo una temida reacción contraria.
El laberinto de la paz
Pero las negociaciones de paz siguen estando estancadas. El "Cuarteto", conformado por EEUU, Rusia, la Unión Europea y la ONU, se ha visto incapaz de tratar una nueva relación entre Hamas e Israel y no parece que existan cambios en este sentido para los próximos meses. La crisis nuclear iraní también ha complicado el panorama, debido a que Hamas posee estrechos vínculos con el régimen iraní, así como con el movimiento islamista antiisraelí Hezbollah en el Líbano.
En realidad, el triunfo electoral de Hamas no tuvo nada que ver con la búsqueda de una paz con Israel. Ni Haniya ni ningún alto dirigente de Hamas prometió llegar a una paz con los israelíes, sino que su triunfo fue fruto de la frustración hacia la considerada corrupta elite de Al Fatah.